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domingo, 1 de febrero de 2009

"Boche"



La Gran Guerra ha generado una vasta e impresionante literatura sobre multitud de temas y disciplinas. Cientos de estudiosos han trabajado sobre las numerosas y variadas facetas sin dejar resquicio o detalle del conflicto por estudiar. De entre estos pequeños universos sobresale el argot o lenguaje utilizado específicamente por el soldado raso. Este argot destaca especialmente en el caso francés, donde con el paso de los años y la guerra, junto con un rico sustrato literario se creó todo un corpus coherente que describía perfectamente el universo de la guerra y la dura vida castrense. La importancia o relevancia social de un lenguaje o idioma nuevo radica en la aceptación y uso del mismo. En este caso, el argot del poilu fue todo un triunfo. De él surgieron términos y vocablos que saltaron la trinchera y se instalaron en las calles de la Francia en guerra, y al contrario, palabras o conceptos procedentes de la literatura francesa se hicieron un hueco en la soldadesca cuyo dominio del lenguaje culto era más bien limitado. Finalizado el conflicto, surgieron numerosas publicaciones y ediciones que exponían de forma académica los llamados diccionarios o argots del soldado. Una de las palabras o términos más usados a todos los niveles de la sociedad francesa, desde el soldado de primera línea hasta los políticos de primer nivel fue el de Boche. De forma general e inconfundible, Boche y sus derivados, Bochenie, Bocherie, Bochonnerie o Bocheton designaban al enemigo, al alemán y a todas las acciones que de él emanaban. Fiel a las raíces del término y a su generalizada aceptación, la palabra boche tiene un origen bastante definido, tanto en su adopción como en la difusión. Boche en francés significa asno. El asno es un animal de carga, especialmente sufrido y duro, pero de un estilismo nada acentuado comparado con su hermano de especie, el caballo. Sin embargo, un asno, en sentido figurado, describe e identifica a una persona ruda y de poco entendimiento - según el diccionario de la Real Academia Española. Las cosas comienzan a cuadrar ya que la cultura europea de raíz popular, basada en rancios tópicos y generalizaciones, identificaba a los alemanes como personas tozudas en extremo y faltas de imaginación, así como de obtusas. En esta apreciación primaba, además, la percepción francesa de tener unos vecinos faltos de educación, refinamiento y pomposidad; características éstas autodesignadas como propias y casi únicas en el continente europeo. Así pues, se podría datar este bautismo de postrevolucionario o de época napoleónica, cuando Francia marcaba los tiempos de la civilización en todos los sentidos, o casi.
Desde mediados del siglo XIX fueron numerosos los literatos y escritores franceses que identificaron a los alemanes o lo alemán de boche o de tête de boche. Verlaine, por ejemplo, habla de "Kant, Schopenhauer y otros boches". Zola, en su Assommoir (1877) describe a los obreros luxemburgueses de boches, en este caso por filiación germánica. Pero resulta claro que boche designaba cualquier cosa procedente de Alemania o de su cultura. Poco tardó, el término boche en situarse en primera línea del frente. Hay constancia de que el 69º de infantería parisien lo incorporó al poco de comenzar la guerra (23.8.1916) en su prontuario lexicográfico, y ahí, según Esnault -Le Poilu tel qu'il se parle - se expandió bien via prensa o via los enlaces militares por el resto de ejército. La palabra boche saltó la trinchera y se instaló en el frente y en el argot inglés. Éste, aparte de los autóctonos Fritz y Hun, adoptó boche, que luego cruzaría el Atlántico rumbo Estados Unidos de América. Quizás la de Boche fue la forma más comúnmente extendida para identificar peyorativamente a los alemanes y todo aquello relacionado con Alemania durante la Primera Guerra Mundial. Ésta nació de una deformada y tendenciosa analogía entre un terco animal, el asno, y de la famosa persistencia, voluntad y capacidad de trabajo alemana.
Fuente:
Esnault, Gaston. Le Poilu tel qu'il se parle. Paris : Bossard, 1919.
http://pagesperso-orange.fr/horstg/pages/lexique.htm#boche

viernes, 9 de mayo de 2008

Trincheras (II)

Viene de: Trinchera (I)

