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sábado, 16 de noviembre de 2013

El perfeccionista turco: Mustafa Kemal en la Gran Guerra (II)


Frente caucásico, 1916-1917
Tras un merecido descanso y en Istanbul, Kemal puso en orden sus experiencias de Gallipoli. De sus reflexiones surgiría Corps order: Counsel for Solving Tactical Problems and for Writing Orders (trad. inglesa), un manual de apenas siete páginas en la que resumía de forma sucinta su filosofía de mando y la resolución de problemas tácticos. Entre notas y publicaciones, Enver Paşa lo destinó como jefe del XVIº Cuerpo acantonado en Adrianópolis (Edirne) a finales de febrero de 1916. Poco le duró el descanso, Ahmet Izzet -al mando del recién creado IIº ejército - reclamó el XVIº Cuerpo para el frente caucásico. El sector europeo estaba tranquilo, en Mesopotamia los británicos fueron derrotados en Ctesifonte y sitiados en Kut-el-Amara y en Palestina el 4º Ejército de Cemal Pacha aguantaba en el Sinaí, la cruz, sin embargo, estaba en el Cáucaso.
Los rusos habían derrotado en febrero al IIIr Ejército en Erzurum y el marzo en Bitlis. Se imponía un cambio de estrategia y Kemal era un estrella en ascenso. Enver Paşa decidió frenar a los rusos con un movimiento de pinza. Mientras el rehecho IIIr Ejército contraatacaría desde el oeste, el IIº Ejercito -desplazado de la Tracia- atacaría el flanco izquierdo ruso, al sur del lago Van. Kemal llegó finalmente el 27 de marzo a Diyarbakir. A principios de abril lo promocionaron a general de brigada y le otorgaron el prestigioso título de Paşa. Cuenta la leyenda -y los biógrafos de Kemal- que cuando Enver accedió finalmente a promocionarlo, no puedo evitar decir que 'cuando Kemal fuese nombrado Paşa, al poco querría ser Sultán, y que una vez nombrado Sultán querría ser Dios...' Pero las mieles y parabienes no endulzaron la misión de Kemal. El XVIº Cuerpo debía cubrir un frente de unos cien kilómetros en terreno montañoso en la línia Bitlis-Muş, ambas poblaciones ocupadas ya por los rusos. La 5ª División al mando de Refet se situó en Bele, al sud de Bitlis. Y la 8ª División de Nuri se desplegó en Conker, frente a Muş. El total de fuerzas de Kemal eran unos 13.740 hombres, casi 10.000 fusiles, siete ametralladoras y 19 piezas de artillería.
La guerra en la Anatolia oriental, en el frente caucásico, era muy diferente a la de Gallipoli. No sólo por el clima, sino por el terreno que facilitaba la maniobrabilidad de las tropas aunque las montañas caucásicas, así como los valles y pequeños pasos no siempre facilitaban las movimientos. A banda del territorio, las poblaciones autóctonas - mayoritariamente kurdas después de la deportación y posterior genocidio de entre 600.000 y 1.800.000 armenios - suponían una dificultad más. Su ayuda en el reconocimiento del terreno y en el avituallamiento eran primordiales, por eso Kemal, como en Líbia, trató con numerosos jefes de tribu kurdos para el asegurarse el mantenimiento de sus tropas y su apoyo militar como fuerzas no regulares. 
El verano se preparaba caliente y los rusos apuntaban a Istanbul. El 2 de julio comenzaron una ofensiva sobre el oeste (IIIr Ejército turco) capturando los enclaves de Bayburt y Erzincan, causando enormes pérdidas a la 8ª Division de Nuri (Kemal) y obligándola a replegarse. Anatolia cedía, pero Mustafa Kemal no se arrugó. Desplazó un batallón de la 5ª a la 8ª División y reemprendió medidas de hostigamiento a los diez días del desastre. El 3 de agosto y acuciado por Enver, el IIº Ejército de Izzet Paşa lanzó una desastrosa ofensiva. Sólo el XVIº Cuerpo de Kemal obtuvo algunas victorias: recuperó Muş el 7 y Bitlis el 8 de agosto. El mérito de Kemal no fue reconquistar ambas posiciones sino imprimir su sello en unidades que habían sufrido graves pérdidas infundiéndoles un espíritu luchador basado en sus increíbles dotes de mando. Enver no pudo ocultar la hazaña y le concedió la medalla Imtiyaz de oro. Los laureles duraron poco, los rusos volvieron a presionar y recuperaron Muş a finales de mes. A principios de otoño la ofensiva rusa se frenó, aunque sus resultados eran óptimos: habían asegurado el frente caucásico, penetrado en Anatolia de la que dominaban vastas extensiones y, aunque lejos, amenazaban Istanbul. 
El parón otoñal no afectó a la agenda de Kemal. Vistos sus logros, Enver decidió enviarlo a Macedonia para hacerse cargo de una fuerza turca que lanzaría una ofensiva conjunta con los búlgaros. Izzet Paşa, sin embagro, frenó el cambio. Argumentó que en tal situación sus dotes de mando eran imprescindibles: y tenía razón. El invierno frenó toda operación bélica pero acució los problemas en el ejército turco, que malpertechado y peor avituallado sufrió la rigurosidad del invierno. La estabilización del frente era un espejismo. Los hospitales de campaña no daban abasto a tantas bajas y existía un enorme riesgo de desintegración. Los turcos aguantaron, pero ahora era el frente sur, Palestina, el que inquietaba a la Sublime Puerta. En octubre de 1916 estalló la revuelta árabe. El Jerife de La Meca, Husayn ibn Ali se levantó contra los turcos -apoyado por los británicos- y atacó Medina. Los turcos no tuvieron excesivo problema en defenderla a pesar del estado de sus tropas. Enver recurrió al de siempre -Kemal- y le nombró comandante en jefe de las tropas en Arabia en febrero de 1917 sustituyendo al General Fahreddin Türkkan. Kemal sabía, sin embargo, que quién mejor conocía sus tropas y el territorio era el comandante en jefe del IVº Ejército y gobernador de Síria Cemal Paşa. Por ello, y tras una reunión en Damasco con Cemal y Enver, se decidió mantenerlo en su puesto aunque replanteando ciertos aspectos estratégicos. La logística y la economía de guerra se impusieron: retirada general de las tropas en Arabia y reforzamiento del frente palestino. Decisión vetada por el nuevo Gran Visir Talat Paşa que exigió que los Santos Lugares del Islam fueran protegidos. 

