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domingo, 20 de febrero de 2011

La batalla de Ypres, octubre-noviembre de 1914 (III)

Viene de: La batalla de Ypres, octubre-noviembre de 1914 (II)

A todo esto, la ‘inminente’ rotura del frente belga (Yser) no se había producido. Para ayudar a sus camaradas en la zona de la costa belga, y sobretodo para ‘camuflar’ la llegada de refuerzos hasta la línea de frente con los británicos, el XXIII, XXVI y XXVIIº llevaron a cabo ataques diversorios en todo el frente. A pesar de la persistencia y coraje de los ataques alemanes, éstos no solo no avanzaron sus líneas sino que, en algunos casos, se vieron obligados a retirarse en algunas posiciones. El único éxito de los ataques alemanes del 28 de octubre fue la captura de la población flamenca de Kruiseik, que fue arrebatada a la ‘seventh’ (7a) division británica. También en el sur, los alemanes lograron poner en aprietos a las tropas británicas del IIº y IIIr cuerpo británico, que desde el 23 de octubre estaban asistidos por la division Lahore que había reemplazado a la caballería francesa de Conneau.

Episodios críticos en la batalla de Ypres, 29 de octubre – 8 de noviembre

El 29 de octubre, los cuerpos XIXº y VIIº alemanes lograron ‘empujar’ la línea británica hacia el sector de Givenchy-oeste de Neuve Chapelle, al sudeste de Armentières-Messines, donde el cuerpo de caballería británico, situado a la derecha, aguantó. Los combates fueron muy crudos y sangrientos, sobretodo el 28. El IIº cuerpo muy reducido, tuvo que ser relevado por el cuerpo indio, bajo las órdenes de Willcocks. A su vez, el XVIº cuerpo francés fue enviado el 26 de octubre para reforzar al IXº francés, ya exhausto. Las órdenes consistían en reforzar el IXº en la zona al sur del bosque de Houthulst con la idea de proseguir el avance hacia Roulers. A pesar del ataque del 28 de octubre -sin mucho éxito-, las órdenes que tenía D’Urbal (VIIIº ejército) eran proseguir el ataque. La línea de frente que mantenía el VIIIº francés eran el 4º de caballería, las divisiones territoriales 87ª y 89ª, las divisiones de caballería 5ª y 7ª, la división 31ª, perteneciente al XVIº cuerpo, el IXº cuerpo y la 6ª division de caballería. La línea iba desde el Yser, justo por encima de Diksmuide, hacia las vertientes meridionales y occidentales del bosque d’Houthulst pasando por el oeste de Poelkapelle y Passchendaele hasta llegar a Becelaere. El flanco izquierdo de la línea estaba cubierto por la brigada francesa de los ‘fusiliers marins’ que aún aguantaba en Diksmuide, y en el flanco más oriental estaba el Ir cuerpo británico. Los alemanes estaban dispuestos a echar el resto por romper la línea francobritánica. Junto a una serie de ataques en el norte del frente, en la línea del Yser, el IVº ejército alemán estaba preparando una ofensiva total en el frente de Ypres. La nueva ofensiva, sin embargo, la llevaría a cabo el nuevo ejército de von Fabeck. El nuevo ejército lo formaban el IIº cuerpo bávaro, el XVº cuerpo, la 6ª división bávara de reserva, la división 26ª y parte de la artillería pesada que pertenecía al IVº ejército. El 28 de octubre, el ejército ‘Von Fabeck’ se situó entre los ejércitos IVº y VIº en el sector Wervicq-Deulemont con órdenes de atacar el 30. No iba a atacar solo, el IVº y el VIº le harían la cobertura. El objetivo era atacar el punto más vulnerable del frente: el sector comprendido entre Ploegsteert wood y Gheluvelt que defendían los británicos.

Batalla de Gheluvelt, 29-31 de octubre

La mañana del 29 de octubre, unidades de la 6ª de reserva bávara, bajo la omnipresente niebla matutina, llevaron a cabo crudos ataques preparatorios contra unidades de la 1ª y 7ª divisiones británicas, justo donde se unían, al este de Gheluvelt. Las reservas de la 7ª británica consiguieron rechazarlos, salvo un grupo de trincheras que los ingleses no consiguieron desalojar. Los británicos perdieron Gheluvelt. Los combates fueron muy duros. La lucha fue casa por casa. Pero el contraataque británico triunfó. Al anochecer del 29, los británicos lograron recuperar parte de las posiciones perdidas durante la mañana. Los alemanes, como los ingleses, sufrieron gran número de bajas. Lo peor estaba por venir. Durante la noche del 29 al 30, unidades del ‘grupo von Fabeck’ relevaron parte de la caballería del IVº ejército. La batalla se reanudó a las nueve de la mañana. El XVº del grupo Fabeck, situado a la derecha, ‘lanzó’ sus alas contra las posiciones de la ‘seventh’ inglesa, a la derecha (Menin road) y la izquierda (Zandvoorde), de donde fueron expulsados. El empuje alemán en la zona de Zandvoorde pudo contenerse a duras penas gracias a la intervención de las reservas del Ir cuerpo de Haig. A la izquierda del ataque, el IIº cuerpo bávaro avanzó. A pesar del empuje alemán y de algunas pérdidas, el XVIª cuerpo francés y las divisiones de caballería 2ª y de 3ª pudieron contener el ataque y frenaron el enemigo al este de S. Eloi y Wytschaete. La 26ª bávara falló en Messines contra la 1a división de caballería. Por su parte, unidades alemanas de las divisiones de caballería 1ª y 2ª consiguieron romper las líneas británicas al este de Ploegsteert. Sólo la intervención de la 4ª division británica consiguió frenar los avances alemanes en ese sector. El XIXº alemán, frente la 6ª división británica, tampoco consiguió consolidar sus conquistas en el Bois Grenier. La delicada situación británica, a pesar de la férrea resistencia en todos sus frentes, provocaba cierta ansiedad entre los mandos franceses. Durante una visita al cuartel general de French esa misma madrugada, Foch prometió el envío urgente de algunas unidades francesas con el objetivo de ayudar a los ingleses y apuntalar las maltrechas defensas. Francia también prometió a French cinco batallones y tres baterías artilleras al mando de Moussy, que se situaron cerca de Hollebeke, y otras en el área de Becelaere. Junto a este movimiento de tropas francesas, se decidió que la 32ª división se enviase para apoyar a la caballería situada a lo largo del canal de Ypres-Comines. Antes de que todos los movimientos de tropas se llevasen a cabo, los alemanes volvieron a atacar. Al alba del sábado 31 de octubre la 4ª división británica fue atacada. Los combates se extendieron pronto hacia el norte, donde la 26ª alemana atacó con especial vigor al cuerpo de caballería británico que defendía Messines. Los alemanes capturaron Messines a las nueve de la mañana del 31.Fieros contraataques británicos la recuperaron a la una de la tarde, extendiendo los combates por esta posición hasta bien entrada la noche. Más al norte, la 6ª de reserva alemana atacó en vano las posiciones de las divisiones de caballería 2ª y 3ª, apoyadas por tropas francesas del XVIº cuerpo. Al norte de la Menin road, el IIº cuerpo bávaro y unidades del XVº cuerpo ‘desalojaron’ de sus posiciones a la 1ª division británica. El punto clave seguía siendo Gheluvelt. A las once y media de la mañana, los alemanes habían tomado el control del pueblo y habían roto la línea británica. El camino a Ypres, a tan solo 6 kilómetros, quedaba expedito. La situación para los ingleses era de extrema gravedad. El flanco izquierdo de la 7ª division estava prácticamente rodeado, y la derecha de la 1ª estaba en plena desbandada siguiendo la carretera de Menin. Por si fuera poco, un proyectil alcanzó el cuartel general de la 1ª y 2ª division británica y mató a la mayoría de sus ocupantes. El panorama se estaba complicando y Haig decidió establecer una línea frente a Ypres para aguantar la posición costase lo que costase. El general de brigada Charles FitzClarence, comandante del 1º de los Guards, ordenó a sus última reservas, el 2º batallón del regimento de los Worcestershire que reconquistase Gheluvelt costase lo que costase y que cerrase la brecha en la línea. Dicho y hecho. Los Worcester’s lanzaron un brillante ataque por sorpresa pasadas las dos de la tarde, consiguieron frenar el ataque enemigo en Gheluvelt château y aseguraron sus posiciones para poder atacar de flanco cualquier avance alemán hacia Gheluvelt. La 7ª division británica con unidades de reserva consiguió frenar el flanco izquierdo del XVº cuerpo alemán. El IIº bávaro también logró, por un momento, superar a las unidades de la 7ª división y de la 3ª division de caballería, pero al poco, su avance colapsó. La brecha que había conseguido abrir en el ala derecha de la 7ª fue cerrada ‘in extremis’ por elementos de la 7ª brigada de caballería que logró rechazarlos.

