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viernes, 3 de septiembre de 2010

La movilización rusa de 1914 (III)


Viene de: La movilización rusa de 1914 (II)

28-29 de julio

Las cosas iban de mal en peor. Durante la tarde del 28 de julio, Sazonov fue informado de la declaración de guerra austríaca a Serbia. Fruto de su impetuosidad y ante la posibilidad de que la movilización parcial decretada fuese insuficiente, Sazonov tuvo un encuentro con el Zar. Horas antes Sazonov había mantenido una reunión con Yanushkevich que le había presionado para convencer al Zar.
Von Wegerer, en su artículo para el Political Science Quaterly, informa de que Sukhomlikov le 'confesó' en primera persona que fue el Gran duque Nicolai el que convenció a Yanushkevich de la necesidad imperiosa de decretar la movilización general. Esa misma tarde el gabinete de exteriores ruso envió un telegrama a Berlin, Viena, Paris, Londres y Roma anunciando movilización de los sectores de Odessa, Kiev, Moscú y Kazán e informando de que quería evitarse cualquier enfrentamiento con Alemania.
La madrugada del 29 de julio, el Zar Nicolai II telegrafió a Wilhelm II urgiéndole a buscar una solución a los malentendidos y a los movimientos peligrosos entorno a la crisis de los Balcanes.
A la mañana siguiente, Yanushkevich se presentó en el Peterhof, la residencia del Zar, con el propósito de que firmase las declaraciones de movilización parcial y general dejándose para él la potestad de decidir cuál de ellos expedir a los distritos militares. No cabe duda vistos los resultados de cuál fue la que envió.
A la tarde, Yanushkevich vio al major Eggeling y le repitió por enésima vez que no se había dado orden alguna para 'mover ni un caballo de su establo'. Continuaba la farsa.
Casi en el mismo momento, el general Dobrorolsky, encargado de la movilización rusa, expedió de su puño y letra las declaraciones de movilización general a los tres ministros del interior, de la guerra y de la marina.
Sazonov, por su parte, continuaba con la mascarada y durante las recepciones que mantuvo ese mismo día con los representantes de los países implicados mantuvo un especial esmero en declarar que no se estaban realizando movimientos de tipo general.
Albertini vuelve a advertir que fue imposible que el gobierno ruso declarase la movilización general sin la aprovación contrastada del gobierno francés. Paléologue, por su parte, no dijo nada a Paris.

Los nervios de Sazonov

Al ministro de exteriores le pudo la presión. Las noticias del bombardeo austríaco de Belgrado y el telegrama del canciller Bethmann Hollweg indicándole que futuros progresos movilizadores rusos obligarían a movilizar a los ejércitos alemanes lo asustaron. El conde Pourtalés intentó sosegar al ministro, pero fue en vano. Sazonov telefoneó de urgencia al zar. Esa misma tarde se reunían en las oficinas de Yanushkevich, Sazonov y Sukhomlikov para decidir sobre la movilización general. No tardaron en ponerse de acuerdo.
Fue quizá la decisión más trascendental en la historia de la Rusia imperial, y quizá de la historia de la humanidad hasta el momento.
La movilización general rusa echó a pique cualquier posibilidad de evitar la guerra europea.
Incluso Geiss, paladín 'sí o sí' de la culpabilidad alemana, reconoce que a Sazonov le perdieron los nervios. Y que éste cedió a la presión que le impusieron Yanushkevich y Sukhomlikov, que a su vez habían cedido a las presiones francesas para implementar una rápida movilización general con visos a frenar la impresionante fuerza del plan Schlieffen alemán.

Movilización evitable?

Desde un punto de vista militar, la orden de movilización general rusa era totalmente evitable. Los rusos habían declarado el período de peligro de guerra el 26, los alemanes no lo hicieron hasta el 31, les llevaban cinco días de ventaja que en esas épocas eran preciosos, hoy es diferente. Junto a esto, la movilización parcial austríaca del 25 de julio contra Serbia de 8 ejércitos no suponía, para nada amenaza alguna para Rusia. Incluso el bombardeo de Belgrado fue una medida más propagandística que real desde el punto de vista estratégico. Igualmente, el jefe del Alto estado mayor austríaco Conrad informó al ministo de exteriores Berchtold de que el ejército no entraría en Serbia hasta el 12 de agosto.
Turner sostiene que Sazonov desconocía estos tres factores claves, pero no así Yanushkevich y Sukhomlikov que disponían de valiosas informaciones al respecto.
Concluye Turner que la declaración de movilización general rusa del 29 de julio fue una locura irresponsable.

