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martes, 4 de enero de 2011

La batalla del Yser, 12 octubre-10 de noviembre de 1914 (I)


La serie de combates que tuvieron lugar en la zona más septentrional del frente occidental, la zona sudoeste de Bélgica (Flandes), durante el otoño de 1914 recibieron el nombre de batalla del Yser. Los combates de octubre y noviembre en la zona del Yser supusieron el último episodio de las maniobras que recibieron el nombre de ‘Carrera hacia el mar’. Estas operaciones perseguían el adelantarse al enemigo, para así poder rodearlo y derrotarlo, mientras se iba asentando el frente en toda su longitud: desde las fronteras francosuizas hasta el Mar del Norte.
Los fracasos aliados com del ejército alemán durante los tres o cuatro primeros meses del conflicto provocarían una larga, penosa e infernal guerra de trincheras en el frente occidental. La batalla del Yser fue sino el último, de los últimos intentos –inútiles- por evitarla.
El Yser se convirtió en el protagonista pasivo de la penúltima ofensiva alemana por evitar lo que se preveía ya inevitable: el estancamiento operativo y táctico del conflicto con las funestas consecuencias que ello supondría para los contendientes.
En el caso alemán se quería evitar a todo costa el enquistamiento en una dura guerra de trincheras, pero sobretodo una guerra en dos frentes, que ya era una realidad a finales de septiembre de 1914. El objetivo principal del Alto mando alemán (OHL) consistía en arrollar a los restos del maltrecho ejército belga, expulsarlo de su territorio y sobretodo conquistar los puertos del Canal de la Mancha que le darían una ventaja táctica vital sobre británicos, aislando a su contingente en tierras continentales y con apenas posibilidades de avituallamiento desde las islas británicas. La captura de la costa francobelga significaría también la amenaza latente de un posible enbolsamiento de las tropas francobritánicas en el norte de Francia.
Del lado aliado, y después de la ‘balsámica’ batalla del Marne se buscó minimizar y frenar la apisonadora alemana. No existía una estrategia conjunta en cuanto a las operaciones a desarrollar. Tan solo había una clara intención de evitar que el desastre fuese mayor y que los alemanes pudiesen retomar con fuerza su avance hacia lo que quedaba de Bélgica y el resto del norte de Francia.

Después del Marne y el Aisne, los franceses pudieron rehacerse gracias a su red ferroviaria con movimientos de tropas de Alsacia y Lorena hacia el nordeste, los británicos -apenas rehechos de los lances del Marne- carecían de una plan estratégico de acción, y los belgas a duras penas podían mantener en pie un ejército de 50.000 hombres. Con tal situación Joffre y French esperaban tener un respiro para poder establecer puntos en común hasta que amainase la tormenta alemán, que amenazaba con estallar en breve.
Las predicciones fueron correctas, los alemanes estaban otra vez ‘en ruta’.

Génesis
Después de la fallida defensa de Antwerp (Amberes), el ejército belga se vió impelido -dadas las circunstancias- a retirarse, vía Brugge (Brujas) y Ghent (Gante) hacia posiciones allende el río Yser, donde llegó el 12 de octubre. Muy maltrechas, apenas 50.000 hombres y 300 cañones, las divisiones 2a, 1a y 4a cubrían la línea de frente desde el Mar del Norte hasta Diksmuide (Dixmude), con dos brigadas de la 3a división y la 2a división de la caballería como reserva.
Una brigada francesa de los ‘fusiliers marins’ cubría, juntamente, con la 5a división belga, la línea de frente que mediaba entre Diksmuide y Boesinghe, mientras la 1a división de caballería estaba desplegada en toda la línea de frente al noroeste de Ypres. Más al sur (al este de Ypres) se encontraban los territoriales franceses de la 87ª y 89ª división que se habían incorporado a la izquierda del IVº Cuerpo inglés (7ª división y 3ª división de caballería) que venía en retirada desde Ghent, cubriendo el movimiento de ‘repliegue’ belga.
A la derecha del IVº inglés de Rawlinson se encontraba el IIº Cuerpo de Smith-Dorrien. El mismo día 12 de octubre, sus unidades estaban intentando avanzar en la línea Givenchy-Merville, a lo cual tuvieron que desistir debido a la fuerte resistencia que opuso el XIIIº Cuerpo alemán (VIº ejército) al mando de Von Fabeck. A la izquierda del IIº Cuerpo británico, los cuerpos de caballería Iº y IIº llegaron hasta el área de Vermelles y Estaires, al sur de Lys y Merville presionando al IVº de caballería alemán. En la retaguardia quedaba el IIIr cuerpo de caballería británico, que partiendo de St. Omer había alcanzado la zona de Hazebrouck. De hecho, el Ir cuerpo británico todavía no habia alcanzado el punto del rio Aisne. Su transporte se había demorado y no llegó a Flandes hasta el 19 de octubre.
Las tropas anglofrancesas y el resto de ejército belga hacían frente al VIº ejército alemán, al mando del príncipe Rupprecht de Baviera. Compuesto por los cuerpos XIIIº y XIXº, contaba con los cuerpos de caballería Iº, IIº y IVº como tropas de soporte a lo largo del frente. Al norte de este contingente alemán se estaba desplegando el IVº ejército, al mando del duque Albrecht de Württemberg, compuesto por los recién formados XXII, XXIII, XXVI y XVIIº cuerpos de reserva juntamente con el IIIº de reserva procedente de Amberes y la 4º división Ersatz.

El plan aliado
Cuando quedó claro que cualquier operación contra el ejército alemán en el sector de l’Artois y de Flandes requería de la coordinación y apoyo conjunto de las fuerzas francesas, británicas y belgas, Joffre nombró al general Foch como ‘coordinador’ de las fuerzas aliadas y enlace con sus propias tropas y las británicas. El Xº ejército francés al mando de Maud’Huy, situado en las cercanías de Arras, pasó a manos de Foch formando el flanco derecho del ataque, mientras las fuerzas británicas formaban el núcleo central y el pequeño contingente belga en el sector más septentrional, el izquierdo.

El 15 de octubre los franceses crearon el Détachament d’Armée en Bélgique, al mando del general d’Urbal, para aglutinar todas las unidades francesas que luchaban en territorio belga y pronto sería conocido como el VIIIº ejército francés. D’Urbal abriría el camino. Recibió órdenes de iniciar la ofensiva en el eje Roulers-Thorout-Ghistelles tan pronto le fuese posible, mientras los británicos la iniciarían en la línea Courtrai-Menin. Los belgas intentarían, según lo planeado, abrir hueco siguiendo la línea de la costa.

El plan aliado suponía, y contaba, que una gran parte de las fuerzas alemanas perseguirían a los restos del ejército belga después de su retirada desde Antwerp, lo que permitiría a las fuerzas británicas y francesas avanzar hacia el norte para luego, aproximadamente desde Lille, rodear las fuerzas del VIº ejército alemán por su retaguardia como por su flanco izquierdo.

Los hechos posteriores demostraron que semejante plan implicaba una falta total de realismo por parte de los mandos aliados. Ni el ejército belga estaba lo suficientemente preparado, y descansado, como para presentar batalla, ni las fuerzas francesas del recién creado VIIIº ejército estuvieron disponibles en el sector hasta el 23 de octubre. Para ese día, la situación había dado un giro radical. Era evidente que las fuerzas alemanas superaban en número y en capacidad de fuego a las aliadas, lo que decidió al mando francobritánico a ‘demorar’ la planificada ofensiva y a fijar posiciones defensivas en toda la línea de frente con las nuevas unidades que iba llegando.

Continúa en: La batalla del Yser, 12 octubre-10 de noviembre de 1914 (II)

viernes, 25 de septiembre de 2009

El infierno mudo (II)



La emoción fue in crescendo, y aunque el frío húmedo comenzaba a calarme los huesos, me sentía más vivo que nunca. Pasear por trincheras donde miles de héroes anónimos habían sufrido lo insufrible me superaba en todos los sentidos. No fue un paseo frenético, el lugar me producía un enorme respeto. Cierto que las trincheras en los aledaños de Souville no son de las mejor conservadas, para eso hubiésemos tenido que ir a las llamadas trincheras de Londres, pero era más que suficiente para hacerse una idea. La hojarasca de color ámbar cubría las zanjas, y un ramaje dispuesto de forma caótica le daba una apariencia siniestra, como si más allá de la maraña se encontrase un túnel del tiempo por el que nos pudiésemos trasladarnos a 1916.
De hecho, y ahondando en esta idea, decidí perderme por unos instantes y sumergirme en la espesura del bosque. Era tal la densidad de árboles y follaje que la vista tardó en acostumbrarse a la luz mortecina del ocaso. Entre la penumbra, me adentré en la silenciosa inmensidad del bosque. Era un bosque extraño, no sólo por la caótica disposición de los árboles sino por su silencio. Un silencio total. Ni un pájaro, ni un chasquido de ramas, nada. Como si en el bosque se hubiese hecho el vacío, mi presencia era del todo inoportuna. No fue la última vez que tendría esa sensación. Durante el periplo, Frasier se comportó de forma rara: no se separaba ni un palmo de mi. Quizás se pueda pensar que es una costumbre habitual en los canes, pero los que disfrutamos de su compañía sabemos que éstos suelen ir absolutamente a su aire en un entorno boscoso. Aún con más razón si se trata de perros cazadores o terriers como es el caso de mi perro.
Ahora lo recuerdo con una mágica mezcla de risa y absoluto afecto, pero hubo momentos en ese breve lapso de tiempo que el perro y nos observábamos preguntándonos que narices hacíamos ahí. Su mirada delataba una precaución inquietante. Al poco decidí pararme y echar un vistazo con más detenimiento a mi alrededor. No había un solo claro, y nos encontramos curiosamente rodeados de zanjas que se cruzaban entre si. Al pensarlo caí en la cuenta de que estábamos en segundas o terceras líneas de trincheras y que los cruces eran los ramales de comunicación. La sensación fue fantástica, pero el extraño temor no desaparecía. Al poco y como la corneta del 7º de caballería, sonó la voz de Laura preguntando donde estaba. No lo dudamos, nos giramos y un poco al trote volvimos hacia ella y nuestros amigos. Mentiría si dijese que no sentí una ligera sensación de alivio. Al verme, Laura me preguntó que ocurría, quizás mi cara delatase un poco de susto. Le dije que nada, sólo que fue muy impresionante. Curiosamente, el bueno de Frasier fue el primer en entrar en el coche. Puede que tuviese frío, aunque no lo creo.
Me quedé con el sitio y me prometí volver al día siguiente.
Otra vez en ruta, seguimos la boscosa carretera que lleva al campo de batalla de la orilla derecha: Douaumont, Thiaumont, Fleury, Damloup, Froideterre, Vaux, etc. A 300 o 400 metros a mano izquierda se yergue el Memorial de Verdun, donde en 1916 se encontraba el malogrado pueblo de Fleury. Fleury, como otros pueblos de la zona, desapareció literalmente de la faz de la tierra producto de los brutales bombardeos alemanes y franceses por hacerse con este preciado pedazo de tierra. No paramos, pero decidimos visitarlo al día siguiente.
Seguimos las indicaciones de la carretera y nos decantamos por Fort Douaumont. Pero en el camino topamos con uno de los monumentos más impresionantes de la zona: el Osuario de Douaumont que se yergue casi en el mismo lugar donde estaba la famosa Fermé de Thiaumont. Quisimos parar, pero la parte derecha de la carretera -delante de la necrópolis- era un seto contínuo, precioso, de una serenidad colosal. Al final de la recta, casi en el recodo antes de una curva encontramos un pequeño espacio para dejar el coche. Curiosamente, en ese recodo y a un nivel inferior se encuentran los restos del Abri 320.
Me sentí confuso ya que dos grandes chimeneas señalaban el límite del espacio y por un momento pensé en el gran abrigo subterráneo de las 4 Chimenées. El Abri 320 es un espacio de media ha. de terreno, como no, plagada de enormes cráteres que hacen de su paseo un montaña rusa. Durante unos diez minutos paseamos por la estructura superior del Abri 320 hasta que decidimos franquear la carretera y dirigirnos hasta la parte inferior de la necrópolis de Douaumont que se encuentra en la parte inferior de una vertiente que culmina en el siniestro edificio del Osuaire de Douamont.

