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lunes, 16 de diciembre de 2013

Notre-Dame de Lorette (Nuestra Señora de Loreto), mayo-junio 1915


Los sangrientos combates por Notre-Dame de Lorette en 1915 fueron de los más duros del frente occidental. Circunscrita en la Segunda Batalla del Artois, la reconquista de la posición de la antigua ermita buscaba romper la línea alemana en el eje Loos-Givenchy-Thélus donde el objetivo final era la cresta de Vimy (Vimy ridge). Su peculiar morfología y altura la convertían en un lugar de observación privilegiado, tanto para la artillería como para el control de efectivos enemigos. Como la Butte de Vauquois - aunque sin minas- Notre-Dame de Lorette cambió de manos en numerosas ocasiones en solo catorce días de brutales combates. El resultado fueron miles de muertes por una simple colina y la posterior mitificación como carnicería inútil.

Patrón equivocado
A pesar de la concienzuda preparación francesa y de la colaboración británica (Festubert y Aubers), Notre-Dame de Lorette y Vimy repitieron la lógica macabra de los desastres del verano del 14 y de la Champagne de principios de 1915. Las correcciones y modificaciones tácticas no fueron suficientes: la offensive à outrance volvió a fallar sin apoyo eficiente y continuado de la artillería durante el ataque. El Pétain de la 'artillería conquista y la infantería ocupa' aún tenía que pulir su método. Nombrado por Foch jefe del 33º Cuerpo de ejército, dispuso de una preparación artillera fuera de lo común y de reservas suficientes en caso de rotura del frente. Pero cometió algunos errores. El primero iniciar el bombardeo dos días antes del ataque (serían cinco) malbaratando la carta de la sorpresa. El segundo situar las tropas de reserva a más de 8 kilómetros de distancia del frente. Las equivocaciones del pasado se enquistaban. De hecho, Loos y todas las ofensivas aliadas hasta mediados de 1917 (Passchendaele incluída) tuvieron un patrón desgraciadamente común: 
1º Apoyo artillero deficiente e intermitente a lo largo de la operación. 
2º Reservas mal dispuestas o rezagadas. 
3º Graves deficiencias en las comunicaciones. 
4º Nula coordinación e improvisación de los mandos intermedios y 
5º Visión nula u obtusa de los mandos superiores junto a un desprecio absoluto por sus tropas. Con estos factores el resultado sería el mismo en todos los casos: masacre de miles y miles de soldados a cambio de decenas o cientos de metros. Notre-Dame de Lorette sería el summum.

La mejor defensa es un terreno inconquistable
La vieja ermita, lugar de peregrinación y devoción antes de la guerra, se encontraba al final de una cresta que va de oeste a este, mas o menos de Bois (Bosque) Bouvigny hasta los aledaños de Souchez. Desde Lorette, en la parte oriental de la cresta (170 metros sobre el nivel del mar) y a unos 15 km de Arras, se divisaba la práctica totalidad del sector del Artois y, por supuesto, la cresta de Vimy. Lorette suponía el punto de apoyo al oeste en la línia de ataque y su toma significaba una baza importante en el éxito de la operación. Su conquista, sin embargo, sería durísima, no solo por la escarpada orografía sino por la fuerzas alemanas que la defendían desde octubre de 1914. La zona septentrional de la cresta no presentaba una orografía complicada pero la vertiente meridional - formada por media docena de escarpadas laderas junto a estrechos y abruptos barrancos - ofrecían una defensa natural dificilmente franqueable y un ataque poco halagüeño desde el punto d'Ablain Saint-Nazaire (aún en manos alemanas).
Desde finales de 1914 el 21º Cuerpo de Ejército francés del General Maistre conocía muy bien la posición. En enero de 1915 habían puesto los pies en la parte más occidental del promontorio (Éperon de Mathis). En marzo y abril cayeron el Grand Éperon y l'Éperon des arabes. La posición de Lorette, sin embargo, permanecía a casi 1 kilómetro de las posiciones de vanguardia francesas. Las débiles defensas de la vertiente norte decidieron a los mandos alemanes por formidable sistema defensivo en el sector nordeste de la cresta. Cinco líneas de trincheras protegidas de sacos terreros, nidos de ametralladora en pequeños blockaus (blocaos) situados en los flancos, un nutrido campo de alambradas junto a barreras móviles y caballos de frisia protegían la posición de Notre-Dame desde el norte y el este, más o menos desde l'Èperon (espolón) des arabes. En puntos determinados y entre líneas se construyeron pequeñas fortificaciones anticipando los futuros blockhaus que en algunos casos contaban con fosos y muros de más de 6 metros de profundidad, como el del Fortin de la Chapelle. Junto a las formidables defensas, gran parte de las tropas que defendían la posición pertenecían a un regimiento de élite badenburgués apoyado por una importante concentración artillera en las posiciones de Angres y Liévin. De esta forma, cualquier ataque francés que cruzase la pequeña meseta de Lorette estaría sometido a una impresionante lluvia de fuego. Los mandos franceses sabían de lo imposible del ataque, pero confiaban en tomar Ablain Saint-Nazaire que favorecería el avance cubriendo uno de los flancos.