Vida cotidiana en la trinchera
La muerte se convirtió en el fiel compañero de trinchera, incluso cuando no se lanzaba o recibía ataque alguno. En sectores especialmente calientes, el intermitente fuego de artillería constituía un verdadero peligro, cobrándose numerosas victimas, bien porque quedaban sepultados bajo sus abrigos, bien porque eran alcanzados en alguno de los momentos en que se encontraban descansando desprevenidamente. Por este motivo, el despiste, se advertía a los novatos de no intentar echar un vistazo por encima del parapeto hacia la Tierra de nadie. A pesar de las continuas advertencias, muchos soldados murieron en su primer día de trinchera, a consecuencia de la mortífera puntería de los francotiradores enemigos. Se estima que más de un tercio de las bajas de los aliados en el frente occidental tuvo lugar en el interior de las trincheras. Pero el fuego enemigo no fue el único causante, las enfermedades también provocaron un gran número de bajas.

Ratas
Millones de ratas infestaron las trincheras. Había dos tipos de ratas, las de pelaje marrón y las negras. Éstas últimas eran especialmente temidas. Los cadáveres en putrefacción eran su principal alimento. Se cuenta que algunos ejemplares llegaron a alcanzar el tamaño de un gato. Los soldados, recelosos de las ratas en la oscuridad, temían que éstas se paseasen libremente por encima de sus caras o cuerpos, de ahí a que recurriesen a cualquier método para eliminarlas, bien por arma de fuego, a la bayoneta o golpeándolas hasta la muerte. No obstante, todo intento por erradicarlas fue inútil ya que una pareja de ratas podía producir hasta mil ejemplares en un año, con la consiguiente infección y contaminación que acarreaban. Curiosamente, algunos veteranos solían explicar que las ratas tenían un agudizado sentido del peligro, ya que cuando solían avecinarse violentos bombardeos las ratas desaparecían.

Piojos
Las ratas no fueron las únicas fuentes de infección e insalubridad en las trincheras. Los piojos, por ejemplo, fueron un problema inacabable, ya que encontraban un perfecto cobijo en los sucios uniformes de los soldados provocando en estos un interminable suplicio de picores y otras molestias. A pesar de que los uniformes se lavaban periódicamente, las larvas o huevos de los piojos permanecían a salvo en las costuras de las guerreras, y así, en pocas horas el suplicio volvía a comenzar para el soldado. El piojo provocaba lo que se dio en llamar la fiebre de trinchera, una enfermedad especialmente dolorosa que se iniciaba con grandes dolores seguidos de una alta fiebre. La recuperación acostumbraba a prolongarse más allá de los tres meses. Paradójicamente, no se descubrió que el piojo era el causante de la fiebre de trinchera hasta 1918.
Por otro lado, la humedad y la acumulación de agua en los cráteres y trincheras favorecían la proliferación de ranas, babosas y cucarachas. El llamado Pie de trinchera fue otras de las peculiares enfermedades de la vida de trinchera. Se trataba de una enfermedad fúngica localizada en los pies que era causada por el frio y por la endémica y omnipresente humedad de las trincheras. En casos extremos podía llegar a la gangrena y a la amputación.

El ciclo de trinchera
Generalmente, la rutina de trinchera consistía en cuatro días en la trinchera de fuego – la del frente -, luego cuatro días más en las trincheras de reserva y finalmente cuatro de descanso, aunque este modelo variaba enormemente, dependiendo sobretodo de las condiciones, tanto meteorológicas como de disponibilidad de relevos para la rotación de las unidades. No obstante, las tropas en reserva tenían que estar prestas para cualquier orden de incorporación inmediata a la línea de fuego. Solían emplazarse en las trincheras de reserva, que habían sido creadas para poder acudir al frente rápidamente en caso de ataque o de cualquier otra eventualidad. Las tropas de reserva también se situaban en refugios, pueblos o villorrios en ruinas o en los bosques cercanos al frente. Incluso cuando las tropas estaban de descanso podían ser enviadas a la línea del frente para realizar algunas corveas o tareas de acondicionamiento. Algunas unidades podían pasarse en las trincheras de primera línea más tiempo del habitual, sobretodo si estaban en los llamados sectores calientes. Según cálculos, siempre aproximados, un soldado podía esperar prácticamente un año antes de pasar más de 70 días en las trincheras del frente, con 30 días en las trincheras de soporte o auxiliares. El cómputo seguía con 120 días en un estado de reserva. Los días de permiso al año podían llegar a unas dos semanas.

