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domingo, 27 de febrero de 2011

La batalla de Ypres, octubre-noviembre de 1914 (IV y final)


Viene de: La batalla de Ypres, octubre-noviembre de 1914 (III)

Los combates del 1º de noviembre se preveían más cruentos que los días precedentes. No fue así. El escenario principal se desplazó del frente del Ir cuerpo en el canal Ypres-Comines al del cuerpo de caballería, también en el canal. Al norte, aunque el empuje alemán no era especialmente vigoroso, cogió las líneas de las divisiones 1ª y 7ª ‘desajustadas’, así como las de la 3ª división de caballería. Los combates que se habían prologando la noche previa alrededor de Wytschaete y Messines habían debilitado enormemente al cuerpo de caballería. Los alemanes habían logrado romper su línea por algunos puntos, que los británicos no habían logrado cerrar. Los alemanes no lanzaron el ataque principal hasta el mediodía, con las divisiones 6ª y 26ª en vanguardia. Wytschaete, en manos alemanas desde las dos de la mañana, resistió los embites aliados hasta las seis de la tarde del día siguiente cuando los ingleses (3ª división) y franceses (divisiones 32ª, 43ª y 5ª brigada francesa) los desalojaron. Los alemanes también perdieron Messines. La 1ª división alemana de caballería se retiró hacia las posiciones atrincheradas al norte de Wulverghem debido a la ‘presión’ de los XVIº y XXº franceses y la caballería de Conneau. La situación aliada parecía haber dejado de ser crítica. Los ataques alemanes, sin embargo, no cesaron. Al día siguiente, 2 de noviembre, la nueva división alemana, la 3ª (a la izquierda de la 6ª de reserva) entró en combate. Los combates se alargaron durante todo el día. Al anochecer, Wytschaete y alrededores volvían a ser alemanas. Los franceses apenas conservaron las laderas de la cresta situadas al oeste de Wytschaete. El general D’Urbal no se resignó a dar por terminada la ofensiva aliada. Los ataques franceses del día 2 chocaron con la tenaz defensa alemana y los ataques de la 3ª división. Sólo en la línea Merckem-Bixschoote los ataques franceses consiguieron algún avance. El 5 de noviembre, D’Urbal recibió órdenes directas de Joffre de retirarse con su VIIIº ejército hacia otros escenarios más ‘necesarios’. Joffre consideró que Flandes se había estancado. Mientras, la ‘seventh’ británica fue relevada por dos brigadas del IIº cuerpo, el IXº francés había tomado parte del frente del Ir cuerpo británico. Los días 6 y 7 de noviembre unidades de las divisiones 1ª y 7ª junto con tropas de la 7ª brigada de caballería recuperaron algunas posiciones en la zona de Zwartelen. El 7 y el 8 de noviembre los francobritánicos atacaron a la 3ª division alemana, al este del bosque de Herenthage, con apenas ganancias. A pesar de los avances, los alemanes consideraban la ofensiva por Ypres un fracaso. Querían evitar a toda costa el estancamiento, como en el Yser. Determinados a asestar el golpe definitivo, crearon un nuevo ejército al mando de Von Linsingen. El grupo Linsingen lo formaban el IIº cuerpo procedente del VIº ejército, el XVº cuerpo de Deimling, y tropas de la ‘Garde’ comandadas por Plettenberg. El ‘ejército’ de Linsingen se situó a la izquierda del grupo de Von Fabeck con órdenes explícitas de romper el frente y arrollar al enemigo en el sector al norte del canal Ypres-Comines. Von Fabeck cubría el flanco de Lisingen. El ataque previsto para el 11 de noviembre se inició con un avance en toda la línea del IVº ejército, de Diksmuide a Polygon wood. Los combates durante ese día recibieron el nombre de batalla de Nonne Boschen. 

La batalla de Nonne Boschen, 11 de noviembre de 1914

Con la cresta de Messines (Messines ridge) en su posesión, había grandes esperanzas en las fuerzas de Linsingen apostadas a lo largo de la Menin road. La estrategia consistiría en que Linsingen avanzase hacia Ypres, mientras Von Fabeck capturaba Poperinghe, situada más al oeste. Doce divisiones y media atacaron entre Messines y Reutel, un frente de unos 15 kilómetros. Tras dos horas de intenso fuego artillero sobre las posiciones británicas – el más intenso hasta el momento en el frente occidental – los alemanes atacaron a las nueve y media de la mañana con la niebla de cobertura. A pesar del eficiente ‘camuflaje’, y de la escasa distancia a la que se encontraban las posiciones francobritánicas (brigadas 1ª y 9ª, así como tropas de los zuavos franceses), los alemanes no consiguieron grandes ganancias en la carretera hacia Ypres. Las tropas aliadas resistieron. La situación más crítica se localizó al norte de la carretera, en Shrewsbury forest donde la frágil defensa británica (1st Guard brigade de FitzClarence) fue ‘arrollada’ a la bayoneta por las tropas de élite de la ‘guardia prusiana’ que formaban el ala izquierda del ataque alemán. La brigada de FitzClarence se ‘retiró’ al sudoeste de Polygon wood, dejando una brecha de casi un kilómetro que los alemanes no desaprovecharon. A las diez de la mañana, varios grupos de atacantes entraron por el hueco de las líneas británicas y se internaron en Nonne bosschen (bosque de la monja) sin encontrar apenas resistencia. La 2ª división británica corría el riesgo de ser arrollada por el flanco, pero, por suerte para los británicos, el avance alemán logró frenarse en los lindes occidentales del bosque. Al mediodía, y tras una maniobra desesperada de Haig, unos 500 hombres del 2º regimiento de los Oxfordshire junto con la infantería ligera de los Buckinghamshire lograron expulsar a los alemanes tras una ‘heroica’ carga a la bayoneta. Al anochecer, Nonne Boschen volvía otra vez a manos británicas. Los ataques en el bosquecillo de Inverness y el dirigido a la derecha contra el bosque de Herenthage por la ‘Garde’, a pesar de algunos éxitos iniciales, fue desmontado al poco. Más al sur, el XVº cuerpo alemán se ‘conformó’ con la captura la de la colina 60 (Hill 60), mientras unidades del IIº cuerpo bávaro consiguieron ligeros avances al norte de Wytschaete.Durante los días siguientes los alemanes atacaron de forma intermitente, especialmente en el sector de Klein Zillebeke con apenas resultados, mientras Ypres seguía siendo ‘martilleada’ por la artillería alemana que había logrado destruir la Lakenhalle y la iglesia de S. Martin. El ataque alemán del 11 de noviembre fue el epílogo de la 1a batalla de Ypres. Ambos contendientes estaban exhaustos después de casi un mes de combates ininterrumpidos. Las bajas habían sido muy considerables, y la ausencia de municiones en cantidad les obligó a posponer futuros ataques en el sector. El 15 de noviembre, el general francés D’Urbal decidió suspender cualquier ofensiva en el sector, ‘fortificar’ y consolidar las posiciones y dar un descanso merecido a la práctica totalidad de tropas francesas que habían estado luchando en el sector de Flandes. Los alemanes también necesitaban descansar después del prolongado esfuerzo bélico. El 17 de noviembre y después del fracasado ataque del 11 por parte de la 4ª división en el bosque de Herenthage, el comandante del IVº ejército decidió parar la ofensiva. La decisión se basó ‘por la decreciente fuerza bélica de las tropas después de semanas de interminable lucha, y sobretodo por las pésimas condiciones climatológicas’. 

Epílogo 

Ypres demostró a los aliados que el esfuerzo conjunto sería imprescindible de cara al resto del conflicto. En el caso británico, la profesionalidad y, en algunos casos, grandes dosis de heroismo permitieron que el pequeño contingente de la BEF (los Old Contemptibles) consiguiese, con la vital ayuda francesa, resistir los violentos y decisivos ataques de la infantería alemana. No fue un esfuerzo gratuito: después de un mes y medio de combates la BEF había perdido casi 2.300 oficiales y más de 50.000 soldados, entre muertos, heridos y desaparecidos. El 21 de noviembre las tropas británicas fueron retiradas del saliente de Ypres (Ypres salient) y fueron reemplazadas por unidades francesas. Los cuerpos Iº y de caballería de la BEF se mantuvieron en reserva de los franceses. Cuando se hubo estabilizado definitivamente el sector de Ypres, se decidió que los británicos se situasen a lo largo del frente entre el canal de La Bassée en Givenchy y el sector de Wytschaete. Los combates prosiguieron en el ‘saliente de Ypres’, pero no revistieron la violencia y determinación de los de octubre y noviembre de 1914. El duro invierno de Flandes (lluvias, nieve, lodo, frio intenso, ...) y el contínuo bombardeo de las posiciones aliadas hicieron de Ypres un infierno. 1915 sería otra historia, aunque muy parecida. La principal novedad es que ya se sabía que la guerra no sería corta. 

Fuentes: 

Beckett, Ian. Ypres: the first battle, 1914. London : Longman, 2006. 
Farrar-Hockley, A. Ypres 1914: death of an army. London : Pan, 1970.

domingo, 20 de febrero de 2011

La batalla de Ypres, octubre-noviembre de 1914 (III)

Viene de: La batalla de Ypres, octubre-noviembre de 1914 (II)

A todo esto, la ‘inminente’ rotura del frente belga (Yser) no se había producido. Para ayudar a sus camaradas en la zona de la costa belga, y sobretodo para ‘camuflar’ la llegada de refuerzos hasta la línea de frente con los británicos, el XXIII, XXVI y XXVIIº llevaron a cabo ataques diversorios en todo el frente. A pesar de la persistencia y coraje de los ataques alemanes, éstos no solo no avanzaron sus líneas sino que, en algunos casos, se vieron obligados a retirarse en algunas posiciones. El único éxito de los ataques alemanes del 28 de octubre fue la captura de la población flamenca de Kruiseik, que fue arrebatada a la ‘seventh’ (7a) division británica. También en el sur, los alemanes lograron poner en aprietos a las tropas británicas del IIº y IIIr cuerpo británico, que desde el 23 de octubre estaban asistidos por la division Lahore que había reemplazado a la caballería francesa de Conneau.