Donde dije digo, ...

La noche del 29 de julio, el general Dobrorolsky se encontraba en la oficina central de telégrafos de S. Petersburg presto a enviar las órdenes de movilización general a los respectivos distritos militares y mandos cuando recibió una llamada urgente de Yanushkevich. Marcha atrás.
El Zar ordenaba solamente la movilización parcial. No la general. Parece ser que el cambio de Nicolai II se debió a un telegrama de Wilhelm II en el que le recomendaba prudencia y donde le advertía que en ningún caso sería responsable de lo que acarreasen los movimientos rusos.
Los hechos, sin embargo, habían ido demasiado lejos. Moltke no se iba a quedar con los brazos cruzados. Sabía perfectamente lo que significaban días, incluso horas de ventaja en una movilización parcial y general. Y la suya sería una partida a dos bandas, aún con más razón. Insistió a Bethmann Hollweg para que declarase el 'peligro de guerra' esa noche, la del 29 al 30 de julio, pero nada. Bethmann sabía lo de las maniobras navales británicas en el Mar del norte y se veía la situación: en caso de guerra, el Reino Unido no sería neutral.
Bethmann Hollwegg volvió a insistir a los austríacos para que encontrasen una vía diplomática al asunto. Nada.
Moltke por su parte había contactado con Conrad, jefe supremo del Alto mando austro-húngaro para que declarase la movilización general. Los intentos diplomáticos de Bethmann Hollweg resultaron estériles.
En S. Petersburg las cosas no fueron mejor. Finalmente el pusilánime e inoperante Zar cedió ante las presiones de Sazonov, Sukhomlikov y Yanushkevich. La movilización general tenía via libre.
El resto de la historia es de sobras conocida, desgraciadamente.

Conclusiones

Resultaría muy sencillo cargar las tintas contra determinados personajes o 'momentums', pero después de haber leído un poquito sobre el tema, prefiero quedarme con una reflexión realmente lúcida de Albertini que transcribo tal cual a continuación y que resume perfectamente lo explicado hasta ahora:

Extracto de Origini della guerra de 1914, vol. II, p. 479:

'Uno de los factores decisivos en la crisis de julio de 1914 fue la absoluta ausencia de cualquier comprensión o entendimiento de las cuestiones militares por parte de los responsables políticos y diplomáticos. Particularmente aquellos relacionados con cuestiones referentes a la movilización de ejércitos. No tenían ni idea de lo que era la movilización, de lo que significaba, del grado de implicación en un país, de las consecuencias que tenía y aún menos de los riesgos que significaba para la paz europea, y mundial.'

Amen.

Me gustaría añadir, tal y como comenta Turner en su artículo, que algunos de los historiadores que tan alegremente han cargado las tintas con Alemania y su culpabilidad exclusiva, tampoco sabían lo que significaba la movilización general de Rusia en 1914 y los 'trabajos' que costó ponerla en marcha.

Curioso apunte final o 'off topic'

Durante las 'pesquisas' apareció medio camuflado un dato muy significativo sobre el desencadenamiento del conflicto. Como prefería no pasarlo por alto, pero tampoco sabía donde ponerlo, lo dejo aquí como un pequeño apéndice. Se trata del conocimiento por parte del Alto mando ruso del atentado de Sarajevo de junio de 1914. Sobretodo de las relaciones existentes entre el coronel Dimitrievich, jefe del grupo 'la Mano negra' y jefe -a su vez- del servicio de inteligencia militar serbio, y el agregado militar ruso en Belgrado, el coronel Artamonov.
Albertini cuenta que aunque es cuestionable que Artamonov diese un cheque en blanco [garantías de apoyo ruso] a Serbia en caso de un ataque austríaco, es del todo probable que el propio Artamonov estuviese al corriente del complot para asesinar al Archiduque, sino por Dimitrievich, por algún otro informante. Es evidente que no hizo nada para evitarlo.