Continua en: El infierno mudo (III)

sábado, 19 de septiembre de 2009

El infierno mudo (I)



Verdun.
Cualquier persona con un mínimo de recorrido histórico habrá oido hablar de ese lugar. Si la persona se interesa por la Gran Guerra, Verdun es cita obligada. Si esa misma persona lleva interesada en Verdun más de veinte años, se trata de una peligrosa obsesión.
Vencer las obsesiones es enfrentarse a ellas. En el peor, o mejor de los casos siempre se sucumbe a ellas. Y esa fue mi historia. Me enfrenté a Verdun y perdí. Pensaba que una vez allí el mito iría decayendo hasta formar parte de esos miles de recuerdos que invaden nuestros baúles. Pero sucedió al contrario. La obsesión cobró vida y renació, y ya de vuelta del infierno planeaba el retorno al abismo. Para mi suerte, o desgracia, no pasa un día en que no me acuerde de lo que allí vi y sentí.
Esta es la crónica de un viaje al infierno mudo.

A finales de agosto y pensando en unos días de descansando, Laura y yo convenimos en salir del mundanal ruido y de la humedad bochornosa de Barcelona. El objetivo estaba claro: huir del calor y buscar las suaves brisas del incipiento otoño del norte. Así, que uniendo varios cabos (frescor, descanso y buena gastronomía) nos llegó la visión: el norte de Francia. Pensé en unos vinitos de Borgoña, quizás algunas catas por la Champagne y, como no, Verdun. Mi subconsciente había elegido el destino.
Esa misma noche, durante una cena con una pareja de amigos salió el tema del viaje. Al poco de hablar y gracias a los efluvios de un buen vino, los amigos ya se habían apuntado y partíamos dos días después. Laura, esta pareja de amigos, mi inseparable Jack Russell (Frasier) y el que escribe.
Primera parada: París. Tres días después Reims y esa misma tarde, sobre las cinco, llegamos a Verdun.
La primera sorpresa - incluso para mí - fue encontrarnos con una hermosa ciudad de pequeñas dimensiones. El primer recordatorio fue el río, la Meuse. Serpenteando por la ciudad es atravesado por varios puentes. Nosotros la cruzamos por el que lleva a la famosa Porte Chaussée, eterno icono de Verdun en postales y sellos de la ciudad. Los muelles estaban perfectamente cuidados, limpios y repletos de curiosas barcazas de recreo amarradas. Al ver la Porte Chaussée me desperté de un largo letargo embrutecedor y me di cuenta de que estaba ya en Verdun. Casi imposible pero así era.
Aún muerto de hambre y exhausto, me moría por ir a los campos de batalla: Douamont, Vaux, Froideterre, Fort Souville, el ravin de la Mort, de la Dame, subir a las pequeñas colinas, meterme en las trincheras, en fin divisar el paisaje de unos de los lugares más célebres de la Gran Guerra.
Eran más de las seis, el día comenzaba a morir, pero yo y mis cuatros amigos pusimos rumbo al infierno, un infierno de infinitos matices verdes.
Cogimos una carretera al este de Verdun, avanzamos unos quinientos metros y casi al salir de la zona urbana encontramos un desvío a la izquierda que nos llevó colina arriba. Subimos, y al final de la cuesta pudimos contemplar la inconfundible silueta de la catedral de Verdun. Fue tal como la imaginaba.
A partir de ahí pareció como si canviásemos de latitud: la tarde se volvió sombría y la carretera, que estaba flanqueada por interminables filas de coníferas, nos conducía a otra dimensión. A esta sensación se le sumó la solitud, estábamos solos. No nos cruzamos con nadie. Al poco una profunda conmoción comenzó a adueñarse de mi. Me sentí como un profanador, como Karloff en Ladrón de cadáveres. Pisábamos un lugar semisagrado, y la sensación no me dejó hasta abandonar Verdun. Flotaba un halo de misterio, algo de estremecedor y no fui el único en sentirlo. Al día siguiente, un gran amigo sintió lo mismo aunque lo pasó peor.
De vuelta a la carretera, y recorrido aproximadamente un kilómetro, encontramos una desviación a la izquierda que señalaba la localización del Massif de Souville. Los cruentos y decisivos combates de junio y julio del 16 me obligaron parar. Entré en el desvío, paré el coche y descendimos. Qué impresionante .... !!!
A banda y banda de la carretera, incluso en una pequeña isleta entre la carretera principal y la desviación a Souville se encontraban, en buen estado, un grupo de trincheras que transcurrían en forma de zig-zag en paralelo a la carretera. No pude evitarlo, algo me empujó a entrar. Los que me quieren y me conocen me explicaron dos días después que en ese momento me transformé, que algo me ocurrió, como si algo o alguien me hubiese poseido. Dicen, incluso, que me cambió el gesto y que mis ojos brillaban con especial viveza. Ahora que lo dicen y mirando las fotos, tienen un poco de razón.
Una vez en las trincheras comencé a pasear por ellas ajeno totalmente a Laura y mis amigos. Sólo me acompañaba Frasier, que lo olisqueaba todo con una ansia desaforada. Al día siguiente comprendí que a Frasier lo habían superado igualmente las circunstancias, aunque quizás algo más.


Fotografías del autor

Continuará en: El infierno mudo (II)

viernes, 10 de julio de 2009

Ludendorff de Correlli Barnett (The Swordbearers)


Barnett, Correlli. "Ludendorff" en The Swordbearers. London : Cassell, 2000. pp. 269-362.

Comencé el capítulo de Ludendorff del libro de C. Barnett The Swordbearers con la ilusión de aquel que poco o nada conoce sobre el biografiado excepto aquellos tópicos manidos y lanzados desde las trincheras de la historiografía oficial aliada. A estas alturas ya no me sorprende comprobar que los viejos tópicos, como los rockeros, nunca mueren. Tras un decepcionante comienzo, al acercarse a 1918 la cosa comenzó a ponerse interesante. Llegaron la desastrosa guerra submarina total, las luchas entre el canciller Bethmann-Hollweg y los militares, las supuestas peticiones de paz, y al poco se instauró la indisimulada dictadura militar que impusieron Ludendorff y la cara respetable del regimen, Hindenburg.
Una vez situados a finales de 1917 y examinando la grave situación interna alemana, agravada por el horizonte de masivas llegadas de tropas norteamericanas, Ludendorff y los think tanks del Oberste Heeresleitung (OHL) decidieron jugar su última carta. En este punto de la narración Barnett se crece, saca lo mejor de un texto histórico impecable, sin mácula. En las siguientes páginas se fraguan la ofensivas alemanas de la primavera de 1918, o lo que la historiografía ha dado en llamar la Kaiserschlacht o la batalla del Kaiser.
La disección que realiza Barnett de la Kaiserschlachtraya la perfección.
En primer lugar, el lector se encuentra de frente con unos argumentos desde la parte alemana inapelables, inevitables, de tragedia griega. Barnett lo define de varias maneras: última jugada, último cartucho... Ludendorff se juega el todo por el todo, sabe que después de esto no hay nada. Si fracasa la Operation Michael (así se llamó en términos militares) y sus vástagos (Mars, Valkirie, Georgette) todo se acabó. Lo extraordinario en el caso alemán es entender como un pueblo como éste puede llegar a ese punto que raya la extenuación y en el que los soldados apostados en las trincheras esperan con ardoroso deseo la mañana del 21 de marzo.
Durante el proceso de planificación de la ofensiva, Ludendorff está en su mundo. Su habitat natural: la sala de mapas entre cartas y partes meteorológicos. Ludendorff no lo hará solo. Tuvo cómplices. Lo acompañan en sendas reuniones de finales de 1917 los jefes de estados mayor Kuhl y Wetzell. Éstos abogan por la misma idea: la ofensiva total y final, pero difieren de Ludendorff en el dónde.
Barnett expone de forma soberbia el porqué de ambas opciones. Kuhl aboga por la zona de Verdun y St. Mihiel por el desgaste francés aparte de por la presencia de los bisoños norteamericanos. Wetzell se decanta claramente por la zona de Flandes, Ludendorff también se inclina por este sector. Sin embargo, sabe que se trata de una zona en la que el terreno juega de parte de los británicos. El barro y el tiempo lo asustan, lo previenen. Y al final se acaba decantando por asestar el gran golpe, el definitivo entre el 3r y 5º ejércitos británicos, en la zona del Somme situando el eje en Peronne. El 18º ejército comandado por von Hutier (el héroe de Riga) estará en el flanco derecho del ataque germano junto con el7º en reserva, el 17º al mando del principe Ruprecht atacará por la izquierda. El 2º ejército en el centro.
Barnett razona el porqué de estas decisiones. Incluso analiza y anticipa las razones del posterior fracaso. Analiza también los errores de concepción de unos y de otros, y los contrapone. Los británicos en las ofensivas caniculares de 1917 (Passchendaele) erraron en la estrategia y en la táctica aunque tenían perfectamente claros los objetivos de su ofensiva. Los alemanes, por el contrario, en la primavera de 1918 tienen el control absoluto de la táctica pero yerran clamorosamente en sus objetivos, no en los primeros pero sí en los definitivos que son los que cuentan. Resumiendo, Barnett explica perfectamente que los británicos en 1917 sabían lo qué querían pero no sabían como hacerlo. Tropezaron casi de forma idéntica en los errores de 1914, 1915, y 1916: falta de elasticidad en el mando, ataques frontales estáticos, bombardeo artillero exagerado que machacaba el terreno y eliminaba el factor sorpresa, etc. Lo único prácticamente novedoso era la aparición del tanque. Por contra, los alemanes - en parte por culpa de Ludendorff según Barnett - están cegados por el término. Creen en el golpe definitivo. Ludendorff sólo piensa en la separación entre los frentes británico y francés. Después del gran golpe ya se verá, pensó Ludendorff. Y ciertamente por el desarrollo posterior de la ofensiva así se desprende.
La ofensiva alemana del 21 de marzo es apabullante. Las líneas británicas son superadas y las tropas huyen casi en desbandada. El caos es prácticamente total. El 22 el ritmo será parecido, von Hutier sabe lo que se hace y su ejército continua la progresión hacia el sudoeste. El 5º ejército británico de Gough es una sombra, ya no existe. Haig acude suplicante a Pétain. Le pide que sitúe 20 divisiones francesas en el sector de Amiens. Pétain, fiel a su estilo, no se niega pero sólo le envia seis para reforzar la derecha británica. Pétain teme un golpe similar en la zona de la Champagne. Comienzan las primeras fisuras en el barco aliado. Como dice Barnett, el egoismo es el primer hijo de la crisis. A todo esto, Ludendorff exultante. El Kaiser se pasea, incluso, por Avesnes. El clima es de euforia. Nada hace predecir lo que era predecible: el cansancio de las tropas alemanas, graves problemas de transporte y la falta de alimentos y munición frenarán la ofensiva. La logística alemana no pudo seguir el ritmo de sus tropas. Y así fue, la ofensiva día a día se fue marchitando y por el 28 las tropas alemanas fueron frenadas. El avance había sido espectacular, pero sólo había sido eso: un gran avance, nada más. Barnett disecciona en este punto los errores del mando. Acusa a Ludendorff de improvisar los objetivos ulteriores como si estos fuesen a aparecer de la nada. Lo tilda de inconstante por no proseguir o otorgar más poder a von Hutier y su gran golpe de mano. El autor llega a sugerir que de haber puesto todas las reservas en el ejército 18º de von Hutier el resultado quizás hubiese otro. Pero en cambio Ludendorff desperdigó y malgastó las reservas en cubrir más extensión de terreno. Él mismo debilitó el ataque. Afirma que si el día 23 hubiese puesto todas las reservas en un punto, el resultado de la ofensiva hubiese sido otro. Por la parte psicológica, Barnett carga contra Ludendorff acusándolo de inestable e incoherente. No sólo por sus errores de índole militar, sino por su actitud ulterior ante el fracaso. Cita numerosos testimonios de proximidad como Lossberg, Hindenburg, etc. para describir a un hombre deshecho ante el fracaso. Incapaz de reaccionar ante la derrota que acaece a partir del 18 de julio cuando comienza a haber claros signos de descomposición en las filas alemanas.
Barnett compara en más de una ocasión a Ludendorff con la figura Hitler. Lo hace sobretodo para subrayar la testarudez en la defensa de posiciones indefendibles e inútiles de sostener como Stalingrado. En este caso, recurre al testimonio del general Lossberg - especialista en sistemas defensivos - para acusar a Ludendorff de ceguera ante el necesario repliegue alemán. Repliegue que retardó a la espera de una reacción que jamás llegó. Y que de haberse llevado a cabo en el momento que se lo sugirió Lossberg la resistencia alemana hubiese sido otra, más eficaz.
Barnett no descansa, fustiga a Ludendorff hasta el final. Narra sus discusiones con Hindenburg, la pérdida de confianza del Kaiser Wilhelm II, las jugarretas que le juega al príncipe Max de Baden con las negociaciones de paz, etc. Para el mismo Ludendorff, lo expresa en sus memorias, el principio del fin es el 18 de julio con la contraofensiva francesa de Villers-Cotterets a manos de Mangin. Elucubrará otros golpes de mano, pero más como gesto que como solución a un fin irreversible.
Sólo para concluir, dos últimas menciones.
La una dedicada a la exquisita redacción de los hechos históricos. Existe un perfecto equilibrio en el discurso histórico entre dato y testimonio. La redacción de Barnett deja poco margen a la duda respecto a la personalidad del personaje que si bien no es dogma de fe, bien puede sentar las bases para posterior estudio. Otras referencias pueden ser quizás más discutibles, como las que hace al derrotismo final de Pétain o a la mejora táctica de Haig hacia el final de la guerra. Pero este no es el lugar para discutirlas. La postrera consideración es de tipo personal y absolutamente subjetiva como el resto de la reseña pero sin la misma intencionalidad: recomiendo vehemente la lectura de este capítulo así como el resto del libro.
Muy bueno, rayando la excelencia.