Episodios críticos en la batalla de Ypres, 29 de octubre – 8 de noviembre

El 29 de octubre, los cuerpos XIXº y VIIº alemanes lograron ‘empujar’ la línea británica hacia el sector de Givenchy-oeste de Neuve Chapelle, al sudeste de Armentières-Messines, donde el cuerpo de caballería británico, situado a la derecha, aguantó. Los combates fueron muy crudos y sangrientos, sobretodo el 28. El IIº cuerpo muy reducido, tuvo que ser relevado por el cuerpo indio, bajo las órdenes de Willcocks. A su vez, el XVIº cuerpo francés fue enviado el 26 de octubre para reforzar al IXº francés, ya exhausto. Las órdenes consistían en reforzar el IXº en la zona al sur del bosque de Houthulst con la idea de proseguir el avance hacia Roulers. A pesar del ataque del 28 de octubre -sin mucho éxito-, las órdenes que tenía D’Urbal (VIIIº ejército) eran proseguir el ataque. La línea de frente que mantenía el VIIIº francés eran el 4º de caballería, las divisiones territoriales 87ª y 89ª, las divisiones de caballería 5ª y 7ª, la división 31ª, perteneciente al XVIº cuerpo, el IXº cuerpo y la 6ª division de caballería. La línea iba desde el Yser, justo por encima de Diksmuide, hacia las vertientes meridionales y occidentales del bosque d’Houthulst pasando por el oeste de Poelkapelle y Passchendaele hasta llegar a Becelaere. El flanco izquierdo de la línea estaba cubierto por la brigada francesa de los ‘fusiliers marins’ que aún aguantaba en Diksmuide, y en el flanco más oriental estaba el Ir cuerpo británico. Los alemanes estaban dispuestos a echar el resto por romper la línea francobritánica. Junto a una serie de ataques en el norte del frente, en la línea del Yser, el IVº ejército alemán estaba preparando una ofensiva total en el frente de Ypres. La nueva ofensiva, sin embargo, la llevaría a cabo el nuevo ejército de von Fabeck. El nuevo ejército lo formaban el IIº cuerpo bávaro, el XVº cuerpo, la 6ª división bávara de reserva, la división 26ª y parte de la artillería pesada que pertenecía al IVº ejército. El 28 de octubre, el ejército ‘Von Fabeck’ se situó entre los ejércitos IVº y VIº en el sector Wervicq-Deulemont con órdenes de atacar el 30. No iba a atacar solo, el IVº y el VIº le harían la cobertura. El objetivo era atacar el punto más vulnerable del frente: el sector comprendido entre Ploegsteert wood y Gheluvelt que defendían los británicos.

Batalla de Gheluvelt, 29-31 de octubre

La mañana del 29 de octubre, unidades de la 6ª de reserva bávara, bajo la omnipresente niebla matutina, llevaron a cabo crudos ataques preparatorios contra unidades de la 1ª y 7ª divisiones británicas, justo donde se unían, al este de Gheluvelt. Las reservas de la 7ª británica consiguieron rechazarlos, salvo un grupo de trincheras que los ingleses no consiguieron desalojar. Los británicos perdieron Gheluvelt. Los combates fueron muy duros. La lucha fue casa por casa. Pero el contraataque británico triunfó. Al anochecer del 29, los británicos lograron recuperar parte de las posiciones perdidas durante la mañana. Los alemanes, como los ingleses, sufrieron gran número de bajas. Lo peor estaba por venir. Durante la noche del 29 al 30, unidades del ‘grupo von Fabeck’ relevaron parte de la caballería del IVº ejército. La batalla se reanudó a las nueve de la mañana. El XVº del grupo Fabeck, situado a la derecha, ‘lanzó’ sus alas contra las posiciones de la ‘seventh’ inglesa, a la derecha (Menin road) y la izquierda (Zandvoorde), de donde fueron expulsados. El empuje alemán en la zona de Zandvoorde pudo contenerse a duras penas gracias a la intervención de las reservas del Ir cuerpo de Haig. A la izquierda del ataque, el IIº cuerpo bávaro avanzó. A pesar del empuje alemán y de algunas pérdidas, el XVIª cuerpo francés y las divisiones de caballería 2ª y de 3ª pudieron contener el ataque y frenaron el enemigo al este de S. Eloi y Wytschaete. La 26ª bávara falló en Messines contra la 1a división de caballería. Por su parte, unidades alemanas de las divisiones de caballería 1ª y 2ª consiguieron romper las líneas británicas al este de Ploegsteert. Sólo la intervención de la 4ª division británica consiguió frenar los avances alemanes en ese sector. El XIXº alemán, frente la 6ª división británica, tampoco consiguió consolidar sus conquistas en el Bois Grenier. La delicada situación británica, a pesar de la férrea resistencia en todos sus frentes, provocaba cierta ansiedad entre los mandos franceses. Durante una visita al cuartel general de French esa misma madrugada, Foch prometió el envío urgente de algunas unidades francesas con el objetivo de ayudar a los ingleses y apuntalar las maltrechas defensas. Francia también prometió a French cinco batallones y tres baterías artilleras al mando de Moussy, que se situaron cerca de Hollebeke, y otras en el área de Becelaere. Junto a este movimiento de tropas francesas, se decidió que la 32ª división se enviase para apoyar a la caballería situada a lo largo del canal de Ypres-Comines. Antes de que todos los movimientos de tropas se llevasen a cabo, los alemanes volvieron a atacar. Al alba del sábado 31 de octubre la 4ª división británica fue atacada. Los combates se extendieron pronto hacia el norte, donde la 26ª alemana atacó con especial vigor al cuerpo de caballería británico que defendía Messines. Los alemanes capturaron Messines a las nueve de la mañana del 31.Fieros contraataques británicos la recuperaron a la una de la tarde, extendiendo los combates por esta posición hasta bien entrada la noche. Más al norte, la 6ª de reserva alemana atacó en vano las posiciones de las divisiones de caballería 2ª y 3ª, apoyadas por tropas francesas del XVIº cuerpo. Al norte de la Menin road, el IIº cuerpo bávaro y unidades del XVº cuerpo ‘desalojaron’ de sus posiciones a la 1ª division británica. El punto clave seguía siendo Gheluvelt. A las once y media de la mañana, los alemanes habían tomado el control del pueblo y habían roto la línea británica. El camino a Ypres, a tan solo 6 kilómetros, quedaba expedito. La situación para los ingleses era de extrema gravedad. El flanco izquierdo de la 7ª division estava prácticamente rodeado, y la derecha de la 1ª estaba en plena desbandada siguiendo la carretera de Menin. Por si fuera poco, un proyectil alcanzó el cuartel general de la 1ª y 2ª division británica y mató a la mayoría de sus ocupantes. El panorama se estaba complicando y Haig decidió establecer una línea frente a Ypres para aguantar la posición costase lo que costase. El general de brigada Charles FitzClarence, comandante del 1º de los Guards, ordenó a sus última reservas, el 2º batallón del regimento de los Worcestershire que reconquistase Gheluvelt costase lo que costase y que cerrase la brecha en la línea. Dicho y hecho. Los Worcester’s lanzaron un brillante ataque por sorpresa pasadas las dos de la tarde, consiguieron frenar el ataque enemigo en Gheluvelt château y aseguraron sus posiciones para poder atacar de flanco cualquier avance alemán hacia Gheluvelt. La 7ª division británica con unidades de reserva consiguió frenar el flanco izquierdo del XVº cuerpo alemán. El IIº bávaro también logró, por un momento, superar a las unidades de la 7ª división y de la 3ª division de caballería, pero al poco, su avance colapsó. La brecha que había conseguido abrir en el ala derecha de la 7ª fue cerrada ‘in extremis’ por elementos de la 7ª brigada de caballería que logró rechazarlos.

Continua en: La batalla de Ypres, octubre-noviembre de 1914 (IV)

sábado, 12 de febrero de 2011

La batalla de Ypres, octubre-noviembre de 1914 (II)

Viene de: La batalla de Ypres, octubre-noviembre de 1914 (I)