Fuentes

- Albertini, Luigi. Origini della guerra de 1914. Milano: Bocca, 1942.
- Geiss, I. 'The outbreak of the First world war and german war aims'. En Journal of contemporary history, 1964, pp. 415-426
- Turner, L.C.F. 'The russian mobilization in 1914'. En Journal of contemporary history, 1968, Jan, pp. 65-88.
- Wegerer, Alfred. 'The russian mobilization in 1914'. En Political science quaterly, 1928, pp. 201-228.

sábado, 21 de agosto de 2010

La movilización rusa de 1914 (II)


Viene de: La movilización rusa de 1914

El cónclave del 24 de julio

La reunión del consejo de ministros ruso celebrada la tarde del 24 de julio acordó, entre otros puntos:

- Pedir a las autoridades austríacas extender el período límite para resolver el ultimátum.
- Advertir a las autoridades serbias de que se abstuviesen de luchar e, incluso que retirasen las tropas de sus fronteras.
- Insistir al zar para declarar la movilización parcial, con la posibilidad de ampliarla a general, según se desarrollasen los acontecimientos,
- y proceder a retirar los fondos existentes en Alemania y Austria-Hungría.
Curioso esto último.

La maquinaria rusa se ponía en marcha. Al día siguiente, 25, se reunían en consejo el zar Nicolai II, Yanushkevich y el gran duque Nicolai, tío del zar. Éstos confirmaron las medidas propuestas el día antes por el consejo de ministros e introdujeron otras, de tipo militar: el retorno a los cuarteles de invierno de las tropas de maniobras, el cese de los permisos a oficiales y la promoción generalizada de los cadetes a oficiales. Todas ellas medidas de clara significación bélica.
La noche del 25 al 26, Yanushkevich transmitió las órdenes a los distritos militares de Varsovia, St. Petersburg y Vilna, explicitando especial atención a la salvaguarda y protección de los puestos fronterizos con Alemania y Austria-Hungría, y otro tipo de medidas que anticipaban, sin duda, el estallido de un conflicto: el minado de puertos y puentes, la instauración de la censura militar en los respectivos distritos, etc.
Al día siguiente, 27, estas medidas se tomaron en las regiones militares del Cáucaso, Turquestán, Omsk y Irkutsk.
Sobre esta última información considero importante destacar la apreciación de Norman Stone, preciado historiador y especialista en la faceta 'oriental' de la Gran guerra, sobre un hecho muy concreto. Stone cuenta que durante la temprana campaña por Lemberg, el ejército austro-húngaro apreso a decenas de soldados rusos procedentes de Siberia y Rusia. Según él, si Rusia hubiese realmente movilizado a finales de julio hubiese sido imposible que soldados de unidades tan alejadas hubiesen podido entrar en combate. Afirma, pues, explícitamente que los planes de movilización rusos tuvieron que llevarse a cabo mucho antes, sobretodo si añadimos la distancia y las dificultades de transporte desde regiones tan alejadas del frente.

'Alea jacta est' era la proclama más oida durante esos días por S. Petersburg. Dobrorolsky, jefe de la movilización, no disimulaba en afirmar que tanto telegrama entre Alemania y Rusia significaba, sin duda, el estadio anterior a la guerra. Confiesa, también, que una vez remitidas las órdenes de movilización parcial a los distritos, éstos actuaron en cierta manera como 'reinos de taifas'. Es decir que los representantes militares pudieron excederse en el ámbito de sus responsabilidades y llevar más allá la movilización de sus tropas.
La fiebre movilizadora estaba presente. Incluso el agregado militar de Serbia en Berlin, Bogitchevich, se sorprendió al cruzar la frontera oriental alemana en viaje a S. Petersburg 'de observar la marabunta de efectivos militares en las estaciones, el trasiego nocturno de trenes transportando soldados a la frontera con Alemania y la presencia masiva de soldados en las ciudades.'
Una cándida estupidez se había instalado en dos de los máximos representantes del destino de Rusia. Sazonov creía que tales medidas iban sólo a asustar a Austria, y el 'bueno' de Nicolai II aprovechó la noche del 29 al 30 de julio para telegrafiar a su primo Wilhelm II para decirle que no se preocupase, 'que la movilización parcial emprendida 5 días antes sólo respondía a medidas preventivas'. La noticia en Berlin sólo confirmó las peores sospechas. Los servicios de inteligencia ya habían advertido de movimientos serios en la frontera. Alemania promulgó la Kriegsgefahrzustand, la declaración de peligro inminente de guerra.
Los rusos, sin embargo, les llevaban casi una semana de delantera, con movilización parcial incluida y esperando en la frontera.