sábado, 30 de mayo de 2009

La Batalla de Pozières, 23 de julio - 7 de agosto de 1916 (II)

Viene de: La Batalla de Pozières, 23 de julio - 7 de agosto de 1916 (I)



Con las tornas cambiadas, los australianos se encontraron defiendo posiciones muy precarias. La 1ª y 3º australianas resistieron y repelieron los contraataques alemanes por cuatro días. La artillería alemana se concentró sobre Pozières. El bombardeo artillero alemán fue terrible, sobretodo el día 26. Esa noche, la del 26 al 27 de julio tuvo lugar la llamada batalla de las granadas. Un épico y maratoniano combate a granada, de unas doce horas, entre las tropas australianas, ayudadas por las británicas, y las alemanas por hacerse con el control definitivo de la cresta de Pozières, el último y gran objetivo del mando aliado del sector, aparte de Mouquet farm y Thiepval más a lo lejos. Después de todas las penurias, las exhaustas tropas australianas fueron relevadas por la 2a división australiana el 27 de julio. La única forma de acabar con la presión alemana era capturar sus posiciones al norte de Pozières y la cresta.

Gough, presionado por Haig y por su propia impetuosidad, apremió al mando australiano - Legge - para que en la noche del 28 al 29 de julio, tropas de la 2a división atacasen a los alemanes en las llamadas antiguas líneas alemanas, las OGL2 (Old German Lines), paso previo para la cresta de Pozières. Fue un terrible y costoso fracaso: 3500 bajas. Una escasa preparación -Legge no era Walker-, la impaciencia en atacar y una especie de inútiles rampas que dejaban al descubierto a la infantería fueron las causas del desastre. Incluso la 7º brigada australiana tuvo que ser retirada debido a las enormes bajas. Cuentan las habladurías que el mismo Haig reprendió a Birdwood, el comandante en jefe del 1r ejército de las ANZAC. Sin embargo, en el diario de Haig apenas hubo una mención negativa hacia el comportamiento de los australianos. El mando no cedía en su empeño. Durante cuatro días las tropas de la 2a división australiana estuvieron atacando de forma desigual en dirección a la cresta. El 4 de agosto se reanudaron los combates, esta vez mejor preparados. Se decidió atacar al crepúsculo para evitar la negra noche y la falta de referencias en el ataque. El molino -o lo que quedaba de él- fue la principal. La 2a división logró capturarlo al día siguiente, así como las 2as. antiguas líneas alemana (OGL2). La cresta también cayó del lado australiano. A pesar del éxito, las bajas fueron espectaculares.

Los hombres de la 2a división fueron relevados por los de la 4a. Volvía a ser el turno de los alemanes. Bombardearon y machacaron el sector sin descanso y desde todas sus posiciones, incluso desde Thiepval. Las primeras líneas australianas formaban un peligro saliente, y sus bajas fueron enormes. Los alemanes no cesaron en contraatacar. El último intento lo llevaron a cabo al alba del 7 de agosto. Los alemanes consiguieron sortear en algunos puntos sus antiguas líneas donde ahora se refugiaban las tropas británicas pero algunas acciones puntuales consiguieron desbaratar el contraataque alemán. Los australianos resistieron en Pozières y a lo largo de toda la línea elevada de la cresta. No hubo más contraataques de importancia. Pozières significó el bautizo de sangre australiano en tierras europeas durante la Primera Guerra Mundial. No sería el último. El precio de la hazaña: cerca de 15.000 bajas. Pero Pozières no significó el primer baño de sangre, fue el inicio de una desconfianza y de resentimiento desde las filas australianas hacia las británicas. Gough, y Haig, fueron el objeto de duras acusaciones por parte de los altos mandos australianos por proseguir costosas ofensivas a un precio irrisorio en cuanto a ganancias estratégicas.

viernes, 22 de mayo de 2009

Batalla de Pozières, 23 de julio - 7 de agosto de 1916 (I)

Batalla de Pozières, 23 de julio – 7 de agosto de 1916


La batalla de Pozières forma parte de la gran ofensiva aliada que tuvo lugar en la zona del Somme durante los meses de julio a noviembre de 1916. La ofensiva del Somme fue proyectada por el mando aliado como una operación que debía romper el frente alemán en la zona comprendida entre Thiepval-Pozières-Ginchy. En el ataque debían tomar parte unas 40 divisiones francesas y 25 británicas, pero los efectos de la batalla de Verdun redujeron a 22 divisiones la participación francesa. A pesar de que el Somme se convirtió casi exclusivamente en una operación británica, las divisiones francesas lograron notables éxitos.
En los planes del general británico Henry Rawlinson, las previsiones iniciales eran romper el frente y avanzar unos 4 kilómetros, en algunos puntos hasta la 2a línea alemana. Para ello, se programó un impresionante ataque artillero que comenzó una semana antes. En él se emplearon más de 400 piezas de artillería pesada y unas 1000 de artillería de campaña. El bombardeo finalizó poco antes de comenzar la ofensiva, el 1 de julio de 1916 a las 07.30 h de la mañana. Pero a pesar del impresionante bombardeo, las defensas alemanas quedaron en muchos puntos del frente intactas, y el factor sorpresa quedó anulado ya que un bombardeo de tanta duración e intensidad anticipaba un operación de gran envergadura con lo que el ejército alemán estaba advertido y refugiado en las preparadas trincheras y refugios de primera y segunda línea. Entre los numerosos objetivos del primer día estaba capturar la cresta y el pueblo de Pozières.
El ataque se llevó a cabo a lo largo de una línea de frente de unos 28 kilómetros y para ello, Haig decidió contar con unos 120.000 soldados del 4º ejército y con maniobras de distracción de unidades del 3º. Las previsiones fueron en extremo optimistas. El resultado fue un completo desastre. El 1r día del Somme fue un carnicería, la peor jornada en la historia del ejército británico. 60.000 bajas, de las cuales un tercio murieron. Aunque el mando británico prosiguió con su estricto plan, el estancamiento y la dispersión de los ataques provocaron que en la misma ofensiva, tuvieran lugar diferentes batallas. Y Pozières fue una de ellas.
Pozières y su famoso molino de viento ocupaban los terrenos más elevados de la cresta que iba de Thiepval a Ginchy. Al tratarse de posiciones elevadas eran la llave de la línea defensiva alemana en toda el área. La mínima, pero suficiente altitud (160 metros) les confería un excelente punto de observación sobre los movimientos británicos en todo el sector del Somme y por ello, se convirtió en una preciada presa para los mandos británicos. Formaba parte de la segunda línea defensiva alemana, aunque por su posición estaba en un punto más avanzado. La segunda línea alemana discurría desde el punto de Mouquet Farm al norte, luego pasaba justo por detrás del pueblo para girar luego al sur hacia Bazentin ridge y acabar en los pueblos de Bazentin le Petit y Longueval. Pozières se encontraba justo en el centro del sector del ataque británico, en la carretera que iba de Albert a Bapaume.
El desastroso inicio de la ofensiva 1º de julio provocó que los reiterados ataques del 4º ejército contra el sur de Pozières durante catorce días no tuvieron mucho éxito. Sin embargo, el 14 de julio, durante la batalla de Bazentin ridge - sur de Pozières - se produjeron una serie de avances. Estos éxitos aislados animaron a los mandos a proseguir con los ataques. Y le llegó el turno a Pozières.
Haig insistió y el 4º ejército lanzó cuatro infructuosos ataques, del 13 al 17. Pozières aguantó en manos alemanas, pero las bajas en ambos lados fueron terribles. La artillería británica había convertido Pozières en ruinas y cascotes, pero los alemanes resistían. Los británicos bombardearon incluso con gas fosgeno y lacrimógeno. Pero el mando británico insistía: la posición era clave. Por lo que la infantería británica intentó rodear el pueblo a través de la llamada "trinchera de Pozières", pero fue rechazada en varias ocasiones. Las tornas cambiaron el día 17.
Haig decidió que al Reserve Army, también llamado Gough's Army, se le uniese el 1º ejército australiano de las ANZAC, que aún se encontraba en el sector de Armentières. Pozières, a banda de las escaramuzas en el sector de Ovillers y Fromelles, iba a ser su bautismo de fuego en el frente occidental después de lo de Gallipoli. La 1ª división australiana atacaría al día siguiente, pero la total ausencia de preparativos obligó al comandante en jefe de la división, Harold Walker, a demorar el ataque hasta la noche del 22 al 23 de julio.
El ataque lo iniciaron la 1ª y 3ª brigadas australianas pasada la medianoche del 23.
Durante los primeros combates las aguerridas tropas australianas capturaron una parte de la trinchera de Pozières en la parte sureste del pueblo, logrando tomar también las vertientes opuestas a las afueras, al sur de Pozières. Mientras esto sucedía, tropas de las divisiones británicas 25, 34 y 48, acompañadas por un pequeña representación francesa, atacaron por el oeste del pueblo como maniobra de diversión. Ambas acciones permitieron a las fuerzas británicas desalojar a los alemanes del sector sudeste de Pozières, al norte de la antigua via romana.
Al suroeste del pueblo, los australianos conquistaron el temible búnker Gibraltar, el único punto fuerte que los terribles bombardeos no habían logrado destruir. Sobre las seis de la mañana buena parte de Pozières estaba en manos australianas. Los mandos británicos habían recibido informes de que la mayoría de tropas alemanas se habían retirado y que tan solo habían dejado francotiradores.
La historiografía militar australiana insiste en afirmar que se tomó el pueblo en una hora, pero no hay que olvidar que las tropas alemanas se retiraron a posiciones más seguras. Aún así, el mérito australiano es incuestionable. La 2ª brigada australiana, hasta ese momento en reserva, barrió las bolsas de resistencia. Las restantes tropas alemanas se retiraron al este del sector, tras las antiguas líneas alemanas. El objetivo final, la cresta estava a unos 180 metros del pueblo en dirección nordeste. Para ello se habían de sortear dos líneas atrincheradas. A pesar de estos avances, el desigual ritmo de algunas unidades australianas provocó que los contraataques alemanes las cogiesen de flanco y que las bajas fueran numerosas. La batalla por la cresta de Pozières ridge acababa de comenzar y ahora era el turno de los alemanes.

