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lunes, 15 de agosto de 2011

La Kadaververwertungsanstalt, o el arte de hacer pastillas de jabón con cadáveres de soldados alemanes







Jabón y sebo hecho a base de cadáveres de soldados alemanes caídos en el frente. Increíble, pero cierto. Esta 'historia para no dormir' fue una de las mejores 'perlas' que el War Propaganda Bureau (WPB) de Charles Masterman logró inventar y, peor, vender a la prensa británica y mundial.

La espeluznante historia del Kadaververwertungsanstalt (Fábricas para la transformación de cadáveres) apareció publicada en The Times y el Daily Mail a mediados de abril de 1917. Ambos medios, propiedad de Lord Northcliffe, fueron utilizados por el WPB y, especialmente, por el gobierno británico de Lloyd George para castigar todavía más a la ya denostada Alemania, en términos informativos. La tesis de Dilke de los 'cables submarinos británicos como la mejor de las fortificaciones británicas' cobraba sentido. El artículo del The Times 'Germans and their dead' 'solamente' se hacía eco de un breve aparecido en el periódico belga L'Independance belge (publicado en el Reino Unido) que a su vez había recogido la notícia de otro diario belga, La Belgique, editado en Holanda, que había 'transcrito' una noticia del diario alemán Berliner Lokal-Anzeiger que hacía referencia al uso de cadáveres para la fabricación y manufactura de grasas de tipo animal.

La cuestión, y aquí radica parte del 'enigma' es que mientras que el breve del diario alemán contenia apenas cincuenta palabras, el suceso en el medio belga ocupaba más de quinientas. Y lo más importante: que mientras el breve alemán se refería a animales de carga (caballos, mulas u otros), los belgas lo convirtieron en 'carne humana'.

La historia se situaba en la localidad francesa de Evergnicourt donde un testigo informó de la descarga contínua de cadáveres de soldados alemanes que eran trasladados a una fábrica de transformación de grasas animales para su 'procesamiento'. El producto final, corroboraba el testigo, eran pastillas en forma de jabón que posteriormente servirían para la elaboración de explosivos. La crónica, además, cobraba sentido dada la creciente y acuciante escasez de estos materiales por el bloqueo británico contra los imperios centrales.

El 'cuento de terror' ya circulaba sin freno. La prensa internacional, concretamente el New York Times, se hizo eco de la macábra notícia. Era el 20 de abril. Curiosamente, los Estados Unidos de América habían declarado la guerra a Alemania el 6 de abril. Los aliados habían vuelto a ganar la guerra informativa, y el público norteamericano no podía dudar ante semejante atrocidad: cadáveres de soldados convertidos en sebo y glicerina.

El relato de Kadaververwertungsanstalt no se limitó solamente a las grandes cabeceras. Semanarios de actualidad, magacines ilustrados y publicaciones de tipus humorístico hicieron su 'agosto' particular con la historia de los 'soldados convertidos en jabón'. Una de las publicaciones en extraer mayor jugo fue la británica Punch que aprovechaba cualquier suceso de entidad para convertirlo en una tira cómica, siempre con grandes repercusiones mediáticas. Tal y como se ve en la ilustración que abre el post, la mayestática y omnipotente figura del Kaiser Wilhelm II señala el destino final del inocente soldado que se encuentra a su lado, y le indica que vivo o muerto cumplirá su deber con la patria.

El episodio de los cadáveres convertidos en sebo llegó a los círculos políticos, incluso llegó a debatirse su veracidad en la Casa de los comunes británica. Allí, bajo la estricta supervisión del Subsecretario del Foreign Office, Lord Robert Cecil, se declaró que el gobierno británico no tenía ningún argumento, a banda de los publicados en los medios, para dar por cierta semejante historia. Concluía, además, que había recibido una nota del gobierno alemán donde se negaban los hechos.

Aunque la cuestión fue diluyéndose a tenor de los acontecimientos militares sucedidos en 1917, no cabe duda de que la 'historia de los cadáveres alemanes' tuvo una gran repercusión mundial y consiguió los frutos esperados. La idea que subyacía bajo la escabrosa actividad de transformar cuerpos en sebo seguía la constante del WPB que buscaba ante todo, y costase lo que costase, describir y identificar Alemania como un pueblo incivilizado, bárbaro y carente de las normas más básicas de humanidad.