Continua en: La batalla de Ypres, octubre-noviembre de 1914 (IV)

sábado, 12 de febrero de 2011

La batalla de Ypres, octubre-noviembre de 1914 (II)

Viene de: La batalla de Ypres, octubre-noviembre de 1914 (I)



La batalla de Langemarck, 21-24 de octubre
La mañana del 21 de octubre, Haig -en marcha desde Ypres hacia el nordeste para tomar Brugge (Brujas)- vio frenada su marcha. Las interpretaciones sobre la decisión de permanecer en Langemarck han sido diversas. Se habla de batalla de encuentro, de que Haig estaba advertido de que los alemanes habían tomado Ennetières y La Vallée, que la 6ª división tuvo que retirarse forzadamente o de que la aviación le confirmó el movimiento de un importante contingente alemán desplazándose hacia la zona. Otros más tendenciosos argumentan que la retirada ‘estratégica’ de los franceses en su flanco izquierdo (el de Haig) por la presión del XXIIIº alemán le obligó frenar ‘in extremis’ y a establecer una línea defensiva en el frente Bikschote-Langemarck-Zonnebeke. El hecho final fue que Haig decidió permanecer en Langemarck para frenar el avance alemán, pero sobretodo para defenderse.
A las tres de la tarde del 21, dio órdenes de cavar trincheras y resistir ante el más que probable ataque alemán. La línea de frente se estableció a unos ochocientos o novecientos metros a las afueras de Langemarck. Al caer la noche un precario frente de trincheras se prolongaba desde las posiciones al nordeste de Ypres (Langemarck) hasta el extremo más meridional de las posiciones británicas en Armentières, donde se unían con las que habían cavado las tropas del IVº de Rawlinson.
Al día siguiente, 22 de octubre, las tropas alemanas lanzaron dos importantes ataques contra la línea británica. Uno al sureste contra las tropas de la 7ª división de Rawlinson, y el otro al norte contra las tropas de Haig, divisiones 1ª y 2ª, en la línea de Bixschoote a Langemarck.
El efectivo tiro de fusilería británico repelió en varias ocasiones los ataques en masa alemanes causando enormes bajas entre sus compactas filas. Los alemanes insistieron, y en un sector cercano a Bixschoote (Kortekeer) lograron abrir una brecha entre las filas del 1r regimiento de los Cameron Highlanders (1ª división de Lomax). Por temor a ser rodeados se retiraron, dejando Kortekeer en manos enemigas.
En este punto de la batalla de Langemarck, corre la leyenda –acrecentada por el imaginario popular- de que algunas de las unidades alemanas se lanzaron al ataque entonando canciones patrióticas, como el famoso ‘Deutschland über alles’, como muestra de su ardor y su valentía. El estudio minucioso de la batalla ha puntualizado los hechos. Farrar-Hockley en The Death of an army puntualiza que sí es cierto que algunos batallones alemanes cantaban canciones patrióticas, concretamente la "Wacht Am Der Rheine”, pero que lo hicieron para agruparse y reorganizarse en los momentos posteriores a la batalla para localizar a sus miembros. Otro especialista, Ian Beckett niega casi taxativamente esa posibilidad, acusando a algunos autores alemanes de elaborar semejante historia, para emparentarla finalmente con la mitología nazi.
Un apunte. El episodio de Langemarck por la significación épica y carga ideológica que conlleva – se calcula que murieron miles de jóvenes voluntarios alemanes, la mayoría estudiantes – se convirtió al poco en un hito de la mitología que generó el conflicto en Alemania. El hito de Langemarck, conocido como la ‘Kindermord’, matanza de los inocentes, fue doblemente aprovechada. Durante la guerra sirvió de ejemplo de la valentía y del sacrificio del pueblo alemán y posteriormente, durante el régimen nacionalsocialista, se utilizó para recordar la ignominiosa ‘herida abierta’ que aún suponía la Gran Guerra.

Ese día, y a pesar del impresionante empuje alemán, los británicos lograron cerrar la brecha y sostener el frente con cuantiosas y terribles pérdidas. Para ello, Haig contó con la inesperada ayuda del IXº Cuerpo francés, que el 23 relevaron a la 2ª división de Monro.
Al alba del 23 de octubre, los británicos lanzaron un contraataque que logró retomar Kortekeer. La posición, sin embargo, no quedó totalmente restablecida hasta el anochecer debido a los duros enfrentamientos por los flancos.
El 24 se retomaron los enfrentamientos en el sector de Langemarck, aunque con menor intensidad. Ese día, el grueso de los enfrentamientos se desplazó al sector sur.

La 7ª division de Capper, casi recién llegada a Flandes, también había mantenido duros combates en el frente Zandvoorde-Zonnebeke. Las tropas alemanas de los cuerpos XXVIº y XVIIº, a pesar de algunos golpes de manos exitosos contra el flanco izquierdo de Rawlinson -cubierto por los franceses- fueron incapaces de cualquier avance significativo hasta que el día 24 y tras un potente ataque del XXVIIº, los alemanes estuvieron a las ‘puertas’ de Polygon wood donde fueron desalojados, de forma desesperada, por las fuerzas de reserva de la 7ª división junto con tropas de la 2ª división de Monro.

A pesar de los contratiempos, los franceses consideraron que había llegado el momento de una ofensiva general en toda regla. El IXº francés -ya en línea- y el XVIº en ruta serían los elegidos. La 2ª division británica estava disponible, así como la caballería de De Mitry’s procedente de Bixschoote y la 42ª division francesa desde Nieuwpoort.
El momento del ataque aliado no podía haberse iniciado en mejor momento, aunque los mandos aliados no supiesen: los alemanes estaban sufriendo escasez de municiones y las nuevas tropas habían sufrido muchisimo debido a su intemperado entusiasmo y falta de entreno.
El resultado de la ofensiva aliada no fue, sin embargo, el esperado. A pesar de los enconados esfuerzos que hicieron por romper la línea, el IXº francés, y a su derecha la 2ª division británica apenas avanzaron en el ataque del 24 de octubre aunque consiguieron inflingir serias bajas en los alemanes, especialmente en la línea al norte-este de Langemarck, al oeste de la zona Poelkapelle-Passchendaele y Moorslede.

La 7ª division británica, debilitada por casi tres semanas de intensos ataques alemanes, apenas fue capaz de sostener su línea de frente. El 27 de octubre fue puesta bajo el mando del Ir cuerpo junto con la 3ª division de caballería. Ese mismo día, las otras 2 divisiones de Haig (la 1ª y 2ª) subieron a la línea de frente. El flanco derecho de la 7ª division estaba en Zandvoorde, con la 1ª en la Menin road y la 2ª en Polygon wood.
La línea de frente de Hollebeke a Messines, al sur de Haig, defendida por la 2ª división de caballería, desde el 20 de octubre, y la 3ª division de caballería junto con los tres batallones indios permaneció intacta hasta el 30 de octubre aún a pesar de los repetidos ataques del XIXº alemán,. A la derecha de la caballería, los cuerpos IIº y IIIº también lograron mantener intacta la línea.
Al anochecer del 27 de octubre, el IVº ejército alemán decidió suspender indefinidamente ‘su’ ofensiva. Según la historia oficial alemana, “los cuerpos de reserva XXVI y XXVII sostenían la línea frente a posiciones fuertemente atrincheradas en el sector Langemarck-Zonnebeke-Gheluvelt ... Por el momento, cualquier pensamiento o intento de rotura del frente estaba descartado”.

Continua en: La batalla de Ypres, octubre-noviembre de 1914 (III)

sábado, 5 de febrero de 2011

La batalla de Ypres, octubre-noviembre de 1914 (I)


La historiografia de la Gran Guerra suele definir la 1ª Batalla de Ypres como el último y definitivo intento alemán de evitar lo inevitable: el punto muerto y el final de la guerra de movimientos. Fracasaron. Ypres fue sólo el inicio de la pesadilla. A millones de soldados les esperaban cuatro largos años de trincheras, lodo, piojos, miseria y, sobretodo, carnicerías inútiles.
Del lado alemán, la angustiosa perspectiva de un doble frente (occidental y oriental), impelió al Alto mando alemán (Oberstee Heeresleitung, OHL) comandado -de facto- por Erich von Falkenhayn a proyectar una serie de agresivos y resueltos ataques contra la línea de frente defendida –mayormente- por las Fuerzas Expedicionarias Británicas (BEF) en Flandes. Es justo reconocer, sin embargo, que sin la ayuda francesa la resistencia británica hubiese sido inútil.
Desde mediados de octubre hasta la última semana de noviembre de 1914, las tropas alemanas intentaron por todos los medios posibles romper el frente francobritánico en la zona de Ypres. Langemarck, Poelcapelle, Polygon wood o Gheluvelt se hicieron tristemente famosos en los partes de guerra y en el imaginario colectivo británico. The Ypres salient, el saliente de Ypres se convertiría en un mito, en un símbolo de la resistencia y el pundonor británicos. El saliente de Ypres y los hechos de armas durante ese otoño de 1914 en Flandes forman parte de las páginas más heroicas – y trágicas- de la participación británica durante la Gran Guerra.
Para Alemania, Ypres fue igualmente traumático.
Gran parte de los estudiosos de la Primera Guerra Mundial ven en el desenlace de los combates de Ypres durante ese otoño de 1914 el principio del fin de la Alemania guillermina. Los peores temores se habían cumplido: los dos frentes eran una realidad, el principio del fin.
La complejidad de la 1ª batalla de Ypres fue tal que se establecieron tres fases o episodios para comprender mejor su desarrollo y evolución. La primera fase denominada batalla de Langemarck tuvo lugar del 21 al 24 de octubre; la segunda, batalla de Gheluvelt transcurrió del 29 al 31 de octubre y el tercer ‘momentum’ fue la batalla de Nonne Bosschen, el 11 de noviembre de 1914. Entre estos tres capitales episodios se producieron escaramuzas, pequeños enfrentamientos, y sobretodo prolongadas pausas exigidas mayormente por la dureza de los combates y el cansancio de las tropas.
La batalla de Ypres de otoño de 1914 está estrechamente ligada a los combates que se produjeron un poco más al norte, entre la zona de Diksmuide (Dixmude) y Nieuwpoort (Nieuport) durante octubre y noviembre. Los resultados de la batalla del Yser no progresaban como esperaban los alemanes, así que decidieron prolongar los ataques más hacia el sur. Era la zona ‘británica’ del frente occidental y esperaban mejorar los resultados del ‘Yser’.
Yser e Ypres coincidieron en el tiempo, provocando un enorme desgaste en ambos contendientes que temieron, por momentos, agotar sus reservas de tropas y munición. Finalmente, fueron las pésimas condiciones meteorológicas y el invierno en ciernes los que bajaron el telón en el frente flamenco de noviembre de 1914.
Los alemanes pasaron turno y 1915 sería el ‘año’ aliado en el frente occidental.