Continua en: Batalla de Pozières, 23 de julio - 7 de agosto de 1916 (II)

sábado, 24 de enero de 2009

Los Misterios de Verdun

La batalla de Verdun es de los episodios bélicos de la historia reciente que más literatura han generado. Sobre ella y sus consecuencias se ha escrito desde el primer momento, desde la misma trinchera, pero también desde el despacho y sobretodo desde la tranquilidad del hogar reencontrado. La bibliografía sobre Verdun es múltiple y diversa. Abarca desde tratados militares a las guias Michelin, de historias de unidades a libros escolares, y de libros-postales hasta cientos de testimonios de soldados y oficiales que participaron en ella. Éstos escribieron, siempre, desde la amarga y dura experiencia del abismo. Todas sus historias, las suyas propias, tienen un denominador común: la descripción de la interminable pesadilla, del infierno, de la carnicería, del apocalipsis. El horror, el miedo a morir, la inseparable presencia de la muerte, el lodo omnipresente y la contínua visión de las naturalezas muertas junto con el contínuo olor a podredumbre procedente de los cadáveres y otras penalidades son el imaginario recurrente en todos los testigos de la barbarie.
Sin embargo, compartiendo anaquel con las vivencias terribles coexiste el tratado militar. Este tipo de fuente proporciona información más racional y ordenada, basada en datos y cifras contrastables, sin apasionamientos. Por todo ello, un estudio detallado de los libros de historia militar sobre Verdun ofrece un universo, más racional, más lógico, pero aún así, no exento dudas o lagunas. Quizás no se trate de grandes dudas, pero sí de pequeños interrogantes que llevan al estudioso a sumergirse aún más en el Verdun como acontecimiento histórico único, o como lo llamaría el poeta Paul Valéry "Verdun, c'est una guerre tout entière insérée dans la Grande Guerre.., una guerra dentro de la Gran Guerra.
En el análisis de la batalla de Verdun abundan las certitudes y los hechos palmarios. Pero una nueva y concienzuda interpretación de los hechos podría proporcionar otras casuísticas o conclusiones.
La historiografía de todas las latitudes ha repetido y ha corroborado hasta la saciedad que el Grand Quartier Général francés erró en el desmantelamiento del sistema defensivo de la region de Verdun (decreto de agosto de 1915) ; desoyó las amenazas de un ataque alemán en la zona de Verdun aún bajo la presión de las informaciones proporcionadas por la oficina de información de l'Armée (2e Bureau) y de los incontables prisioneros alemanes que alertaban de una gran ofensiva ; abandonó -quién sabe porque- la defensa activa de la Région Fortifié de Verdun (construcción de puntos fuertes y trincheras) ; hizo caso omiso a las peticiones de algunos de los mandos sobre la falta palmaria de armamento y recursos humanos, y un largo etcétera de faltas que explican gran parte de los éxitos alemanes en los primeros momentos de la batalla. Uno de los ejemplos más notorios de la incompetencia de los mandos en el tema Verdun fue la pérdida de Fort Douaumont. Sobre la caída de Douaumont, la historiografía francesa, en muchos casos, ha corrido un tupido velo para evitar señalar a los culpables y así pedir explicaciones. Pero otros historiadores como Lefebvre o Pericard recurren claramente a señalar a determinados mandos de suma incompetencia e irresponsabilidad, culpándolos en primer lugar de ocasionar, con su falta, la muerte de más de cien mil franceses. Curiosamente aquí comienzan algunos de mis interrogantes, Canini en su Combattre a Verdun comenta que los mandos, ante la amenaza latente de un ataque alemán a gran escala decidió enviar a la zona de Bar-le-Duc a unos 70 kilómetros de la línea de frente dos de la mejores divisiones de infanterías de l'Armée (7ª y 20ª DI). La 20ª, al mando de Balfourier, era llamada la División de hierro.
La pregunta que surge es:
El GQG envió a ambas divisiones de reserva para evitar que el golpe -ya previsto- fuese menor, y así tapar la herida antes del desangre?
Sabían realmente del ataque los mandos del GQG? Con la hipótesis plausible de que la conociesen, consintieron la gran ofensiva alemana en vistas a un ataque conjunto aliado en verano de 1916?
Chantilly sirvió para planificar la ofensiva aliada en el Somme, y una vez iniciada la batalla de Verdun sirvió para sus objetivos ulteriores?
El Somme alivió a Verdun, o Verdun facilitó el Somme, con miles de tropas alemanas atrapadas en las trincheras de Verdun?
Resumiendo, fue Verdun un cebo?
Esta serie de interrogantes plantean o animan a otra lectura de los hechos o a su reafirmación. Sin embargo, los verdaderos misterios de Verdun residen en las decisiones estratégicas del Alto Mando alemán en relación al planteamiento ofensivo.
Los dos interrogantes inconclusos son: Por qué no se decidió atacar sobre las dos orillas del Mosa, y en cambio se permitió a la artillería francesa atacar el flanco derecho del ataque alemán desde la Côte 304 y Mort-Homme, lo que restó a los primeros instantes del ataque sus mejores perspectivas de éxito? Pura incompentencia??
Por otro lado, queda claro que la no-destrucción de los puentes del Mosa en Verdun y dejar intacta la Voie Sacrée respondía, en los primeros tempos de la ofensiva, a la intención de mantener el cordón umbilical de Verdun con el resto de Francia para así poder convertir el campo de batalla en una picadora.
Pero la gran cuestión es: Constatado por el Alto mando alemán que Verdun ya era en abril una picadora de carne alemana, por qué no destruyeron la única vía de avituallamiento de víveres, tropas y municiones??
La aviación alemana era incapaz de bloquear el tránsito en una via tan frágil como la Voie Sacrée? Por qué su mantenimiento? ...
Reflexionemos !!

martes, 11 de noviembre de 2008

Sir Horace Smith-Dorrien y la Gran Guerra (II)


Viene de: Sir Horace Smith-Dorrien y la Gran Guerra (I)

La precipitada retirada británica fue seguida por una persecución alemana sin descanso. El repliegue inglés fue muy penoso, largas marchas en condiciones de extremo cansancio, falta de avituallamiento, perdida o abandono de material bélico, etc. La situación para los alemanes no fue mejor. La inicial retirada de Mons provocó que las comunicaciones entre el Cuartel general de French y los dos cuerpos de Haig y Smith-Dorrien se resintiesen. Aún así, se decidió que las tropas se retirarían a una zona más segura donde poder estabilizar un frente con los franceses, que a su vez se iban retirando sin apenas comunicarse con sus aliados. Finalmente y después de algunas peripecias, el IIº Cuerpo de Smith-Dorrien llegó a Le Cateau el 25 de agosto a les tres y media de la tarde, es decir un día después de haber iniciado la retirada. Pero lo peor era que el Ir Cuerpo de Haig había continuado la retirada, el cuartel general estaba muy alejado, y encima, French le conminaba a ser la retirada hacia una zona más segura, hacia el sector de Guise.
La situación de sus tropas era muy penosa. El IIº Cuerpo había soportado el grueso de la lucha en Mons, tanto en bajas como en esfuerzo y los hombres estaban derrotados física y moralmente. Smith-Dorrien consideró la situación y determinó que proseguir la retirada era la peor de las soluciones para sus tropas y para la BEF. Smith-Dorrien decidió junto con su Estado mayor que la única opción viable y plausible era intentar aguantar la posición, dar un respiro a sus hombres y sobretodo frenar la avalancha alemana que les seguía a un ritmo infernal. Frenar el avance significaría dar la oportunidad al resto de la BEF de salvarse del movimiento envolvente alemán, entre el Ir y IIº Ejército de Von Kluck y Von Bülow.
Smith-Dorrien imaginaba que su decisión de stand and fight (de aguantar y luchar) provocaría alguna polémica, pero desconocía que llenaría páginas y página de tinta además de acrecentar hasta límites desconocidos su controversia con Sir John French. Así las cosas, habiendo decidido permanecer y luchar, la caballería de Allenby, terriblemente castigada, llegó a Le Cateau poniéndose al instante bajo el mando de Smith-Dorrien. Al IIº Cuerpo también se le sumó la recién creada 4ª división al mando del general Snow.
La batalla de Le Cateau significó la ruptura final entre Sir John French y Sir Horace Smith-Dorrien. El comandante en jefe de la BEF acusó abiertamente a Smith-Dorrien de haber desobedecido una orden directa, de poner en peligro el IIº Cuerpo de la BEF, así como de la totalidad de las tropas británicas establecidas en el continente.
Sin embargo, la historia ha hecho otra lectura de la batalla de Le Cateau y de la arriesgada decisión de Smith-Dorrien.
Vistos los resultados la batalla de Le Cateau, frenó el avance de las tropas alemanas, lo que posibilitó el reagrupamiento de las tropas de la BEF, evitando así su envolvimiento y posible desaparición. Cierto es que las pérdidas británicas en Le Cateau fueron cuantiosas, casi 8.000 bajas entre muertos y prisioneros, pero examinados los factores, Le Cateau fue una acción valiente y arriesgada que permitió dar un respiro al resto de tropas británicas para encarar con mejores perspectivas el resto del conflicto. Igualmente cierto es que la decisión de Smith-Dorrien puede considerarse de desobediencia, pero tomar decisiones en momentos críticos como en el de Le Cateau, de permanecer y resistir, exige la determinación propia de un militar experimentado y responsable, así como valiente. La polémica y controversia hicieron el resto: French no perdonó jamás a Smith-Dorrien su desaire y desobediencia en Le Cateau, aún pesar de los resultados. La crítica trascendió el medio militar y saltó a la palestra pública y fue en esa arena donde algunos medios acusaron a French de actuar movido por los celos y el rencor.
Pero el resultado y la historia están ahí, la BEF consiguió sobrevivir a Mons, a Le Cateau, a la Gran retirada y sobretodo a la apisonadora alemana.
Las andaduras de Smith-Dorrien en la Guerra Guerra no terminaron en Le Cateau.