El Gran duque Nicolai

Nicolai Nikolaevich de Rusia, tío del zar, fue un personaje trascendental en el desarrollo de los acontecimientos durante julio-agosto de 1914. Su figura parece elevarse de entre los demás instigadores de la política rusa. Su papel fue la clave en la movilización general de los ejércitos rusos. Comandante de la guarnición de S. Petersburg y comandante en jefe de los ejércitos rusos al estallido de la guerra era un antialemán creyente y militante. Su fijación con Alemania lo llevó a entender como pocos las implicaciones del Plan Schlieffen y sus consecuencias. Se entiende así que, de forma apresurada, lanzase sus tropas contra la Prusia oriental sin haberse totalizado las maniobras de movilización para el 2º ejército. Tampoco dudó en exigir terribles sacrificios a sus tropas con el objetivo de ayudar a su aliado francés, tal y como convenía el tratado firmado más de veinte años antes.
Sus relaciones con Sukhomlikov era pésimas. Sin embargo, congeniaba con Yanushkevich hasta el punto de que éste fue su jefe de estado mayor durante su jefatura al frente de los ejércitos rusos (1914-15) y le acompañó a su 'traslado' al Cáucaso. Parece ser, pues, que tras algunas decisiones de Yanushkevich durante la crisis de julio estaba la alargada sombra del Gran duque.

El gato y el ratón

Ante la impaciencia alemana por el cáriz que estaban tomando los asuntos, y, sobretodo por las informaciones facilitadas por los servicios de inteligencia, tanto el conde Pourtàles, embajador alemán en la corte zarista, como el agregado militar von Eggeling exigieron explicaciones. El 26 de julio Sazonov intentó tranquilizar a Pourtalès, informándole de que no había movilización alguna y que sólo eran maniobras militares sin importancia. Esa misma tarde, Sukhomlikov hizo llamar a von Eggeling para darle su palabra de honor de que no se había expedido una sola orden de movilización y de que sólo eran medidas preparatorias en caso de que Austria les atacase. Igualmente le aclaró que en caso de movilización no serían alertados los distritos de Vilna, Varsovia o S. Petersbug ya que ante todo se buscaba evitar una guerra con Alemania. Ante lo cual von Eggeling le recordó que cualquier orden de movilización de dichos sectores conllevaría la movilización alemana y lo que ello suponía. Igualmente informó a Sukhomlikov de que una movilización rusa contra Austria sería un movimiento muy peligroso.
No hay duda de que el 27 de julio Rusia se aproximaba a marchas forzadas a una guerra contra Austra-Hungría y Alemania a la vez, y los alemanes lo sabían.
Ante tal evidencia y ante lo inexorable del destino, Bethmann Hollweg, el canciller alemán, buscaba y ansiaba la neutralidad británica.