Continua en: Trinchera (III)

miércoles, 30 de abril de 2008

Trincheras (I)


Translatium
En algunas etimologías, el vocablo en castellano Trinchera proviene, como lengua románica, del latín. En este caso, los especialistas creen que se formó por la unión en vernácula de las palabras latinas, castra aggere cingere. Su significado nos aclara que se trataba de rodear mediante una zanja labrada en la tierra un espacio previamente fortificado, los llamados castrum. Así, trinchera como adaptación del latín vulgar venía a significar una zanja hecha en la tierra que tenía como objetivo defender una posición o un campamento militar.
Véase la traducción en otras lenguas: (Trench) inglés, (Tranchée) francés, (Schützengraben) alemán, (траншея) ruso, (Trincea) italiano, (Trinxera) catalán, (Trincheira) portugués, (Sleuf) holandés, (海沟) chino, (トレンチ) japonés y (الخندق) árabe.
En el caso de la lengua alemana, el vocablo que designa lo que entendemos por trinchera se forma por la unión de dos términos, por una parte Schütz que significa protección, refugio y de la otra la palabra Graben, que significa zanja, o incluso tumba. Así se comprueba que Schützgraben designa aquellas zanjas en la tierra que tienen como misión la protección y el refugio.

Definición
A) Excavación larga y más o menos estrecha, donde la tierra extraída se utiliza para levantar un parapeto, que sirve para proteger a los soldados contra el fuego enemigo.
B) Zanja defensiva que permite disparar a cubierto del enemigo.
C) Zanja cavada por los soldados con la finalidad de protegerse del fuego enemigo, formando parte, a menudo, de un sistema conectado a otras, formando una línea de frente. Trincheras es el término usado para los campos de batalla del norte de Francia y Bélgica durante la Primera Guerra Mundial.

Antecedentes
Aunque la guerra de trincheras es tan antigua como la guerra misma, éste tipo de estrategia tuvo mayor importancia cuando irrumpieron las revolucionarias armas de fuego. La idea de cavar zanjas en el suelo para ofrecer cierta protección de la potente y mortífera artillería enemiga y de las armas de fuego de la infantería no fue una idea nueva de la Primera Guerra Mundial. Uno de los primeros momentos de la historia militar en que la guerra de trincheras tuvo mayor importancia fue durante las llamadas guerras napoleónicas de principios de siglo XIX. Antes de este momento, las batallas –por norma general- las llevaban a cabo ejércitos limitados en número, hecho que permitía una mayor movilidad de tropas y de movimientos envolventes en la estrategia militar. Pero a medida, que la guerra implicaba a mayor número de efectivos, la maniobrabilidad de éstos se complicaba así como la comunicación de movimientos o estrategias. Así por ejemplo, una de las primeras y significativas construcciones atrincheradas de la historia son las de la Línea de Torres Vedras (1810) llevada cabo por las tropas portuguesas bajo la supervisión de los ingenieros del ejército británico durante las guerras napoleónicas en la Península ibérica. Después de las guerras napoleónicas y antes de la Primera Guerra Mundial, los siguientes enfrentamientos bélicos en los que se optó por este tipo de sistema defensivo fue la Guerra de Secesión norteamericana y la Guerra rusojaponesa.

