lunes, 30 de marzo de 2009

Viaje al teatro de la guerra: vacaciones en Verdun


Una de las características más emblemáticas y originales de la Gran Guerra fue la difusión que de ella se hizo a la sociedad civil, tanto de las naciones en guerra como de las neutrales. El papel que tuvieron los medios de comunicación en el seguimiento del conflicto fue absolutamente innovador, en lo que a forma y creación de discurso se refiere. La guerra interesaba a todo el mundo, bueno a casi todo, y esa curiosidad fue aprovechada por los medios y sus grupos de presión para crear un estado de opinión acorde a sus intereses. La guerra, sobretodo en las naciones neutrales, fue observada desde una posición de voyeurismo morboso.
La prensa española, a través de sus laboratorios de ideas y corresponsales, no sólo ofreció esa carnaza, sino que sus redacciones lidiaron a diario para ofrecer a sus lectores habituales y a los potenciales esa historieta o curiosidad que los hiciese decantar hacia su pizarra. No fueron sólo los redactores los que hicieron ese papel de acomodador, otros agentes llevaron al público hacia la púrpura platea de la guerra. Otro gran transmisor fue la publicidad. Fueron múltiples las empresas que aprovecharon las vicisitudes de la guerra y sus intereses comerciales para tentar al público con andanzas que cubriesen el cupo de la innata curiosidad humana. Quién dijo que la publicidad tiene sus límites. Desde una óptica actual y ciegamente presentista se corre el riesgo de criticar tales prácticas o técnicas. Pero es que acaso no era más cruel esa guerra industrial que había sorprendido a todos, soldados y civiles, por su inusitada y desconocida crueldad?? La publicidad se puso a su nivel. La publicidad respondía a ese ávido impulso de las nuevas sociedades de masas que ya no entendían ni de pudor ni de respeto. Quiénes de los que leían ávidamente las noticias no imaginaban impresionantes ofensivas y crueles batallas no muy lejos de sus seguros hogares? Quién no había oído hablar de la impresionante y heroica batalla de Verdun? Así que si Verdun querías, Verdun tendrás y eso fue lo que la publicidad ofreció. Nada más y nada menos.
Una de las conclusiones más interesantes del anuncio de la Sociedad Boulu no fue el traspasar los presuntos límites deontológicos de la publicidad, aumentando la innata y morbosa curiosidad humana –que la había-, sino el de mostrarnos esa idea tantas veces recurrente de la guerra breve y pasajera. La Sociedad española Boulu planificó los viajes a Verdun a la espera de que el desenlace de la guerra no se alargase lo suficiente como para perder el interés. Por si acaso, despenalizó las cancelaciones en caso de avisar quince días antes ¡!
La primera vez que vi el anuncio asomó en mi una tierna sonrisa. Se trató de un gesto de complicidad, de lástima ante ese mundo que murió y que no volverá jamás. Cierto que el impacto en un lector actual no es el mismo, ya que conocemos el desenlace de la historia. Pero no deja de ser curioso que el ciudadano de esa época pensase en términos de días o semanas cuando pensaba en la finalización de un conflicto como fue la Gran Guerra. Ese pensamiento de una guerra fugaz reflejaba la idea de una sociedad inocente que calculaba en términos de inmediatez los profundos cambios de la historia. Ese mundo murió, el mundo de ayer, el de los abuelos de Zweig.
Bendita publicidad, santa inocencia.