Mayo 1915
El bombardeo artillero francés se inició el 4 de mayo. Pero el mal tiempo obligó a posponer el ataque de la infantería hasta el 9. El efecto sorpresa se fue con la lluvia. La magnitud del bombardeo y los fuertes aguaceros dejaron un terreno impracticable pero los planes de ataque no se modificaron. En el sector más occidental del ataque, tres regimientos de infantería y tres batallones de cazadores al mando del general Maistre saltaron de las trincheras a las diez de la mañana del 9 de mayo. Su objetivo era desalojar a los alemanes del fortín de la Chapelle en su camino hacia los restos de la ermita para ocupar posteriormente toda la cresta de Lorette hasta su punto más oriental, con vistas a Souchez y con Ablain Saint-Nazaire en su flanco meridional. El objetivo, Lorette aparte, era proporcionar fuego de flanco en apoyo al avance perpendicular hacia la cresta de Vimy. El avance fue durísimo. Las condiciones del terreno junto a un mortífero fuego de ametralladora alemán hicieron mella en la ofensiva. Tres horas después y tras cruzar varias líneas de trinchera abandonadas, el grueso de las tropas estaba a unos doscientos metros del fortin de la Chapelle. Hubo reagrupamiento y al poco se inició el ataque en semicírculo. Las ametralladores del fortin barrieron cualquier avance. Las bajas fueron terribles. Pura carnicería. La artillera desde Souchez y Liévin remataron la faena. El mando francés decidió suspender los ataques pero ordenó un claro 'ni un paso atrás'. Llegó la noche y los restos de las compañías dispersas, algunas lideradas por sargentos o caporales, se refugiaron en los cráteres de obús y se parapetaron bajo los cuerpos de soldados alemanes. Llegaron refuerzos alemanes y los temidos contraataques. Se llegó al cuerpo a cuerpo y a la bayoneta. Los franceses lograron rechazarlos. El día 10 la situación de las tropas francesas era muy delicada. Sin apoyo de retaguardia y con un fuego artillero de flanco pocas eran las opciones. Avanzar o avanzar. Los compañeros de la 70ª división tampoco pudieron tomar Ablain Saint-Nazaire. Al acoso artillero se sumaron el calor, la sed y el hedor de los muertos en descomposición que los obuses habían desenterrado. Un horror.
Durante dos días la situación se mantuvo estable. Del 10 al 12 de mayo los supervivientes aguantaron como pudieron los contraataques alemanes, que mantenían abiertas las vías de Souchez y Ablain Saint-Nazaire. El 12 a la noche el contingente superviviente de los chasseurs (cazadores) tomó la iniciativa. Un pequeño grupo reptó hasta la base del fortín y cubrió - parcialmente - las troneras de las ametralladoras con sacos terreros. Lo consiguieron a medias, muchos cayeron, pero ralentizaron el tiro y el resto de la infantería cruzó algunos parapetos en dirección al fortín. Una vez rodeado se luchó cuerpo cuerpo hasta acabar con la resistencia alemana. El grueso de las tropas se dirigió hacia el resto de la cresta pero no de toda la meseta. El punto más oriental estaba todavía en manos alemanas. Concretamente los espolones de Souchez y el de Voie Blanche (vía blanca).
A pesar del pésimo estado del terreno, los franceses avanzaron los días siguientes hasta tomar el espolón Souchez. La Voie Blanche, sin embargo, se mantenía inexpugnable. El fuego de ametralladora era mortífero. Hasta el 22 de mayo, la línea francesa en la cresta de Lorette tuvo forma de semicírculo. Ablain Saint-Nazaire, la punta más oriental de Lorette y la zona de Angres-Liévin permanecían en manos alemanas. El mando francés dispuesto a cerrar el capítulo Lorette puso todas sus energías en la conquista de los reductos. Los alemanes no se lo pusieron fácil. Después de más de trece horas de combates con sendos contraataques toda la meseta de Lorette cayó de lado francés. Solo resistía la vertiente oriental hacia Souchez, pero las alturas ya eran francesas. Los defensores alemanes perdieron en un solo día tres mil hombres. De los franceses se desconoce el número pero se calculan muchos más. Comenzó el mito Notre-Dame de Lorette. En el emplazamiento de la antigua ermita se erigió la necrópolis más grande de todas las dedicadas a los caídos de la Gran Guerra con un camposanto para 23.000 caidos.

Fuentes:
Conquête du massif de Lorette. Notre épopée, 1914-1915. Paris, Société Française d'Imprimerie et de Librairie,1916, p. 268 ss. 
Laure, Auguste. Lorette, une bataille de douze mois, octobre 1914-octobre 1915. Paris : Perrin et cie., 1916.
http://chtimiste.com/batailles1418/1915artois1.htm http://www.nordmag.fr/patrimoine/histoire_regionale/premiere_guerre/lorette.htm http://centenaire.org/sites/default/files/references-files/guide_circuit_npdc.pdf

viernes, 20 de abril de 2012

Los pantalones de Lucien Bersot

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Poco me imaginaba que una película con un título tan anodino escondería una historia tan absurda y cruel.
Le Pantalon, telefilm del realizador francés Yves Boisset y adaptación de la novela homónima de Alain Scoff, narra el espeluznante caso del soldado Lucien Bersot.
La historia, aunque increible, fue desgraciadamente cierta. Lucien Bersot, 33 años y padre de una hija de 5, fue llamado a filas como millones de franceses durante el convulso agosto de 1914. El suyo sería el 60º regimiento de infantería. A resultas de la falta de uniformes reglamentarios, Bersot fue pertrechado con la guerrera de paño azul, pero recibió unos pantalones blancos en vez de los de lana roja reglamentarios. Los meses pasaron y en enero de 1915 el blanco pulcro se había tornado color barro.
Era el 11 de febrero de 1915, en el gélido frente del Aisne, cuando Bersot, hastiado de su penosa vestimenta y muerto de frio, informó a su furriel. Al poco, le trajo unos pantalones de lana rojos. La prenda, aunque entera, estaba visiblemente manchada de sangre, lo que provocó la negativa de Bersot a vestirla.
Lo que en un primer instante parecía una broma, fue tornándose en estúpida tragedia.
Ante la total indignación de Bersot por vestir unos pantalones manchados de sangre, probablemente de un muerto, el caso trascendió al teniente André.
André, que acababa de hacerse cargo de la compañía de Bersot, era de ese tipo de oficiales que buscaban medrar dentro del escalafón militar a cualquier precio. El jefe del regimiento, el teniente-coronel Auroux, veterano africanista y sabedor del zelo de André por el cumplimiento de la disciplina militar, le ordenó llegar hasta el 'fondo' del asunto. Viendo en la indisciplina de Bersot una oportunidad de ascenso, André le volvió a ordenar que se vistiese con los pantalones de la discordia. En caso contrario, se atendría a las posibles consecuencias. Bersot, ingenuamente, se negó en rotundo. Ante la reiterada negativa de Bersot, el teniente André decidió arrestar a Bersot y someter el caso al dictamen del teniente-coronel.
Auroux, en un acto de absoluta arbitrariedad, aunque respaldado por un código militar arcaico, decidió someter al soldado Bersot a un consejo militar 'especial'. Alea jacta est. Lucien Bersot estaba condenado de antemano.
No fueron pocas las voces que se alzaron para señalar al teniente-coronel Auroux la absurdidad de un consejo de guerra. La guerra estaba consumiendo la flor y nata de la juventud francesa, y actos como este eran innecesarios. Uno de los oficiales del regimiento, el teniente Guérin, se inclinó por imponer una falta leve a Bersot y a dejar correr el asunto. Auroux se tomó la sugerencia de Guérin como una afrenta y le designó abogado defensor de Bersot a modo de represalia, aún sabiendo de las nulas opciones de salir airoso.
Los compañeros de Bersot tampoco se abstuvieron de mostrarse en contra de la decisión del oficial al mando. Consideraban abusivo el trato que recibía Bersot, arrestado en un calabozo. Este gesto inflamó aún más al teniente André y al teniente-coronel Auroux. Los citaron como testigos en el consejo de guerra.
Como paréntesis, hay que decir que todo este proceso duró solo un par de días.
Ante la proximidad del consejo de guerra, y viendo la actitud claramente parcial de Auroux, el teniente Guérin -defensor de Bersot- le recordó la ilegalidad de que fuese el juez de la causa ya que no se encontraban juzgando un acto de cobardía durante la batalla. Auroux, apoyándose en las prerrogativas del mando, describió las circunstancias del caso de 'muy graves y amenazantes en caso de ataque' y le recordó que la situación actual del ejército francés no permitía según que titubeos en la aplicación del código militar. Fue en ese instante cuando Guérin vio la suerte que iba a correr su defendido.
El consejo de guerra se inició la tarde del 12 de febrero. El testimonio del acusado fue sobrecogedor. No entendía cómo una petición tan obvia, vestir un pantalón limpio, podía haber degenerado de esa manera. Ante la desesperación de Guérin, la versión de Bersot fue anulada en todo momento. Sus testigos tampoco corrieron mejor suerte. Fueron acusados de encubrimiento e indisciplina. El consejo de guerra fue una farsa y, la sentencia, firme: Bersot sería fusilado al día siguiente, 13 de febrero. La puntilla: el pelotón de ejecución lo formarían sus propios compañeros.
No hubo indulto. Lucien Bersot fue 'fusilado como ejemplo'. La causa: un pantalón.
Después de la guerra, y ante la alud de denuncias, algunos medios de comunicación y asociaciones de veteranos reclamaron la revisión de algunos casos.
La revista Germinal y el abogado Réné Rucklin lograron que el gobierno francés rehabilitase a Lucien Bersot. Era el 12 de juliol de 1922.