Pasada la guerra, en 1925, la historia volvió a salir a la luz. Aunque con informaciones controvertidas, y luego negadas por él mismo, parece que el que fuera Jefe de la Inteligencia militar británica, el general John Charteris asumió la 'paternidad' del bulo durante unas conferencias realizadas en los Estados Unidos. Durante una de ellas, parece ser que relató cómo manipuló dos imágenes en que en una se observaba como descargaban cadáveres de soldados alemanes, mientras en otras se veía como transportaban caballos muertos para su procesamiento en abonos o fertilizantes.

Charteris evidentemente lo negó todo, sin aclarar nada. El caso volvió otra vez al Parlamento británico y volvió a cerrarse de forma definitiva negando cualquier veracidad al asunto. Cuentan los testigos que oyeron a Charteris, que éste buscaba, ante todo, el apoyo chino contra Alemania, por su veneración por los muertos. Tampoco se sabrá si esto último era cierto.

Lo único contrastable fue que los aliados ganaron otra batalla propagandística y que aumentaron la nòmina de atrocidades que los alemanes jamás cometieron.



Fuentes:



Dilke, Charles. Imperial defence. Westminster : Constable & Co., 1897.

Knightley, Phillip. The First Casualty: The War Correspondent as Hero and Myth-Maker from the Crimea to Kosovo. Johns Hopkins University Press. 2002.

Taylor, Phillip. Munitions of the Mind. A history of propaganda from the ancient world to the present era. Manchester, 1995.

martes, 28 de julio de 2009

Churchill y la intervención norteamericana en la Gran Guerra


Afirmar que Sir Winston Churchill fue todo un animal político es tanto como decir que la rueda gira o que el agua moja. Cuando se habla de Churchill nadie queda indiferente. Este político británico vivió siempre aposentado en el ojo del huracán histórico, y tanto en los anales de la política como de la diplomacia permanecen sus citas como recurrente fuente de inspiración para los políticos y politólogos de hoy día y de generaciones futuras. Para bien y para mal, claro. Uno de los episodios menos conocidos sobre su pensamiento respecto al final de la Gran Guerra tuvo que ver la participación de los Estados Unidos a finales de la misma. Tan controvertidas fueron sus declaraciones a un diario norteamericano, The New York Enquirer, que el editor jefe Griffin y el mismo Churchill se enzarzaron en una agrio pleito para dirimir si sus declaraciones se habían o no producido. Después de diferentes fases en el proceso, en 1942 - seis años después de las supuestas declaraciones - Churchill reconoció haberlas efectuado.
El contenido de las declaraciones de Churchill eran sumamente incendiarias ya que culpaban de la situación política europea de aquel entonces (nazismo, fascismo, comunismo) a la intervención norteamericana en la Primera Guerra Mundial.Las declaraciones que realizó Sir Winston Churchill en agosto de 1936 al New York Enquirer fueron las siguientes:

"America should have minded her own business and stayed out of the World War. If you hadn't entered the war the Allies would have made peace with Germany in the Spring of 1917. Had we made peace then there would have been no collapse in Russia followed by Communism, no breakdown in Italy followed by Fascism, and Germany would not have signed the Versailles Treaty, which has enthroned Nazism in Germany. If America had stayed out of the war, all these 'isms' wouldn't today be sweeping the continent of Europe and breaking down parliamentary government - and if England had made peace early in 1917, it would have saved over one million British, French, American, and other lives."

Traducción:

"América debería haberse metido en sus propios asuntos y permanecer fuera de la I Guerra Mundial. Si no hubierais entrado en la guerra los aliados podríamos haber llegado a una paz con Alemania en la primavera de 1917. Habríamos alcanzado la paz sin que hubiera llegado a producirse la Revolución Comunista en Rusia ni el fascismo en Italia. Alemania no habría firmado el Tratado de Versalles, que alentó el nazismo en Alemania. Si América hubiera permanecido fuera de la guerra, todos estos 'ismos' no habrían triunfado en el continente europeo acabando con el gobierno parlamentario, e Inglaterra habría logrado la paz en primavera de 1917, salvando a más de un millón de ingleses, franceses, americanos y muchos otros."