Continúa en: Sir Horace Smith-Dorrien y la Gran Guerra (III)

viernes, 7 de noviembre de 2008

Sir Horace Smith-Dorrien y la Gran Guerra (I)


Al estallar la guerra, a Sir Horace Smith-Dorrien le fue asignado el mando de la Home Defence Army. Sin embargo, la inoportuna muerte de Sir James Grierson durante el viaje de la BEF al continente, le ofreció la oportunidad de hacerse cargo del IIº Cuerpo de ejército, que consistía en la 3a y 5a divisiones. La designación de Smith-Dorrien como comandante de esta unidad el 21 de septiembre no estuvo exenta de polémica. Fue Lord Kitchener quien respaldó firmemente su elección muy a pesar de los deseos de Sir John French, quien mantenía una tensa y difícil relación con Smith-Dorrien por cuestiones pretéritas. Así, y al mando del IIº Cuerpo, Smith-Dorrien se dirigió hacia Mons para situarse al igual que el resto de la BEF en el flanco izquierdo de la linea que tenia que hacer frente al avance alemán. El 5º ejército francés al mando del general Lanzerac se situaría a la derecha. Pero desde un mal inicio la coordinación entre las tropas francobritánicas fue nula o inexistente, ya que las tropas francesas se habían retirado al sudeste de la línea, dejando a las tropas británicas sin cobertura por los flancos, y lo peor, a solas ante el impresionante avance germano.
A la retirada francesa, se añadió un grave error de apreciación del Estado mayor británico al creer que la BEF se hallaba solamente ante dos cuerpos de infantería y una división de caballería alemanes, cuando en realidad estaban frente un completo cuerpo de ejército al mando del general Von Kluck. La batalla o refriega de Mons abrió los ojos británicos ante la cruda realidad. A pesar de resistir el embite alemán muy dignamente, los británicos salieron derrotados y tuvieron que retirarse en toda la línea. Después de Mons, el primer choque de la Gran Guerra entre fuerzas alemanas y británicas, se inició lo que la historiografía militar a dado en llamar "The Great retreat" o la retirada de Mons. Sin apenas cobertura de flancos, la Fuerza Expedicionaria Británica (BEF) inició un repliegue que duraría más de una semana hasta llegar a posiciones cercanas a París.
Por su parte, el IIº Cuerpo de Smith-Dorrien recibió órdenes, a primeras horas de la tarde del 24 de agosto -en plena batalla de Mons- de retirarse ordenamente. Aunque orden no era precisamente lo que reinaba en las filas británicas esa tarde en Mons. La falta de comunicación y las noticias sesgadas acabaron de complicar la cuestión. El fragor de la batalla provocó que determinadas unidades perdiesen la comunicación con el puesto de mando, lo que significó que la retirada a posiciones más seguras provocase escenas caóticas. Aún así el repliegue pudo realizarse de forma más o menos segura. La situación de las unidades de Smith-Dorrien era más que delicada ya que estaban siendo superados por los flancos y las bajas no cesaban de aumentar debido a un mortífero fuego de artillería alemán que provenía del este de la zona de St. Symphorien. El episodio de Mons se cerraba y se abría el de la Gran retirada.
La precipitada retirada británica fue seguida por una persecución alemana sin descanso. El repliegue inglés fue muy penoso, largas marchas en condiciones de extremo cansancio, falta de avituallamiento, pérdida o abandono de material bélico, etc. La situación para los alemanes no fue mejor.
La inicial retirada de Mons provocó que las comunicaciones entre el Cuartel general de French y los dos cuerpos de Haig y Smith-Dorrien se resintiesen. Aún así, se decidió que las tropas se retirarían a una zona más segura donde poder estabilizar un frente con los franceses, que a su vez se iban retirando sin apenas comunicarse con sus aliados. Finalmente y después de algunas peripecias, el IIº Cuerpo de Smith-Dorrien llegó a Le Cateau el 25 de agosto a les tres y media de la tarde, es decir un día después de haber iniciado la retirada.


domingo, 26 de octubre de 2008

La batalla de Le Câteau, 26 de agosto de 1914: desarrollo (II)


La situación de las tropas del IIº Cuerpo de Smith-Dorrien el 25 de agosto de 1914 era muy complicada. Muchos efectivos estaban a campo abierto, en posiciones cavadas de forma precaria y jalonadas a lo largo de la carretera que iba de Le Câteau a Cambrai, concretamente en el extremo occidental de Le Câteau. La privilegiada situación de la artillería alemana en las lomas al norte de la posición de Le Câteau juntamente con una ausencia total de cobertura de las tropas británicas, así como la poca visibilidad de la artillería británica proporcionaban una enorme ventaja a las tropas de Von Kluck. La mayoría de las piezas británicas estaban situadas cerca de la infantería, y algunas de ellas algunos metros atrás.
El hecho de que las tropas inglesas apenas pudiesen cavar trincheras protectoras se debió sobretodo al cansancio acumulado y a la presión a la que los sometió el enemigo en continuo hostigamiento y pisándoles los talones en plena retirada. Afortunadamente para las tropas británicas, algunos elementos de la población civil ayudaron a cavar trincheras antes de que comenzase la batalla.

Orden de batalla

El flanco derecho de la posición británica estaba defendido por tropas de la 5ª división que cubrían el cruce de caminos situados a la derecha de Le Câteau, a ambos lados de la calzada romana que conducía a Reumont. A la izquierda de la 5ª división estaba la 3ª de Hamilton, y a la izquierda de la 3ª estaba emplazada la recién creada 4ª división. Como tropas de reserva estaba una división de caballería y la 19ª brigada de infantería, las cuales habían sido puestas bajo el mando de Sir Horace Smith-Dorrien. A duras penas pudieron desalojar el pueblo antes de que llegasen los alemanes a las seis de la mañana del 26 de agosto, de hecho, dos compañías de los East Surreys y otras de la infantería ligera del Duke of Cornwall tuvieron que salir precipitadamente por el intenso fuego enemigo.
El 2º de los King's Own Yorkshire Light Infantry (KOYLI) junto con los grupos de baterías del 122, 123 124 de la Royal Field Artillery estaban situados a la izquierda de la carretera a Reumont. El 2º de los King's Own Scottish Borderers (KOSB) estaba situado a la izquierda de los KOILY's. Más allá, al sur de la carretera estaba el 1º de los Queens Own Royal West Kents. A la derecha de la carretera, a unos tres kilómetros al norte (noroeste de Le Câteau), en una posición totalmente expuesta a la observación enemiga (Rambourliex Farm) estaban emplazadas numerosas baterías británicas.

El inicio

Un poco más tarde de las seis de la mañana del 26 de agosto y bajo una espesa niebla, la artillería alemana -desde el nordeste de Le Câteau- comenzó a martillear las posiciones británicas. Unas dos horas más tarde, sobre las ocho, la posición artillera británica cercana a Rambourlieux Farm fue atacada con fuego de fusilería desde las posiciones elevadas que estaban situadas al noroeste de Le Câteau. Casi al mismo momento, tropas alemanas intentaron romper el flanco derecho a lo largo del valle del Selle aprovechando la cobertura que ofrecía la niebla matutina. Sin embargo, fracasaron en su intento cayendo numerosas tropas bajo el fuego de enfilada de la infantería ligera del Duke of Cornwall y los cañones de la batería D. Los alemanes se retiraron. A pesar de haber rechazado el ataque, parecía obvio que este flanco continuaría siendo un objetivo de primer orden. El mando confiaba en que este flanco sería defendido por las tropas del Ir Cuerpo de Haig, aunque éstas continuaban con su retirada hacia Guise.
Sobre las diez de la mañana, la artillería alemana volvió a castigar las posiciones artilleras y de infantería causando grandes bajas. Después de este duro castigo, los alemanes iniciaron un avance en masa a lo largo de los casi tres kilómetros que separaban el valle del Selle y Rambourlieux Farm. Los regimientos de los Suffolks, los King's Own Yorkshire y el resto de tropas habian sido literalmente machacados con un brutal fuego de artillería. Pero la artillería británica no fue menos, los de la 108 castigaron duramente a los alemanes. También los de la 122, que adelantó su posición, barrieron todo un batallón alemán en pleno avance.
Los diezmados Suffolks fueron reforzados por elementos de los Argyll, Sutherland Highlanders y algunos del 1º de los Middlesex.
La destrucción de la última pieza de la batería 11 provocó que las tropas alemanas comenzasen a presionar sobre la línea británica a pesar de las cuantiosas bajas. En el flanco izquierdo británico, los atacantes fueron mayormente rechazados por una férrea defensa, aunque algunas tropas rompieron la línea y cruzaron la carretera a Cambrai donde fueron duramente castigados por el fuego de ametralladora de los Royal Scots que estaban cerca de Audencourt. El sector de Caudry fue duramente castigado pero los soldados británicos lograron sostener el frente. En el flanco izquierdo, la línea que defendía la 4ª división los King's Own (Royal Lancasters) fue duramente castigada por fuego de fusilería y por un intenso fuego artillero, pero a pesar de tener más de 400 bajas sostuvieron el frente. También los Lancashire Fusiliers y los Warwickshires sufrieron duramente. Los primeros por fuego de ametralladora y los segundos por fuego de artillería.
Los ataques alemanes se repitieron a lo largo de toda la batalla con el mismo patrón: al principio avanzaban en líneas compactas, eran rechazados, se retiraban para embestir en formaciones abiertas para volver a ser rechazados por el certero fuego británico de las experimentadas tropas que formaban la BEF.

Continúa en: La batalla de Le Câteau, 26 de agosto de 1914: desenlace (III)

sábado, 18 de octubre de 2008

La batalla de Le Câteau, 26 de agosto de 1914


La batalla de Le Câteau fue uno de los episodios que formaron parte de lo que la historia militar británica definió en su momento como "the Great Retreat" o la "Retirada de Mons". Justo después de la batalla de Mons, el primer enfrentamiento entre fuerzas expedicionarias británicas y tropas alemanas en la Gran Guerra, el impresionante empuje del ejército alemán obligó al Alto mando británico a plantearse una retirada estratégica. La fuerza y potencia del avance alemán impuso a la BEF una velocidad de retirada infernal, lo que ocasionó que el repliegue fuese en algunos momentos caótico y desesperado, a pesar de los contínuos intentos de la historiografía británica de otorgarle tintes épicos y heroicos. La velocidad de marcha de ambos ejércitos fue impresionante, algunas unidades incluso llegaron a hacer hasta 30 kilómetros en un día. Despúes de dos días y dos noches de intensa retirada, el día 26 de agosto de 1914, el general Sir Horace Smith-Dorrien, al mando del IIº Cuerpo de la BEF, decidió por su cuenta y riesgo mantener su posición y hacer frente a las tropas alemanas del Ir Ejército de von Kluck.
En su momento, la decisión suscitó una enconada polémica entre Smith-Dorrien y French, comandante en jefe de la BEF. La enemistad entre Sir John French y Sir Horace Smith-Dorrien se arrastraba desde hacía años, pero French consideró un acto de desobediencia flagrante el que el IIº Cuerpo de Smith-Dorrien decidiese establecer batalla con el Ir Ejército alemán, ya que las órdenes eran reagrupar las tropas de la BEF y continuar la retirada hacia las posiciones más seguras del sector de Guise. Por su parte, Smith-Dorrien justificó su decisión por el extremo cansancio de sus tropas. Consideró que el permanecer en el terreno y plantar batalla a las fuerzas alemanas permitía dar un breve descanso a sus tropas y de otra parte frenar el avance alemán y dar tiempo al resto de la BEF para una retirada segura y ordenada. Así las cosas, a la mañana del veintiseis de agosto de 1914, el IIº Cuerpo de la BEF compuesto de tres divisiones de infantería (3ª, 4ª y 5ª) y una división de caballería fue atacado por seis divisiones alemanas del Ir Ejército de von Kluck. Durante la mañana, las fuerzas regulares británicas resistieron el empuje alemán.
Como en Mons, el preciso y veloz fuego de fusilería británica causó graves pérdidas en el avance alemán, pero cuando otras dos divisiones alemanes se incorporaron a la batalla, el IIº Cuerpo comenzó a desmoronarse. Al final del día, la línea británica estaba a punto de rodeada por ambos flancos. A su vez, el IIº Ejército alemán se aproximaba en dirección a Cambrai. Cuando el movimiento alemán avanzó por la izquierda para cerrar la línea, la caballería francesa al mando del general Sordet acudió en su ayuda. La ayuda francesa permitió a las tropas de Smith-Dorrien zafarse y retomar la retirada hacia el sur para reencontrarse con el resto de la BEF. Al final de la batalla, las pérdidas británicas eran muy cuantiosas, unos 8.000 hombres y casi cuarenta piezas de artillería. La batalla de Le Câteau desde el punto de vista militar puede considerarse como una derrota británica. No obstante, desde la óptica estratégica, la lectura podría ser otra si se analizan los resultados. La persecución a la que se lanzó el ejército alemán alteró los planes de avance, los británicos ganaron tiempo al frenar a las tropas alemanas, y las tropas francobritánicas se reagruparon al sur de la Marne. No cabe duda, que sin el episodio de Le Câteau quizás el grueso de la BEF no se hubiese logrado salvar del avance alemán y la batalla de la Marne no se hubiese producido en la forma y resultado en que lo hizo.