La batalla de Langemarck, 21-24 de octubre
La mañana del 21 de octubre, Haig -en marcha desde Ypres hacia el nordeste para tomar Brugge (Brujas)- vio frenada su marcha. Las interpretaciones sobre la decisión de permanecer en Langemarck han sido diversas. Se habla de batalla de encuentro, de que Haig estaba advertido de que los alemanes habían tomado Ennetières y La Vallée, que la 6ª división tuvo que retirarse forzadamente o de que la aviación le confirmó el movimiento de un importante contingente alemán desplazándose hacia la zona. Otros más tendenciosos argumentan que la retirada ‘estratégica’ de los franceses en su flanco izquierdo (el de Haig) por la presión del XXIIIº alemán le obligó frenar ‘in extremis’ y a establecer una línea defensiva en el frente Bikschote-Langemarck-Zonnebeke. El hecho final fue que Haig decidió permanecer en Langemarck para frenar el avance alemán, pero sobretodo para defenderse.
A las tres de la tarde del 21, dio órdenes de cavar trincheras y resistir ante el más que probable ataque alemán. La línea de frente se estableció a unos ochocientos o novecientos metros a las afueras de Langemarck. Al caer la noche un precario frente de trincheras se prolongaba desde las posiciones al nordeste de Ypres (Langemarck) hasta el extremo más meridional de las posiciones británicas en Armentières, donde se unían con las que habían cavado las tropas del IVº de Rawlinson.
Al día siguiente, 22 de octubre, las tropas alemanas lanzaron dos importantes ataques contra la línea británica. Uno al sureste contra las tropas de la 7ª división de Rawlinson, y el otro al norte contra las tropas de Haig, divisiones 1ª y 2ª, en la línea de Bixschoote a Langemarck.
El efectivo tiro de fusilería británico repelió en varias ocasiones los ataques en masa alemanes causando enormes bajas entre sus compactas filas. Los alemanes insistieron, y en un sector cercano a Bixschoote (Kortekeer) lograron abrir una brecha entre las filas del 1r regimiento de los Cameron Highlanders (1ª división de Lomax). Por temor a ser rodeados se retiraron, dejando Kortekeer en manos enemigas.
En este punto de la batalla de Langemarck, corre la leyenda –acrecentada por el imaginario popular- de que algunas de las unidades alemanas se lanzaron al ataque entonando canciones patrióticas, como el famoso ‘Deutschland über alles’, como muestra de su ardor y su valentía. El estudio minucioso de la batalla ha puntualizado los hechos. Farrar-Hockley en The Death of an army puntualiza que sí es cierto que algunos batallones alemanes cantaban canciones patrióticas, concretamente la "Wacht Am Der Rheine”, pero que lo hicieron para agruparse y reorganizarse en los momentos posteriores a la batalla para localizar a sus miembros. Otro especialista, Ian Beckett niega casi taxativamente esa posibilidad, acusando a algunos autores alemanes de elaborar semejante historia, para emparentarla finalmente con la mitología nazi.
Un apunte. El episodio de Langemarck por la significación épica y carga ideológica que conlleva – se calcula que murieron miles de jóvenes voluntarios alemanes, la mayoría estudiantes – se convirtió al poco en un hito de la mitología que generó el conflicto en Alemania. El hito de Langemarck, conocido como la ‘Kindermord’, matanza de los inocentes, fue doblemente aprovechada. Durante la guerra sirvió de ejemplo de la valentía y del sacrificio del pueblo alemán y posteriormente, durante el régimen nacionalsocialista, se utilizó para recordar la ignominiosa ‘herida abierta’ que aún suponía la Gran Guerra.

Ese día, y a pesar del impresionante empuje alemán, los británicos lograron cerrar la brecha y sostener el frente con cuantiosas y terribles pérdidas. Para ello, Haig contó con la inesperada ayuda del IXº Cuerpo francés, que el 23 relevaron a la 2ª división de Monro.
Al alba del 23 de octubre, los británicos lanzaron un contraataque que logró retomar Kortekeer. La posición, sin embargo, no quedó totalmente restablecida hasta el anochecer debido a los duros enfrentamientos por los flancos.
El 24 se retomaron los enfrentamientos en el sector de Langemarck, aunque con menor intensidad. Ese día, el grueso de los enfrentamientos se desplazó al sector sur.

La 7ª division de Capper, casi recién llegada a Flandes, también había mantenido duros combates en el frente Zandvoorde-Zonnebeke. Las tropas alemanas de los cuerpos XXVIº y XVIIº, a pesar de algunos golpes de manos exitosos contra el flanco izquierdo de Rawlinson -cubierto por los franceses- fueron incapaces de cualquier avance significativo hasta que el día 24 y tras un potente ataque del XXVIIº, los alemanes estuvieron a las ‘puertas’ de Polygon wood donde fueron desalojados, de forma desesperada, por las fuerzas de reserva de la 7ª división junto con tropas de la 2ª división de Monro.

A pesar de los contratiempos, los franceses consideraron que había llegado el momento de una ofensiva general en toda regla. El IXº francés -ya en línea- y el XVIº en ruta serían los elegidos. La 2ª division británica estava disponible, así como la caballería de De Mitry’s procedente de Bixschoote y la 42ª division francesa desde Nieuwpoort.
El momento del ataque aliado no podía haberse iniciado en mejor momento, aunque los mandos aliados no supiesen: los alemanes estaban sufriendo escasez de municiones y las nuevas tropas habían sufrido muchisimo debido a su intemperado entusiasmo y falta de entreno.
El resultado de la ofensiva aliada no fue, sin embargo, el esperado. A pesar de los enconados esfuerzos que hicieron por romper la línea, el IXº francés, y a su derecha la 2ª division británica apenas avanzaron en el ataque del 24 de octubre aunque consiguieron inflingir serias bajas en los alemanes, especialmente en la línea al norte-este de Langemarck, al oeste de la zona Poelkapelle-Passchendaele y Moorslede.

La 7ª division británica, debilitada por casi tres semanas de intensos ataques alemanes, apenas fue capaz de sostener su línea de frente. El 27 de octubre fue puesta bajo el mando del Ir cuerpo junto con la 3ª division de caballería. Ese mismo día, las otras 2 divisiones de Haig (la 1ª y 2ª) subieron a la línea de frente. El flanco derecho de la 7ª division estaba en Zandvoorde, con la 1ª en la Menin road y la 2ª en Polygon wood.
La línea de frente de Hollebeke a Messines, al sur de Haig, defendida por la 2ª división de caballería, desde el 20 de octubre, y la 3ª division de caballería junto con los tres batallones indios permaneció intacta hasta el 30 de octubre aún a pesar de los repetidos ataques del XIXº alemán,. A la derecha de la caballería, los cuerpos IIº y IIIº también lograron mantener intacta la línea.
Al anochecer del 27 de octubre, el IVº ejército alemán decidió suspender indefinidamente ‘su’ ofensiva. Según la historia oficial alemana, “los cuerpos de reserva XXVI y XXVII sostenían la línea frente a posiciones fuertemente atrincheradas en el sector Langemarck-Zonnebeke-Gheluvelt ... Por el momento, cualquier pensamiento o intento de rotura del frente estaba descartado”.

Continua en: La batalla de Ypres, octubre-noviembre de 1914 (III)

sábado, 5 de febrero de 2011

La batalla de Ypres, octubre-noviembre de 1914 (I)


La historiografia de la Gran Guerra suele definir la 1ª Batalla de Ypres como el último y definitivo intento alemán de evitar lo inevitable: el punto muerto y el final de la guerra de movimientos. Fracasaron. Ypres fue sólo el inicio de la pesadilla. A millones de soldados les esperaban cuatro largos años de trincheras, lodo, piojos, miseria y, sobretodo, carnicerías inútiles.
Del lado alemán, la angustiosa perspectiva de un doble frente (occidental y oriental), impelió al Alto mando alemán (Oberstee Heeresleitung, OHL) comandado -de facto- por Erich von Falkenhayn a proyectar una serie de agresivos y resueltos ataques contra la línea de frente defendida –mayormente- por las Fuerzas Expedicionarias Británicas (BEF) en Flandes. Es justo reconocer, sin embargo, que sin la ayuda francesa la resistencia británica hubiese sido inútil.
Desde mediados de octubre hasta la última semana de noviembre de 1914, las tropas alemanas intentaron por todos los medios posibles romper el frente francobritánico en la zona de Ypres. Langemarck, Poelcapelle, Polygon wood o Gheluvelt se hicieron tristemente famosos en los partes de guerra y en el imaginario colectivo británico. The Ypres salient, el saliente de Ypres se convertiría en un mito, en un símbolo de la resistencia y el pundonor británicos. El saliente de Ypres y los hechos de armas durante ese otoño de 1914 en Flandes forman parte de las páginas más heroicas – y trágicas- de la participación británica durante la Gran Guerra.
Para Alemania, Ypres fue igualmente traumático.
Gran parte de los estudiosos de la Primera Guerra Mundial ven en el desenlace de los combates de Ypres durante ese otoño de 1914 el principio del fin de la Alemania guillermina. Los peores temores se habían cumplido: los dos frentes eran una realidad, el principio del fin.
La complejidad de la 1ª batalla de Ypres fue tal que se establecieron tres fases o episodios para comprender mejor su desarrollo y evolución. La primera fase denominada batalla de Langemarck tuvo lugar del 21 al 24 de octubre; la segunda, batalla de Gheluvelt transcurrió del 29 al 31 de octubre y el tercer ‘momentum’ fue la batalla de Nonne Bosschen, el 11 de noviembre de 1914. Entre estos tres capitales episodios se producieron escaramuzas, pequeños enfrentamientos, y sobretodo prolongadas pausas exigidas mayormente por la dureza de los combates y el cansancio de las tropas.
La batalla de Ypres de otoño de 1914 está estrechamente ligada a los combates que se produjeron un poco más al norte, entre la zona de Diksmuide (Dixmude) y Nieuwpoort (Nieuport) durante octubre y noviembre. Los resultados de la batalla del Yser no progresaban como esperaban los alemanes, así que decidieron prolongar los ataques más hacia el sur. Era la zona ‘británica’ del frente occidental y esperaban mejorar los resultados del ‘Yser’.
Yser e Ypres coincidieron en el tiempo, provocando un enorme desgaste en ambos contendientes que temieron, por momentos, agotar sus reservas de tropas y munición. Finalmente, fueron las pésimas condiciones meteorológicas y el invierno en ciernes los que bajaron el telón en el frente flamenco de noviembre de 1914.
Los alemanes pasaron turno y 1915 sería el ‘año’ aliado en el frente occidental.

