martes, 19 de julio de 2011

Vímana

El vímāna es una mítica máquina voladora hindú, descrita en la antigua literatura de la India. Se pueden encontrar referencias sobre este artefacto —incluso su utilización en asuntos de guerra— en textos hindúes antiguos. Podía volar por el aire y hasta otros planetas.
El Samarangana sutradhara (c. siglo XI) y el Bhágavat Puraná (c. siglo XII) se describen vímanas de diferentes tamaños y formas, como un carro o carroza de los dioses, como un mítico automóvil aéreo, a veces funcionando como un mero asiento o trono fijo, otras veces moviéndose por sí mismo y cargando a su ocupante a través del aire. Otras descripciones muestran al vímana más como una casa o palacio (se cuenta de uno que tenía siete pisos de altura).

En las páginas del Ramaiana —gran poema épico hindú atribuido el poeta Valmiki— se encuentran alusiones a carros voladores que habrían sido utilizados en el curso de las guerras entre los dioses del panteón hindú. El demonio Rávana poseía un pushpaka (vímana de flores) con el que podía volar.

Estracto
Mientras se iban desarrollando estas cosas, Rama, el Kakutsida, le dijo a Vibhishana: «Ocúpate de procurarme un pronto regreso a mi ciudad. El camino a Ayodhyá es muy difícil de recorrer». A lo que respondió Vibhishana: «Hijo de monarca de la Tierra, yo cuidaré que te conduzcan a tu ciudad. Hay un carro llamado pushpaka, carro incomparable, resplandeciente como el Sol y que marcha por sí mismo. Montado sobre ese carro, él te conducirá sin inquietud hasta Aiodhiá.
Tras estas palabras Vibhishana llamó urgentemente al carro parecido al Sol, acompañado por su hermano y por la ilustre videhana, encendida de rubor. El raghuida, ya montado, le dijo a Sugriva: «Apresúrate a subir en el carro con tus generales, Sugriva. Sube también con tus ministros, Vibhishana, monarca de los rakshasas. Al instante, Sugriva con los reyes de los simios, y Vibhishana con sus ministros, llenos de alegría, montaron en el gran carro pushpaka. Cuando todos estuvieron embarcados, Rama ordenó al vehículo que partiese y el incomparable carro de Kuvera se elevó hacia el mismo seno de los cielos. El carro volaba como una gran nube empujada por los vientos. Desde allí paseando su mirada por doquier, el guerrero descendiente de Raghú, dijo a Sita la mithiliana, la del rostro bello como el astro de la noche: «Mira, ya veo el palacio de mi madre... ¡Ayodhyá! ¡Inclínate ante ella, Sita, mi videhana, hete aquí de regreso!
Apenas la muchedumbre, presurosa, les vio llegar como un segundo sol y con tan rápida marcha, el aire fue rasgado con potentes gritos de alegría, lanzados por ancianos, mujeres y niños. Todos gritaban: «¡Aquí está Rama!». Bharata, pasando de la tristeza a la alegría, se acercó, con las manos juntas y honró a Rama: «Sé bienvenido», pronunció, con el respeto que le merecía su hermano. Pero éste se apresuró a alzarlo, lo apretó contra su pecho y lo estrechó entre sus brazos con alegría.


En otro texto, el Samarangana sutradhara es una obra enciclopédica acerca de la arquitectura clásica hindú (vastu shastra) escrita por Paramara Bhoja de Dhar (que vivió entre el 1000 y el 1055 d. C.).
En 83 capítulos se tratan temas como planeamiento urbanístico, arquitectura de casas y templos, escultura decorativa y mudras (diferentes poses de las manos y las piernas), los cánones de la pintura artística y un capítulo (el 31) dedicado a las iantras (máquinas).
Este capítulo de los iantras ha atraído la atención de los ufólogos. El escritor suizo Erik von Daniken, en su libro Erinnerungen an die Zukunft (Recuerdos del futuro, de 1968) comenta: «En el Samarangana sutradhara hay capítulos completos dedicados a describir aeronaves que escupen fuego y mercurio por la cola».
Fuente: Wikipedia