Bibliografía:
- http://batmarn1.club.fr/edmae11.htm, fragmento de Edmonds, J. Official History of the War - Military Operations - France and Belgium.
- Keegan, John. The First World War.

domingo, 12 de octubre de 2008

La Retirada de Mons, hasta la batalla de Le Cateau, 23-26 de agosto de 1914


A primeras horas de la tarde del 23 de agosto de 1914 y al terminarse la primera batalla entre fuerzas británicas y tropas alemanas de la Gran Guerra en los alrededores de la localidad belga de Mons se inició la denominada Retirada de Mons del Cuerpo Expedicionario Británico (BEF).
Ante el imparable avance de las tropas alemanas, las exhaustas tropas de las Fuerzas Expedicionarias Británicas (BEF) emprendieron una precipitada y dura retirada hacia el sureste de Mons, en dirección Maubege. A las extremas condiciones del repliegue se sumó el hecho de que el I Ejército alemán de von Kluck les fue hostigando durante todo esta maniobra a posiciones de retaguardia.
La dureza de este movimiento de retirada fue plasmada por Fortunino Matania para la revista The Sphere en su obra The Famous four days retreat from Mons.
En esta retirada, los alemanes dirigieron sus ataques principalmente sobre la izquierda de la línea británica. Para aliviar la presión a la que estaba siendo sometido el IIº cuerpo de Smith-Dorrien - la 3ª división de Hamilton estaba siendo muy castigada- French ordenó a la caballería que despejase el terreno, y tres regimientos se lanzaron a la carga, siendo duramente rechazados con grandes pérdidas.

Después de todo un día de marcha sin descanso hacia el sur, la noche del 24 de agosto, tropas inglesas y francesas se establecieron u mantuvieron la línea de Valenciennes a Givet. Los ingleses entre Valenciennes y Maubege, y los franceses entre Maubege y Givet. Sin embargo, al día siguiente, el 25 los franceses se retiraron otra vez a la línea Landrecies-Avesnes-Marienburg dejando otra vez el flanco derecho británico desprotegido. Los alemanes, aprovechando la retirada francesa, intentaron flanquear Maubege para rodear a las fuerzas británicas. Von Kluck insistía en envolver por la izquierda las tropas del Ir cuerpo británico lo que llevó a French a ordenar otro repliegue ante el peligro de ser rodeado y aniquilado por el ejército alemán.
De esta forma y sin descanso, la mañana del 25, el grueso de la BEF comenzó otra retirada hacia la línea Cambrai-Landrecies. La principal dificultad de la retirada estribaba en el extremo agotamiento de las tropas y en la superioridad del enemigo, tanto en número de efectivos como en potencia de fuego. Con objeto de proteger el repliegue, algunas unidades de la caballería británica cubrieron la retirada del Ir Cuerpo de Haig. El resto de la caballería con la 19ª brigada de infantería protegió el flanco izquierdo. En Wasmes, Paturages y Framieres se produjeron los primeros enfrentamientos con costosas bajas para los británicos. Al llegar a Bavai, el grueso de las tropas británicas tuvo que dividirse para cruzar el bosque de Mormal, ya que el cuerpo de Haig se equivocó al marchar de Maubege a Landrecies por el oeste del bosque en vez de por el este. French pretendía que las tropas de Haig cubriesen el vacío existente entre ambos cuerpos, pero el cansancio de las tropas obligó a Haig a renunciar a esta maniobra.

Finalmente a la medianoche del 25, el Ir cuerpo de Haig, a pesar de ser duramente hostigado por el IX cuerpo alemán, llegó a Landrecies, estableciéndose entre esta localidad y Marbaix. Informados de esta maniobra, tropas alemanas del IXº, VIIº y Xº cuerpo atacaron Landrecies y por el este de Marvilles hostigaron las tropas de Haig. Con la ayuda de las divisiones de reserva francesas del general Valabrègue, el Ir cuerpo de Haig consiguió salir de la situación comprometida y la mañana del 26 se retiraron a Guisa via Wasigny. De resultas de los combates en Landrecies, el IIº cuerpo de Smith-Dorrien quedó aislado en la posición de Le Cateau. French ordenó a Smith-Dorrien que se retirase inmediatamente. Sin embargo, Smith-Dorrien consideró que una retirada en estas condiciones era más peligrosa que esperar el enemigo para resistir de forma dura y tenaz. A pesar de ser informado de que no tendría cobertura alguna, ni de la caballería de Sordet ni de la de Allenby -que debía proteger su derecha- Smith-Dorrien se mantuvo en su propósito de hacer frente al enemigo. Aún sin contar con fuerzas de caballería, el domingo 23 se procedió a crear la 4ª división con fuerzas de reserva emplazadas ya en el sector de Le Cateau. La 4ª división estaba formada por 11 batallones y una brigada de artillería. Para el día 25 ya estaba operativa y a la espera de ser enviada al frente. Pero el frente el que fue a su encuentro. French ordenó al general Snow que situase sus tropas entre Solesmes y la carretera de Cambrai a Le Cateau. En esta posición, la 4ª división ayudó a cubrir la retirada del Ir y IIº Cuerpo a sus posiciones. Finalmente, la 4ª división fue puesta bajo las órdenes del IIº Cuerpo. Así, en estas condiciones, el 26 de agosto de 1914 tuvo lugar una de las batallas más feroces del primer año de guerra: la batalla de Le Cateau.

lunes, 29 de septiembre de 2008

Hartmannsweilerkopf o "Le Vieil Armand", la guerra en los Vosgos


Aunque en los primeros compases de la guerra ninguno de los contendientes, franceses y alemanes, mostrasen mucho interés por ocupar esta zona montañosa, pronto se intuyó que el dominio de las cimas de lo que se llamaba la ruta de las crestas o cimas de los Vosgos sería de vital importancia para un control efectivo del valle de Rhin y su entorno. La estratégica posición de la cima del Hartmannsweilerkopf, de las más altas, proporcionaba un privilegiado punto de observación de todo el valle, lo que permitía obtener información privilegiada del cualquier movimiento del enemigo, tanto de tropas como de baterías de artillería.
A partir del momento, finales de 1914, en que ambos ejércitos valoraron la importancia del sector de Hartmannswillerkopf, o "Le Vieil Armand" como le llamaron los franceses, éste se tornaría escenario de cruentos y épicos combates.
Los primeros en ocupar terreno en el Hartmannsweilerkopf (HWK) fueron los soldados del 123º Rgt. de la Landwehr alemana que encontraron vía libre para instalarse en los bosques situados en la cima el día 18 de diciembre de 1914.
El día de Navidad, el 28º batallón de los Chasseurs Alpins, BCA, ocupó la ladera oeste del Silberloch Plateau con puesto avanzado de 30 hombres, el primero de los ocuparían esa posición. Este avance de los Chasseurs alpins se produjo después de que éstos observasen como tropas del 69º regimiento de infantería alemana habían ocupado la cima cuatro días antes, el 21 de diciembre. Ese mismo día ya hubo una breve refriega con el resultado de tres soldados alemanes heridos.
Lo curioso es que el 28 de diciembre, el regimiento 123º de la Landwehr alemana decidió establecerse en el extremo este de la cima sin conocimiento de que en la ladera oeste, en el llamado Silberloch plateau, se hallaba el 28º de los BCA. Parece que no funcionó el servicio de información entre los mandos del 123º de los territoriales alemanes y los del 69º.
Dos días después, el 30 de diciembre, en una patrulla rutinaria por el lado oeste de la cima, algunos hombre del 123º se percataron de la presencia de soldados franceses y se entabló un breve intercambio de disparos.
A partir de ese día, y durante los meses de enero a abril de 1915, los cuerpos especiales de los Chasseurs alpins y otras tropas de infantería francesas bajo el mando del general Serret intentaron por todos los medios conquistar la totalidad de la cima del Hartmannsweilerkopf.
El 4 de enero de 1915, la octava compañía del 123º junto con tropas del batallón Heidelberg de la Landsturm lanzaron un ataque contra las posiciones de los CA, pero fallaron por la tenaz defensa de los franceses y la dificultad del terreno.
Cinco días más tarde, el 9 de enero sobre las once de la mañana intervino por primera vez la artillería alemana. Dos horas más tarde se inició otra vez el bombardeo con un ataque posterior del 123º de la Landwehr, pero sin ningún resultado. Los Chasseurs alpins mediante una gran destreza y profesionalidad supieron camuflar perfectamente sus posiciones bajo la maleza y una lograda cobertura arbórea lo que dificultó a los artilleros alemanes localizar sus posiciones. Por ello, el posterior ataque de la infantería alemana se saldó con numerosas bajas, unos 34 muertos y 80 heridos alemanes. Los franceses se habían atrincherado en la zona de la cima que los alemanes habían bautizado como Ringburg. A raíz de este nuevo fracaso el mando alemán decidió destinar tropas profesionales para proseguir la ofensiva. Se destinó al 14º de los Jägers para la misión.
El 19 de enero con los alemanes rodeando la cima, el 25º regimiento renano consigue conquistar Hirtzstein. Se trata de una área rocosa situada en la ladera sud del mismo macizo del HWK y situada a unos 570 metros de altura desde la cual podía iniciarse cualquier ataque hacia la cima. En el avance desde el sur hacia posiciones francesas, el 25º renano logró hacer prisioneros a unos 40 chasseurs. Desde la vertiente occidental, los chasseurs intentaron romper el cerco y relevar a sus compañeros exhaustos sin mucho éxito. Casi en la cima, en el mismo momento, tropas de los regimientos 123º y 129º de la Landwehr juntamente con tropas del 14º Großherzoglich-Mecklemburgische Jägerbataillon (cazadores alpinos) y soldados del regimiento 42º de caballería retomaron el ataque desde el este de la cima. A pesar de los enconados ataques, el resto de los Chasseurs aguantaron en sus posiciones. Los alemanes lanzaron varios ataques pero la posición francesa consiguió resistir aparte de las bajas. Se añadieron al ataque tropas del 84º Nordschleswig, del 1º de infantería de Turíngia y del 89º de los Schweriner Grenadiere pero aún así no consiguieron desalojar las tropas francesas.
Dos días después, el 21 de enero de 1915 tuvieron lugar los combates más duros y sangrientos. Los franceses decidieron pasar a la ofensiva con los regimientos 18º, 27º y 53 de los BCA. Sin embargo, en los combates entraron en acción varias compañías de Pionere alemanes que con la ayuda de Minnenwerfer (Lanzaminas) lograron poner en serios apuros a las tropas francesas que estaban el Silberloch plateau. Después de una fiera resistencia, las tropas francesas decidieron rendirse. Debido al extremo coraje y valor que éstos demostraron en combate, los soldados alemanes fueron saludando uno a uno a sus prisioneros (127 Chasseurs y 3 oficiales).
Después de los combates del día 21, toda la cima del Hartmannsweilerkopf volvía a estar en manos alemanas.
En apenas un mes de combates se contabilizaron más de mil bajas entre los dos contendientes, pero esto era sólo el principio. El telón había caido después del primer acto, pero la función iba a durar toda la guerra. Para ello, ambos enemigos se prepararon para seguir la lucha: construyeron refugios, habilitaron depósitos para municiones y hospitales de campaña en plena montaña. Tanto los franceses como los alemanes construyeron recios refugios en las zonas que ocupaban, los franceses en Silberloch plateau y los alemanes en la cima y la vertiente oriental. Los alemanes construyeron una red de trincheras y refugios con hormigón que todavía hoy pueden ser visitadas y que resultan ser uno de los vestigios de la Primera Guerra Mundial que se encuentran en mejor estado de conservación. Los alemanes, incluso, construyeron un sistema de vagonetas para poder transportar las provisiones hasta la cima. Del número de trabajadores que participaron en la construcción de los refugios, así como de los recursos utilizados por los alemanes se desprende que la importancia del HWK era vital para el desarrollo de la guerra en Alsacia y los Vosgos.
Hasta casi un mes después del cese de hostilidades en el HWK no volvieron a reanudarse los combates. El 27 de febrero los BCA 7, 13 y 53 atacaron la posición alemana del Jäggertanne (el abeto del cazador) después de un breve bombardeo artillero. Debido a la fortaleza del ataque francés, los alemanes tuvieron que fortalecer la línea del frente con unidades del 161º renano, tropas del regimiento Mannheim de los Landsturm y de los Ulanos reconvertidos del 11º que rechazaron finalmente el ataque.
Durante casi tres meses, los franceses estuvieron lanzando incisivos ataques. El 27 de febrero y el 5 de marzo, unidades alemanas intentan limpiar completamente las vertientes del HWK de tropas francesas pero no logran su objetivo. Entre tanto, las bajas van aumentando de una forma escalofriante. La defensa francesa es casi numantina. El 7 de marzo, el exhausto 13º regimiento de los chasseurs fue relevado de su puesto por el 152º. Pero el 152º no se quedó a la defensiva. El día 23 de marzo y después de más de cuatro horas de bombardeo artillero, los franceses -con enormes bajas- consiguen situarse a menos de 150 metros de la cima y de las posiciones alemanas más elevadas. El mismo día, el 75º y el 25º regimientos alemanes contraatacan ferozmente pero no logran desalojar a los chasseurs. Tres días después, el 26 de marzo, los chasseurs del 152º reforzados con elementos del 7º, 13º, 15º, 27º y 28º de los chasseurs y después de un prolongado bombardeo atacan las posiciones del 25º renano. Los chasseurs las superan y prosiguen su ataque en dirección a la vertiente este, sobrepasan la cima y bajan por la Serpentinenstrasse arrollando a las unidades alemanas que no pudieron sostener el ataque hasta llegar al saliente más bajo de la cara oriental del HWK.