Primeros compases
Sir John French, comandante en jefe de las fuerzas británicas, ‘desconocía’ la cercanía del recién creado IVº ejército alemán, al mando del Duque Albrecht de Württemberg, y en particular, la proximidad de tropas de reserva alemanas dirigiéndose hacia la parte más débil de su frente: el punto donde la BEF se unía a los belgas.
Su desinformación era tal que seguía inmerso en los quiméricos planes de ofensiva contra el frente alemán Courtrai-Menin.
La BEF prosiguió el avance a lo largo del frente los días posteriores. El IIº Cuerpo de Smith-Dorrien continuó hacia el este, el IIIº - en contacto con el IIº- debía cruzar el Lys por el sector de Sailly y Armentières, y la caballería debía proseguir hacia Menin, mientras Rawlinson con su IVº ejército en el extremo izquierdo de la BEF iría hacia el norte de Courtrai.
La suerte estuvo del lado británico. Rawlinson fue informado de que su flanco izquierdo peligraba: se aproximaban unidades enemigas desde la línia Brugge-Roulers. Ante las angustiosas noticias, el avance del 15-16 de octubre se frenó. La tenaz resistencia alemana que se encontró Rawlinson en el sector Houthem-Gheluvelt-Sint Juliaan-Westrozebeke acabó por ‘convencer’ a French. Cualquier ofensiva hacia el este requería ‘limpiar’ la zona al norte del flanco izquierdo de la BEF. French notificó a Haig (Ir Ejército) que se aproximase desde St. Omer a Poperinghe. El objetivo era consolidar el frente que unía la BEF con los aliados y de paso reforzar al IVº de Rawlinson.
El 16 de octubre, French ya había abandonado cualquier idea de una ofensiva aliada conjunta ante la alud de informaciones que le confirmaban la fuerza del enemigo en ese sector y que le hacían temer por su flanco izquierdo. Aunque el IIº y IIIr cuerpos británicos estaban luchando contra fuerzas superiores, los franceses creían que la peor parte se la podía llevar el IVº de Rawlinson, sobretodo porque éste cubría un frente mucho más extenso, lo que en caso de rotura podía provocar un desastre, dividiendo el frente aliado en dos.
Con estas perspectivas, Haig fue enviado al norte con órdenes de avanzar hasta Thourout, con la ‘ilusa’ perspectiva de capturar Brugge (Brujas), antes de que los refuerzos alemanes llegasen a la línea. En este punto de la historia la leyenda entra en juego.
La versión más acceptada cuenta que French, ante la delicada situación de Rawlinson, pero sobretodo ante las ínfimas posibilidades de llegar a Brugge, ordenó a Haig que cubriese le cubriese el flanco. Más al sur, el IIº, IIIº y la caballería estaban ya a la defensiva ante la abrumadora superioridad del enemigo.
Haig consiguió situarse al sur del flanco izquierdo de Rawlinson el 21 de octubre. Los franceses (divisiones de caballería IIª y IIIª) a las afueras de Thourout tuvieron que recular hacia el sur. La IIIª división británica de caballería hizo lo propio reculando hasta la línea Wijtschate-Mesen (Messines). En el sector sur, la caballería francesa de Conneau) se situó en línea con el IIº y IIIr británicos. El 21 de octubre French se percató definitivamente de la superioridad del enemigo en todos los flancos, y de la seria amenaza que esto suponía para el conjunto de la fuerza expedicionaria británica, amén de desistir de cualquier ofensiva parcial o local en territorio belga.
La situación de las fuerzas británicas era delicada. No llegarían más tropas antes de una semana y los refuerzos previstos eran la Indian corps, una división bisoña que acababa de llegar a Hazebrouck, juntamente con dos batallones de territoriales, otro de caballería y dos regimientos de la Yeomanry.

Continua en: La batalla de Ypres, octubre-noviembre de 1914 (II)

sábado, 22 de enero de 2011

La batalla del Yser, 12 octubre-10 de noviembre de 1914 (III)

Viene de: La batalla del Yser, 12 octubre-10 de noviembre de 1914 (II)



Fase final de la batalla del Yser, 26 octubre – 4 noviembre
Las tareas de refuerzo y reposicionamiento de las líneas francobelgas llevó prácticamente una semana, hasta el 31 de octubre. Los alemanes, ante la crecida del Yser y posterior inundación tuvieron que trasladar el grueso de la artillería hacia posiciones más elevadas, junto con el caótico traslado de sus unidades de infantería (IIIr y XXII cuerpos de reserva) hacia posiciones más alejadas de la nueva línea de frente marcada por la línea férrea, Nieuwpoort-Diksmuide. Los alemanes, sin embargo, estaban resueltos a reiniciar los ataques el 29 de octubre. El objetivo fijado para este nuevo ataque era, sin duda, la posición aliada más endeble, el centro del frente donde se encontraban las unidades belgas. El Alto mando alemán buscaba una rotura total. Para ello destinó la práctica totalidad de sus tropas al ataque, incluyendo la 4. Ersatz division –excepto la Marine division, que se mantuvo como retén enfrente de Nieuwpoort. El resto de tropas se destinó al ataque del 30 de octubre. A las seis y media de la mañana del 30 de octubre, y bajo el ‘manto’ de un espectacular bombardeo, se inició el ataque. La primera embestida alemana contra la línea belga consiguió su objetivo. La rompió y creó un amplio hueco entre las poblaciones de Ramscapelle y Pervyse, cayendo al poco del lado alemán. La 2ª división belga estaba deshecha. Su situación crítica. Sólo el contraataque de cuatro batallones belgas y franceses al mando del general Grosetti, comandante de la 42ª división francesa, logró taponar a duras penas la brecha abierta por la infantería alemana. A media tarde del 30, otro contraataque francobelga llegó a la puertas de Ramscapelle, donde hasta últimas horas de la noche hubo intensos combates.
Esa fue la situación en el centro de la línea. Los flancos aliados habían logrado contener los ataques alemanes de la Ersazt division y del XXIIº cuerpo de reserva. Lo peor había pasado. La intención alemana era continuar los ataques a la mañana siguiente, 31 de octubre, pero los informes que llegaron al cuartel general del IIIr cuerpo de reserva desaconsejaban proseguir los combates debido a la paulatina y amenazadora crecida del Yser. La situación también era crítica para los alemanes: la crecida contínua del Yser amenzaba con aislar las tropas de vanguardia con las posiciones más alejadas, allende el este del Yser. El mando alemán decidió ordenar la retirada de todas las tropas a las zonas altas situadas en la orilla este del Yser. A la mañana del 31, las fuerzas francobelgas volvían a estar en posesión de Ramscapelle, Pervyse y la zona del ferrocarril. Lo mismo sucedió con las tropas del XXIIº situadas en la orilla oeste del Yser, al norte de Diksmuide. La noche del 1º de noviembre se vieron obligadas a retirarse a posiciones más elevadas. El 2 de noviembre, los alemanes solo conservaban al oeste del Yser, Schoorbake y dos granjas al norte de Diksmuide. Los flancos aliados, donde aún se conservaban los puentes sobre el Yser, los primeros días de noviembre, especialmente el 3 y el 4, vivieron pequeñas escaramuzas en el sector de Nieuwpoort, cuando Lombardsijde fue ocupada pero recuperada al poco. Los franceses atacaron el 3 y 4 de noviembre la posición de Schoorbakke que los alemanes consiguieron retener.

Batalla final y la estabilización del frente de Flandes, 8-20 noviembre de 1914
El ‘definitivo’ ataque alemán contra Diksmuide comenzó el 10 de noviembre. Lo llevarían a cabo la 4ª división Ersatz y el XXIIº cuerpo. La guarnición que defendía Diksmuide (unidades de infantería belga y los ‘fusiliers marins’ franceses) fue reforzada con tropas coloniales francesas. El bombardeo de Diksmuide, previo al ataque, comenzó al alba. A las siete y media de la mañana comenzó el ataque de la infantería alemana. El primer embite fracasó. El mando alemán tomó medidas extremas: a las nueve y media se reanudó el ataque artillero. El brutal bombardeo obligó a la guarnición francobelga a ‘desalojar’ el suburbio este de Diksmuide. Eran la una del mediodía. Después de un breve intervalo, los alemanes atacaron de norte a sur por la zona este. Durante la tarde se registraron durísimos enfrentamientos por toda la localidad, casa por casa. Cuando cayó la noche lo que restaba de Diksmuide, sus ruinas, estaban en manos alemanas. Las tropas francobelgas se retiraron al oeste de la localidad y cruzaron el Yser, volando los puentes después de cruzarlo. Los alemanes apenas persiguieron la retirada francobelga hacia el Yser. El botín era cuantioso: los alemanes habían 1.400 prisioneros aliados y mucho material. Más hacia el sur, en la línea Bixschoote-Langemarck, los ataques fueron esporádicos y de pocas ganancias. Fueron los últimos coletazos de la campaña del Yser. Los planes del Alto mando alemán para alcanzar los puertos del Canal y rodear el flanco izquierdo francobelga habían fracasado gracias a la meritoria y épica defensa de la fuerza combinada aliada. No les fue mejor en el sector de Ypres. Los combates en el Yser fueron sangrientos. Los belgas tuvieron 18.000 bajas, los franceses 5.000, contando con la acción en Diksmuide del 10 de noviembre, y los alemanes perdieron unos 28.000 hombres, entre heridos, muertos y desaparecidos.