** Desconozco si a su mujer y a su hija les detallaron el motivo por el que su marido fue vilmente asesinado.

domingo, 28 de marzo de 2010

Morts "pour la France"

Se calcula que aproximadamente un millón de soldados franceses que partieron hacia el frente jamás volvieron a sus hogares. De éstos, sólo 700.000 fueron identificados correctamente, e inhumados de forma correcta en lugares especialmente habilitados para ellos, teniendo en cuenta que el lugar de la muerte del soldado. Si el soldado fallecía en el frente se enterraba en cementerios creados in situ. Por contra, si fallecía en un hospital de campaña, era enterrado en los cementerios situados cerca.
El hecho de que la República francesa ostentase el absoluto control sobre el destino de los muertos franceses no convenció a todos los familiares. Y ya en plena guerra, incluso ya en los primeres meses, algunos de los miles de afligidos familiares pidieron, e incluso suplicaron, a las autoridades militares que les permitiesen enterrar a los suyos en sus lugares de origen. Las autoridades militares, al frente de ellas el general Paul Castelnau - que habían perdido en la guerra a 3 de sus hijos - consideraban que los muertos por la Patria debían descansar junto a sus compañeros de armas, y justo en el lugar que habían defendido hasta su muerte. Los familiares, por su parte, justificaban el retorno de sus muertos como la última petición de éstos, ya que al morir lo más seguro es que éstos hubiesen querido sentirse lo más cerca posible de los suyos y de su tierra.
L'Armée fue inflexible, no dió su brazo a torcer en ningún momento. Fue a partir de una negativa tan taxativa que algunos de estos familiares comenzaron a contratar - a precios de escándalo - la ayuda de profesionales para buscar, exhumar y traer a sus hogares a sus seres más queridos, caídos en combate. Las noticias de extrañas exhumaciones y otros transportes llegó - inevitablemente - a oídos de las autoridades que se prestaron a llevar el asunto a la Asamblea nacional con el objeto de decretar sobre la cuestión. Las negociaciones en la cámara francesa fueron árduas y penosas, la normativa sería la vigente: los muertos serían inhumados allá donde cayesen y no había más que hablar, excepto el hecho de penalizar a los infractores.
Es evidente que este tipo de medidas no evitaron para nada las intenciones de los familiares, sobretodo teniendo en cuenta que lo más que podían perder ya lo habían perdido por una Patria que no respetaba sus voluntades. Así, durante los más de cuatro años de guerra se fueron sucediendo este tipo de incidentes y curiosas desapariciones. No obstante, la lucha legal por el reconocimiento de los derechos de los familiares de caídos no cesó. Desde diferentes asociaciones e instancias se hicieron llegar continuamente a las autoridades peticiones a favor de la repatriación de los soldados hacia sus tierras de origen. La respuesta gubernamental fue la misma.
Este estira-y-afloja llegó hasta bien entrado el año 1920. El tema volvió a surgir, los incidentes de rescate iban in crescendo y las autoridades estaban desbordadas por mantener unos camposantos que parecían más un feria de los horrores. Finalmente, durante la primavera-verano de ese año se aprobó un decreto por el cual los familiares que así lo deseasen podían exhumar el cuerpo de sus caídos y trasladarlo a sus lugares de origen. Todo ello a costa de los presupuestos del Estado. Así, se calcula que de 700.000 soldados identificados y enterrados se exhumaron más de 300.000 que fueron devueltos a sus familiares, un 40% de total de los muertos franceses.

Fuentes:

Winter, Jay. Sites of memory, sites of mourning.

martes, 18 de agosto de 2009

Galliéni, el hombre del Ourcq (y del Marne)


Joseph S. Galliéni (1849-1916)
General francés.

De familia militar, al finalizar sus primeros estudios militares en la Flèche fue acceptado en la prestigiosa academia militar de Saint Cyr en 1868. Eligió formar parte de la infantería de marina, de la cual fue nombrado subteniente en julio de 1870. En la guerra franco-prusiana se luchó con su unidad, el 3e Régiment d'Infanterie de Marine, en algunos episodios célebres como el de Bazèilles donde terminó siendo herido y finalmente capturado. Prisionero de los alemanes en septiembre de 1870, no volverá Francia hasta marzo de 1871. Dos años después será propuesto para el rango de teniente en el marco del 2e Régiment d'Infanterie de Marine.

A partir de este momento, su carrera tomó un giro colonial y ese mismo año fue destinado a la isla de Réunion. Permaneció allí hasta finales de 1876. Ávido de aventuras, se incorporó al cuerpo de los Tiralleurs senegalais en el Senegal donde formó parte de algunas de expediciones militares y de exploración geográfica. En 1878 fue ascendido a capitán. Su estrella siguió al alza. Se le confiaron tareas de representación diplomática, como la de 1880 en Mali donde logró establecer un protectorado francés, o la que realizó en Níger en 1881 para asegurar las relaciones comerciales con el Alto-Níger en lo que se ha denominado el Tratado de Nango. En 1886 ascendió a teniente coronel y se le nombró gobernador del Haut-Fleuve (Senegal). No fue un período fácil, Galliéni se vio obligado a negociar varios tratados y a reprimir insurrecciones indígenas. De vuelta a la metrópoli fue ascendido a coronel y nombrado jefe de estado mayor del cuerpo d'infantería de marina. Pero su estancia en Francia duró poco ya que en 1892 fue enviado a Tonkin (Indochina) al mando de una división con objeto de luchar contra la piratería y reforzar la presencia francesa en la zona hasta 1896.