Churchill, a mi juicio, pecó en sus declaraciones. No por sinceridad sino por los tempos. Cierto que la intervención norteamericana en la Gran Guerra fue episódica a nivel militar, pero su papel como suministradora de capitales y de materiales la hicieron indispensable a todas luces para decantar la balanza ganadora del lado aliado. Los mandos franceses y algunos británicos esperaban la llegada de los americanos como agua de mayo, no sólo para ganar la guerra a nivel material, sino a nivel moral. No es posible entender los movimientos u ofensivas militares de mediados de 1917 hasta el final de la guerra sin el horizonte de la llegada de efectivos norteamericanos. Las operaciones que abarcan de la 3a batalla de Ypres (Passchendaele), verano de 1917, hasta las triunfantes ofensivas alemanas de 1918 tienen como motivo la futura intervención norteamericana. Los británicos denuedan esfuerzos para conseguir doblegar a los alemanes antes de que los americanos lleguen y marquen los tempos de la paz, y los alemanes preveyendo el desembarco más que masivo de material humano y de armamento se la quieren jugar a la última carta. Ambas opciones fracasaron, y llegó la paz y después de ésta un tratado.
Quizás no fue la paz que Churchill deseaba, pero cuál quería él??
Hubiese evitado la vorágine política posterior?
Como el resto de ucronías vivirá en el reino de los Ýsies.

lunes, 30 de marzo de 2009

Viaje al teatro de la guerra: vacaciones en Verdun


Una de las características más emblemáticas y originales de la Gran Guerra fue la difusión que de ella se hizo a la sociedad civil, tanto de las naciones en guerra como de las neutrales. El papel que tuvieron los medios de comunicación en el seguimiento del conflicto fue absolutamente innovador, en lo que a forma y creación de discurso se refiere. La guerra interesaba a todo el mundo, bueno a casi todo, y esa curiosidad fue aprovechada por los medios y sus grupos de presión para crear un estado de opinión acorde a sus intereses. La guerra, sobretodo en las naciones neutrales, fue observada desde una posición de voyeurismo morboso.
La prensa española, a través de sus laboratorios de ideas y corresponsales, no sólo ofreció esa carnaza, sino que sus redacciones lidiaron a diario para ofrecer a sus lectores habituales y a los potenciales esa historieta o curiosidad que los hiciese decantar hacia su pizarra. No fueron sólo los redactores los que hicieron ese papel de acomodador, otros agentes llevaron al público hacia la púrpura platea de la guerra. Otro gran transmisor fue la publicidad. Fueron múltiples las empresas que aprovecharon las vicisitudes de la guerra y sus intereses comerciales para tentar al público con andanzas que cubriesen el cupo de la innata curiosidad humana. Quién dijo que la publicidad tiene sus límites. Desde una óptica actual y ciegamente presentista se corre el riesgo de criticar tales prácticas o técnicas. Pero es que acaso no era más cruel esa guerra industrial que había sorprendido a todos, soldados y civiles, por su inusitada y desconocida crueldad?? La publicidad se puso a su nivel. La publicidad respondía a ese ávido impulso de las nuevas sociedades de masas que ya no entendían ni de pudor ni de respeto. Quiénes de los que leían ávidamente las noticias no imaginaban impresionantes ofensivas y crueles batallas no muy lejos de sus seguros hogares? Quién no había oído hablar de la impresionante y heroica batalla de Verdun? Así que si Verdun querías, Verdun tendrás y eso fue lo que la publicidad ofreció. Nada más y nada menos.
Una de las conclusiones más interesantes del anuncio de la Sociedad Boulu no fue el traspasar los presuntos límites deontológicos de la publicidad, aumentando la innata y morbosa curiosidad humana –que la había-, sino el de mostrarnos esa idea tantas veces recurrente de la guerra breve y pasajera. La Sociedad española Boulu planificó los viajes a Verdun a la espera de que el desenlace de la guerra no se alargase lo suficiente como para perder el interés. Por si acaso, despenalizó las cancelaciones en caso de avisar quince días antes ¡!
La primera vez que vi el anuncio asomó en mi una tierna sonrisa. Se trató de un gesto de complicidad, de lástima ante ese mundo que murió y que no volverá jamás. Cierto que el impacto en un lector actual no es el mismo, ya que conocemos el desenlace de la historia. Pero no deja de ser curioso que el ciudadano de esa época pensase en términos de días o semanas cuando pensaba en la finalización de un conflicto como fue la Gran Guerra. Ese pensamiento de una guerra fugaz reflejaba la idea de una sociedad inocente que calculaba en términos de inmediatez los profundos cambios de la historia. Ese mundo murió, el mundo de ayer, el de los abuelos de Zweig.
Bendita publicidad, santa inocencia.