Fuentes:
- Essen, Léon van der. L'invasion allemande en Belgique : de Liège á l'Yser. Paris : Payot, 1917.
- Le Goffic, Charles. Dixmude: un chapitre de l'histoire des Fusiliers Marins (7 Octobre - 10 Novembre 1914). Paris : Plon-Nourrit, 1915.
- Pirenne, Jacques. Les Vainqueurs de l'Yser. Paris : Payot, 1917.
- Yser and the belgian coast. Clermont Ferrand : Michelin, 1920

miércoles, 12 de enero de 2011

La batalla del Yser, 12 octubre-10 de noviembre de 1914 (II)


Los primeros estadios de la guerra del Yser
El traslado del IVº ejército alemán por vía férrea finalizó el 13 de octubre. El 17, y tras largas marchas, alcanzaron el sector de Bruges-Thielt, al este de Courtrai. El IIIº de reserva alemán se movía en dirección este desde el eje del avance alemán, mientras su flanco mantenía el avance a lo largo de la costa, y flanco izquierdo estava a tocar de Roulers, lo que ocultó el avance del grueso del recién creado IVº ejército. Con objeto de equilibrar el avance, se ordenó una corrección este-oeste en dirección al mar del Norte. El 15 los alemanes ya habían tomado Ostende. Al día siguiente, 16 de octubre, la vanguardia alemana ‘contactó’ con la caballería belga y con los puestos avanzados que tenían los belgas al este del Yser. Después de dos días de combates y refriegas, los alemanes obligaron a los belgas a retirarse hasta la orilla este del Yser. 
El 18 de octubre, los combates ya revistieron una mayor dureza. Los belgas, divisiones 1ª, 2ª y 4ª, que defendían la línea de frente desde la línea costa hasta Diksmuide (Dixmude) intentaron contener los embistes de las vanguardias del IIIr cuerpo de alemán, que tenía órdenes de tomar como fuese la población de Veurne (Furnes), unas millas al interior de la línea defensiva belga. Los alemanes consiguieron llegar a las posiciones de la orilla izquierda del Yser, aproximadamente hasta la línea de frente Lombardsijde-Mannekensvere-Schore-Keiem. La línea aguantó hasta la caída de la noche, pero horas después los alemanes capturaban la zona interior de la línea, Schore y Keiem. Keiem fue recuperada esa misma madrugada. Los ataques se retomaron a la mañana siguiente: tropas del XXIIº de reserva alemán se desplazaron al sur de la línea, en ayuda del IIIº de reserva, y se enfrentaron a contingentes franceses y belgas en el sector de Diksmuide. Keiem y Beerts cayeron a primera hora en manos alemanas, pero esta última fue recuperada al mediodía por la 5ª división belga y tropas de los ‘fusiliers marins’ franceses que se vieron, sin embargo, obligadas a recular a posiciones más arreseradas ante la fuerza del ataque enemigo, el XXIIIº cuerpo alemán. En este flanco de la línea, todas las tropas aliadas, excepto los ‘defensores’ de Diksmuide, se retiraron a la orilla oeste del Yser. 
El 20 continuaron los enfrentamientos en toda la línea, aunque con especial dureza en el sector de Diksmuide, donde tropas de los cuerpos XXIIº y XXIIIº fueron rechazados con grandes pérdidas por la guarnición de ‘fusiliers marins’ franceses que se habían hecho cargo de la defensa de Diksmuide. Al norte del sector, en Lombardsijde, unidades del IIIº cuerpo reforzadas con tropas de la 4º división Ersatz atacaron con dureza, pero sin resultados concretos. El IVº ejército alemán estaba completamente desplegado a lo largo del Yser. La 4ª Ersatz division frente a Nieuwpoort, el IIIr cuerpo de reserva en Keiem, el XXIIº de reserva en el sector de Beerst y el XXIIIª al este y sudeste de la posición de Diksmuide. En total siete divisiones con una potencia de fuego de 700 piezas de artillería frente a cinco divisiones belgas con prácticamente la mitad de artillería, 300 cañones. 
El 21 de octubre, y después de un potente bombardeo nocturno, tropas alemanes avanzaron a lo largo de toda la línea. Belgas y franceses lograron, sin embargo, contener el ataque a fuerza de graves pérdidas. No obstante, esa misma noche unidades del IIIr cuerpo alemán lograron cruzar el Yser al norte de Tervaete, gracias en parte al fuego de cobertura de su artillería que se había aproximado – hábilmente - a la zona de combate, junto con compañías de ametralladoras que sostuvieron el franqueo del río. La 1a división belga lanzó un infructuoso contraataque que permitió a los alemanes no sólo defender las posiciones recién adquiridas sino capturar el 23 de octubre la población de Tervaete, más al sur. Para contener el avance alemán se dispuso de la 3a división belga, en reserva, pero apenas logró ningún éxito defensivo. La 42ª división francesa, que había logrado un exitoso contraataque al este de Nieuwpoort ese mismo día, fue trasladada al sector de Tervaete por el Alto mando belga con el fin de atacar sin cuartel el flanco izquierdo de las unidades alemanas que habían cruzado el Yser para lograr un posible repliegue. La contraofensiva francesa, respaldada por fuerzas belgas de la 4ª división, aunque no logró la retirada alemana a la orilla este del Yser, consiguió pequeños avances. Los combates eran de una gran violencia, y el 24 de octubre al atardecer ambos bandos rebajaron el nivel de intensidad. El cansancio era generalizado. La 4. Ersazt division en Nieuwpoort y las unidades del XXIIº de reserva alemán no habían conseguido ningún avance significativo. Especialmente cruenta fue la lucha por Diksmuide, que los franceses defendieron de una forma cuasi épica, rechazando 15 ataques alemanes solo el 24 de octubre. 
Durante los duros combates por Diksmuide, la artillería alemana había reducido la población a cascotes. El ejército belga también había sufrido sobremanera. En varios días de combate había perdido una cuarta parte de sus tropas y la artillería había quedado reducida a la mitad, con apenas reservas para 160-170 proyectiles por pieza. La situación era francamente desperada, lo que llevó al Alto mando belga a tomar medidas extraordinarias, sobretodo ante la dudosa perspectiva de poder sostener el nivel de combates mantenidos hasta el momento. 
El 25 de octubre se tomó la decisión, atribuida –según la leyenda- al general Foch, de abrir las esclusas del Yser con el objeto de anegar e inundar el sector al este del ferrocarril de la línea Nieuwpoort-Diksmuide y provocar la retirada de los puestos avanzados alemanes. El territorio adyancente al rio Yser, así como la zona que mediaba entre la población de Diksmuide y la costa belga formaba un espesa ‘tela de araña’ de canales, esclusas y terraplenes que hacían del terreno una verdadera pesadilla para cualquier ejército que quisiese avanzar de forma ordenada rápida. Los terrenos de esta zona eran ‘polders’, es decir tierras bajas ganadas a expensas del mar. El nivel de los canales estaba regulado a través de esclusas y bombas que garantizaban el correcto funcionamiento del sistema, que se controlaba esencialmente desde Niuewpoort, donde se encontraban el Yser con el mar. El sector, pues, suponía un verdadero obstáculo para el ejército alemán que ansiaba ocupar definitivamente todo el territorio belga y poner en jaque a las fuerzas aliadas con la conquista y captura del territorio costero francobelga que hubiese amenazado la participación británica en el conflicto. En este sentido, la última y más determinante medida para contener cualquier avance era anegar la zona para convertirla en una inmensa marisma. 
La tarde del 25 de octubre de 1914 se abrieron las esclusas y comenzó a inundarse el terreno entre Diksmuide y el mar. La línea de frente aliada, francobelga, se retiró a las posiciones elevadas de la línea férrea que corría por detrás, con explícitas e imperantes órdenes de sostener la línea como fuese hasta que todo el territorio estuviese inundado.

Continua en: La batalla del Yser, 12 octubre-10 de noviembre de 1914 (III)

martes, 4 de enero de 2011

La batalla del Yser, 12 octubre-10 de noviembre de 1914 (I)


La serie de combates que tuvieron lugar en la zona más septentrional del frente occidental, la zona sudoeste de Bélgica (Flandes), durante el otoño de 1914 recibieron el nombre de batalla del Yser. Los combates de octubre y noviembre en la zona del Yser supusieron el último episodio de las maniobras que recibieron el nombre de ‘Carrera hacia el mar’. Estas operaciones perseguían el adelantarse al enemigo, para así poder rodearlo y derrotarlo, mientras se iba asentando el frente en toda su longitud: desde las fronteras francosuizas hasta el Mar del Norte.
Los fracasos aliados com del ejército alemán durante los tres o cuatro primeros meses del conflicto provocarían una larga, penosa e infernal guerra de trincheras en el frente occidental. La batalla del Yser fue sino el último, de los últimos intentos –inútiles- por evitarla.
El Yser se convirtió en el protagonista pasivo de la penúltima ofensiva alemana por evitar lo que se preveía ya inevitable: el estancamiento operativo y táctico del conflicto con las funestas consecuencias que ello supondría para los contendientes.
En el caso alemán se quería evitar a todo costa el enquistamiento en una dura guerra de trincheras, pero sobretodo una guerra en dos frentes, que ya era una realidad a finales de septiembre de 1914. El objetivo principal del Alto mando alemán (OHL) consistía en arrollar a los restos del maltrecho ejército belga, expulsarlo de su territorio y sobretodo conquistar los puertos del Canal de la Mancha que le darían una ventaja táctica vital sobre británicos, aislando a su contingente en tierras continentales y con apenas posibilidades de avituallamiento desde las islas británicas. La captura de la costa francobelga significaría también la amenaza latente de un posible enbolsamiento de las tropas francobritánicas en el norte de Francia.
Del lado aliado, y después de la ‘balsámica’ batalla del Marne se buscó minimizar y frenar la apisonadora alemana. No existía una estrategia conjunta en cuanto a las operaciones a desarrollar. Tan solo había una clara intención de evitar que el desastre fuese mayor y que los alemanes pudiesen retomar con fuerza su avance hacia lo que quedaba de Bélgica y el resto del norte de Francia.

Después del Marne y el Aisne, los franceses pudieron rehacerse gracias a su red ferroviaria con movimientos de tropas de Alsacia y Lorena hacia el nordeste, los británicos -apenas rehechos de los lances del Marne- carecían de una plan estratégico de acción, y los belgas a duras penas podían mantener en pie un ejército de 50.000 hombres. Con tal situación Joffre y French esperaban tener un respiro para poder establecer puntos en común hasta que amainase la tormenta alemán, que amenazaba con estallar en breve.
Las predicciones fueron correctas, los alemanes estaban otra vez ‘en ruta’.