Su buen hacer en asuntos coloniales le proporcionó ser nombrado gobernador general de Madagascar y al poco ascendido a general de brigada. Su periodo malgache se recordará por su firmeza ante las resistencias a la ocupación gala, pero también a su eficaz administración y por haber modernizado la isla durante sus ochos años de proconsulado. La recompensa a su buen hacer fue el generalato de división en 1899. En 1905 retornó definitivamente a Francia. A su llegada desempeñó diferentes cargos: gobernador militar de la región lionesa, comandante en jefe del 14º cuerpo de ejército y presidente del Comité consultatif de défense des colonies. En 1911 su culminación: se le propuso como futuro comandante en jefe de l'Armée, pero aduciendo razones personales declinó la oferta. Joseph Joffre ocupó ese lugar.

En abril de 1914 pasó a la reserva, pero el estallido de la guerra le volvió a situar otra vez en escena, y el 26 de agosto fue nombrado gobernador de la región militar de París. Su experiencia y templanza ante la adversidad del momento -el inexorable avance alemán y la marcha del gobierno a Burdeos entre otros- le permitieron organizar la defensa de la capital, así como tener un papel clave en la posterior batalla del Marne en septiembre de 1914. No en vano fue gracias a su visión y rapidez en el mando lo que permitió una pronta respuesta aliada a los errores tácticos alemanes. El éxito en la batalla del Ourcq, la antesala del Marne, fue completamente mérito suyo. Quizás el éxito de Joffre en el Marne fue seguir al pie de la letra lo que dictaba el sentido común, sin apenas cambiar una coma del guión prestablecido. En este punto y ante el papel preeminente que protagonizó Galliéni, Joffre decidió marginarlo para situarse él mismo como único y gran responsable del éxito aliado en el Marne.

A pesar de estas innecesarias -aunque comprensibles- maniobras, la historia fue honesta con él y lo acabó situando como lo que fue: el hombre del Marne. Galliéni pasó de puntillas por el altar de la gloria, incluso en el despacho de 1º de octubre de 1915 se empequeñeció su aportación al Marne, pero ese mismo mes, Briand decidió nombrarlo Ministro de la guerra. Galliéni no rechazó la responsabilidad, pero en los primeros combates de la recia batalla que se libraría durante toda la guerra entre la cúpula militar y circo político lo llevaron a desistir en marzo de 1916. Su enfermedad y su sobretodo el convencimiento de haber hecho todo lo humanamente posible por Francia le convencieron. Joseph Galliéni falleció en mayo de 1916 después de unas complicaciones post-operatorias. En 1921 y a título póstumo fue nombrado Mariscal de Francia.

Fuentes:

- Blanchon, G. Le genéral Galliéni. Paris : Bloud, 1915.
- Cladel, Judith. Le général Galliéni. Paris : Berger-Levrault, 1916.
- Galliéni, Joseph. Mémoires du Maréchal [...]. Paris : Payot, 1928.
- Gheusi, P.B. Galliéni. Paris : Société anonyme des imprimeries réunies, 1922.

jueves, 2 de julio de 2009

Casco Adrian (modèle 1915)