Bibliografía y fuentes:
- Monografía imprescindible: Tombi, H. P. Der Hartmannsweilerkopf von der Krypta bis zum Jägerdenkmal: Ein militärhistorischer Reiseführer.
- El mejor site: http://www.hartmannsweilerkopf.de/
- Para imágenes de calidad: http://www.westernfrontphotography.com/

Continua en: Hartmannsweilerkopf o "Le Vieil Armand", la guerra en los Vosgos

lunes, 18 de agosto de 2008

The famous 4 days retreat from Mons de Fortunino Matania


La famosa retirada de los cuatro días de Mons o de cómo los heridos ayudaron a los heridos entre Le Cateau y Landrecies. Dibujo de Fortunino Matania publicado en 1916 para The Sphere.
El dramatismo, la épica, el valor, la camaradería y el coraje son los ingredientes con los que Matania describe perfectamente al público inglés la batalla de Le Cateau, que permanecerá como uno de los episodios más honrosos de la historia militar británica, muy a pesar de los resultados reales. La composición del cuadro muestra a un pequeño grupo de soldados británicos y escoceses, algunos de ellos gravemente heridos, que se retiran de forma trágica debido al empuje alemán. Las caras y gestos de sufrimiento se alternan con muestras de serenidad y camaradería donde los ilesos o menos heridos ayudan a los que están gravemente heridos. El pathos de la escena se combina perfectamente con una enorme y profusión de detalles. Se cree que Matania no estuvo en ningún momento en este trance del ejército británico y parece que el cuadro y la situación real está muy teatralizada, pero el nivel de realismo que emana le otorga un alto grado de épica que es lo acababa llegando a la población civil.
No cabe duda de que Fortunino Matania es un de los artistas que mejor dibujaron la guerra y lo que representó.

domingo, 22 de junio de 2008

La Batalla de Mons (III)

Viene de: La Batalla de Mons (II)


La lucha continuó por la tarde. Los alemanes decidieron atacar el punto más vulnerable del frente británico, el flanco del Saliente. A las dos de la tarde, baterías alemanas emplazadas en la loma de Haulchin, a unos cuatro kilómetros al este de Mons, entre Binche y Bray comenzaron a castigar a la 3ª brigada. Al poco se advirtió la presencia de tropas de caballería alemana por el sector de Bray a St. Symphorien. Aunque baterías británicas se encargaron de dispersarlas el contrafuego alemán localizó la artillería británica castigándola duramente. La 3ª division británica de Hamilton estaba recibiendo un duro castigo artillero. Haig decidió enviar tropas en ayuda de la 3ª de Hamilton, a la loma 93, para aliviarles la presión. A pesar de los preocupantes informes del flanco este, el mayor peligro estaba en el saliente de Mons.
Ya en retirada, cerca de Frameries, la falta de explosivos evitó que fuesen volados dos de los tres puentes que cruzaban el canal. Los alemanes los cruzaron poniendo en serios apuros a los Scots fusiliers en franca retirada.
En la zona del "saliente del canal", unidades alemanas - en formación abierta - consiguieron cruzar el canal al oeste de Obourg alcanzando la estación de ferrocarril. Esto complicó la situación de los Middlesex y los Royal Irish. La retirada de ambas unidades se hizo imprescindible ya que la artillería situada en las cotas elevadas al norte del canal y las patrullas de hostigamiento desde el sector de Mons les estaban ocasionando muchos problemas y cuantiosas bajas. Sobre las tres de la tarde iniciaron la retirada. Un poco antes, sobre las dos y media, los Royal Fusiliers –según órdenes del general de brigada Shaw- se retiraron de Nimy a Ciply, con apenas un centenar de bajas. Durante esta retirada tuvo lugar la heroica hazaña del teniente Dease y el soldado Godley al resistir el ataque de tropas alemanas con sólo una ametralladora y cubriendo la retirada de sus compañeros. Por este acto recibieron la Victoria Cross. Dease murió y Godley fue hecho prisionero. En su retirada los Lincolnshire colocaron barricadas en las tres vías que conducían a Mons. Los Royal Fusiliers no fueron perseguidos por los alemanes muy de cerca. Cuando los alemanes decidieron dirigirse a Mons fueron rechazados por la resistencia de los Lincolnshire y por la batería 109ª.
La proximidad del enemigo obligó a los británicos a volar los puentes al oeste del saliente. Pero de los tres puentes sólo uno fue volado. Al caer prisionero un oficial del regimiento de ingenieros en el puente de Nimy, las tareas de instalación de las cargas explosivos se hizo con la ayuda de francotiradores. La descoordinación y la proximidad del enemigo provocaron que o bien no se recibiesen las órdenes de retirada o bien se recibiesen órdenes de resistir hasta el último hombre.
El caos imperante en el movimiento de las tropas británicas provocó que una gran mayoría de éstas fuesen rodeadas por las tropas alemanas en el llamado saliente del canal, entre Nimy y a lo largo de la carretera que llevaba a la ciudad. A pesar de los esfuerzos que se realizaron para coordinar una retirada ordenada hacia una línea de defensa planificada, no hubo un movimiento uniforme desde las posiciones del canal, y las unidades del ejército británico comenzaron a mezclarse entre ellas, y lo peor: el mando tuvieron que asumirlo en algunos casos los suboficiales. En este punto, la historia oficial reconoce que el movimiento de repliegue o retirada no fue en absoluto ni ordenado, ni eficaz.
Los alemanes, por su parte, no acabaron de aprovechar la situación de caos en las filas británicas al anochecer. Incluso llegaron órdenes de alto el fuego.
El total de bajas de este primer enfrentamiento entre tropas británicas y alemanas en Mons fue de unas 1.600 en las filas británicas entre muertos, heridos y desaparecidos. Prácticamente la mitad de éstas fueron de dos batallones, unas 400 del 4º de los Middlesex y 300 del 2º de los Royal Irish ambas de la 8ª brigada que estaba en el saliente del canal. Pero lo peor estaba aún por venir. Llegaron noticias alarmantes: se verificó la retirada del Vº ejército francés de Lanzerac, sin que éste advirtiese a French de que le descubría totalmente su flanco izquierdo y dejaba a las tropas británicas en una situación muy comprometida, pues los pasos del Sambre quedaban sin defensa alguna. Finalmente, Joffre advirtió a French de los movimientos de Lanzerac.
Sir John French decidió que la única posibilidad de recuperar la línea y cerrar el vació existente entre las tropas de la BEF y las francesas era una retirada en dirección a Cambrai para reestablecer el contacto con los franceses en su flanco derecho. Cuatro cuerpos de ejército alemanes se aproximaban a marchas forzadas hacia las posiciones británicas.
Mons es un episodio histórico pero como la mayoría prismático por las conclusiones que ofrece. Algunas fuentes, siempre británicas, hablan de 5.000 bajas alemanas. Sin embargo, según la perspectiva del analista o especialista, la batalla de Mons ofrece diferentes versiones. Otras lecturas que ofrece Mons exponen que los alemanes comprobaron el potencial británico y las posibilidades de que éstos pudiesen retrasar y entorpecer su avance hacia territorio francés. Otros opinan que el Ir Ejército alemán no supo aprovechar su clara ventaja frente a un enemigo inferior en número y en potencia artillera.
Sir John French consideró que era preciso escapar para salvar el resto de su ejército. Ordenó retirada hacia la posición de Valenciennes-Maubege, sus órdenes eran que el Ir Cuerpo de Haig cubriese la retirada de IIº de Smith-Dorrien que se atrincheraría en el sector de Dour.
La Batalla de Mons mostró cuan efectivo podía ser un ejército bien entrenado, cuan mortífero podía ser el fuego de fusilería británico contra un ejército superior en número y en piezas de artillería. Pero las fuerzas expedicionarias británicas y su mando se percataron pronto de que sus flancos estaban al aire y que antes de caer en un embolsamiento era preciso retirarse. La retirada continuó hasta el sur del rio Marne en la que sería denominada The Great Retreat o la Retirada de Mons.

Continua: The Great Retreat o la Retirada de Mons

domingo, 15 de junio de 2008

La Batalla de Mons (II)

Viene de: La Batalla de Mons (I)
Al alba del 23 de agosto de 1914, Sir John French reunió en su cuartel general de Sars-la-Bruyère a los generales Haig, Smith-Dorrien y Allenby con el propósito de preparar el enfrentamiento con las tropas alemanas. En primera instancia, les ordenó que enviasen órdenes para reforzar la línea defensiva que iba a lo largo del canal Mons-Condé y que los puentes que lo cruzaban estuviesen listos para ser volados en caso que el enemigo los tomase. Sin embargo, la desinformación imperante en el estado mayor británico provocó que –según algunas fuentes- Sir John French ordenase o sugiriese que las tropas estuviesen prestas para un ataque enemigo y que en todo caso, si se daban las condiciones favorables, se preparasen para avanzar en toda la línea. Pero una vez comprobado el potencial enemigo, de forma unánime se convino que la situación de las tropas británicas no era nada favorable para este último supuesto ya que la línea defensiva formaba un saliente en el que el enemigo podía atacar desde tres frentes.