Primeros compases
Sir John French, comandante en jefe de las fuerzas británicas, ‘desconocía’ la cercanía del recién creado IVº ejército alemán, al mando del Duque Albrecht de Württemberg, y en particular, la proximidad de tropas de reserva alemanas dirigiéndose hacia la parte más débil de su frente: el punto donde la BEF se unía a los belgas.
Su desinformación era tal que seguía inmerso en los quiméricos planes de ofensiva contra el frente alemán Courtrai-Menin.
La BEF prosiguió el avance a lo largo del frente los días posteriores. El IIº Cuerpo de Smith-Dorrien continuó hacia el este, el IIIº - en contacto con el IIº- debía cruzar el Lys por el sector de Sailly y Armentières, y la caballería debía proseguir hacia Menin, mientras Rawlinson con su IVº ejército en el extremo izquierdo de la BEF iría hacia el norte de Courtrai.
La suerte estuvo del lado británico. Rawlinson fue informado de que su flanco izquierdo peligraba: se aproximaban unidades enemigas desde la línia Brugge-Roulers. Ante las angustiosas noticias, el avance del 15-16 de octubre se frenó. La tenaz resistencia alemana que se encontró Rawlinson en el sector Houthem-Gheluvelt-Sint Juliaan-Westrozebeke acabó por ‘convencer’ a French. Cualquier ofensiva hacia el este requería ‘limpiar’ la zona al norte del flanco izquierdo de la BEF. French notificó a Haig (Ir Ejército) que se aproximase desde St. Omer a Poperinghe. El objetivo era consolidar el frente que unía la BEF con los aliados y de paso reforzar al IVº de Rawlinson.
El 16 de octubre, French ya había abandonado cualquier idea de una ofensiva aliada conjunta ante la alud de informaciones que le confirmaban la fuerza del enemigo en ese sector y que le hacían temer por su flanco izquierdo. Aunque el IIº y IIIr cuerpos británicos estaban luchando contra fuerzas superiores, los franceses creían que la peor parte se la podía llevar el IVº de Rawlinson, sobretodo porque éste cubría un frente mucho más extenso, lo que en caso de rotura podía provocar un desastre, dividiendo el frente aliado en dos.
Con estas perspectivas, Haig fue enviado al norte con órdenes de avanzar hasta Thourout, con la ‘ilusa’ perspectiva de capturar Brugge (Brujas), antes de que los refuerzos alemanes llegasen a la línea. En este punto de la historia la leyenda entra en juego.
La versión más acceptada cuenta que French, ante la delicada situación de Rawlinson, pero sobretodo ante las ínfimas posibilidades de llegar a Brugge, ordenó a Haig que cubriese le cubriese el flanco. Más al sur, el IIº, IIIº y la caballería estaban ya a la defensiva ante la abrumadora superioridad del enemigo.
Haig consiguió situarse al sur del flanco izquierdo de Rawlinson el 21 de octubre. Los franceses (divisiones de caballería IIª y IIIª) a las afueras de Thourout tuvieron que recular hacia el sur. La IIIª división británica de caballería hizo lo propio reculando hasta la línea Wijtschate-Mesen (Messines). En el sector sur, la caballería francesa de Conneau) se situó en línea con el IIº y IIIr británicos. El 21 de octubre French se percató definitivamente de la superioridad del enemigo en todos los flancos, y de la seria amenaza que esto suponía para el conjunto de la fuerza expedicionaria británica, amén de desistir de cualquier ofensiva parcial o local en territorio belga.
La situación de las fuerzas británicas era delicada. No llegarían más tropas antes de una semana y los refuerzos previstos eran la Indian corps, una división bisoña que acababa de llegar a Hazebrouck, juntamente con dos batallones de territoriales, otro de caballería y dos regimientos de la Yeomanry.

Continua en: La batalla de Ypres, octubre-noviembre de 1914 (II)

miércoles, 12 de enero de 2011

La batalla del Yser, 12 octubre-10 de noviembre de 1914 (II)


Los primeros estadios de la guerra del Yser
El traslado del IVº ejército alemán por vía férrea finalizó el 13 de octubre. El 17, y tras largas marchas, alcanzaron el sector de Bruges-Thielt, al este de Courtrai. El IIIº de reserva alemán se movía en dirección este desde el eje del avance alemán, mientras su flanco mantenía el avance a lo largo de la costa, y flanco izquierdo estava a tocar de Roulers, lo que ocultó el avance del grueso del recién creado IVº ejército. Con objeto de equilibrar el avance, se ordenó una corrección este-oeste en dirección al mar del Norte. El 15 los alemanes ya habían tomado Ostende. Al día siguiente, 16 de octubre, la vanguardia alemana ‘contactó’ con la caballería belga y con los puestos avanzados que tenían los belgas al este del Yser. Después de dos días de combates y refriegas, los alemanes obligaron a los belgas a retirarse hasta la orilla este del Yser. 
El 18 de octubre, los combates ya revistieron una mayor dureza. Los belgas, divisiones 1ª, 2ª y 4ª, que defendían la línea de frente desde la línea costa hasta Diksmuide (Dixmude) intentaron contener los embistes de las vanguardias del IIIr cuerpo de alemán, que tenía órdenes de tomar como fuese la población de Veurne (Furnes), unas millas al interior de la línea defensiva belga. Los alemanes consiguieron llegar a las posiciones de la orilla izquierda del Yser, aproximadamente hasta la línea de frente Lombardsijde-Mannekensvere-Schore-Keiem. La línea aguantó hasta la caída de la noche, pero horas después los alemanes capturaban la zona interior de la línea, Schore y Keiem. Keiem fue recuperada esa misma madrugada. Los ataques se retomaron a la mañana siguiente: tropas del XXIIº de reserva alemán se desplazaron al sur de la línea, en ayuda del IIIº de reserva, y se enfrentaron a contingentes franceses y belgas en el sector de Diksmuide. Keiem y Beerts cayeron a primera hora en manos alemanas, pero esta última fue recuperada al mediodía por la 5ª división belga y tropas de los ‘fusiliers marins’ franceses que se vieron, sin embargo, obligadas a recular a posiciones más arreseradas ante la fuerza del ataque enemigo, el XXIIIº cuerpo alemán. En este flanco de la línea, todas las tropas aliadas, excepto los ‘defensores’ de Diksmuide, se retiraron a la orilla oeste del Yser. 
El 20 continuaron los enfrentamientos en toda la línea, aunque con especial dureza en el sector de Diksmuide, donde tropas de los cuerpos XXIIº y XXIIIº fueron rechazados con grandes pérdidas por la guarnición de ‘fusiliers marins’ franceses que se habían hecho cargo de la defensa de Diksmuide. Al norte del sector, en Lombardsijde, unidades del IIIº cuerpo reforzadas con tropas de la 4º división Ersatz atacaron con dureza, pero sin resultados concretos. El IVº ejército alemán estaba completamente desplegado a lo largo del Yser. La 4ª Ersatz division frente a Nieuwpoort, el IIIr cuerpo de reserva en Keiem, el XXIIº de reserva en el sector de Beerst y el XXIIIª al este y sudeste de la posición de Diksmuide. En total siete divisiones con una potencia de fuego de 700 piezas de artillería frente a cinco divisiones belgas con prácticamente la mitad de artillería, 300 cañones. 
El 21 de octubre, y después de un potente bombardeo nocturno, tropas alemanes avanzaron a lo largo de toda la línea. Belgas y franceses lograron, sin embargo, contener el ataque a fuerza de graves pérdidas. No obstante, esa misma noche unidades del IIIr cuerpo alemán lograron cruzar el Yser al norte de Tervaete, gracias en parte al fuego de cobertura de su artillería que se había aproximado – hábilmente - a la zona de combate, junto con compañías de ametralladoras que sostuvieron el franqueo del río. La 1a división belga lanzó un infructuoso contraataque que permitió a los alemanes no sólo defender las posiciones recién adquiridas sino capturar el 23 de octubre la población de Tervaete, más al sur. Para contener el avance alemán se dispuso de la 3a división belga, en reserva, pero apenas logró ningún éxito defensivo. La 42ª división francesa, que había logrado un exitoso contraataque al este de Nieuwpoort ese mismo día, fue trasladada al sector de Tervaete por el Alto mando belga con el fin de atacar sin cuartel el flanco izquierdo de las unidades alemanas que habían cruzado el Yser para lograr un posible repliegue. La contraofensiva francesa, respaldada por fuerzas belgas de la 4ª división, aunque no logró la retirada alemana a la orilla este del Yser, consiguió pequeños avances. Los combates eran de una gran violencia, y el 24 de octubre al atardecer ambos bandos rebajaron el nivel de intensidad. El cansancio era generalizado. La 4. Ersazt division en Nieuwpoort y las unidades del XXIIº de reserva alemán no habían conseguido ningún avance significativo. Especialmente cruenta fue la lucha por Diksmuide, que los franceses defendieron de una forma cuasi épica, rechazando 15 ataques alemanes solo el 24 de octubre. 
Durante los duros combates por Diksmuide, la artillería alemana había reducido la población a cascotes. El ejército belga también había sufrido sobremanera. En varios días de combate había perdido una cuarta parte de sus tropas y la artillería había quedado reducida a la mitad, con apenas reservas para 160-170 proyectiles por pieza. La situación era francamente desperada, lo que llevó al Alto mando belga a tomar medidas extraordinarias, sobretodo ante la dudosa perspectiva de poder sostener el nivel de combates mantenidos hasta el momento. 
El 25 de octubre se tomó la decisión, atribuida –según la leyenda- al general Foch, de abrir las esclusas del Yser con el objeto de anegar e inundar el sector al este del ferrocarril de la línea Nieuwpoort-Diksmuide y provocar la retirada de los puestos avanzados alemanes. El territorio adyancente al rio Yser, así como la zona que mediaba entre la población de Diksmuide y la costa belga formaba un espesa ‘tela de araña’ de canales, esclusas y terraplenes que hacían del terreno una verdadera pesadilla para cualquier ejército que quisiese avanzar de forma ordenada rápida. Los terrenos de esta zona eran ‘polders’, es decir tierras bajas ganadas a expensas del mar. El nivel de los canales estaba regulado a través de esclusas y bombas que garantizaban el correcto funcionamiento del sistema, que se controlaba esencialmente desde Niuewpoort, donde se encontraban el Yser con el mar. El sector, pues, suponía un verdadero obstáculo para el ejército alemán que ansiaba ocupar definitivamente todo el territorio belga y poner en jaque a las fuerzas aliadas con la conquista y captura del territorio costero francobelga que hubiese amenazado la participación británica en el conflicto. En este sentido, la última y más determinante medida para contener cualquier avance era anegar la zona para convertirla en una inmensa marisma. 
La tarde del 25 de octubre de 1914 se abrieron las esclusas y comenzó a inundarse el terreno entre Diksmuide y el mar. La línea de frente aliada, francobelga, se retiró a las posiciones elevadas de la línea férrea que corría por detrás, con explícitas e imperantes órdenes de sostener la línea como fuese hasta que todo el territorio estuviese inundado.