El estallido de la Gran Guerra no sorprendió a los Estados mayores de los diferentes ejércitos, ni tampoco a las cancillerías o diplomacias de las potencias en lucha, pero a buen seguro sí lo hizo con los responsables de los ejércitos contendientes. Los más desprevenidos quizás fueron los de l'Armée française. En agosto de 1914, los soldados franceses marcharon a la guerra entre vítores y marchas pero sus uniformes eran prácticamente los mismos que usaron sus abuelos durante las guerras napoléonicas casi un siglo antes. Los uniformes de color azul marino y rojo escarlata resultaban del todo obsoletos para el nuevo tipo de guerra que se avecinaba.
La guerra corta se alargó, y la Navidad se pasó en los gélidos frentes del este y oeste europeo. Las trincheras se convirtieron en incómodas moradas, pero esto era sólo el principio de una pesadilla de cuatro interminables años. Había nacido la guerra industrial. La cesura de la modernidad fue implacable. La Humanidad se dió de bruces con su propio Leviathan. En términos militares, las antiguallas fueron superadas por los signos de los tiempos: y el viejo képis azul con ribetes rojos sucumbió por su propio peso. Su presencia en el campo de batalla era hilarante, casi ridícula en un conflicto donde la artillería y su mortífera eficiencia marcaban los tempos de una sinfonía de violencia. Los uniformes de l'Armée y sus guapos soldaditos eran lindos de ver en un desfile, pero para nada más. El estancamiento fue un aviso y la guerra de posiciones dió paso al infierno de la zanja y la trinchera. La miseria de la guerra subía un peldaño más. Las cargas de caballería dejaron paso a la destrucción masiva a cargo de la artillería pesada, y los efectos no se hicieron esperar: las bajas en las ejércitos augmentaron de forma exponencial. Los inhumanos destrozos que producían la artillería y sus diabólicos inventos eran estremecedores. Según cálculos expertos, cerca de tres cuartas partes de las bajas eran producidas por lesiones o heridas en la cabeza. Nueve de cada diez heridos en la cabeza morían. Se imponía un reflexión: cualquier esquirla o trozo de metralla, o incluso, cualquier pedazo de tierra o piedra podía tener efectos funestos si alcanzaba alguna parte de la cabeza desprotegida o cubierta con un simple képis de ropa. A muy poca distancia se podía decir lo mismo del débil pickelhause alemán.
El tema se puso sobre la mesa y una de las primeras conclusiones a las que llegó el Alto Estado mayor francés, a parte de las escasez de proyectiles, fue la de cubrir la cabeza de sus soldados de una forma más segura y eficaz. Uno de las encargados de llevar a cabo el estudio, Louis Auguste Adrian, director de l'Intendance au Ministère de la guerre francés propuso una solución al problema. La primera de sus iniciativas consistió en idear y fabricar una pequeña coraza metálica de forma ovalada. El prototipo de casco tenía unos 0,5 mm de espesor e iba situado por debajo del képis. Esta protección cubría la parte superior del cráneo hasta la altura de las sienes. Su inventor la bautizó con el ocurrente nombre de cervelière, aunque fue conocido también como la Bourguinotte Adrian. De este artefacto se acabaron fabricando unas 700.000 unidades. Los resultados, sin embargo, no fueron los esperados. En febrero de 1915, el Alto Mando se propuso encontrar la solución definitiva. Aprovechando las ideas y avances de Adrian, se decidió estudiar la fabricación e implantación de un casco metálico.
Adrian mejoró sus diseños en forma de una protección más completa y envolvente. Tambien hubo otras opciones o trabajos como el proyecto Detaille o la Batterie de Vincennes, pero su diseño fue el elegido para equipar a las tropas francesas. A parte de cuestiones ergonómicas, Adrian pensó en los procesos de producción con el fin de facilitar al máximo la fabricación en tiempos de guerra, para ello contó con la ayuda de Louis Kuhn, jefe de producción de la fábrica de Japy. Se calcula que su coste en moneda de la época era de unos cinco o seis francos de 1915. Las primeras unidades del casco Adrian salieron de la fábrica de Japy en abril de 1915. No fue hasta junio que Adrian lo presentó en sociedad. El casco Adrian recibió la bendición y se ordenó la fabricación de más de millón y medio de unidades para ese mismo junio, pero no fue hasta inicios de otoño que se distribuyeron masivamente. El primer año se fabricaron más de siete millones. Aunque se trataba de un casco ciertamente endeble, un grosor de plancha de acero de 0,7 milimetros y peso medio de 700 gramos, el Adrian modèle 1915 tuvo tal éxito que diversas naciones pidieron a Francia unidades para sus respectivos ejércitos.
El casco Adrian, modèle 1915, estaba compuesto de cuatro piezas. En la parte superior del casco (bóveda) iba fijada una cresta (cimera) metálica a través de cuatro remaches. Debajo de la cimera iban situadas unas ranuras de aireación. La visera, parte delantera, y el cubrenucas, parte posterior, se unían por soldadura de puntos o por remaches, dependiendo de la fecha de fabricación. La unión de ambas piezas evolucionó durante la guerra. Durante el año 1915 se unían mediante soldadura, pero después se unían mediante dos remaches superpuestos en los flancos del casco. En la parte delantera de la bóveda, encima de la visera, se colocaba la insigna del cuerpo a la que pertenecía el soldado. En los primeros tiempos iba pintada pero luego se sustituyó por una insignia metálica. Cada cuerpo de l'Armée tenía su propio distintivo en el casco. Los primeros cascos fueron destinados a los cuerpos de infantería e ingenieros. No fue hasta 1916 que se crearon las insignias para la artillería, las tropas coloniales, las africanas, las de los chasseurs o cazadores y el servicio sanitario. Cada uno de estos cuerpos llevaba una insignia distintiva. Incluso la gendarmería acabó teniendo una propia. La guarnición (forro o interior) del casco tuvo dos variantes. La más primitiva, consistía en un forro de cuero segmentado en siete lenguetas unidas por una correa igualmente de piel. El forro iba fijado al casco mediante ocho enganches o grapas metálicas y aislado del casco por un aluminio ondulado. El segundo tipo de guarnición varió del primero en su composición ya que eran siete pedazos de piel unidos mediante un hilo, pero que no formaban un todo uniforme sino que iban enganchados a la parte metálica del casco mediante grapas. El ahorro en piel estaba detrás de este nuevo diseño. El color de la guarnición también varió de un modelo a otro. El barboquejo sufrió modificaciones, aunque menores. Se trataba de una simple tira de piel de caballo (evitaba la deformación por la humedad) que iba asida a dos presillas en los dos extremos del casco y con un hebilla de bucle. La longitud del barboquejo variaba según la talla del casco. Aunque se podía reglar según el tamaño. Lo que varió fue el tipo de fijación al casco. En el caso de los oficiales, a menudo el barboquejo no era una simple cinta, a veces estaba trenzada. El Adrian 1915 disponía de tres tallas, de la A a la C, y luego 9 subtallas. Sobre el color del casco también hubo pequeñas modificaciones. Al principio, el color del casco era de un azul tirando a marino abrillantado, lo cual lo convertía en un blanco demasiado visible. Al poco se optó por rebajar el color azul a un tono más suave y convertirlo en un mate menos llamativo. El color definitivo se llamó bleu horizon o bleu artillerie, más acorde con el nuevo uniforme de campaña. A su vez, las tropas coloniales llevaban pintado el casco de un color khaki, los franceses lo llamaron moutarde (mostaza), como sus uniformes.

Fuentes:Tavard, Christian Henry. Casques et coiffures militaires français. Paris : J. Grancher, 1981.
http://www.cascoscoleccion.com/
http://www.world-war-helmets.com/fiches/Casque-Adrian-Mle-15.php

viernes, 10 de abril de 2009

Fragmento de El Miedo (La Peur) de G. Chevallier

Transcribo un brevísimo fragmento de la obra de Gabriel Chevallier, El Miedo (La Peur) sobre sus experiencias como soldado francés durante la Gran Guerra. Gran obra que destaca sobretodo por la crudeza en la descripción de la guerra y por la dura crítica a la que somete a la cúpula militar y a una parte a la sociedad francesa por su papel durante el conflicto.  Fragmento, correspondiente a la página 80 de la edición en catalán, La Por. Traducción del catalán al castellano por un servidor: "De repente, el soldado que me precedía se agachó, y yo me arrastré a cuatro patas para pasar por debajo de montón de materiales. Me agaché detrás suyo. Cuando se levantó, dejó a la vista un hombre de cera, estirado panza arriba, que abría la boca sin aliento, unos ojos inexpresivos, un hombre frío, rígido, que debía haberse escondido bajo aquel ilusorio refugio de tablones para morir. Me encontraba bruscamente de cara con el primer cadáver reciente que había visto en mi vida. Mi rostro pasó a pocos centímetros del suyo, mi mirada encontró la suya vidriosa, mi mano tocó la suya que estaba helada, oscurecida por la sangre que se le había helado en las venas. Me pareció que el muerto, en aquel breve cara a cara que me imponía, me reprochaba su muerte y me amenazaba con su venganza. Esta impresión es una de las más horribles que tuve en el frente. Pero aquel muerto era como el vigilante de un reino de muertos. Aquel primer cadáver francés precedía centenares de cadáveres franceses. La trinchera estaba llena. Cadáveres en todas las posturas, que habían sufrido todo tipo de mutilaciones, esguinces y todos los suplicios. Cadáveres enteros, serenos y correctos como santos de relicario; cadáveres intactos, sin señales de heridas; cadáveres embadurnados de barros, sucios, como tirados de pasto a bestias inmundas. Cadáveres calmados, resignados, sin importancia; cadáveres terroríficos de seres que se negaron a morir, furiosos, inflados, resentidos, que exigían justicia y amenazaban. Todos con la boca torcida, las pupilas mates y su color de ahogados. Y fragmentos de cadáveres, jirones de carne y de uniformes, órganos, miembros desparejados, carne humana roja y violácea, como piezas de carnicería ya pasadas, grasas amarillentas y fofas, huesos que dejaban salir el tuétano, vísceras revueltas, como gusanos que temblaban al pisarlos. El cuerpo de un hombre muerto es un objeto de una repugnancia insuperable por aquello que es vivo [...]
Para huir de tanto horror, miré hacia el llano. Horror de nuevo, peor: el llano era azul.
El llano estaba cubierto de cadáveres de los nuestros, ametrallados, caídos con la cara hundida en el suelo, con las nalgas hacia arriba, indecentes, grotescos como marionetas, míseros como hombres, ay Dios!
Campos de héroes, cargamentos para los carros nocturnos…
Una voz, en la fila, formuló el pensamiento que todos callábamos: “Qué les ha pasado!”, que tuvo inmediatamente en nosotros este eco aún más profundo: “Qué nos pasará!”.
En breve publicaré una reseña más extensa sobre esta obra que algunos críticos y literatos franceses han descrito como la gran olvidada.