Otro de los hándicaps a los que tenían que hacer frente las tropas expedicionarias británicas era el terreno, sobretodo la zona donde se hallaba situada la 5a división. Se trataba de una zona de difícil acceso, con pronunciadas laderas que llevaban a las orillas del canal, acequias, pequeños montículos de ruinas y escombros junto con restos industriales.
La mañana del domingo 23 de agosto amaneció con una leve llovizna acompañada de una ténue neblina. Pero al poco, sobre las diez, escampó.
Cerca de Obourg, Nimy y Pommeroeul hubo intercambio de disparos entre la caballería germana y la infantería británica. A pesar de estas escaramuzas, los mandos británicos no tenían ninguna duda: el grueso del ataque alemán se concentraría en el flanco izquierdo de la línea, la que iba paralela al canal. El II Cuerpo de Smith-Dorrien tendría que hacer frente al ataque de seis divisiones de infantería alemanas y una división de caballería.
El avance en filas cerradas y ordenadas de la infantería alemana en el centro del ataque mostró que el Alto mando alemán no conocía tampoco el número de tropas a las que se enfrentaba ya que apenas esperaba oposición. El certero y contínuo fuego de fusilería británico en estos primeros avances causó una gran mortaldad entre las filas alemanas.
Sobre las nueve de la mañana, la artillería alemana situada en las lomas al norte del canal abrió fuego sobre las posiciones del 4º de los Royal Fusiliers y del 4º de los Middlesex. El fuego artillero germano fue el preludio del ataque de la infantería alemana por el flanco derecho de la línea. Unidades del IX Korps marcharon hacia el saliente creado por las líneas británicas, centrándose en la zona que iba de Obourg a Nimy. La primera unidad alemana en arremeter contra las posiciones inglesas en Nimy fue el 84º regimiento. El avance en cerradas líneas de ataque hizo que las bajas alemanas fuesen muy cuantiosas. Igualmente, la efectiva técnica de fusilería británica (unos quince disparos por minuto) hizo creer a los soldados y a los mandos alemanes que el ejército británico contaba con muchas más ametralladoras de las que tenían en realidad A las diez de la mañana, ante el fuerte empuje, una sección de ametralladoras del de los Royal Irish se unió a los Middlesex para frenar a los alemanes.
Los ataques en formación cerrada alemanes dieron paso al intento de avanzar en pequeños grupos bajo la frondosa cobertura de los bosques cercanos a las posiciones británicas. A medida que avanzaba el día, los combates se intensificaron en dureza y se amplió el sector de ataque.
A pesar de la intensidad de los combates, las tropas situadas en el "saliente del canal" recibieron órdenes expresas de mantener las posiciones hasta el límite. Pero sólo las pudieron mantener hasta las 11 h. de la mañana. En este sector del frente, sin la protección del canal y en forma de saliente, los alemanes atacaron con una división entera. Los defensores británicos eran dos batallones. Los alemanes consiguieron ligeros avances pero a un coste muy elevado en vidas.
Un oficial alemán describió así la situación de la BEF: "Están [...] bien atrincherados, ocultos, el enemigo dispara un endiablado y mortífero fuego ... nuestras bajas augmentan, las oleadas cesan hasta que el ataque se para. Con graves pérdidas el ataque se dio por finalizado".
La batalla de Mons fue generosa en actos heroicos: cerca de Nimy, el soldado alemán A. Niemeyer realizó una hazaña al lanzarse al agua bajo intenso fuego enemigo para reabrir el mecanismo de un puente levadizo para que las tropas germanas lo cruzasen. Niemayer pagó con su vida la heroicidad. El frente de ataque se amplia.
Sobre las 11 de la mañana, el IIº Cuerpo británico de Smith-Dorrien entró en acción en Jemappes, a unos tres kilómetros de Mons. Los primeros obuses alemanes cayeron detrás de la posición de los Scots Fusiliers. La línea que formaba el IIº Cuerpo era tan fina que parecía una cadena de pequeños grupos de soldados. En vista de la fragilidad de la línea se ordenó realizar tareas de atrincheramiento en la retaguardia del saliente y detrás del canal, en un segmento que iba de Frameries a Dour.
Los Scots Fusiliers, debido al número y la fuerza del empuje germano, fueron retirados de posiciones de vanguardia con lo que las tropas germanas avanzaron hasta doscientos metros del puente de la esclusa 2. Allí fueron frenados por el intenso fuego británico.
A unos cientos de metros de Jemappes, en la zona del llamado puente de Mariette, el 5º de los Fusiliers de la 9º brigada logró frenar el avance alemán. Desde la parte norte del puente, lograron resistir ... hasta que la artillería alemana les hizo recular y cruzar el puente en dirección sur. Apostados y protegidos lograron evitar que los alemanes cruzasen el puente.
Más al oeste, en el sector de Tertre una densa alambrada de espino, los diques y el fuego cruzado de los West Kents y los Scottish borderers de la 13ª brigada desde las orillas del canal frenaron el avance de los Brandenburger grenadiers de la 5ª división alemana. Finalmente, con la ayuda de la artillería de campo, los alemanes lograron abrirse camino. Los inglese tuvieron que retirarse en este punto.
La defensa del puente de St. Ghislain por fuerzas de los West Kent, las ametralladoras de los King’s Own Yorkshire Light Infantry (KOYLI’s) y media compañía de los King’s Own Scottish Borderers fue tenaz. El grueso del ataque se trasladó unos cientos metros más al oeste, en el puente de Les Herbieres, pero el 52º también con gran pericia logró frenarlos.
Los alemanes, desde las once de la mañana hasta poco antes de las dos de la tarde habían intentado romper la línea al este de Mons sin mucho éxito y con grandes bajas. La lucha continuó por la tarde.

Continua en: La Batalla de Mons (III)

lunes, 9 de junio de 2008

La Batalla de Mons (I)

La batalla de Mons fue el primer choque armado de la Primera Guerra Mundial entre las Fuerzas Expedicionarias Británicas (BEF) y el Ejército imperial alemán. Mons forma parte juntamente con Charleroi, el Sambre e incluso la posterior batalla de Le Cateau de los enfrentamientos bélicos que han recibido el nombre de las Batallas de Fronteras en los prolegómenos de la Gran Guerra.
La batalla de Mons no fue un hecho aislado, sino que marcó el inicio de lo que lo se denominó – ya en su momento – como The Great Retreat (La Gran Retirada). Algunos especialistas o analistas prefieren denominar o hablar de este movimiento como de estabilización del frente, aún así sin eufemismos y con la realidad de los hechos, el ejército británico comenzó un repliegue prolongado en toda la línea para hacer frente al ejército alemán, alinearse junto al Vº ejército francés en retirada y evitar sobretodo el ser rodeados por el ejército alemán y aniquilados. Mons marcó el punto de arranque de un repliegue que no finalizaría hasta después de más de una semana de una durísima y accidentada retirada en la que volverían a tener lugar enfrentamientos armados de mayor importancia que el de Mons, como fue la batalla de Le Cateau.
La importancia de Mons en términos militares, estratégicos y tácticos es ciertamente escasa. Sin embargo, dependiendo de la óptica o escuela a la que se pertenezca siempre habrá quien quiera verla o bien como una defensa honrosa y heroica, un éxito táctico de las tropas británicas o bien como un paseo militar alemán. No cabe duda, que no fue ni una cosa ni la otra.
Si bien el Ir Ejército alemán de von Kluck tenía en su mano el haber aplastado a las fuerzas británicas - la desproporción entre ambas era importante en cuanto a número de efectivos y potencia artillera - sí que es destacable que las tropas británicas al mando de Sir John French lograron por un breve intervalo de tiempo resistir al hasta ahora imparable avance alemán.
Dos factores, incluso tres, concurrieron para que esto fuese posible. Por un lado, las tropas británicas formaban un experimentado y profesional ejército que se caracterizaba por su movilidad y versatilidad en combate, así como por un potente fuego de fusilería. Otro factor que explica la enconada defensa fue la naturaleza del campo de batalla. Ésta, se libró en el marco de un canal y los accesos (puentes) para cruzarlo, amén de un posible rodeo. De esta forma, la dura y persistente resistencia de la infantería británica entorno a los puentes fue la que más demoró y frenó el avance alemán. Un factor clave y determinante, como sorpresivo, fue el alto el fuego que ordenó el Alto mando alemán después de constatar la retirada de las fuerzas británicas. En este punto, los especialistas sí que han logrado una unanimidad al afirmar que de no haber cesado el fuego el resultado con seguridad hubiese sido otro. Pero esto último queda para el desarollo de las tesis ucrónicas sobre la Primera Guerra Mundial.

Para observar con más mayor perspectiva lo sucedido en Mons el dia 23 de agosto de 1914 es necesario estudiar con mayor detenimiento los hechos:

El ejército alemán entró en Luxemburgo el 2 de agosto de 1914, penetrando en Bélgica, cerca de Lieja, al día siguiente. El gobierno británico declaró la guerra a Alemania el día 4 de agosto de 1914.
Diez días después, el 14 de agosto de 1914 las fuerzas expedicionarias británicas formadas por dos cuerpos de ejércitos (el Iº comprendía las divisiones 1a y 2a y el IIº la 3º y 5º división), una división de caballería, la 5ª brigada de caballería y la 19ª brigada de infantería desembarcaron en territorio francés con el objeto de reunirse con el Vº ejército francés al mando del general Lanzerac, cerca de Charleroi en el Sambre, para hacer frente al ejército alemán. Sin embargo, antes de que ambos ejércitos estableciesen contacto, la caballería británica advirtió la presencia de tropas alemanas en Soignies el dia 22. Éstas informaciones fueron corroboradas por el servicio de observación aéreo que confirmó el movimiento de un importante contingente de tropas alemanas. Se trataba del Ir Ejército alemán bajo el mando del general von Kluck que se desplazaba hacia el sector de Mons empujando a su vez los restos del ejército belga derrotado. El ejército alemán de desplazaba en masa hacia el oeste, siguiendo el movimiento envolvente que figuraba en el Plan Schlieffen, por el cual el ala derecha del ejército imperial alemán debía rodear la capital francesa por el sur para luego cerrar la bolsa encaminándose hacia el este. Con objeto de realizar esta compleja maniobra, el ala derecha alemana fue reforzada de forma sobresaliente. Aunque los especialistas planteen sus dudas sobre las posibilidades reales de que esta maniobra envolvente triunfase.

El Alto mando británico, según algunas fuentes, obvió las advertencias de los servicios de la inteligencia militar en que le advertían del peligro de encarar al ejército alemán con las tropas disponibles. Así, el mismo día 22 la BEF se situó en el extremo izquierdo de la línea aliada, cerca de la localidad de Mons. Mons era el epicentro de una zona dedicada primordialmente a la mineria y a la industria pesada. El paisaje lo formaba un terreno coronado por pequeñas colinas y cruzado por numerosos canales, vías férreas y carreteras.


French ordenó a sus cinco divisiones que estableciesen posiciones defensivas a lo largo de unos treinta kilómetros del canal Mons-Condé, justo en el flanco izquierdo del Vº ejército francés. El IIº Cuerpo de Smith-Dorrien con aproximadamente 36.000 efectivos recibió la difícil misión de defender una posición de más de treinta kilómetros de largo, entre el puente en Le Petit Crépin (este) y el puente en Obourg (oeste). A la derecha de Smith-Dorrien, mirando hacia el este estaba situado el Ir Cuerpo de Haig en una posición muy dificilmente defendible debido a su forma de cuña. Aún así, French contaba con poder resistir el empuje alemán con la fuerzas francesas en su flanco este. Pero, el aliado francés pronto inició una retirada estratégica lo que dejaba a French y su BEF sin cobertura por su flanco derecho, y lo peor superado en gran número por el ejército alemán en caso de enfrentamiento: unas 70.000 tropas británicas contra 160.000 alemanas, y 300 piezas de artillería contra 600 alemanas.

Continua en: La Batalla de Mons (II)