Continua en: La batalla del Yser, 12 octubre-10 de noviembre de 1914 (III)

martes, 4 de enero de 2011

La batalla del Yser, 12 octubre-10 de noviembre de 1914 (I)


La serie de combates que tuvieron lugar en la zona más septentrional del frente occidental, la zona sudoeste de Bélgica (Flandes), durante el otoño de 1914 recibieron el nombre de batalla del Yser. Los combates de octubre y noviembre en la zona del Yser supusieron el último episodio de las maniobras que recibieron el nombre de ‘Carrera hacia el mar’. Estas operaciones perseguían el adelantarse al enemigo, para así poder rodearlo y derrotarlo, mientras se iba asentando el frente en toda su longitud: desde las fronteras francosuizas hasta el Mar del Norte.
Los fracasos aliados com del ejército alemán durante los tres o cuatro primeros meses del conflicto provocarían una larga, penosa e infernal guerra de trincheras en el frente occidental. La batalla del Yser fue sino el último, de los últimos intentos –inútiles- por evitarla.
El Yser se convirtió en el protagonista pasivo de la penúltima ofensiva alemana por evitar lo que se preveía ya inevitable: el estancamiento operativo y táctico del conflicto con las funestas consecuencias que ello supondría para los contendientes.
En el caso alemán se quería evitar a todo costa el enquistamiento en una dura guerra de trincheras, pero sobretodo una guerra en dos frentes, que ya era una realidad a finales de septiembre de 1914. El objetivo principal del Alto mando alemán (OHL) consistía en arrollar a los restos del maltrecho ejército belga, expulsarlo de su territorio y sobretodo conquistar los puertos del Canal de la Mancha que le darían una ventaja táctica vital sobre británicos, aislando a su contingente en tierras continentales y con apenas posibilidades de avituallamiento desde las islas británicas. La captura de la costa francobelga significaría también la amenaza latente de un posible enbolsamiento de las tropas francobritánicas en el norte de Francia.
Del lado aliado, y después de la ‘balsámica’ batalla del Marne se buscó minimizar y frenar la apisonadora alemana. No existía una estrategia conjunta en cuanto a las operaciones a desarrollar. Tan solo había una clara intención de evitar que el desastre fuese mayor y que los alemanes pudiesen retomar con fuerza su avance hacia lo que quedaba de Bélgica y el resto del norte de Francia.

Después del Marne y el Aisne, los franceses pudieron rehacerse gracias a su red ferroviaria con movimientos de tropas de Alsacia y Lorena hacia el nordeste, los británicos -apenas rehechos de los lances del Marne- carecían de una plan estratégico de acción, y los belgas a duras penas podían mantener en pie un ejército de 50.000 hombres. Con tal situación Joffre y French esperaban tener un respiro para poder establecer puntos en común hasta que amainase la tormenta alemán, que amenazaba con estallar en breve.
Las predicciones fueron correctas, los alemanes estaban otra vez ‘en ruta’.

Génesis
Después de la fallida defensa de Antwerp (Amberes), el ejército belga se vió impelido -dadas las circunstancias- a retirarse, vía Brugge (Brujas) y Ghent (Gante) hacia posiciones allende el río Yser, donde llegó el 12 de octubre. Muy maltrechas, apenas 50.000 hombres y 300 cañones, las divisiones 2a, 1a y 4a cubrían la línea de frente desde el Mar del Norte hasta Diksmuide (Dixmude), con dos brigadas de la 3a división y la 2a división de la caballería como reserva.
Una brigada francesa de los ‘fusiliers marins’ cubría, juntamente, con la 5a división belga, la línea de frente que mediaba entre Diksmuide y Boesinghe, mientras la 1a división de caballería estaba desplegada en toda la línea de frente al noroeste de Ypres. Más al sur (al este de Ypres) se encontraban los territoriales franceses de la 87ª y 89ª división que se habían incorporado a la izquierda del IVº Cuerpo inglés (7ª división y 3ª división de caballería) que venía en retirada desde Ghent, cubriendo el movimiento de ‘repliegue’ belga.
A la derecha del IVº inglés de Rawlinson se encontraba el IIº Cuerpo de Smith-Dorrien. El mismo día 12 de octubre, sus unidades estaban intentando avanzar en la línea Givenchy-Merville, a lo cual tuvieron que desistir debido a la fuerte resistencia que opuso el XIIIº Cuerpo alemán (VIº ejército) al mando de Von Fabeck. A la izquierda del IIº Cuerpo británico, los cuerpos de caballería Iº y IIº llegaron hasta el área de Vermelles y Estaires, al sur de Lys y Merville presionando al IVº de caballería alemán. En la retaguardia quedaba el IIIr cuerpo de caballería británico, que partiendo de St. Omer había alcanzado la zona de Hazebrouck. De hecho, el Ir cuerpo británico todavía no habia alcanzado el punto del rio Aisne. Su transporte se había demorado y no llegó a Flandes hasta el 19 de octubre.
Las tropas anglofrancesas y el resto de ejército belga hacían frente al VIº ejército alemán, al mando del príncipe Rupprecht de Baviera. Compuesto por los cuerpos XIIIº y XIXº, contaba con los cuerpos de caballería Iº, IIº y IVº como tropas de soporte a lo largo del frente. Al norte de este contingente alemán se estaba desplegando el IVº ejército, al mando del duque Albrecht de Württemberg, compuesto por los recién formados XXII, XXIII, XXVI y XVIIº cuerpos de reserva juntamente con el IIIº de reserva procedente de Amberes y la 4º división Ersatz.

El plan aliado
Cuando quedó claro que cualquier operación contra el ejército alemán en el sector de l’Artois y de Flandes requería de la coordinación y apoyo conjunto de las fuerzas francesas, británicas y belgas, Joffre nombró al general Foch como ‘coordinador’ de las fuerzas aliadas y enlace con sus propias tropas y las británicas. El Xº ejército francés al mando de Maud’Huy, situado en las cercanías de Arras, pasó a manos de Foch formando el flanco derecho del ataque, mientras las fuerzas británicas formaban el núcleo central y el pequeño contingente belga en el sector más septentrional, el izquierdo.

El 15 de octubre los franceses crearon el Détachament d’Armée en Bélgique, al mando del general d’Urbal, para aglutinar todas las unidades francesas que luchaban en territorio belga y pronto sería conocido como el VIIIº ejército francés. D’Urbal abriría el camino. Recibió órdenes de iniciar la ofensiva en el eje Roulers-Thorout-Ghistelles tan pronto le fuese posible, mientras los británicos la iniciarían en la línea Courtrai-Menin. Los belgas intentarían, según lo planeado, abrir hueco siguiendo la línea de la costa.

El plan aliado suponía, y contaba, que una gran parte de las fuerzas alemanas perseguirían a los restos del ejército belga después de su retirada desde Antwerp, lo que permitiría a las fuerzas británicas y francesas avanzar hacia el norte para luego, aproximadamente desde Lille, rodear las fuerzas del VIº ejército alemán por su retaguardia como por su flanco izquierdo.

Los hechos posteriores demostraron que semejante plan implicaba una falta total de realismo por parte de los mandos aliados. Ni el ejército belga estaba lo suficientemente preparado, y descansado, como para presentar batalla, ni las fuerzas francesas del recién creado VIIIº ejército estuvieron disponibles en el sector hasta el 23 de octubre. Para ese día, la situación había dado un giro radical. Era evidente que las fuerzas alemanas superaban en número y en capacidad de fuego a las aliadas, lo que decidió al mando francobritánico a ‘demorar’ la planificada ofensiva y a fijar posiciones defensivas en toda la línea de frente con las nuevas unidades que iba llegando.

Continúa en: La batalla del Yser, 12 octubre-10 de noviembre de 1914 (II)

lunes, 15 de noviembre de 2010

In Flanders fields: apuntes de un periplo inconcluso (IV)

Tyne Cot cemetery

El día se había abierto y nos ofrecía un precioso cielo raso, que combinado con el verdor de los campos y los bosques daba una estampa preciosa de Flandes. Salimos a la carretera de Ypres a Menin, y volvimos unos cientos de metros hacia Ypres girando a la derecha, en el desvío que lleva a Tyne Cot cemetery. No lo contrasté, pero si no recuerdo mal es uno de los cementerios británicos más grande de los que hay en Flandes. Después de un camino sinuoso, llegamos a un pequeño aparcamiento que se encuentra situado en uno de los laterales del cementerio. Cuando llegamos, el nuestro era el único vehiculo. Media hora después ya habían 3 o 4 autocares. Es un lugar de peregrinación.

Laura decidió cuidar de Frasier y se quedó fuera del recinto. Planeé una visita relámpago al lugar. Adyacente al cementerio hay un pequeño memorial que recuerda lo que supuso Flandes para el ejército británico. Muy suave, muy nostálgico. Fragmentos de cartas, fotos gigantes de algunos soldados, así como algún que otro recuerdo material. Acabada la rápida visita al memorial, seguí la pasarela que lleva al recinto. Decidí no entrar, creí que no debía. Eso sí, tomé decenas de fotografías y 'admiré' la elegante disposición del espacio, que le otorga un doble sensación de respeto y recuerdo.
Me paré a reflexionar un momento y lancé una mirada al paisaje: había algo que sorprendía. Los campos cultivados, el ganado paciendo tranquilamente, pequeños grupos de árboles diseminados aquí y allá. Así debía ser el paisaje de Flandes cuando llegaron las primeras tropas británicas. Parecía como si el tiempo se hubiese parado y los monumentos a los caídos fuesen islas en el correr de los tiempos. Era una sensación extraña.