miércoles, 1 de abril de 2009

El curioso caso del caporal Moulia



Vincent Moulia nació en la región de Landes en 1888. Al estallar la Gran Guerra fue mobilizado con el 18º regimiento de infantería. Su hoja de servicios fue impecable hasta mayo de 1917. Herido en dos ocasiones, en mayo de 1916 fue condecorado con la Croix de guerre y ascendido a caporal después de saberse que salvó de una muerte segura a su capitán y que capturó él solo a siete oficiales alemanes. Era un héroe..., hasta ese momento.
A principios de mayo de 1917 y en el marco de las ofensivas del Aisne participó con su unidad, el 18º RI, en la toma de Craonne. Fue una carnicería, más de dos tercios de su regimiento murieron o causaron baja. Su unidad fue relevada y enviada a Villers-sur-Fère. Pero el 27 de mayo recibieron la orden de subir al frente en breve, y estalló la tormenta. El espíritu del vino junto con el hecho de sentirse carne de matadero hicieron el resto y las airadas protestas tomaron cuerpo. A pesar del escándalo y la indignación de lo que consideraron una injusticia subieron al frente y lucharon. Pero los actos del 27 de mayo no iban a quedar impunes, sobretodo a la oleada de motines y rebeliones en l'Armée después de Chemin des dames. El 7 de junio, doce soldados y dos caporales fueron detenidos y llevados ante un Consejo de Guerra. El Consejo de Guerra condenó a cinco de ellos a ser fusilados, Moulia entre ellos. La suerte parecía no estar de su parte ya que fue incluído en el último momento en la funesta lista. Los jueces militares pidieron su perdón, pero no llegó. Según los políticos, Moulia cometió un acto imperdonable en medio de los etílicos efluvios del pinard: "amenazó con tomar el tren hasta Paris e ir a explicarles [a los políticos] la guerra". Moulia debía morir, Cordonnier fue el amnistiado.
A partir de este punto, las fuentes y los testimonios no se ponen de acuerdo en cómo sucedieron algunos de los hechos.
La versión más espectacular y más increíble cuenta que al alba del 12 de junio, en Maizy, se ejecutó a tres de los tres condenados. Moulia era el siguiente. Pero cuando llegó su turno, la explosión de un obús mató a varios miembros del pelotón de ejecución. Aún sin tiempo de reaccionar, cayó otro obús a pocos pasos del primero hiriendo a más militares. A la tercera explosión, Moulia -solo y milagrosamente ileso- se escapó al trote. La Diosa Fortuna estaba con él. Hasta mediados de los setentas las historias sobre las peripecias de Moulia se quedaron ahí: en su huida. La tierra se lo había tragado.
Pero la historia siempre vuelve, y cuando vuelve lo hace con más fuerza. Y ese es el caso del caporal Moulia.
Fuentes más fiables y documentadas confirmaron que Moulia no se escapó al alba del 12 de junio, sino que en la víspera, la artillería alemana bombardeó la prisión y que gracias a la confusión reinante Moulia logró escaparse después de librarse del gendarme Darrivère. Los mismos testimonios detallan que Moulia llegó incluso a París. Y que allí un agente del orden lo detuvo después de comprobar que no llevaba ningún tipo de permiso. Pero el suertudo Moulia volvió a escaparse. Fuera de París, Moulia volvió a su pueblo natal, Naisset, donde se escondió en los bosques de los alrededores hasta mayo de 1918. Pero denunciado a la brigade d'Amou y ante el peligro de ser capturado por las autoridades pasó la frontera española donde permaneció hasta 1936 al poco de comenzar la guerra civil. Volvió a Francia, una vez allí fue rehabilitado después de acogerse a ley de amnistía de 1925. Cuenta la leyenda, que una vez en Francia Moulia se encontró con el ex-gendarme Darrivère y que éste le contó que lo habían sancionado por no haber evitado su fuga en junio de 1917.
A pesar de ser amnistiado, Moulia no vió reconocidos sus derechos como antiguo combatiente. Después de una ardua lucha burocrática obtuvo la consideración de veterano de guerra en 1952, gracias sobretodo a la intervención de las autoridades municipales de Pau.
Pasados cincuenta años de la guerra, Pierre Durand, periodista e historiador lo encontró en su pueblo natal y decidió contar su impresionante historia en forma de libro. El libro vió la luz dos años más tarde. Vincent Moulia murió en 1984.
Gracias también a la labor de Alain Decaux, la historia del caporal Moulia pasó de las catacumbas al tabloide mediático.
Quién fue Moulia? Un héroe, un amotinado? Tan solo un hombre.

Fuentes:
Pierre Durant. Vincent Moulia. Les pelotons du général Pétain. Paris : Ramsay, 1979.
URL=http://www.servicehistorique.sga.defense.gouv.fr/04histoire/articles/gendarmerie/histoire/panel/pa1.htm
https://correu.bnc.cat/exchweb/bin/redir.asp?URL=http://www.cheminsdememoire.gouv.fr/page/affichebiblio.php?idPage=14727%26idBiblio=3131%26idLang=fr

