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martes, 11 de mayo de 2010

La muerte de Oswald Boelcke


La muerte de Oswald Boelcke supuso un duro golpe para la aviación alemana y para las aspiraciones de Alemania de mantener el dominio de los cielos bajo su bandera.
El 28 de octubre de 1916, a Boelcke en su última salida - la sexta del día - le acompañaron como de costumbre dos de sus mejores pilotos y pupilos, Manfred von Richthofen - futuro Barón rojo - y Erwin Böhme. Juntamente con ellos iban otros tres pilotos.
Durante la patrulla se encontraron un De Havilland. 2 (DH.2) de la escuadrón n. 24 de la Royal Flying Corps pilotado por el capitán Arthur Knight. Dió comienzo la caza, pero ajenos el uno del otro, Boelcke y Böhme se precipitaron sobre la misma presa. Por su parte, von Richthofen se lanzó en picado a la persecución de otro avión enemigo. Se trataba de otro DH.2 pilotado por el teniente A.E. McKay. Durante la maniobra, el británico se interpuso en la trayectoria de Boelcke, lo que obligó a este a virar bruscamente. En ese momento sobrevino la tragedia. El giro repentino de Boelcke y la extrema cercanía entre los dos aviones provocaron que una de las ruedas del avión de Böhme rozara la ala superior del Albatros D.II de Boelcke.
El golpe hizo que la tela del ala de Boelcke se rasgase y se fuese desprendiendo. Finalmente, Boelcke perdió el control absoluto del avión.
Los testigos del suceso narran que lo siguiente que vieron fue el avión de Boelcke entre nubes y que al salir de una de ellas le faltaba el ala. A pesar del estado del avión, Boelcke logró controlar mínimamente el avión evitando que el impacto contra el suelo fuese excesivamente violento. Pero el golpe fue mortal, ja que era proverbial la costumbre de Boelcke de no ponerse jamás ni casco ni asirse con la correa de seguridad mientras pilotaba.
Boelcke murió a los 25 años con 40 derribos. en su haber.
Alemania perdió un héroe, la aviación a un caballero del aire.

Este es el relato de la muerte de Boelcke, según las memorias de M. von Richthofen:

"Aquel día, como siempre, volábamos guiados por Boelcke. Nos daba una gran seguridad volar con él. Después de todo él era el único, el más grande. Hacía un día ventoso y nublado. Sólo estábamos nosotros. De repente, en la lejanía avistamos a dos ingleses impertinentes que parecían disfrutar del mal tiempo. Nosotros éramos seis, ellos dos. Si hubiesen sido veinte y Boelcke nos hubiese dado la orden de atacar no nos hubiese sorprendido. La lucha comenzó como siempre. Boelcke le entró a uno y yo a otro. Lo dejé ir porque uno de los nuestros se interpuso en mi camino. Luego miré a mi alrededor y ví a Boelcke tras su víctima a unos ciento cincuentra metros de mi. Boelcke iba a derribarlo y no quería perdérmelo. Cerca de Boelcke volaba un buen amigo suyo. Fue una lucha interesante. Ambos pilotos disparaban. El inglés iba a caer en cualquier momento. Pero de repente me percaté de un movimiento inesperado entre ambos. Pensé en una colisión. Pero no había visto ninguna colisión en el aire!! Debía haber sido algo distinto. En realidad, no hubo colisión. Sólo se rozaron. Si dos aviones se rozan en el aire, el efecto es tremendo!! Boelcke dejó a su víctima, y picó haciendo grandes giros. No parecía que estuviese cayendo libremente. Sin embargo, cuando lo ví descendiendo, me percaté de que una parte de su avión había desaparecido. No pude ver bien lo que le ocurría, pero justo después de salir de entre las nubes había perdido un ala. Su avión era ingobernable. Cuando llegamos a la base leímos en el informe que Boelcke había muerto. Apenas podíamos creerlo. El más afectado de todos era el compañero envuelto en el accidente [Böhme]"

Aún más interesante es el relato que hizo Böhme a su prometida de la muerte de Boelcke:

"Boelcke ya no está entre nosotros. Nada nos podía golpear con tanta dureza. El sábado por la tarde estábamos juntos en la base del aeródromo. Acababa de comenzar una partida de ajedrez con Boelcke cuando poco después de las cuatro de la tarde nos avisaron de que había un ataque y que debíamos salir. Como siempre, Boelcke lideró el grupo. Al poco ya sobrevolábamos Flers. Unos instantes después inicíamos un ataque sobre varios aviones ingleses, monoplazas rápidos. Al inicio de la lucha disparamos algunas ráfagas cortas. Intentamos con éxito hacerlos descender cortándoles la trayectoria. Boelcke y yo compartíamos la misma presa cuando un monoplaza inglés perseguido por von Richthofen nos cortó el paso. De repente, Boelcke y yo hicimos una maniobra evasiva al unísono. Nuestras alas me obstruyeron la visión por un instante, fue en ese momento cuando ocurrió.
Me es imposible describir el cúmulo de sentimientos, al ver por un instante que Boelcke emergía a mi derecha, pero que su avión volvía a cabecear. Me aferré a los mandos, pero aún estábamos enganchados y caíamos libremente!! Fue un leve contacto, pero a estas velocidades significaba un impacto enorme. El destino es tan aleatorio!! Por mi parte sólo tenía enganchado una de mis ruedas, pero él, la parte más extrema de su ala superior. Después de unos cientos de metros, logré controlar mi avión. No seguí a Boelcke, al cual puede ver como descendía con un movimiento suave hacia nuestras líneas. Pero al salir de una nube, parece que una ráfaga le desestabilizó y su aparato descendió bruscamente. Después ví que Boelcke no pudo enderezar lo suficiente y comprobé que había impactado cerca de una batería. Al poco la gente corrió a auxiliarle. Quise aterrizar cerca de Boelcke, pero el estado del terreno me lo impidió. Los cráteres de obuses y las trincheras estaban por doquier. Conseguí volver a la base. Tenía esperanzas. Pero llegó un coche, y trajeron su cuerpo. Había muerto en el acto. Boelcke nunca llevaba casco, ni tampoco se ataba con la correa de seguridad. Si lo hubiese hecho, estaría vivo a pesar del impacto [...]"