Volví al aparcamiento, allí estaba Laura con Frasier. Quería dar la vuelta por el otro lado. Fuimos los tres. Me adentré unos metros en el recinto con el objeto de tener otra perspectica del lugar. Tyne Cot es muy parecido al cementerio de Sanctuary wood en cuanto a su forma de abanico. Ingleses, canadienses y 'anzacs' comparten espacio sin distinciones y con un precioso roble al sur del complejo como guardían. En la parte norte, una especie de 'proscaenium' semicircular 'coronado' con una enorme cruz cierra el espacio. Conmovedor.

Subimos al coche y nos dirigimos a St Julien (St. Juliaan) donde se encuentra el memorial canadiense. Por el camino y a unos cientos de metros 'damos de bruces' con el memorial neozelandés de Broodseinde, escenario de la cruenta batalla que lleva el mismo nombre y que formó parte de la 3a batalla de Ypres, en el otoño de 1917 y que tendría como colofón la lucha por Passchendaele.

Broodseinde memorial

Al final llegamos a St. Julien (St. Juliaan), mejor dicho al cruce de caminos entre la carretera que viene de Tyne Cot, y la que lleva de Ypres a Passchendaele. A la derecha del cruce se encuentra el memorial canadiense con la escultura de un soldado pensante en el centro del recinto. La escultura es impresionante. En forma de monolito pétreo, se encuentra coronada con la figura de un soldado a medio cuerpo en una postura consternada o reflexiva. En la base del monolito se encuentran los 4 puntos cardinales y las posiciones que señalaban, entre ellas la famosa de Passchendaele. Recinto no muy grande pero de una enorme expresividad y recogimiento. Igualmente impresionante, aunque el tiempo soleado le mengue aspereza al lugar.

St. Julien/St. Juliaan memorial

Después de esta dura catarsis decidí volver a Ypres a visitar el museo 'In Flanders fields' en Ypres. Deseaba tener una aproximación más suave al universo de Flandes, y a su significación en el conjunto de la guerra. Desandamos el camino, llegamos a la Gross Markt y entramos en el Salón de telas. Allí nos esperaba el museo 'In Flanders fields' dedicado a la Gran Guerra en Flandes, tomando el título del célebre poema de John McCrae.
La visita mereció. Se trata de un museo bastante interactivo y eminentemente visual, a lo 'americano', digamos. El recorrido, todo en una extensa planta, se realiza de forma cronológica con especial atención a los momentos más trascendentales, como por ejemplo la famosa 'tregua de Navidad' de 1914, el ataque con gas de abril de 1915, la cosmovisión del saliente de Ypres, Passchendaele, etc.
Otorga un carácter preeminente a la intervención británica con todas sus acepciones, es decir con las naciones de los Dominions (canadienses, australianos, neozelandeses e indios), y aporta numerosa documentación, así como la 'puesta en escena' de numerosas reliquias, armas y algún que otro diorama. Destacaría sobretodo la fluidez en la exposición de los materiales y los contenidos, así como una lograda didáctica del conflicto, no sólo para especialistas.

En el plano inferior, es decir en la planta baja del 'edificio de las telas' se encuentra la tienda del museo con numerosos recuerdos y libros dedicados al conflicto en Flandes. Como siempre los precios son prohibitivos, sobretodo para los que procedemos de latitudes meridionales. Para las compras mejor pasarse por las tiendecillas de la Meensestraat, es decir la calle que une la Gross Markt con la Menin gate y que saliendo de la ciudad lleva, evidentemente, a Menin.

Recuerdo que visité tres o cuatro tiendas, todas ellas en el lado izquierdo de la calle. Los precios según, para qué, prohibitivos también. Los libros nuevos, de robo; los de segunda mano, precios muy dignos, incluso más económicos que en la Red. Insignias, badges u otros, precios normales tirando a caros (Es difícil luchar con según que sites de subastas virtuales).
Si no recuerdo mal, el mejor lugar para comprar libros está prácticamente delante del 'salón de telas', a mano derecha. Lo regenta un chico joven, unos treinta máximo. Es inconfundible ya que 'viste' una enorme barba decimonónica a lo 'Rasputín'. Muy amable. Lástima que su librería no tenga todavía un enlace en la web, porque es la librería dedicada a Gran Guerra más bestia que han visto, a día de hoy, mis ojos. Impresionante. A ojo de bibliotecario de buen cubero, diría que en el establecimiento si no había más de 5000 volúmenes no había ninguno. Tenía duplicados, pero bueno, menos de 4000 libros sobre la guerra no había. Un paraíso para un loco como yo. Precios subiditos, lo que pasa es que había que buscar y rebuscar. Salí con tres o cuatro libros, no más. Ya me resarciría en Bruselas.

Ypres desde la Menin Gate, atardecer

Hasta aquí lo que dió de si Flandes, en cuanto a Gran Guerra se refiere. Faltaba todavía mucho viaje y no era cuestión de agobiar a nadie con mis particulares historias.

Lo mejor: el ambiente y atmósfera de respeto y agradecimiento hacia todos los que dieron su vida por un pedazo de tierra como fue el 'famoso' saliente; la Menin gate y su simbolismo; los verdes y llanos prados de Flandes; el amanecer en el cementerio de Langemarck; la mejor comprensión de un escenario primordial en cuanto al Frente occidental se refiere y, sobretodo la profunda comunión con los que allí estuvieron aunque mediase casi un siglo.

Lo peor: demasiado en tan poco tiempo. La mente humana, al menos la mía, era incapaz de absorber y digerir todo lo que el lugar le estaba proporcionando. Pero no hay mal que por bien no venga. Volveré.

Gracias a todos por seguirme en 'nuestro' periplo por Flandes.

PS.: Os recomiendo que le deis un vistazo a esta selección de fotografías

viernes, 5 de noviembre de 2010

In Flanders fields: apuntes de un periplo inconcluso (III)

Langemarck Friedhof


Después del acto, digamos, de constricción volví al coche donde me esperaba mi pequeño y fiel amigo. A él no le interesan ni los muertos, ni la guerra, ni cualquier estupidez humana. Qué suerte.
Arranqué y deshice el camino hacia Ypres con un pesar, mejor llamarlo pena, por aquellos que salieron de sus hogares como si fuesen a la cacería de los domingos y que no sólo no volvieron con sus 'presas' y sus batallitas que contar, sino que no volvieron. Me acuerdo de esos miles de cartas enviadas a sus familias y que jamás serían respondidas, ni leídas. Siento pena, por esos cientos de miles de jóvenes que jamás volvieron.
Laura me preguntaba cómo podía sentir pena por personas que ni conocí y que quedaban en un universo muy alejado de mi existencia. La respuesta ni fue, ni es, sencilla. Simplemente me transfiguro en esos miles de personas que, inocentemente, fueron a matarse unos a otros por nada. Siento lástima por miles de muertes estúpidas en aras de un conflicto nacido de la estultícia, del haber quién la tenía más 'grande', de unos gobiernos ignorantes y egoistas que jugaron con fuego y enviaron a sus hijos a resolver sus estúpidas y estériles trifulcas. Por eso siento lástima, porque en definitiva, la inmensa mayoría de los que acudieron a la 'llamada de la patria' en agosto-septiembre de 1914 deseaban pocos meses después volver cuanto antes a sus hogares y dejar atrás el infierno en el que se estaba convirtiendo una 'guerra de fin de semana' y que se alargaría más de cuatro años, prologando el sufrimiento, agonía y muerte de millones de soldados, con sus respectivas famílias. Por eso, y por más siento una enorme tristeza.

Quizá resulte difícil entender porque la siento, pero eso es lo que tiene escarbar e indagar en un conflicto tan terrible como fue la Gran guerra. Fue el final de la inocencia de una civilización que auguraba un progreso moral y técnico sin parangón en la Historia y que acabó empañando esa idea casi divina y totémica de progreso. Un progreso unívoco, el industrial, que acabó aplicándose para matar y exterminar a cuantos enemigos se pudiese, de la peor y más salvaje manera. El mundo se brutalizó de tal forma que se perdieron las más elementales formas de humanidad. Se traspasó el umbral. Un umbral que tendría su siguiente etapa un cuarto de siglo más tarde. Por eso siento pena, pero sobretodo porque eran personas con ilusiones, con una vida por delante, con hijos, mujeres, familias... Por eso, que no es poco.
Después del soliloquio deshice el camino hacia Ypres. Frasier estaba más contento. Quizá intuía que íbamos en busca de Laura, que aún debía dormir.
Una vez de vuelta al camino y con el mapa como GPS rudimentario - cómo lo eché a faltar - salíamos hacia Menin por la Menin gate en busca de la zona de la colina 62 (Hill 62), zona de duros combates. Ruta impoluta, vacía. Nos desviamos hacia un rompiente en la derecha, de la carretera que une Ypres con Courtrai. A banda y banda, sin embargo, se encuentran numerosos vestigios de la guerra. Seguimos las indicaciones y a unos kilómetros, a la derecha damos de bruces con el Sanctuary wood cementery. Seguimos hasta que alcanzamos una especie de cabaña de bosque del tipo que uno se encontraría en Montana o Wisconsin.