lunes, 23 de marzo de 2009

151 RIL

http://151ril.com/

Interesantísima página web confeccionada por una asociación de recreación militar histórica norteamericana. La web tiene una clara vocación didáctica y expositiva al mostrar y dar a conocer de forma completa la estructura del ejército francés (Armée) durante la Primera Guerra Mundial. Está dedicada específicamente al regimiento de infantería ligera n. 151 de l'Armée.
La estructuración de la página, así como la calidad de sus contenidos es soberbia. El detalle y la revisión contínua la encumbran como uno de los mejores recursos en la Red sobre l'Armée durante la Gran Guerra. Trata desde la estructura y división orgánica del ejército, las diferentes unidades, sus cometidos, sus uniformes, pertrechos y armamento. Igualmente y haciendo honor a su leifmotif, dedica un importante sección a la historia del 151º de l'Armée. Una de las curiosidades de esta página es el equipo que forma esta asociación, al tratarse de un grupo de personas de diferentes países pero que tienen en común esta pasión. Pasión contagiada en el desarrollo del site.
La calidad de los textos así como la selección de las imágenes es sobresaliente. Los numerosos y especializados artículos que componen sus secciones son documentos cuidadosamente elaborados, con imágenes de especial relevancia, con un cuidado estilo y recurriendo en todo momento a fuentes contrastadas. La organización conceptual es exquisita, no abusando en exceso del vericuetismo de otras páginas similares. 151st Line Infantry Regiment es un site muy completo, senzillo tanto en la navegación como en la exposición del conocimiento.
151st RIL es sobretodo un homenaje a esos héroes que lucharon en uno de los conflictos más sangrientos y quizás el más cruel de la historia. Es un canto a la heroicidad anónima, al poilu ignoto y a menudo olvidado en los lodos de la Gran Historia.
Es un recurso recomendable e imprescindible para todos aquellos interesados en el funcionamiento y organización de una estructura tan compleja como un ejército durante un conflicto, pero está especialmente encarada para aquellas personas dedicadas al estudio de la Primera Guerra Mundial y el ejército francés.

miércoles, 11 de marzo de 2009

El Regimiento de infantería francesa durante la Gran Guerra (III)

Viene de: El Regimiento de infantería francesa durante la Gran Guerra (II)


1916-1917


1915 fue un año duro, con ofensivas inútiles y excesivamente costosas en términos humanos. La notoria falta de efectivos era acuciante por lo que se procedió a desmantelar regimientos. De primavera a verano de 1916 fueron disueltos el 402, 405, 406 y del 419 al 421, así como otros treinta y cuatro regimientos de reserva (dos de cada una de las divisiones de reserva). Los efectivos sobrantes se transfirieron a regimientos diezmados. Las circunstancias de la guerra impusieron su ley y Verdun fue una de ellas. La ferocidad en la lucha y el increíble número de bajas marcaron una clara reorganización en la estructura de los regimientos. En algunos casos, el tercer batallón de los regimientos de reserva era asignado a los regimientos de línea para rellenarlos debido a las numerosas bajas en el frente, sobretodo en Verdun, y de cara sobretodo a la ofensiva del Somme. La lucha evolucionó y con ella el regimiento, que perdió una compañía de fusiles a cambio de una sección más de ametralladoras, que ya eran tres. Además , ada batallón fue aprovisionado con una pieza 37 mm y varios morteros de trinchera. De este modo, la potencia de fuego de un regimiento la formaron 1.800 fusiles, 24 ametralladoras, 72 semiautomáticas, 144 lanzagranadas Vivien-Bèssiere, 3 piezas de 37 mm y varios morteros de trinchera.

1917-18

Diciembre de 1916 marcó el fin de la primera batalla de Verdun, una hecatombe en vidas humanas. Las levas no conseguían cubrir los enormes huecos en las unidades y se entraba en el cuarto año de guerra, con el desgaste que eso suponía. A ello, se le añadió el estrepitoso fracaso de la ofensiva francesa de Chemin de Dames con el consiguiente y devastador número de bajas. Pétain y su artillería conquista y la infantería ocupa, abogaba por un cambio en la estrategia seguida hasta ahora. Defendía claramente el uso de la artillería como medio para asegurar objetivos a corto plazo con un mínimo empleo de la infantería. Doctrina que llevaría a la práctica, a partir de mayo de 1917, con ofensivas muy focalizadas, bien preparadas y con el mínimo de bajas. Para ello, se establecieron más cambios en la estructura del regimiento. Con la brigada totalmente desaparecida del mapa orgánico, durante verano-otoño de 1917, se disolvieron más de veinte regimientos y sus efectivos recolocados en el resto de activos. Las compañías fueron aprovisionadas con más material (lanzagranadas, fusiles semiautomáticos, etc.) y a finales de año se creó una sección de morteros Stokes en cada regimiento activo. Hasta el final de la guerra, en noviembre de 1918, el número de fusiles por regimiento se mantuvo en 1.800, pero el número de ametralladoras era de 36, los fusiles semiautomáticos pasaban del centenar, y los lanzagranadas superaban los quinientos.

Fuentes:

Clayton, A. Paths of glory: The French army 1914-1918. London : Cassell, 2004.
Vauvillier, François. Nos Poilus de 1914-1918: L'Infanterie. Histoire & Collections. Paris, 2006.
http://151ril.com/

lunes, 16 de febrero de 2009

El regimiento de infantería francesa durante la Gran Guerra (II)



1915
La guerra se alargó más de lo esperado y el invierno de 1914 dió paso a 1915. Con el nuevo año se tomó consciencia de las graves pérdidas que había sufrido l'Armée en los primeros envites de la guerra (Charleroi, Mulhouse, etc.) y además el conflicto se globalizó. Era necesaria una nueva reorganización del ejército. Nuevos teatros bélicos requerían nuevos actores. Se crearon tres regimientos que fueron enviados al Mediterráneo oriental, a los Dardanelos y a Tesalónica. Los nuevos regimientos orientales fueron el 174º, el 175º y el 176º. En la primavera de 1915, se crearon otros 21 regimientos que fueron asignados a sus respectivos cuerpos de ejército. Estas unidades recibieron la nomenclatura 400 más el número correspondiente a la región militar, 410 o 403, todos excepto el 419º. Estas unidades se crearon con las nuevas levas o clases (1915 y 1916) junto con el retorno de los soldados heridos. Pero la sangría continuaba y en junio se crearon treinta y tres nuevas divisiones, de la 120ª a la 134ª, de la 151ª a la 158ª y de la 161ª a la 170ª. A pesar de las nuevas creaciones, el infausto ritmo bélico siguió marcando los tempos y los mandos se vieron obligados a reducir el número de efectivos de la unidades pre-existentes. La compañía pasó de 250 fusiles a 200, el batallón de 1000 a 750 (800 en raras ocasiones) y el regimiento a 2500.
Las restructuraciones organizativas afectaron también al orden de batalla. El regimiento de infantería de línea (RIL) perdió de vista a su hermano de reserva. A éste se le otorgó una autonomía mayor, aunque en realidad esto ya venía ocurriendo desde 1914. Pero no todo fueron correcciones numéricas o nuevas unidades, hubo evolución y novedad en la disposición táctica y estratégica. A nivel de compañía, se crearon destacamentos de granaderos formados por 16 soldados y un suboficial al frente. A ocho de los 16 soldados y al caporal se les intruyó en técnicas de bombardeo convirtiéndose en especialistas de artillería de trinchera con todo tipo de artilugios (morteros, catapultas explosivas, ballestas, crapouillots, etc.)
Los avances tecnológicos y las nuevas técnicas bélicas marcaron el perfil y composición de los regimientos. En 1915 el número de secciones de ametralladoras se dobló, pasando de 2 a 4, con un total de ocho ametralladoras por regimiento. Las secciones de ametralladoras se organizaron, a menudo, de forma autónoma lo que permitió una gran flexibilidad en el orden de batalla que en muchos casos resultaría vital. Después de todos estos cambios y reformas, el número de efectivos que formaban un regimiento a mediados de 1915 era de aproximadamente 2500.