domingo, 25 de abril de 2010

Albatros D.V, ó la oveja negra de la familia


Entre el Olimpo de los pilotos de la Gran Guerra corría un gráfico axioma, "si un avion es bonito, seguro que es bueno para volar".
Curiosamente, el Albatros D. V y su variante Va fueron una lastimosa excepción.
La primera serie de modelos Albatros, los famosos D. I, se batieron por primera vez en septiembre de 1916, demostrando muy pronto su valía. Los FE.2b británicos eran una presa fácil para los nuevos halcones alemanes, y los nuevos Albatros se convirtieron en la espina dorsal de la fuerza aérea alemana, Luftstreitkräfte.
Los Albatros D. I, D. II e incluso el D. III eran veloces, duros y muy peligrosos comparados con sus oponentes aliados. Fueron un verdadero azote. Sin embargo, el nuevo biplano de caza Albatros D. V fue la oveja negra de la saga. No sólo por el inevitable avance aliado en el dominio de los cielos, sino por graves problemas estructurales en su concepción: el diseño de la ala inferior dificultaba la maniobrabilidad.
El último modelo de la Ostdeutsche Albatros Werke había perdido mucho terreno respecto a los más potentes SPAD y S.E.5a y a los maniobrables Sopwith Pup y Sopwith Camel, éste último especialmente. Incluso el Barón que estaba en los cielos, Manfred von Richthofen se atrevía a afirmar sin tapujos que "el D. V es tan obsoleto, que no merece la pena arriesgarse para intentar nada".
El Albatros D. V contaba con un potente motor en línea Mercedes de 180-200 hp que le permitía alcanzar una velocidad máxima horizontal de unos 190 km/h y una progresión ascensional de 1000 metros en 4 minutos con una altitud máxima de 18.000 pies, unos 6.000 metros. Su nuevo fuselaje de sección transversal mejoraba -en cierta manera- su aerodinámica debido -sobretodo- a una forma más elíptica. Mantenía la cola del D. III, pero tanto su timón como la aleta vetral eran más grandes.
El modelo D. V de la Ostdeutsche Albatros Werke pesaba ligeramente más que su antecesor el D. III, unos 690 kg en vacío. Las dimensiones eran prácticamente las mismas entre ambdos modelos, 9 m. de envergadura, una longitud de 7,5 metros y una superfície alar de 21 metros. Y la capacidad ofensiva del Albatros D.V eran dos ametralladoras LMG (Spandau) 08/15.
La aparición de una versión mejorada del D.III se debía, principalmente, al creciente dominio aliado del aire. La presencia de los Spad, Sopwith Pup y los S.E.5 ya amenazaba el trono de la aeronáutica alemana.
Las modificaciones respecto al D. III fueron la revisión de los mandos de los alerones, una leve reforma del timón de dirección y la adopción de una mayor ojiva para carenar el buje de la hélice.
Pero al poco de entrar en combate el nuevo modelo D. V en mayo de 1917, en octubre surgió otro modelo: el D. Va.
Los motivos que llevaron a la pronta aparición de un modelo modificado fueron su gran inestabilidad en determinadas maniobras y también algunos desagradables accidentes mortales por causas técnicas.
La inestabilidad aerodinámica, denunciada por la mayoría de pilotos, se debía al nuevo control de los alerones desde la ala inferior deficientemente reforzada para soportar la fuerza del cableado, como también al hecho de que el ala inferior no hubiese sido adjuntada al fuselaje sin soportes aerodinámicos adicionales.
Por ello, la variante V.a volvió a incorporar el antiguo sistema de control alar del D. III. que le permitía una mejor maniobrabilidad. A banda de la sustitución del control de los alerones, en la ala inferior se instalaron nuevos puntales reforzados para evitar las zozobras excesivas en maniobras delicadas.
A pesar de las rectificaciones del D. Va, la mayoría de unidades del D. V que seguían en las Jastas no fueron modificadas, tan sólo se advirtió a los pilotos que no maniobrasen en picados excesivamente pronunciados. A las pocas unidades modificadas del D. V se le incorporó un cableado que permitía controlar los alerones des de la ala superior.
La incorporación a la arena aérea de los modelos D. V y D. Va no decantaron la balanza del lado de las Potencias centrales, pero su papel en los escenarios italiano y del Oriente Próximo (Palestina) durante 1918 fue decisiva en los escenarios bélicos secundarios.
Aún siendo un modelo de caza no muy estimado por la mayoría de pilotos, los que lograron domarlo admiraban de él la gran visibilidad que ofrecía, la velocidad punta y de ascenso, así como un cómodo manejo, excepto en determinadas maniobras.
A pesar de las críticas, la Ostdeutsche Albatros Werke acabó fabricando unas 1.500 unidades del Albatros D. Va y unas 600 del D. V.