El chiringo - llamarlo de otra forma hubiese sido mentir - daba miedo. Laura dudaba, yo tiré pa'lante. En el fondo se trataba de un bar-restaurante cuyo jardín-cobertizo era nada más y nada menos que lo durante la guerra se dio en llamar la Hill 62, una pequeña cresta defendida por tropas británicas y que testigo de episodios de especial virulencia, como lo atestiguan los cementerios cercanos así como los testimonios de uno y otro lado. Pasamos al interior del restaurante siguiendo la preceptiva señal 'To the trenches'. Evidentemente para ir más allá de la rudimentaria barrera que separaba un 'saloon a lo Far West' y el mundo de la Gran Guerra era necesario colaborar con la 'causa' de los regentes y guardianes del 'tesoro' donde demasiados soldados perdieron la vida defendiendo un lugar que 'curiosamente' se convertiría en una naïve atracción turística. Ironías del destino.
3 o 4 euros, no recuerdo bien el precio. Eso sí, nos dieron un billete, de aquellos tipo 'boleto' parecido a los que me daban los viernes cuando iba al cine de Tossa de Mar para asistir a lo que se llamaba 'Gran gala infantil'. Todavía conservo el boleto, el de la Hill 62, claro.

Cruzada la barrera, accedimos a una sala de unos cincuenta metros cuadrados repleta de gadgets, gorras, cascos, proyectiles, cuadros, fotos, ... Vitrinas a lo largo de las paredes de la sala cubiertas de medallas, cascotes, anteojos, etc. No había orden ni concierto en la disposición de las piezas, y no es de extrañar, inventariar aquello hubiese supuesto tarea titánica y visto como tenían el bar, cualquiera se imaginaba como podía acabar aquello. En esa sala aún reinaba cierto caos dentro del orden. En la siguiente, algo más parecido a una chatarrería, el espectáculo era digno de ser inmortalizado. Alambradas, piezas sueltas de cañones, vainas de proyectiles, morteros, algún 'minenwerfer' - en muy buen estado, por cierto -, fusiles por doquier, restos de máscaras de gas... Bueno, que deciros, aquello era impresionante. Impresionante por la cantidades de restos y, sobretodo, por su dispar disposición. Sobrecogía. Laura alucinaba. Yo más.

Hill 62 museum

Después de entreternos un rato en el magnífico ejemplar de mortero de trinchera alemán en perfecto estado, salimos al aire libre ya que el olor a rancio y a herrumbre eran casi insoportables. La salida daba directamente a un tupido bosque de robles que apenas dejaba pasar algún rayo de sol. Para acceder al, digamos, centro o parte central de la colina 62, se pasaba por un dugout (abrigo) cubierto de una uralita o plancha ondulada metálica. No recuerdo el nombre en inglés a pesar de haberlo leído en infinidad de ocasiones. Pasado el tunelete, nos introducimos en lo que debía ser en su tiempo una trinchera de comunicaciones, hasta subir por una ligera pendiente que nos dejó casi en el medio del lugar. La visión era ideal.

Hill 62

Por una parte, se insinuaba perfectamente la línea zigzagueante de trincheras, así como las trincheras que unían la primera línea con la de soporte o la de comunicaciones que llevaba a retaguardia. Cabe decir que las trincheras estaban perfectamente conservadas, pero sin caer en la burda y artificiosa reconstrucción tipo 'Leroy Merlin'. Evidentemente las zanjas o trincheras estaban ausentes de parapetos, pero conservaban perfectamente una morfología primigenia: Tablones horizontales en las paredes de la zanja para contener el peso de la tierra y asegurar, por su parte, las tablas que formaban el suelo de las trincheras. En algunos lugares se conservaban las protecciones superiores. Aunque en tiempo de guerra, ese tipo de protecciones apenas salvaguardaban de una lluvia de shrapnels y a una distancia prudencial. Una lluvia de shrapnels prácticamente perpendicular a la trinchera hubiese dejado la chapa como un colador de rejilla fina, y no digamos al que ahí se refugiase.
Evidentemente, y como no podía de otra forma, subí, bajé, me escondí, observé por encima del parados como si fuese un niño pequeño. Pasado el momento 'saltimbanqui' y con las fotografías ya en el 'zurrón', me dediqué a echarle una ojeada más técnica al lugar, a fijarme en los detalles.
Así, uno de los puntos curiosos fue que desde la Hill 62 se tenía una impresionante vista del paisaje. En este sentido, hay que recordar que esta parte de Flandes, como casi todo el resto, lo configuran espacios y áreas muy planas, con apenas mínimas elevaciones. Por ello, durante los más de cuatro años de conflicto, la guerra en Flandes estuvo prácticamente orientada a hacerse con las pocas elevaciones que el terreno ofrecía ya que ofrecían un punto de observación vital de las posiciones enemigas. Cabe decir que de los pocos lugares en los que los alemanes no contaron con el factor altitud fue, precisamente, en esta zona del frente occidental. De ahí, que los alemanes insistieran e insistieran en hacerse con las elevaciones que cercaban a la ciudad de Flandes. La Hill 62 era una de las más importantes. Por ello, resultaba curioso observar a través de los claros que ofrecía el bosque algunos de los puntos donde estaban apostadas las líneas alemanas.


Cráter de obús en la Hill 62

Girando la vista a retaguardia, comencé a inspeccionar el terreno en busca de detalles, y di con algunos curiosos. En algunos puntos destacan unos enormes cráteres cubiertos con las lluvias de días pasados y que habían formado una preciosa capa de verdete. No cabe duda de que para que semejante resto continue visible, el obús tenía que ser como mínimo de un 150 o 210 mm alemán. De otra forma, el tiempo y los sedimentos naturales lo hubiesen cubierto ya. Así como los cráteres, Laura me hizo percartar de algo asombroso: en algunos puntos de la pequeña colina 'sobrevivían' algunos tocones o troncos desmochados de cuando aquello debió convertirse en paisaje lunar. De hecho, en los tres o cuatro tocones que descubrí, los visitantes se habían dedicado a colgar cruces o rosarios y, en algunos casos, cruces con la 'poppy' británica a modo de recordatorio. Sin duda, la Hill 62 era otro de los lugares de peregrinación británica.
De vuelta del cerro, deshicimos la ruta y nos introducimos otra vez en el 'museo de los horrores' no sin una pequeña sonrisa al encontrarlo un 'poquillo' cutre. Nos despedimos de los 'posaderos', entramos en el coche y dimos media vuelta por la carretera hasta encontrarnos otra vez con el cementerio de Sanctuary wood dedicado a los caidos ingleses y de los Dominions (Anzacs y canadienses).


Sanctuary wood cementery

El recinto, no muy grande, es de una exquisita sobriedad. Las lápidas, dispuestas en forma de abanico, llevan grabado el nombre del soldado, el regimiento y la fecha de su muerte si son conocidos. En caso contrario, llevan grabada una cruz y la inscripción 'Soldier of the Great War'. Los cementerios estan cuidados hasta un extremo insospechado. Cabe decir que tanto Bélgica como Francia cedieron, gratuitamente, los terrenos donde se ubicaron los cementerios para los caidos de los ejércitos británico, australiano, neozelandés y canadiense. Para su gestión, el gobierno británico, en representanción del resto de naciones de la Commonwealth, creó la Commonwealth Graves War Commission que tiene como cometido el cuidado y gestión de los cementerios donde reposan soldados de sus respectivas naciones. Como decía, el cuidado es exquisito, y no sólo el mantenimiento. En el caso del de Sanctuary wood, en cada una de las lápidas hay flores - mayormente rosas - que proporcionan un preciosa imagen de dignidad y calma. En esto, los ingleses son especialmente detallistas.

Sanctuary wood cemetery

Dejé Sanctuary wood, entré en el coche y nos dirigimos hacia la carretera que lleva de Passchendaele para visitar el cementerio de Tyne Cot y sus aledaños.

Sigue: In Flanders fields: apuntes de un periplo inconcluso (IV)

domingo, 24 de octubre de 2010

In Flanders fields: apuntes de un periplo inconcluso (II)

Viene de: In Flanders fields: apuntes de un periplo inconcluso (I)

Y vaya si lo fue. Frasier y yo nos levantamos a eso de las seis de la mañana, todavía con las tinieblas de la madrugada. Vajamos sin hacer ruido por las empinadas y angostas escaleras de la casa de huéspedes y nos dirigimos a la calle. El día prometía. Cielo raso, fresco de primeros septiembre y un buen mapa.
El problema no era encontrar los lugares a visitar, sino como salir de Ypres por la carretera adecuada, ya que si salías por el lugar incorrecto luego tenías que dar un gran rodeo. Salimos bien.
Mi primera intención era ir al cementerio alemán de Langemarck.
Quiénes de los que estamos locos con el tema no ha oido hablar de Langemarck, y la tristemente famosa Kindermord o 'matanza de inocentes', en referencia al estúpido e inútil sacrificio de jóvenes cadetes o estudiantes que murieron en descerebrados ataques a campo abierto en línias absolutamente cerradas al son de canciones patrióticas, mientras los británicos hacían prácticas de tiro sin posibilidad de error??
La historia es cruel y semejante tragedia, como toda la guerra, se repetiría con los ejércitos británicos en el primer día de julio de 1916 durante la batalla del Somme. Contextos aparte, al salir de Ypres nos dirigimos hacia Langemarck por la carretera que se dirige a Dixmude, Diksmuide en flamenco.
El paisaje era precioso, o al menos así lo contemplaba yo. Tierra llana, mayormente cultivada y salpicada aquí y allá de pequeños bosques muy concentrados de robles y álamos. La escena del campo flamenco se completaba con una suave neblina que cubría los campos como si de un velo de fino satén se tratase. En ese momento uno se acordaba de los miles de testimonios de soldados que hablaban de las famosas neblinas flamencas que se producen por los fenómenos meteorológicos propios de una zona cercana al Mar del norte y sin apenas cadenas montañosas que se cierren el paso a las brumas.
Como decía, muchos fueron los testimonios que se referían a este típico fenómeno matutino y que tanto daría que hablar. Bajo estas nieblas matutinas se camuflaron algunos de los episodios más sangrientos de la guerra, desde ataques al amanecer hasta los temidos y terribles ataques con gas venenoso que quedaban enmascarados en medio de estas brumas. Hablar de los campos de Flandes durante la Gran guerra es hablar entre otras cosas de fenómenos meteorológicos y de las brumas y neblinas sobretodo.
De esta forma, y sorteando las fantasmagóricas brumas, llegamos a Langemarck. Crucé todo el pueblo y al final encontré el cementerio alemán, el Friedhof de Langemarck.