El empujón francés

Bethmann Hollweg decidió echar también el resto y atiar el fuego animando y empujando a Austria a declarar la guerra a Serbia, con lo que ello podía suponer. Sabía que Rusia no iba a quedarse de brazos cruzados. Entonces, que? Los rusos comenzaban a flaquear en su farol, y los franceses lo intuyeron. Durante una comida el 24 de julio, Paléologue -embajador francés en Rusia-, Sazonov y Buchanan -embajador británico- discutieron sobre lo que se avecinaba. Durante el almuerzo, siempre según Buchanan, Paléologue no dejó de insistir en el hecho de que los rusos debían movilizar, e incluso llegó a recordarle a su homólogo ruso de que Francia podía obligar por tratado a que los rusos movilizasen lo antes posible. Paléologue siguió en su papel de atiador. La noche del 25 durante un encuentro con su colega italiano le confesó que la guerra era del todo inevitable y que Francia apoyaría a su aliado en todo momento. Llegados a esta situación es interesante conocer las impresiones de Luigi Albertini.
Sobre este punto, concluye que aunque era deber de la diplomacia francesa respaldar a su aliado, no lo era menos recomendas más prudencia a las autoridades rusas ante los hechos que estaban sucediendo.
Según Albertini, Paléologue actuó como un incendiario, y puso en grave riesgo a su país por las consecuencias de un estallido bélico.
Si quedaba alguna duda sobre las maniobras encubiertas rusas, el general Laguiche -agregado militar francés en Rusia- se encargó de disiparlas. En su informe al ministro de guerra francés, el 26 de julio, informaba de que los distritos militares de Kiev, Odessa, Moscú y Kazan habían recibido órdenes de movilización. Y que aunque los rusos no querían inquietar a los alemanes, los distritos de Varsovia, Vilna y S. Petersburg ya estaban realizando preparaciones secretas.
Curioso si tenemos en cuenta que ese mismo día, tanto Sazonov como Sukhomlikov negaron a sus homólogos alemanes cualquier movilización ni parcial, ni general.
El telegrama de Laguiche al ministro Messimy inició la maquinaria francesa.
En Francia, ese mismo día, 26, se cancelaron permisos, y se tomaron medidas para proteger el sistema ferroviario de posibles sabotajes. Al día siguiente, 27, se expidieron órdenes para llamar a filas unos 100.000 soldados de los territorios de Marruecos y Algeria.
Joffre inquirió al ministro francés Messimy cual era el estado de la movilización rusa y le informó que era preciso saber el estado real de las preparaciones rusas ante un ataque conjunto contra Alemania. Le exigía garantías de un apoyo ruso en caso de ataque.
Messimy contactó con Paléologue para conocer el estado de la movilización rusa. Al informarle de la parcialidad de la misma, Joffre y el ministro dieron entender a Paléologue que presionase para conseguir una movilización general que les permitiese tener las garantías necesarias para poder encarar un posible conflicto con Alemania. Por su parte, el primer ministro Viviani telegrafió desde el buque de guerra France aconsejando a Paléologue encontrar una solución pacífica al asunto. Paléologue en 'sus trece' dio garantías a Sazonov de que Francia estaba lista para cumplir las obligaciones que le unían a su aliado.

Continúa en: La movilización rusa de 1914 (III)