Génesis
Después de la fallida defensa de Antwerp (Amberes), el ejército belga se vió impelido -dadas las circunstancias- a retirarse, vía Brugge (Brujas) y Ghent (Gante) hacia posiciones allende el río Yser, donde llegó el 12 de octubre. Muy maltrechas, apenas 50.000 hombres y 300 cañones, las divisiones 2a, 1a y 4a cubrían la línea de frente desde el Mar del Norte hasta Diksmuide (Dixmude), con dos brigadas de la 3a división y la 2a división de la caballería como reserva.
Una brigada francesa de los ‘fusiliers marins’ cubría, juntamente, con la 5a división belga, la línea de frente que mediaba entre Diksmuide y Boesinghe, mientras la 1a división de caballería estaba desplegada en toda la línea de frente al noroeste de Ypres. Más al sur (al este de Ypres) se encontraban los territoriales franceses de la 87ª y 89ª división que se habían incorporado a la izquierda del IVº Cuerpo inglés (7ª división y 3ª división de caballería) que venía en retirada desde Ghent, cubriendo el movimiento de ‘repliegue’ belga.
A la derecha del IVº inglés de Rawlinson se encontraba el IIº Cuerpo de Smith-Dorrien. El mismo día 12 de octubre, sus unidades estaban intentando avanzar en la línea Givenchy-Merville, a lo cual tuvieron que desistir debido a la fuerte resistencia que opuso el XIIIº Cuerpo alemán (VIº ejército) al mando de Von Fabeck. A la izquierda del IIº Cuerpo británico, los cuerpos de caballería Iº y IIº llegaron hasta el área de Vermelles y Estaires, al sur de Lys y Merville presionando al IVº de caballería alemán. En la retaguardia quedaba el IIIr cuerpo de caballería británico, que partiendo de St. Omer había alcanzado la zona de Hazebrouck. De hecho, el Ir cuerpo británico todavía no habia alcanzado el punto del rio Aisne. Su transporte se había demorado y no llegó a Flandes hasta el 19 de octubre.
Las tropas anglofrancesas y el resto de ejército belga hacían frente al VIº ejército alemán, al mando del príncipe Rupprecht de Baviera. Compuesto por los cuerpos XIIIº y XIXº, contaba con los cuerpos de caballería Iº, IIº y IVº como tropas de soporte a lo largo del frente. Al norte de este contingente alemán se estaba desplegando el IVº ejército, al mando del duque Albrecht de Württemberg, compuesto por los recién formados XXII, XXIII, XXVI y XVIIº cuerpos de reserva juntamente con el IIIº de reserva procedente de Amberes y la 4º división Ersatz.

El plan aliado
Cuando quedó claro que cualquier operación contra el ejército alemán en el sector de l’Artois y de Flandes requería de la coordinación y apoyo conjunto de las fuerzas francesas, británicas y belgas, Joffre nombró al general Foch como ‘coordinador’ de las fuerzas aliadas y enlace con sus propias tropas y las británicas. El Xº ejército francés al mando de Maud’Huy, situado en las cercanías de Arras, pasó a manos de Foch formando el flanco derecho del ataque, mientras las fuerzas británicas formaban el núcleo central y el pequeño contingente belga en el sector más septentrional, el izquierdo.

El 15 de octubre los franceses crearon el Détachament d’Armée en Bélgique, al mando del general d’Urbal, para aglutinar todas las unidades francesas que luchaban en territorio belga y pronto sería conocido como el VIIIº ejército francés. D’Urbal abriría el camino. Recibió órdenes de iniciar la ofensiva en el eje Roulers-Thorout-Ghistelles tan pronto le fuese posible, mientras los británicos la iniciarían en la línea Courtrai-Menin. Los belgas intentarían, según lo planeado, abrir hueco siguiendo la línea de la costa.

El plan aliado suponía, y contaba, que una gran parte de las fuerzas alemanas perseguirían a los restos del ejército belga después de su retirada desde Antwerp, lo que permitiría a las fuerzas británicas y francesas avanzar hacia el norte para luego, aproximadamente desde Lille, rodear las fuerzas del VIº ejército alemán por su retaguardia como por su flanco izquierdo.

Los hechos posteriores demostraron que semejante plan implicaba una falta total de realismo por parte de los mandos aliados. Ni el ejército belga estaba lo suficientemente preparado, y descansado, como para presentar batalla, ni las fuerzas francesas del recién creado VIIIº ejército estuvieron disponibles en el sector hasta el 23 de octubre. Para ese día, la situación había dado un giro radical. Era evidente que las fuerzas alemanas superaban en número y en capacidad de fuego a las aliadas, lo que decidió al mando francobritánico a ‘demorar’ la planificada ofensiva y a fijar posiciones defensivas en toda la línea de frente con las nuevas unidades que iba llegando.

Continúa en: La batalla del Yser, 12 octubre-10 de noviembre de 1914 (II)

viernes, 3 de septiembre de 2010

La movilización rusa de 1914 (III)


Viene de: La movilización rusa de 1914 (II)

28-29 de julio

Las cosas iban de mal en peor. Durante la tarde del 28 de julio, Sazonov fue informado de la declaración de guerra austríaca a Serbia. Fruto de su impetuosidad y ante la posibilidad de que la movilización parcial decretada fuese insuficiente, Sazonov tuvo un encuentro con el Zar. Horas antes Sazonov había mantenido una reunión con Yanushkevich que le había presionado para convencer al Zar.
Von Wegerer, en su artículo para el Political Science Quaterly, informa de que Sukhomlikov le 'confesó' en primera persona que fue el Gran duque Nicolai el que convenció a Yanushkevich de la necesidad imperiosa de decretar la movilización general. Esa misma tarde el gabinete de exteriores ruso envió un telegrama a Berlin, Viena, Paris, Londres y Roma anunciando movilización de los sectores de Odessa, Kiev, Moscú y Kazán e informando de que quería evitarse cualquier enfrentamiento con Alemania.
La madrugada del 29 de julio, el Zar Nicolai II telegrafió a Wilhelm II urgiéndole a buscar una solución a los malentendidos y a los movimientos peligrosos entorno a la crisis de los Balcanes.
A la mañana siguiente, Yanushkevich se presentó en el Peterhof, la residencia del Zar, con el propósito de que firmase las declaraciones de movilización parcial y general dejándose para él la potestad de decidir cuál de ellos expedir a los distritos militares. No cabe duda vistos los resultados de cuál fue la que envió.
A la tarde, Yanushkevich vio al major Eggeling y le repitió por enésima vez que no se había dado orden alguna para 'mover ni un caballo de su establo'. Continuaba la farsa.
Casi en el mismo momento, el general Dobrorolsky, encargado de la movilización rusa, expedió de su puño y letra las declaraciones de movilización general a los tres ministros del interior, de la guerra y de la marina.
Sazonov, por su parte, continuaba con la mascarada y durante las recepciones que mantuvo ese mismo día con los representantes de los países implicados mantuvo un especial esmero en declarar que no se estaban realizando movimientos de tipo general.
Albertini vuelve a advertir que fue imposible que el gobierno ruso declarase la movilización general sin la aprovación contrastada del gobierno francés. Paléologue, por su parte, no dijo nada a Paris.

Los nervios de Sazonov

Al ministro de exteriores le pudo la presión. Las noticias del bombardeo austríaco de Belgrado y el telegrama del canciller Bethmann Hollweg indicándole que futuros progresos movilizadores rusos obligarían a movilizar a los ejércitos alemanes lo asustaron. El conde Pourtalés intentó sosegar al ministro, pero fue en vano. Sazonov telefoneó de urgencia al zar. Esa misma tarde se reunían en las oficinas de Yanushkevich, Sazonov y Sukhomlikov para decidir sobre la movilización general. No tardaron en ponerse de acuerdo.
Fue quizá la decisión más trascendental en la historia de la Rusia imperial, y quizá de la historia de la humanidad hasta el momento.
La movilización general rusa echó a pique cualquier posibilidad de evitar la guerra europea.
Incluso Geiss, paladín 'sí o sí' de la culpabilidad alemana, reconoce que a Sazonov le perdieron los nervios. Y que éste cedió a la presión que le impusieron Yanushkevich y Sukhomlikov, que a su vez habían cedido a las presiones francesas para implementar una rápida movilización general con visos a frenar la impresionante fuerza del plan Schlieffen alemán.

Movilización evitable?

Desde un punto de vista militar, la orden de movilización general rusa era totalmente evitable. Los rusos habían declarado el período de peligro de guerra el 26, los alemanes no lo hicieron hasta el 31, les llevaban cinco días de ventaja que en esas épocas eran preciosos, hoy es diferente. Junto a esto, la movilización parcial austríaca del 25 de julio contra Serbia de 8 ejércitos no suponía, para nada amenaza alguna para Rusia. Incluso el bombardeo de Belgrado fue una medida más propagandística que real desde el punto de vista estratégico. Igualmente, el jefe del Alto estado mayor austríaco Conrad informó al ministo de exteriores Berchtold de que el ejército no entraría en Serbia hasta el 12 de agosto.
Turner sostiene que Sazonov desconocía estos tres factores claves, pero no así Yanushkevich y Sukhomlikov que disponían de valiosas informaciones al respecto.
Concluye Turner que la declaración de movilización general rusa del 29 de julio fue una locura irresponsable.

Donde dije digo, ...

