martes, 16 de noviembre de 2010

La ciudad bajo Edimburgo

Bajo el subsuelo de Edimburgo se esconde una antigua y claustrofóbica ciudad subterránea sepultada bajo numerosas plantas de nuevas construcciones, que fueron elevándose una tras otra en vertical.
Desde la Edad Media, Edimburgo albergó una gran población encerrada bajo los muros de la ciudad antigua. Para tratar de paliar la insuficiencia de viviendas, los edificios se fueron amontonando unos sobre otros, llegándose a levantar hasta diez alturas en construcciones precarias ideadas para soportar muchas menos plantas. En ocasiones, las nuevas edificaciones se elevaban sobre las ruinas de las antiguas. Incluso un enorme puente fue rodeado de edificios, quedando sus arcos enterrados en el subsuelo.
Vivir en aquellos barrios subterráneos no era fácil: la luz que llegaba era muy escasa, no existía abastecimiento de agua y la ausencia de ventilación hacía que el olor fuese nauseabundo. Lógicamente, la gente adinerada vivía en la superficie y la población más deprimida y marginada se fue aglutinando en las viviendas más alejadas del exterior.
Muchas historias y leyendas tuvieron su origen en este submundo. Por ejemplo, los ladrones de cadáveres, que no sólo los extraían de los cementerios sino que también los conseguían estrangulando a personas de estos barrios para proporcionar sus cuerpos a los estudiantes de medicina a cambio de dinero. También se movía por la ciudad subterránea Deacon Brodie, respetable ebanista durante el día y ladrón y asesino sin escrúpulos de noche, cuya vida inspiró a Robert Louis Stevenson su novela El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde. Al parecer, el padre de Stevenson tenía muebles de Brodie.
La aglomeración urbana y la falta de higiene eran terreno abonado para infecciones y plagas. Una de las peores epidemias fue la peste bubónica que tuvo lugar en 1645. En la Navidad de ese año, muchas ratas infectadas, que llegaron a Edimburgo en barcos procedentes de Europa, invadieron estos sucios barrios. En muy poco tiempo, las pulgas transmitieron la enfermedad a la población.
Entre los lugares más castigados por esta enfermedad estuvo Mary King’s Close y las calles aledañas. Una leyenda muy extendida dice que, para evitar la expansión de la epidemia, las autoridades adoptaron la decisión de tapiar la zona para impedir la salida de los enfermos, condenando así a toda la población, contagiada o no, a una muerte inexorable. Al cabo de unos meses, cuando se derribaron los muros, el Ayuntamiento ordenó la recogida de los restos putrefactos de los cadáveres, que fueron descuartizados por carniceros para su transporte, y la limpieza de la zona. Después, las casas se pusieron a disposición de aquellos que quisieran habitarlas. De nuevo, la población menos afortunada se adentró en aquellos barrios oscuros e insalubres.
Hacia el 1830, el Edimburgo subterráneo fue sepultado por completo bajo las nuevas construcciones. Aquellos oscuros barrios habían albergado al lado más miserable de la humanidad y la sociedad del siglo XIX quiso ocultarlos para evitar su desagradable recuerdo y, efectivamente, con el tiempo, la gente olvidó que existían.