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miércoles, 21 de marzo de 2012

Llegaste a tiempo

Debí haberte encontrado diez años antes o diez años después. Pero llegaste a tiempo.
Antes, me hubiera gustado conocerte con libertad, sin restricciones.
Sin limites ni complejos.
Despues, con calma y serenidad,
Con paciencia y el tiempo que me permite la experiencia.
Te conocí a tiempo, a tiempo de encontrarte,
Para saber que existías, para llenar mis ojos y mi boca de tu sabor.
Para encontrarnos en el mismo tiempo y espacio.
Para disfrutarte y que me disfrutes,
Para tocarte y que me toques.
Para que supieras que yo estaba aquí para que me tomaras.
Y que me dejaras tomarte a ti
No fuiste antes ni después, fuiste a tiempo.
A tiempo para que me enamorara de ti.

miércoles, 14 de octubre de 2009

Ocurre que la realidad

Ocurre que la realidad es superior a los sueños. En vez de pedir "déjame soñar", se debería decir: "déjame mirar".

Juega uno a vivir.

A medianoche

A medianoche, a punto de terminar agosto, pienso con tristeza en las hojas que caen de los calendarios incesantemente. Me siento el árbol de los calendarios.

Cada día, hijo mío, que se va para siempre, me deja preguntándome: si es huérfano el que pierde un padre, si es viudo el que ha perdido la esposa, ¿cómo se llama el que pierde un hijo?, ¿cómo, el que pierde el tiempo? Y si yo mismo soy el tiempo, ¿cómo he de llamarme, si me pierdo a mí mismo?

El día y la noche, no el lunes ni el martes, ni agosto ni septiembre; el día y la noche son la única medida de nuestra duración. Existir es durar, abrir los ojos y cerrarlos.

A estas horas, todas las noches, para siempre, yo soy el que ha perdido el día. (Aunque sienta que, igual que sube la fruta por las ramas del durazno, está subiendo, en el corazón de estas horas, el amanecer)

Te quiero a las diez de la mañana

Te quiero a las diez de la mañana, y a las once, y a las doce del día. Te quiero con toda mi alma y con todo mi cuerpo, a veces, en las tardes de lluvia. Pero a las dos de la tarde, o a las tres, cuando me pongo a pensar en nosotros dos, y tú piensas en la comida o en el trabajo diario, o en las diversiones que no tienes, me pongo a odiarte sordamente, con la mitad del odio que guardo para mí.

Luego vuelvo a quererte, cuando nos acostamos y siento que estás hecha para mí, que de algún modo me lo dicen tu rodilla y tu vientre, que mis manos me convencen de ello, y que no hay otro lugar en donde yo me venga, a donde yo vaya, mejor que tu cuerpo. Tú vienes toda entera a mi encuentro, y los dos desaparecemos un instante, nos metemos en la boca de Dios, hasta que yo te digo que tengo hambre o sueño.

Todos los días te quiero y te odio irremediablemente. Y hay días también, hay horas, en que no te conozco, en que me eres ajena como la mujer de otro. Me preocupan los hombres, me preocupo yo, me distraen mis penas. Es probable que no piense en ti durante mucho tiempo. Ya ves. ¿Quién podría quererte menos que yo, amor mío?

Soy mi cuerpo

Soy mi cuerpo. Y mi cuerpo está triste y está cansado. Me dispongo a dormir una semana, un mes; no me hablen.

Que cuando abra los ojos hayan crecido los niños y todas las cosas sonrían.

Quiero dejar de pisar con los pies desnudos el frío. Échenme encima todo lo que tenga calor, las sábanas, las mantas, algunos papeles y recuerdos, y cierren todas las puertas para que no se vaya mi soledad.

Quiero dormir un mes, un año, dormirme. Y si hablo dormido no me hagan caso, si digo algún nombre, si me quejo. Quiero que hagan de cuenta que estoy enterrado, y que ustedes no pueden hacer nada hasta el día de la resurrección.

Ahora quiero dormir un año, nada más dormir.

Horal

El mar se mide por olas, el cielo por alas,
nosotros por lágrimas.
El aire descansa en las hojas,
el agua en los ojos,
nosotros en nada.
Parece que sales y soles,
nosotros y nada...