sábado, 14 de agosto de 2010

La movilización rusa de 1914



No siempre es fácil discernir que causas o que agentes son los responsables de los acontecimientos históricos. Tampoco es tarea mía el explicar la mecánica de la historia, ni cómo se producen ciertos fenómenos.
Los datos e informaciones presentes en este artículo, así como las conclusiones que de él se desprenden, intentan -humildemente- aportar una ínfima contribución esclarecedora a uno de los episodios históricos más controvertidos, sobretodo por su casuística: los orígenes de la Gran guerra en 1914.
La búsqueda del 'chivo expiatorio' o culpable fue frenética incluso antes de que estallara el conflicto en agosto de 1914. Los pasos y maniobras de la mayoría de cancillerías involucradas en la guerra diplomática de julio de 1914 siguió esos derroteros: intentar achacar al enemigo la culpa última de una guerra que parecían querer todos [me refiero a los agentes políticos] pero que todos temían, y luego maldijeron finalizado 1914.
En la serie de artículos Die Sektion IIIb, la inteligencia militar alemana en 1914 me sumergí en mostrar cuáles habían sido los movimientos de la inteligencia militar alemana durante las semanas y días previos al estallido de la guerra, con la firme creencia -por mi parte- de que no tuvieron un papel ni activo ni decisivo en los orígenes de la guerra. Tampoco su papel como mediadores o puentes entre el poder civil y militar en Alemania no fue para nada decisivo.
'Exculpados' los servicios de inteligencia alemanes y ante las contínuas evidencias que señalaban a Rusia [y su movilización] como factor más que determinante en el inicio de la guerra, decidí seguir esa nueva 'línea de investigación'.
Decidí recabar información sobre las semanas previas al estallido de la guerra en Rusia, así como en Austria, Francia y Alemania. No cabe decir que la información encontrada fue ingente: desde de recopilaciones de documentación diplomática de las diferentes cancillerías, pasando por los libros de memorias y diarios de los principales protagonistas hasta las más renombradas síntesis sobre el inicio de la guerra. A parte de esta documentación, dí con otro tipo de información mucho más útil para intentar discernir o 'separar el grano de la paja': los diferentes artículos y obras que surgieron de las diversas controversias historiográficas alrededor del factor alemán en el desencadenamiento de la guerra.
Las fuentes utilizadas para elaborar unas mínimas conclusiones sobre el tema fueron, principalmente, cuatro. La primera y más docta de todas fue la que elaboró Luigi Albertini, propietario del 'Corriere della sera' e historiador amateur que durante largos años aglutinó una impresionante recopilación de documentación diplomática junto con un análisis bastante ponderado de las causas del conflicto. La obra se titula Le origini della guerra de 1914, traducida al inglés en 1965 bajo el título de The origins of the war of 1914 y del cual interesa especialmente el 3r volumen.
El segundo documento es el artículo de Alfred Wegerer, 'The russian mobilization of 1914' publicad0 en la revista Political science quaterly en 1928. Wegerer, ex-combatiente alemán de la Gran Guerra e historiador también 'amateur', trabajó durante años para el Zentralstelle zur Erforschung der Kriegschuldfrage, el Centro para el estudio de las causas de la guerra.
La Zentralstelle fue un organismo alemán creado por la República de Weimar con el cometido de estudiar la implicación alemana durante la guerra con el firme propósito de exonerar a dicha nación de ser la única culpable de la guerra. Objetivo, que por cierto, no consiguieron. Precisamente por su implicación en dicho proyecto, las generaciones posteriores de historiadores han tildado su estilo de revisionista y negacionista, aunque tales acusaciones no fuesen del todo fundamentadas, como ya veremos.
El tercer documento utilizado para la elaboración del presente artículo pertenece a un exponente de la generación de historiadores alemanes que en la década de los años sesenta revolucionaron el panorama historiográfico alemán. Immanuel Geiss a través de su artículo The Outbreak of the First World War and German War Aims publicado en 1966, intenta -segun él- desenmascar a la historiografía alemana que hasta la fecha había mantenido ocultas las causas reales por las que Alemania alentó y provocó la guerra.
Cabe decir que Geiss fue discípulo y seguidor de la nueva escuela alemana que lideró Fritz Fischer y su famosa obra Griff nach der Weltmacht: die Kriegszielpolitik des Kaiserlichen Deutschland, 1914–18 (Germany's Aims in the First World War) en la que se establecían las bases para argumentar que Alemania había instigado deliberadamente la Primera Guerra Mundial en un intento para convertirse en una potencia mundial.
El cuarto y último documento, para mi, el más completo es de L.C.F. Hunter. Hunter, historiador australiano, trabajó durante décadas sobre el desencadenamiento de la Gran guerra y sus consecuencias, así como sobre la Prusia contemporánea. Su análisis, insisto impoluto, tiene la ventaja de ser el más moderno y por tanto el que ha podido contrastar las fuentes y contenidos de los otros tres. En un alarde senzillo pero lúcido, Hunter examina los diferentes documentos diplomáticos, los tempos y las actitudes de los principales protagonistas para lanzar posteriormente un serie de conclusiones de alto y firme calado que permiten trazar un perfecta radiografía de lo que sucedió en julio-agosto de 1914.
Las conclusiones y datos que aporto sobre la mobilización rusa y posterior estallido de la guerra beben de estos cuatro documentos, y por ende, de los documentos que han sido estudiados para la elaboración de éstos.

L'Alliance franco-russe

La alianza franco rusa de 1892, ratificada y modificada anualmente hasta 1914 es una excelente y clarividente forma de acercarse a los sucesos de agosto de 1914. Por el tratado de 4 de enero de 1894, tanto Francia como Rusia debían movilizar al 'primer indicio' de un ataque alemán o austríaco. En 1894 también se estableció que la movilización fuese general y no parcial, sobretodo teniendo en cuenta la posibilidad de que Rusia se viese enfrentada a una movilización austríaca y alemana a la vez. Esta decisión -controvertida- fue revocada en 1912. Finalmente, en 1913, y según el artículo II de la convención francorusa, ante una movilización parcial o general de Austria o Italia tanto Francia como Rusia debían consultarse antes de movilizar. Sin embargo, si Alemania movilizaba, Francia o Rusia podían movilizar sin previo aviso al aliado.
En este punto, y según el tratado, cabe convenir que cuando las autoridades rusas declararon la movilización parcial el 26 de julio y el 30 de julio la movilización general lo hicieron con el beneplácito de las autoridades francesas. En caso de no haber recibido el consentimiento francés, Rusia hubiese transgredido lo establecido en el tratado, y en consecuencia Francia quedaba libre de cumplir o no lo establecido en la alianza.
Por su parte, el artículo III del tratado establecía que, en caso de atacar a Alemania, Francia y Rusia debían hacerlo al unísono ya que, conocedores del Plan Schlieffen, sabían que Alemania atacaría con todas sus fuerzas a Francia y dejaría muy desguarnecidas las fronteras orientales.