El cementerio alemán de Langemarck ocupa aproximadamente una área ligeramente inferior a la de un campo de fútbol, es decir poco menos de una hectárea. Rodeado de un seto en todo su perimetro, las tumbas de los soldados caidos en combate estan diseminadas en forma de losetas en el suelo. Desconozco, sin embargo, si los cuerpos se encuentran bajo de las losas con sus nombres. Justo en medio del cementerio se levanta un especie de muro con los caidos por orden alfabético, donde figuran su nombre, cuerpo o regimiento y fecha de defunción.
Sobrio, muy sobrio. Muy alemán.


Al llegar sobre las siete menos cuarto de la mañana me encontré el recinto cerrado. Dommage. Aún así, y como el gato curioso, alargué el cuello para ver entre los setos. La escena contemplada era de una serenidad conmovedora. Ténues resquicios de sol resquebrajaban el sueño de las cruces de piedra diseminadas por el camposanto. No señalan ningún caido en concreto, únicamente lo sagrado del lugar. La sobriedad del espacio es impresionante, no parece un cementerio militar.
Semanas después de haberlo visitado me percato de algunos detalles curiosos pero que en aquel preciso momento permanecieron silenciados por el momento. Hoy que lo pienso, me doy cuenta de que el cementerio estaba situado en medio de los cultivos de maíz que pueblan por doquier los prados de Flandes; la brisa de la mañana balanceaba los altos tallos con una sibilante melodía de calma. Cierto que en uno de los extremos se encuentra la carretera que une Langemarck con el paisaje flamenco, pero el respeto que se profesa por este lugar es total.
El friedhof (cementerio) de Langemarck no es solo un camposanto, es un lugar de reconciliación.
Cuando volví al cementerio de Langemarck horas después con Laura lo constaté. Autocares repletos de alemanes visitaron el lugar en perfecta peregrinación en un acto de sentido recuerdo. Uno se sentía fuera de lugar. Pero aún así permanecimos. El respeto no conoce nacionalidades.

Lo que no hizo la 'Paz' de Versailles lo consiguieron camposantos como este, reconciliación después de la barbarie.

In Flanders fields: apuntes de un periplo inconcluso (III)

viernes, 15 de octubre de 2010

In Flanders fields: apuntes de un periplo inconcluso (I)


No fue una decisión meditada. La opción de visitar Flandes surgió después de haber decidido hacer un viaje por Bélgica y Holanda en coche. No cabe duda, sin embargo, que cuando atisbé la posibilidad de visitar los campos de Flandes donde transcurrieron algunos de los episodios más importantes de la Gran guerra, mi corazón dió un vuelco.
Comenté, como quién no dice lacosa, que podíamos estar dos o tres días en Flandes visitando algunos lugares relacionados con la Gran Guerra pero con el sosiego propio de estar de vacaciones, es decir descansando, comiendo dignamente y, como no, probando las múltiples variedades de cerveza que abundan por tierras flamencas y belgas. Laura, que es una santa, accedió.

Off the record: el otro día en un cena y recordando el viaje, me confesó que le impresionó sobremanera la visita a los tristes 'campos de Flandes'.

Lo que viene a continuación es un breve periplo por los lugares que visité y por las impresiones que me calaron hasta lo más hondo de mi ser. Una confesión antes del viaje: cualquier opinión o reflexión versada es absolutamente personal e intransferible como el resto de contenidos subjetivos que aparecen en el blog.
Veníamos de Tournai, Laura había sugerido que parasemos allí para contemplar la catedral, muestra excepcional del gótico flamenco, así como del baptisterio - que poco le puede envidiar al fiorentino. Buen tiempo, pocas nubes y acabado el paseo partimos para Ypres, Ieper en flamenco. Cometeré una incorreción pero mantendré la versión anglosajona, que es la que más manejo. Perdónenme los nativos.
Tournai-Ypres, poco más de tres cuartos de hora en coche.
Llegamos a Ypres. Cinco de la tarde. Un tiempo espléndido. Tuve la oportunidad de entrar por la Menin gate, pero no osé. Territorio sagrado.

Nos dirigimos al hotel. Precioso. El hall ya prometía. Proyectiles, libros y fliers de agencias dedicadas a la organización de rutas por los alrededores de Ypres. Todo halagüeño, la boca se me hacía agua. Necesitaba ver por mis propios ojos la silueta recortada en el atardecer del 'Salón de telas', el famoso 'Lakenhalle' en flamenco. Para aquellos que se incorporen a nuestro universo, el 'Salón de telas' o 'Lakenhalle' de Ypres es el emblemático y simbólico edificio que presidió la total destrucción de Ypres como ciudad y la suya propia durante los más de cuatro años que duró la guerra. Aprovecho para decir que el 80-90% de la ciudad de Ypres actual fue reconstruida después de la guerra.
La Ypres actual es una preciosa población de edificios de ladrillo cocido de factura flamenca, con un estilo absolutamente cuidado, pavimento de adoquín en las calles, y un respetuoso ambiente de veneración hacia aquellos que mantuvieron el 'enclave a salvo'.

De ruta por las calles de Ypres dos puntos llaman la atención, el ya nombrado 'Salón de Telas' y unos trescientos metros al este, la Menin gate que recibe su nombre porque desde allí se toma la carretera que lleva a Menin o a Menen, en flamenco. La enorme significación de la Menin gate para el imaginario granguerresco vendrá luego.

Un paréntesis necesario. Uno de los fenómenos más habituales que le suelen ocurrir a uno, el que escribe, es que se sienta apabullado por el lugar que pisa, siempre que tenga una significación especial. Ypres no fue excepción.
Me sentía como aquel niño al que le abren una tienda de golosinas para él solo y apenas tiene unos minutos para llenar sus bolsillos de caramelos. Pues si tenéis la imagen en mente, así estaba yo: quería ir al acto de homenaje que se celebra todas los días a las ocho de la tarde en memoria de los caídos en Ypres, quería entrar en las tiendas y comercios de militaria, en las librerías, en el museo 'In Flanders fields' que se encuentra en la primera planta del 'Salón de telas', quería,... bueno, lo quería todo. Suerte que me ayudó mi santa.

Laura me dijo de ir tranquilamente a la tienda del museo para comprar un mapa con el recorrido que haríamos al dia siguiente por los 'fields', me hizo el timing para entrar en dos o tres tiendas de militaria, pasear tranquilamente con Frasier por las bonitas calles de Ypres con sosiego, sentarnos a degustar las increíbles cervezas del país, etc... hasta que a las ocho estábamos como un reloj en la Menin gate para el acto de homenaje. Bueno, miento. Llegamos media hora antes para admirar la Menin gate, porque eso fue lo que hicimos, admirarla. El término que mejor la defina es ...


Conmovedora. Simplemente así. Contemplarla situada allí te traslada en el tiempo. Las paredes y bóvedas plagadas de nombres de hombres que no volvieron jamás pero que en cambio reposan en la memoria de los que los contemplan. Ellos, reposan ahí, con sus camaradas, uno debajo de otro, por unidades, por regimientos, por naciones. Los índios en sendas placas en las bases de las pilastras del oeste, las que dan a Ypres; los canadienses en las escalinatas que suben hacia el plan superior, allí donde se reunen con los australianos que contemplan el sol del atardecer, igual que lo hacían en sus trincheras unos cientos de metros más al este y al norte. Todo confluye en la Menin gate y todo parte de ella, lo sabían ellos y lo inmortalizaron los artistas. Longstaff & co. Todos ellos narran la vuelta de los muertos a la Menin gate, con una suerte de magia y una mezcla de admiración y respeto eternos. Eso es la Menin gate, uno monumento de recuerdo y de admiración hacia aquellos que dieron su vida por una guerra fuera de sus confines. Unos, los más, a unas decenas de millas allende el canal, otros cruzando los océanos y unos pocos desde tierras asiáticas. Eso es lo que impresiona, su sacrificio. Su sacrificio tiene su recompensa diaria. Se celebra un emotivo y sincero homenaje que conmueve a familiares remotos y a extraños, como nosotros. Un clarín de trompeta, un silencio sepulcral y una ofrena bajo los sentidos pasos de dos militares marcan el clímax a un acto, repito, de respeto no de pompa. Todo eso y más es la Menin gate. Partir de la Menin gate para visitar los campos de Flandes es visitar el monte Calvario de los que ahí reposan y de los que sobrevivieron pero jamás volvieron a ser los mismos.


Parentesis.
La ruta 'In Flanders fields' está señalizada mediante paneles en distintas partes del recorrido. Mi opinión al respecto es que si no sabes muy bien donde vas te pierdes con una facilidad pasmosa. Lo suyo es o contratar un servicio de excursiones diarias donde te llevan a los principales lugares de interés o bien lo que hacemos el resto que es comprar un mapita al uso y carretera y manta, y mucha paciencia. Un inciso: las visitas con los grupos organizados de excursiones es ideal para aquellos que vengan del lado 'aliado'. Si quieres visitar cementerios o lugares de interés relacionados con el bando alemán coge el mapa
Después de la emotiva visita a la Menin gate, decidimos 'aparcar' a Frasier e ir a cenar tranquilamente después de una intensa tarde.
Inciso: Frasier como buen perro asistió al acto de homenaje en la Menin gate. De hecho lo sujeté durante todo el acto y restó impávido al sepulcral silencio del momento. Aún me sobrecoge cuando lo pienso. Cierro paréntesis.
Cenamos en la misma plaza del 'Salón de telas', a pocos metros del edificio en un acogedor restaurante. Nos retiramos pronto. La mañana sería intensa.

Continúa en: In Flanders fields: apuntes de un periplo inconcluso (I)