La noche del 29 de julio, el general Dobrorolsky se encontraba en la oficina central de telégrafos de S. Petersburg presto a enviar las órdenes de movilización general a los respectivos distritos militares y mandos cuando recibió una llamada urgente de Yanushkevich. Marcha atrás.
El Zar ordenaba solamente la movilización parcial. No la general. Parece ser que el cambio de Nicolai II se debió a un telegrama de Wilhelm II en el que le recomendaba prudencia y donde le advertía que en ningún caso sería responsable de lo que acarreasen los movimientos rusos.
Los hechos, sin embargo, habían ido demasiado lejos. Moltke no se iba a quedar con los brazos cruzados. Sabía perfectamente lo que significaban días, incluso horas de ventaja en una movilización parcial y general. Y la suya sería una partida a dos bandas, aún con más razón. Insistió a Bethmann Hollweg para que declarase el 'peligro de guerra' esa noche, la del 29 al 30 de julio, pero nada. Bethmann sabía lo de las maniobras navales británicas en el Mar del norte y se veía la situación: en caso de guerra, el Reino Unido no sería neutral.
Bethmann Hollwegg volvió a insistir a los austríacos para que encontrasen una vía diplomática al asunto. Nada.
Moltke por su parte había contactado con Conrad, jefe supremo del Alto mando austro-húngaro para que declarase la movilización general. Los intentos diplomáticos de Bethmann Hollweg resultaron estériles.
En S. Petersburg las cosas no fueron mejor. Finalmente el pusilánime e inoperante Zar cedió ante las presiones de Sazonov, Sukhomlikov y Yanushkevich. La movilización general tenía via libre.
El resto de la historia es de sobras conocida, desgraciadamente.

Conclusiones

Resultaría muy sencillo cargar las tintas contra determinados personajes o 'momentums', pero después de haber leído un poquito sobre el tema, prefiero quedarme con una reflexión realmente lúcida de Albertini que transcribo tal cual a continuación y que resume perfectamente lo explicado hasta ahora:

Extracto de Origini della guerra de 1914, vol. II, p. 479:

'Uno de los factores decisivos en la crisis de julio de 1914 fue la absoluta ausencia de cualquier comprensión o entendimiento de las cuestiones militares por parte de los responsables políticos y diplomáticos. Particularmente aquellos relacionados con cuestiones referentes a la movilización de ejércitos. No tenían ni idea de lo que era la movilización, de lo que significaba, del grado de implicación en un país, de las consecuencias que tenía y aún menos de los riesgos que significaba para la paz europea, y mundial.'

Amen.

Me gustaría añadir, tal y como comenta Turner en su artículo, que algunos de los historiadores que tan alegremente han cargado las tintas con Alemania y su culpabilidad exclusiva, tampoco sabían lo que significaba la movilización general de Rusia en 1914 y los 'trabajos' que costó ponerla en marcha.

Curioso apunte final o 'off topic'

Durante las 'pesquisas' apareció medio camuflado un dato muy significativo sobre el desencadenamiento del conflicto. Como prefería no pasarlo por alto, pero tampoco sabía donde ponerlo, lo dejo aquí como un pequeño apéndice. Se trata del conocimiento por parte del Alto mando ruso del atentado de Sarajevo de junio de 1914. Sobretodo de las relaciones existentes entre el coronel Dimitrievich, jefe del grupo 'la Mano negra' y jefe -a su vez- del servicio de inteligencia militar serbio, y el agregado militar ruso en Belgrado, el coronel Artamonov.
Albertini cuenta que aunque es cuestionable que Artamonov diese un cheque en blanco [garantías de apoyo ruso] a Serbia en caso de un ataque austríaco, es del todo probable que el propio Artamonov estuviese al corriente del complot para asesinar al Archiduque, sino por Dimitrievich, por algún otro informante. Es evidente que no hizo nada para evitarlo.

Fuentes

- Albertini, Luigi. Origini della guerra de 1914. Milano: Bocca, 1942.
- Geiss, I. 'The outbreak of the First world war and german war aims'. En Journal of contemporary history, 1964, pp. 415-426
- Turner, L.C.F. 'The russian mobilization in 1914'. En Journal of contemporary history, 1968, Jan, pp. 65-88.
- Wegerer, Alfred. 'The russian mobilization in 1914'. En Political science quaterly, 1928, pp. 201-228.

sábado, 21 de agosto de 2010

La movilización rusa de 1914 (II)


Viene de: La movilización rusa de 1914

El cónclave del 24 de julio

La reunión del consejo de ministros ruso celebrada la tarde del 24 de julio acordó, entre otros puntos:

- Pedir a las autoridades austríacas extender el período límite para resolver el ultimátum.
- Advertir a las autoridades serbias de que se abstuviesen de luchar e, incluso que retirasen las tropas de sus fronteras.
- Insistir al zar para declarar la movilización parcial, con la posibilidad de ampliarla a general, según se desarrollasen los acontecimientos,
- y proceder a retirar los fondos existentes en Alemania y Austria-Hungría.
Curioso esto último.

La maquinaria rusa se ponía en marcha. Al día siguiente, 25, se reunían en consejo el zar Nicolai II, Yanushkevich y el gran duque Nicolai, tío del zar. Éstos confirmaron las medidas propuestas el día antes por el consejo de ministros e introdujeron otras, de tipo militar: el retorno a los cuarteles de invierno de las tropas de maniobras, el cese de los permisos a oficiales y la promoción generalizada de los cadetes a oficiales. Todas ellas medidas de clara significación bélica.
La noche del 25 al 26, Yanushkevich transmitió las órdenes a los distritos militares de Varsovia, St. Petersburg y Vilna, explicitando especial atención a la salvaguarda y protección de los puestos fronterizos con Alemania y Austria-Hungría, y otro tipo de medidas que anticipaban, sin duda, el estallido de un conflicto: el minado de puertos y puentes, la instauración de la censura militar en los respectivos distritos, etc.
Al día siguiente, 27, estas medidas se tomaron en las regiones militares del Cáucaso, Turquestán, Omsk y Irkutsk.
Sobre esta última información considero importante destacar la apreciación de Norman Stone, preciado historiador y especialista en la faceta 'oriental' de la Gran guerra, sobre un hecho muy concreto. Stone cuenta que durante la temprana campaña por Lemberg, el ejército austro-húngaro apreso a decenas de soldados rusos procedentes de Siberia y Rusia. Según él, si Rusia hubiese realmente movilizado a finales de julio hubiese sido imposible que soldados de unidades tan alejadas hubiesen podido entrar en combate. Afirma, pues, explícitamente que los planes de movilización rusos tuvieron que llevarse a cabo mucho antes, sobretodo si añadimos la distancia y las dificultades de transporte desde regiones tan alejadas del frente.

'Alea jacta est' era la proclama más oida durante esos días por S. Petersburg. Dobrorolsky, jefe de la movilización, no disimulaba en afirmar que tanto telegrama entre Alemania y Rusia significaba, sin duda, el estadio anterior a la guerra. Confiesa, también, que una vez remitidas las órdenes de movilización parcial a los distritos, éstos actuaron en cierta manera como 'reinos de taifas'. Es decir que los representantes militares pudieron excederse en el ámbito de sus responsabilidades y llevar más allá la movilización de sus tropas.
La fiebre movilizadora estaba presente. Incluso el agregado militar de Serbia en Berlin, Bogitchevich, se sorprendió al cruzar la frontera oriental alemana en viaje a S. Petersburg 'de observar la marabunta de efectivos militares en las estaciones, el trasiego nocturno de trenes transportando soldados a la frontera con Alemania y la presencia masiva de soldados en las ciudades.'
Una cándida estupidez se había instalado en dos de los máximos representantes del destino de Rusia. Sazonov creía que tales medidas iban sólo a asustar a Austria, y el 'bueno' de Nicolai II aprovechó la noche del 29 al 30 de julio para telegrafiar a su primo Wilhelm II para decirle que no se preocupase, 'que la movilización parcial emprendida 5 días antes sólo respondía a medidas preventivas'. La noticia en Berlin sólo confirmó las peores sospechas. Los servicios de inteligencia ya habían advertido de movimientos serios en la frontera. Alemania promulgó la Kriegsgefahrzustand, la declaración de peligro inminente de guerra.
Los rusos, sin embargo, les llevaban casi una semana de delantera, con movilización parcial incluida y esperando en la frontera.

El Gran duque Nicolai

Nicolai Nikolaevich de Rusia, tío del zar, fue un personaje trascendental en el desarrollo de los acontecimientos durante julio-agosto de 1914. Su figura parece elevarse de entre los demás instigadores de la política rusa. Su papel fue la clave en la movilización general de los ejércitos rusos. Comandante de la guarnición de S. Petersburg y comandante en jefe de los ejércitos rusos al estallido de la guerra era un antialemán creyente y militante. Su fijación con Alemania lo llevó a entender como pocos las implicaciones del Plan Schlieffen y sus consecuencias. Se entiende así que, de forma apresurada, lanzase sus tropas contra la Prusia oriental sin haberse totalizado las maniobras de movilización para el 2º ejército. Tampoco dudó en exigir terribles sacrificios a sus tropas con el objetivo de ayudar a su aliado francés, tal y como convenía el tratado firmado más de veinte años antes.
Sus relaciones con Sukhomlikov era pésimas. Sin embargo, congeniaba con Yanushkevich hasta el punto de que éste fue su jefe de estado mayor durante su jefatura al frente de los ejércitos rusos (1914-15) y le acompañó a su 'traslado' al Cáucaso. Parece ser, pues, que tras algunas decisiones de Yanushkevich durante la crisis de julio estaba la alargada sombra del Gran duque.

El gato y el ratón

Ante la impaciencia alemana por el cáriz que estaban tomando los asuntos, y, sobretodo por las informaciones facilitadas por los servicios de inteligencia, tanto el conde Pourtàles, embajador alemán en la corte zarista, como el agregado militar von Eggeling exigieron explicaciones. El 26 de julio Sazonov intentó tranquilizar a Pourtalès, informándole de que no había movilización alguna y que sólo eran maniobras militares sin importancia. Esa misma tarde, Sukhomlikov hizo llamar a von Eggeling para darle su palabra de honor de que no se había expedido una sola orden de movilización y de que sólo eran medidas preparatorias en caso de que Austria les atacase. Igualmente le aclaró que en caso de movilización no serían alertados los distritos de Vilna, Varsovia o S. Petersbug ya que ante todo se buscaba evitar una guerra con Alemania. Ante lo cual von Eggeling le recordó que cualquier orden de movilización de dichos sectores conllevaría la movilización alemana y lo que ello suponía. Igualmente informó a Sukhomlikov de que una movilización rusa contra Austria sería un movimiento muy peligroso.
No hay duda de que el 27 de julio Rusia se aproximaba a marchas forzadas a una guerra contra Austra-Hungría y Alemania a la vez, y los alemanes lo sabían.
Ante tal evidencia y ante lo inexorable del destino, Bethmann Hollweg, el canciller alemán, buscaba y ansiaba la neutralidad británica.