S. Petersburg

Del 'dramatis personae' de la crisis de julio destaca sobretodo la figura del ministro de exteriores ruso, Sergei Dmitrievich Sazonov. Cuenta la leyenda que cuando Sazonov recibió la noticia del ultimátum austríaco a Serbia (24 de julio), éste exclamó de júbilo ante la imparable guerra europea. Más tarde y reunido con otro de los tenores del drama, Nikolai Yanushkevich, jefe supremo del Alto mando ruso, acordaron tomar las medidas provisionales para una declaración de mobilización parcial de los ejércitos rusos con el objetivo de 'presionar' a las autoridades austro-húngaras.
Albertini calificó este tipo de maniobras de insensatez. Aunque exonera parcialmente a Sazonov, al calificarlo de inoperante en cuestiones militares así como de espíritu tempestuoso e impulsivo, advierte que algunas decisiones fueron conducidas desde la semipenumbra cortesana y apunta al ministro de la guerra, Vladimir Aleksandrovich Sukhomlinov, como uno de los 'padres' instigadores de la movilización rusa de 1914.
Albertini concluye que es posible que, incluso, Sazonov pensase en la movilización antes del día 23. Según George Buchanan, embajador británico en Rusia, Sazonov le dijo que 'ante el cariz que estaba tomando el asunto austro-serbio, Rusia no podía quedar indiferente'.
Así pues, es más que probable que Sazonov junto con Yanushkevich y Sukhomlikov discutiesen sobre la más que probable movilización antes del 23 de julio, con el fin de convencer al Zar de la conveniencia de una maniobra 'diplomática' de este tipo.
Profundizando en los movimientos previos a la declaración de movilización general rusa del 30-31 de julio parece casi imposible que los altos representantes y responsables de la política rusa fuesen incapaces de prever lo que significaba la declaración de movilización parcial, previa a la general. La parcialidad significaba, sin embargo, movilizar 13 cuerpos de ejército de los distritos de Kiev, Odessa, Moscú y Kazan. Y aunque Sazonov, dentro de su 'estúpida ignorancia' creyese que Alemania no podía sentirse amenzada, era claro y cristalino que movimientos de este tipo alarmarían, sin duda, a Austria-Hungría que declararía la movilización general, y por consecuencia activaría la movilización alemana según el tratado que mediaba entre ambos países. Sazonov, sin embargo, no era el único 'ignorante'.
El secretario de exteriores alemán también desconocía el alcance de las movilizaciones rusas, aunque se situasen en el sur.
Al 'vodevil' se añadió el responsable encargado de la movilización de los ejércitos rusos, el general Dobrorolsky. Dobrorolsky insistió a Sazonov en que una movilización parcial era del todo insuficiente, aún más si se tenía en cuenta lo que significaba a nivel logístico. Consideraba que una movilización parcial podía frenar o ralentizar el movimiento de tropas a nivel ferroviario. Albertini apunta a que Dobrorolsky exageró las dificultades de una movilización parcial en connivencia con Yanushkevich.
De esta forma, si a los entresijos e intrigas palatinas le sumamos el propio capital humano de los dirigentes rusos nos encontramos ante el peor de los escenarios.
Un paréntesis.
El cuadro ruso no difiere en demasía con el resto de cancillerías y cúpulas militares donde se cocieron situaciones muy parejas.
Los espectadores de platea (embajadores, agregados, periodistas, etc.) definían a Goremykin, primer ministro ruso, de figura inútil e inoperante: De Sazonov destacaron su excesiva vehemencia e impetuosidad con los asuntos de mayor calado. A pesar de la proverbial y exagerada incompetencia de Sukhomlikov, su papel en la crisis de abastecimiento de municiones durante 1914-1915 lo delató de gestor pésimo. Yanushkevich no queda mejor parado. Su ascensión al mando supremo se debió exclusivamente al favoritismo del Zar, considerándosele más un cortesano que un militar. Este era pues el cuadro ruso: incompetencia, favoritismo, inoperancia, ... algunos de los adjetivos que resumirían la posterior participación bélica de los ejércitos rusos durante la guerra.

Continúa en: La movilización rusa de 1914 (II)