La guerra de trincheras en la Primera Guerra Mundial
Método de lucha consistente en largas y estrechas zanjas en las cuales las tropas permanecían acantonadas refugiándose de la potencia del fuego enemigo. Al comienzo de la Primera Guerra Mundial, la creencia que la victoria se produciría mediante cargas masivas de la infantería dominaba el pensamiento militar del momento a pesar de la aparición y introducción de armas de fuego más ligeras y rápidas y sobretodo de una artillería más potente y móvil. Pero la cruda realidad superó las previsiones de los más optimistas y después de la primera batalla del Marne, septiembre de 1914, el estancamiento del frente obligó a cavar miles de kilómetros de trincheras paralelas a la línea del frente occidental, conectadas por laberínticos sistemas de trincheras de comunicaciones y protegidas por densas alambradas de espino. Con este sistema de fortificaciones en forma de trincheras, del Mar del Norte a Suiza, apareció un nuevo escenario bélico. Para romper esta nueva situación y determinar el giro de la guerra se introdujeron nuevos ingenios militares, incluyendo las granadas de mano, el gas venenoso, morteros de trinchera, cortinas y barreras de fuego artillero y lanzallamas entre otros. Como consecuencia, las bajas fueron enormes después de cada intento de la infantería por tomarlas. No fue hasta 1918 que una primigenia versión de lo que sería el tanque (inventado en 1915) logró hacer posible avance a través de las trincheras. Así, el periodo comprendido entre septiembre de 1914 y agosto de 1918 fue una guerra de atrincheramiento. El primer pensamiento que acude a la mente de aquellas personas que piensan en la Primera Guerra Mundial es la vida y la muerte en las trincheras y sobretodo las condiciones infrahumanas en las que vivieron y murieron millones soldados. Sin embargo, la realidad es que la proporción de soldados que acabó sirviendo en ellas es menor de la que cabríamos esperar. Aún así, los relatos, testimonios o diarios de los que vivieron en ellas es suficientemente terrible como para hacernos una idea de lo que significó la Primera Guerra Mundial.
Las trincheras, como puestos avanzados, eran las líneas del frente, el lugar más peligroso. Pero tras ellas existía un enorme tejido de líneas de aprovisionamiento, campos de entrenamiento, almacenes, depósitos de municiones y víveres, cuarteles generales y el resto de elementos que formaban la estructura militar de los ejércitos en la Primera Guerra Mundial, a la que la mayoría de los soldados dedicaban sus quehaceres.
Las trincheras eran el dominio de la infantería. Ésta contaba con el apoyo de los morteros de trinchera, las ametralladoras, los cuerpos de ingenieros y las avanzadillas de los observadores artilleros.

Sistema de trincheras en el Frente occidental
Los ejércitos en contienda de 1914 inicialmente plantearon una guerra de movimiento, y las trincheras realizadas fueron concebidas como una cobertura temporal. Pero de la batalla del Aisne en adelante, ambos ejércitos tuvieron que excavar trincheras, defenderse y mantener las posiciones sobre el terreno en el que estaban. Los sucesivos intentos de flanquear o rodear el sistema de trincheras enemigo acabaron a finales de noviembre de 1914. En ese momento, en un frente de unos 750 kilómetros, del Mar del Norte a Suiza y sin solución de continuidad había un complejo sistema de trincheras que formaba la línea del frente.
La finalidad de las trincheras era proteger a los soldados de los tiros horizontales y de la visión enemiga. Se trataba de zanjas cavadas en la tierra, en forma de zig-zag o almenada para evitar el tiro de enfilada. Entre los elementos que conformaban las trincheras estaban unos pequeños refugios denominados abrigos, puestos de guardia y de primeros auxilios y también nidos de ametralladoras excavadas también en la tierra.
La protección que ofrecían las trincheras era relativa debido sobretodo al uso e invención de balones y aviones de observaciones juntamente con obuses de shrapnels y el empleo de armas químicas producidas industrialmente a gran escala durante el periodo 1914-1918.
Del lado enemigo, una inextricable red de alambradas de espino y otros obstáculos convertían la toma de las trincheras en una odisea casi imposible, por eso las compañías de zapadores de ambos ejércitos se dedicaban a cavar túneles bajo las trincheras con el objeto de volarlas con enormes cantidades de explosivos. Si la distancia existente entre trincheras era mínima podía suceder que se cruzasen túneles en sentidos contrarios, y que la compañía más diligente y rápida ganase la partida convirtiéndose en un juego macabro, como fue el caso de la batalla de Messines de 1917.
Los enormes cráteres resultantes todavía se pueden contemplar en algunos puntos de lo que fue el frente occidental durante la Primera Guerra Mundial.
Por todas estas razones, y sobretodo a causa del omnipresente barro, las ratas, los piojos, la proximidad y a veces la convivencia con cadáveres en putrefacción, la vida en las trincheras en la Primera Guerra Mundial fue una experiencia terrible, siendo el origen, en muchos casos, de profundas secuelas psicológicas en los combatientes de la Gran Guerra.

Continua en: Trincheras (II)