El empujón francés

Bethmann Hollweg decidió echar también el resto y atiar el fuego animando y empujando a Austria a declarar la guerra a Serbia, con lo que ello podía suponer. Sabía que Rusia no iba a quedarse de brazos cruzados. Entonces, que? Los rusos comenzaban a flaquear en su farol, y los franceses lo intuyeron. Durante una comida el 24 de julio, Paléologue -embajador francés en Rusia-, Sazonov y Buchanan -embajador británico- discutieron sobre lo que se avecinaba. Durante el almuerzo, siempre según Buchanan, Paléologue no dejó de insistir en el hecho de que los rusos debían movilizar, e incluso llegó a recordarle a su homólogo ruso de que Francia podía obligar por tratado a que los rusos movilizasen lo antes posible. Paléologue siguió en su papel de atiador. La noche del 25 durante un encuentro con su colega italiano le confesó que la guerra era del todo inevitable y que Francia apoyaría a su aliado en todo momento. Llegados a esta situación es interesante conocer las impresiones de Luigi Albertini.
Sobre este punto, concluye que aunque era deber de la diplomacia francesa respaldar a su aliado, no lo era menos recomendas más prudencia a las autoridades rusas ante los hechos que estaban sucediendo.
Según Albertini, Paléologue actuó como un incendiario, y puso en grave riesgo a su país por las consecuencias de un estallido bélico.
Si quedaba alguna duda sobre las maniobras encubiertas rusas, el general Laguiche -agregado militar francés en Rusia- se encargó de disiparlas. En su informe al ministro de guerra francés, el 26 de julio, informaba de que los distritos militares de Kiev, Odessa, Moscú y Kazan habían recibido órdenes de movilización. Y que aunque los rusos no querían inquietar a los alemanes, los distritos de Varsovia, Vilna y S. Petersburg ya estaban realizando preparaciones secretas.
Curioso si tenemos en cuenta que ese mismo día, tanto Sazonov como Sukhomlikov negaron a sus homólogos alemanes cualquier movilización ni parcial, ni general.
El telegrama de Laguiche al ministro Messimy inició la maquinaria francesa.
En Francia, ese mismo día, 26, se cancelaron permisos, y se tomaron medidas para proteger el sistema ferroviario de posibles sabotajes. Al día siguiente, 27, se expidieron órdenes para llamar a filas unos 100.000 soldados de los territorios de Marruecos y Algeria.
Joffre inquirió al ministro francés Messimy cual era el estado de la movilización rusa y le informó que era preciso saber el estado real de las preparaciones rusas ante un ataque conjunto contra Alemania. Le exigía garantías de un apoyo ruso en caso de ataque.
Messimy contactó con Paléologue para conocer el estado de la movilización rusa. Al informarle de la parcialidad de la misma, Joffre y el ministro dieron entender a Paléologue que presionase para conseguir una movilización general que les permitiese tener las garantías necesarias para poder encarar un posible conflicto con Alemania. Por su parte, el primer ministro Viviani telegrafió desde el buque de guerra France aconsejando a Paléologue encontrar una solución pacífica al asunto. Paléologue en 'sus trece' dio garantías a Sazonov de que Francia estaba lista para cumplir las obligaciones que le unían a su aliado.

Continúa en: La movilización rusa de 1914 (III)

sábado, 14 de agosto de 2010

La movilización rusa de 1914



No siempre es fácil discernir que causas o que agentes son los responsables de los acontecimientos históricos. Tampoco es tarea mía el explicar la mecánica de la historia, ni cómo se producen ciertos fenómenos.
Los datos e informaciones presentes en este artículo, así como las conclusiones que de él se desprenden, intentan -humildemente- aportar una ínfima contribución esclarecedora a uno de los episodios históricos más controvertidos, sobretodo por su casuística: los orígenes de la Gran guerra en 1914.
La búsqueda del 'chivo expiatorio' o culpable fue frenética incluso antes de que estallara el conflicto en agosto de 1914. Los pasos y maniobras de la mayoría de cancillerías involucradas en la guerra diplomática de julio de 1914 siguió esos derroteros: intentar achacar al enemigo la culpa última de una guerra que parecían querer todos [me refiero a los agentes políticos] pero que todos temían, y luego maldijeron finalizado 1914.
En la serie de artículos Die Sektion IIIb, la inteligencia militar alemana en 1914 me sumergí en mostrar cuáles habían sido los movimientos de la inteligencia militar alemana durante las semanas y días previos al estallido de la guerra, con la firme creencia -por mi parte- de que no tuvieron un papel ni activo ni decisivo en los orígenes de la guerra. Tampoco su papel como mediadores o puentes entre el poder civil y militar en Alemania no fue para nada decisivo.
'Exculpados' los servicios de inteligencia alemanes y ante las contínuas evidencias que señalaban a Rusia [y su movilización] como factor más que determinante en el inicio de la guerra, decidí seguir esa nueva 'línea de investigación'.
Decidí recabar información sobre las semanas previas al estallido de la guerra en Rusia, así como en Austria, Francia y Alemania. No cabe decir que la información encontrada fue ingente: desde de recopilaciones de documentación diplomática de las diferentes cancillerías, pasando por los libros de memorias y diarios de los principales protagonistas hasta las más renombradas síntesis sobre el inicio de la guerra. A parte de esta documentación, dí con otro tipo de información mucho más útil para intentar discernir o 'separar el grano de la paja': los diferentes artículos y obras que surgieron de las diversas controversias historiográficas alrededor del factor alemán en el desencadenamiento de la guerra.
Las fuentes utilizadas para elaborar unas mínimas conclusiones sobre el tema fueron, principalmente, cuatro. La primera y más docta de todas fue la que elaboró Luigi Albertini, propietario del 'Corriere della sera' e historiador amateur que durante largos años aglutinó una impresionante recopilación de documentación diplomática junto con un análisis bastante ponderado de las causas del conflicto. La obra se titula Le origini della guerra de 1914, traducida al inglés en 1965 bajo el título de The origins of the war of 1914 y del cual interesa especialmente el 3r volumen.
El segundo documento es el artículo de Alfred Wegerer, 'The russian mobilization of 1914' publicad0 en la revista Political science quaterly en 1928. Wegerer, ex-combatiente alemán de la Gran Guerra e historiador también 'amateur', trabajó durante años para el Zentralstelle zur Erforschung der Kriegschuldfrage, el Centro para el estudio de las causas de la guerra.
La Zentralstelle fue un organismo alemán creado por la República de Weimar con el cometido de estudiar la implicación alemana durante la guerra con el firme propósito de exonerar a dicha nación de ser la única culpable de la guerra. Objetivo, que por cierto, no consiguieron. Precisamente por su implicación en dicho proyecto, las generaciones posteriores de historiadores han tildado su estilo de revisionista y negacionista, aunque tales acusaciones no fuesen del todo fundamentadas, como ya veremos.
El tercer documento utilizado para la elaboración del presente artículo pertenece a un exponente de la generación de historiadores alemanes que en la década de los años sesenta revolucionaron el panorama historiográfico alemán. Immanuel Geiss a través de su artículo The Outbreak of the First World War and German War Aims publicado en 1966, intenta -segun él- desenmascar a la historiografía alemana que hasta la fecha había mantenido ocultas las causas reales por las que Alemania alentó y provocó la guerra.
Cabe decir que Geiss fue discípulo y seguidor de la nueva escuela alemana que lideró Fritz Fischer y su famosa obra Griff nach der Weltmacht: die Kriegszielpolitik des Kaiserlichen Deutschland, 1914–18 (Germany's Aims in the First World War) en la que se establecían las bases para argumentar que Alemania había instigado deliberadamente la Primera Guerra Mundial en un intento para convertirse en una potencia mundial.
El cuarto y último documento, para mi, el más completo es de L.C.F. Hunter. Hunter, historiador australiano, trabajó durante décadas sobre el desencadenamiento de la Gran guerra y sus consecuencias, así como sobre la Prusia contemporánea. Su análisis, insisto impoluto, tiene la ventaja de ser el más moderno y por tanto el que ha podido contrastar las fuentes y contenidos de los otros tres. En un alarde senzillo pero lúcido, Hunter examina los diferentes documentos diplomáticos, los tempos y las actitudes de los principales protagonistas para lanzar posteriormente un serie de conclusiones de alto y firme calado que permiten trazar un perfecta radiografía de lo que sucedió en julio-agosto de 1914.
Las conclusiones y datos que aporto sobre la mobilización rusa y posterior estallido de la guerra beben de estos cuatro documentos, y por ende, de los documentos que han sido estudiados para la elaboración de éstos.