Continua en: El regimiento de infantería francesa durante la Gran Guerra (III)

miércoles, 11 de febrero de 2009

El regimiento de infantería francesa durante la Gran Guerra (I)


El regimiento, unidad de organización militar, era considerada por el ejército francés -l'Armée-la columbra vertebral sobre la que se basaba toda su estructura militar. La adscripción de los regimientos de infantería francesa iba ligada a cada una de las regiones militares del país. L'Armée se estructuraba en 21 regiones militares, 18 de metropolitanas y 3 de coloniales. El número de regimientos de infantería estaba relacionada intrínsecamente al peso de la población de cada una de las regiones. Por ello, a menudo, los regimientos procedentes de regiones militares con bajos niveles de población se completaban con efectivos procedentes de las ciudades de Paris o Lyon. La mayoría de los efectivos de un regimiento procedían de la misma área geográfica lo que suponía una gran ventaja para la adaptación a los rigores del ejército, a parte de suponer un gran nexo entre las tropas fomentando un verdadero esprit de corps. Esprit de corps basado también en una misma bandera, distintivos y música.
En agosto de 1914, la infantería de l'Armée contaba con 173 regimientos metropolitanos de infantería, más los regimientos del XIXº cuerpo correspondiente a l'Armée d'Afrique entre los que se incluían cuatro regimientos de élite de los zouaves y nueve regimientos de tiralleurs argelinos y tunecinos apodados les Turcos.
A nivel teórico, los efectivos que con los que contaba un regimiento eran de 110 a 120 oficiales y de 3230 a 3240 hombres de tropa.
El regimiento estaba formado por 3 batallones aunque algunos tuvieron hasta cuatro (157º, 158º, 159º, 164º, 165º, 166º, 170º y el 173º), un estado mayor, un pequeño estado mayor, una sección fuera de rango, dos secciones de ametralladoras y 12 exploradores. Al mando del estado mayor del regimiento estaba un coronel o teniente coronel. El resto de oficiales del estado mayor eran dos médicos, un médico adjunto o auxiliar, un oficial adjunto al jefe de estado mayor (normalmente un capitán), un tesorero (también capitán) y un ayuda de éste (teniente), un oficial de suministros y su ayudante (capitán y teniente o subteniente) y el jefe de la banda de música.
El pequeño estado mayor lo formaban un caporal de zapadores, un tambor mayor, una docena de zapadores, el ayudante del jefe de la banda de música y treinta o cuarenta músicos. La sección fuera de rango del regimiento la formaban un cartero, el jefe de artificieros, el de camilleros, un furriel, un jefe de armeros, 4 armeros, un jefe de secretarios, 4 secretarios, un conductor de enseres, dos herreros, tres carniceros, un mozo de caballerizas, 18 conductores o tiradores, 4 ciclistas, ocho ordenanzas y 4 exploradores.
El batallón era la unidad sobre la que se basaba el regimiento. Los batallones solían numerarse del 1º al 3º y estaban compuestos de unos 1000 soldados de tropa distribuidos en 4 compañías de 250. El comandante era el oficial al mando del batallón y lo acompañaban en sus atribuciones un mayor y un médico. A parte de las 4 compañías, el batallón también estaba compuesto por una sección de ametralladoras.
La sección de ametralladoras (2 ametralladoras) solía mandarla un teniente con la ayuda de un sargento-adjunto y contaba con 10 conductores, dos caporales, un armero, un ordenanza, un telemetrista y siete soldados de tropa. Las cuatro compañías que formaban el batallón estaban mandadas por un capitán, y cada una se dividía en 4 secciones.
La compañía, además del capitán, la formaban 2 tenientes, un subteniente, 1 sargento mayor, 1 sargento furriel, 16 caporales, 2 tambores, 2 clarines, 1 enfermero, 4 camilleros, 1 sastre, un zapatero, un ciclista, 3 conductores y 210 soldados de tropa.
La sección se dividía en dos medias secciones o 4 escuadras (aproximadamente 60 fusiles) y estaba bajo las órdenes de un teniente o a veces un subteniente.
La escuadra estaba formada por 15 soldados bajo las órdenes de un caporal.
La sección fuera de rango la componían artificieros, armeros, secretarios, ordenanzas, suboficiales de provisiones, herreros, carniceros y unos veinte conductores.
Los regimientos de línea solían tener un hermano o regimiento de reserva compuesto de dos batallones y una sección de ametralladoras cada uno. Los 173 regimientos de reserva llevaban la numeración del 201º al 373º, y los dos batallones de cada uno -regimiento- la numeración de 5º y 6º. Las compañías de la 17ª a la 24ª. Los regimientos de reserva no estaban destinados con su unidad hermana, sino que estaban agrupada en su división de reserva. A parte de los regimientos regulares había 145 regimientos de territoriales, de 3 o más batallones.
Sin embargo, después del inicio de la guerra, la potencia de la infantería se basaba en el número de rifles o armas que aportaba al combate. Así, el número total de rifles de una compañía era de 250, el de un batallón de 1000, y el de un regimiento unos 3000 reales, a los que había que sumar 6 ametralladoras (dos por cada sección).
A lo largo de la contienda el número de efectivos de un regimiento fue variando y minvando debido sobretodo al gran número de bajas y a la reorganización obligada de l'Armée.

Fuentes:

Clayton, Anthony. Paths of glory : the french army 1914-1918. London : Cassell, 2005.
Ortholan, Henry. L'Armée française de l'été 1914. Paris : le Grand livre du mois, 2004.
Serman, William. Nouvelle histoire militaire de la France. Paris : le Grand livre du mois, 1998.
Journaux des unités françaises 1914-1918
http://iabem.free.fr/teacher.html
http://www.151ril.com/content/history/french-army/8

Continua en: El regimiento de infantería francesa durante la Gran Guerra (II)

domingo, 17 de agosto de 2008

Chasseur alpin de Georges Scott

Dibujo de Georges Scott de un chasseur alpin francés para la Illustration de 1915.