L'Alliance franco-russe

La alianza franco rusa de 1892, ratificada y modificada anualmente hasta 1914 es una excelente y clarividente forma de acercarse a los sucesos de agosto de 1914. Por el tratado de 4 de enero de 1894, tanto Francia como Rusia debían movilizar al 'primer indicio' de un ataque alemán o austríaco. En 1894 también se estableció que la movilización fuese general y no parcial, sobretodo teniendo en cuenta la posibilidad de que Rusia se viese enfrentada a una movilización austríaca y alemana a la vez. Esta decisión -controvertida- fue revocada en 1912. Finalmente, en 1913, y según el artículo II de la convención francorusa, ante una movilización parcial o general de Austria o Italia tanto Francia como Rusia debían consultarse antes de movilizar. Sin embargo, si Alemania movilizaba, Francia o Rusia podían movilizar sin previo aviso al aliado.
En este punto, y según el tratado, cabe convenir que cuando las autoridades rusas declararon la movilización parcial el 26 de julio y el 30 de julio la movilización general lo hicieron con el beneplácito de las autoridades francesas. En caso de no haber recibido el consentimiento francés, Rusia hubiese transgredido lo establecido en el tratado, y en consecuencia Francia quedaba libre de cumplir o no lo establecido en la alianza.
Por su parte, el artículo III del tratado establecía que, en caso de atacar a Alemania, Francia y Rusia debían hacerlo al unísono ya que, conocedores del Plan Schlieffen, sabían que Alemania atacaría con todas sus fuerzas a Francia y dejaría muy desguarnecidas las fronteras orientales.

S. Petersburg

Del 'dramatis personae' de la crisis de julio destaca sobretodo la figura del ministro de exteriores ruso, Sergei Dmitrievich Sazonov. Cuenta la leyenda que cuando Sazonov recibió la noticia del ultimátum austríaco a Serbia (24 de julio), éste exclamó de júbilo ante la imparable guerra europea. Más tarde y reunido con otro de los tenores del drama, Nikolai Yanushkevich, jefe supremo del Alto mando ruso, acordaron tomar las medidas provisionales para una declaración de mobilización parcial de los ejércitos rusos con el objetivo de 'presionar' a las autoridades austro-húngaras.
Albertini calificó este tipo de maniobras de insensatez. Aunque exonera parcialmente a Sazonov, al calificarlo de inoperante en cuestiones militares así como de espíritu tempestuoso e impulsivo, advierte que algunas decisiones fueron conducidas desde la semipenumbra cortesana y apunta al ministro de la guerra, Vladimir Aleksandrovich Sukhomlinov, como uno de los 'padres' instigadores de la movilización rusa de 1914.
Albertini concluye que es posible que, incluso, Sazonov pensase en la movilización antes del día 23. Según George Buchanan, embajador británico en Rusia, Sazonov le dijo que 'ante el cariz que estaba tomando el asunto austro-serbio, Rusia no podía quedar indiferente'.
Así pues, es más que probable que Sazonov junto con Yanushkevich y Sukhomlikov discutiesen sobre la más que probable movilización antes del 23 de julio, con el fin de convencer al Zar de la conveniencia de una maniobra 'diplomática' de este tipo.
Profundizando en los movimientos previos a la declaración de movilización general rusa del 30-31 de julio parece casi imposible que los altos representantes y responsables de la política rusa fuesen incapaces de prever lo que significaba la declaración de movilización parcial, previa a la general. La parcialidad significaba, sin embargo, movilizar 13 cuerpos de ejército de los distritos de Kiev, Odessa, Moscú y Kazan. Y aunque Sazonov, dentro de su 'estúpida ignorancia' creyese que Alemania no podía sentirse amenzada, era claro y cristalino que movimientos de este tipo alarmarían, sin duda, a Austria-Hungría que declararía la movilización general, y por consecuencia activaría la movilización alemana según el tratado que mediaba entre ambos países. Sazonov, sin embargo, no era el único 'ignorante'.
El secretario de exteriores alemán también desconocía el alcance de las movilizaciones rusas, aunque se situasen en el sur.
Al 'vodevil' se añadió el responsable encargado de la movilización de los ejércitos rusos, el general Dobrorolsky. Dobrorolsky insistió a Sazonov en que una movilización parcial era del todo insuficiente, aún más si se tenía en cuenta lo que significaba a nivel logístico. Consideraba que una movilización parcial podía frenar o ralentizar el movimiento de tropas a nivel ferroviario. Albertini apunta a que Dobrorolsky exageró las dificultades de una movilización parcial en connivencia con Yanushkevich.
De esta forma, si a los entresijos e intrigas palatinas le sumamos el propio capital humano de los dirigentes rusos nos encontramos ante el peor de los escenarios.
Un paréntesis.
El cuadro ruso no difiere en demasía con el resto de cancillerías y cúpulas militares donde se cocieron situaciones muy parejas.
Los espectadores de platea (embajadores, agregados, periodistas, etc.) definían a Goremykin, primer ministro ruso, de figura inútil e inoperante: De Sazonov destacaron su excesiva vehemencia e impetuosidad con los asuntos de mayor calado. A pesar de la proverbial y exagerada incompetencia de Sukhomlikov, su papel en la crisis de abastecimiento de municiones durante 1914-1915 lo delató de gestor pésimo. Yanushkevich no queda mejor parado. Su ascensión al mando supremo se debió exclusivamente al favoritismo del Zar, considerándosele más un cortesano que un militar. Este era pues el cuadro ruso: incompetencia, favoritismo, inoperancia, ... algunos de los adjetivos que resumirían la posterior participación bélica de los ejércitos rusos durante la guerra.

Continúa en: La movilización rusa de 1914 (II)

viernes, 6 de noviembre de 2009

El espíritu alemán de 1914



 Durante agosto de 1914, el último verano europeo, los alemanes fueron testigos de su propia redención. Alemania era la nación europea más poderosa del momento, la más temida y la más incómoda para sus vecinos. Su economía, la más pujante del continente y su potencial industrial eran la envídia de sus competidores. La segunda revolución tecnológica protagonizada por las industrias química y eléctrica durante el último tercio del siglo XIX fue el puntal de una nación mutilada por las guerras napoleónicas y que surgió poderosamente después de su clamorosa victoria sobre Francia después de la guerra francoprusiana. Alemania, no obstante, no era tan sólo una pujante industria. Se trataba de una nación forjada por la lucha. El ejército prusiano, base y columna vertebral del ejército imperial reunía en una sóla institución la base de la idiosincrasia alemana. Disciplina, eficiencia, rigor y eficacia definían perfectamente el ejército alemán. Y éste fue el espejo en el que bebieron otras instituciones alemanas, como su burocracia, el sistema educativo, y un largo etcétera. Así, los grandes logros de la germanidad para el siglo XX eran su eficaz sistema burocrático, sus éxitos académicos tras los cuales estaba un exigente e impecable sistema educativo, una impresionante industria química, eléctrica y metalúrgica; y por encima de todo su ejército, envidia y temor de todas las naciones europeas. Tras esta fachada, sin embargo, existían graves contradicciones internas. La sociedad alemana era un corpus muy heterogéneo y poco cohesionado. Una profunda polarización social, producto de una rápida e impresionante industrialización, provocó que miles de obreros reinvidicasen -de forma periódica- mejores sociales a la par que contractuales. Los respectivos gobiernos alemanes desde mediados de siglo XIX hicieron lo posible para prohibir y socavar las bases del poder político y sindical de las clases más depauperadas. A pesar de estas dificultades, en 1914, el partido socialista logró obtener un éxito sin precedentes al obtener un gran número de escaños en el Reichstag. Esta victoria supuso, como no, un peligroso aviso para los representantes del arcaico regimen semiautoritario en el que la máxima figura era la del Kaiser Wilhelm II. Junto al auge socialista en la política alemana, otro de los factores disgregadores era la posición que mantenía la casta dirigente respecto al problema religioso. Las élites gobernantes alemanas llevaban desde principios o mediados del siglo XIX una especia de cruzada para erradicar de los lugares más relevantes de la sociedad a elementos que se significasen por su militancia católica. Conservadurismo político y un calvinismo militante eran las señas de la casta gobernante, una élite prusiana que se autoencumbraba, sobretodo, como bastión de lo más sagrado. Consideraban que la esencia alemana radicada en la tierra. Éstos mismos representantes del terruño oriental, conquistado a fuego y espada, fue el mismo que estaba amasando enormes fortunas en las incipientas y prósperas industrias. Era una clase paradójica que actuaba asíncronamente con los tiempos. No siguieron el compás del progreso ideológico, sólo compartieron y se lucraron con sus ganancias comerciales. Esta gran paradoja entre las enquilosadas glorias wagnerianas y los vientos de la modernidad alemana era el fiel testigo de las dos o las múltiples alemanias que llegaron a la encrucijada de 1914. La brecha social sólo era una muestra de la profunda división alemana. La pugna también era territorial. 1871 significó la rúbrica prusiana a un proyecto común. Pero no todos los antiguos reinos lo vieron de la misma forma. El rey prusiano era el emperador alemán, y las influyentes personalidades prusianas cubrieron los principales puestos decisorios alrededor de la corte y en los despachos ministeriales. La Baviera católica, celosa de su historia y prerrogativas nacionales, era un claro contrapunto al dominio prusiano. Junto a Baviera, otro reino católico Baden-Wurttemberg mostró los dientes. Los días previos al estallido de la guerra una ola patriótica fue insuflando el espíritu alemán. La comunión de intereses hacia una destino común extendió por toda la geografía alemana un manto de profunda hermandad. Las manifestaciones de júbilo se reproducieron en numerosas plazas, de distintos lugares de Alemania. El sentir general era que el país de hallaba ante una oportunidad única, Alemania estaba preparada. Sólo las élites más conspícuas dudaban de la respuesta que iba a dar el partido socialista en caso de una conflagración bélica. El gobierno dudaba, temía una negativa socialista a una eventual petición de créditos para la guerra. Sin embargo, fue el Kaiser el que se encargó de despejar la terrible duda: "no veo partidos - dijo - sólo veo alemanes". Y se obró el milagro, la Gesellschaft, esa sociedad basada en superestructuras capitalistas y artificiales dio lugar a la Gemeinschaft o comunidad de intereses nacionales hacia destino común. Algunos tampoco lo entendieron en noviembre de 1918, esa fue realmente la tragedia alemana: la incomprensión de su destino, forjado en la incomprensión de los otros pueblos europeos respecto a ella.
Fuentes:

- Chickering, Roger. Imperial Germany and the Great war, 1914-1918. Cambridge [etc.] : Cambridge University Press, 1998