Frente mesopotámico, 1917 
La despreocupación de Enver por Mesopotamia después de Kut-el-Amara mudó a obsesión cuando los británicos entraron en Bagdad el 11 de marzo de 1917. La caída de Bagdad supuso un duro golpe para el orgullo turco y especialmente para Enver Paşa. Error tras error, fracaso tras fracaso, el círculo sobre la Sublime Puerta se iba cerrando. Ya no había excusas. La preocupación no solo cundió en Istanbul sino que cruzó media Europa hasta instalarse en Berlin. Tal fue así, que a pesar de que las fuentes turcas hablan de apoyo alemán, los hechos sugieren una clara imposición en la dirección militar. A pesar de que los fantásticos planes enverianos para recuperar Bagdad consistían en un envío de tropas a través del desierto sírio, la pura realidad fue que el 7 de mayo llegó Istanbul el Feldmarschal Erich von Falkenhayn. Acompañado de su estado mayor, se hizo cargo del recién creado Yildirim Ordular Grubu (Grupo de Ejército Rayo), que los alemanes rebautizaron prosaicamente como Heeresgruppe F. En agosto de 1917 el Yildirim estaba compuesto por el VIIº Ejército al mando de Mustafa Kemal y el VIº de Halil Kut. El ejército de Kemal lo formaban dos cuerpos de ejército (IIIº y XVº) más las Asien Korps, y el ejército de Kut estaba compuesto por los cuerpos XIIIº y XVIIIº más la 46ª División. Aunque algunas fuentes hablan también del 4º Ejército, éste no participó activamente en la Yildirim hasta septiembre de 1918 con el mando supremo de Von Sanders. 
El 24 de julio de 1917 Kemal recibió el mando del 7º Ejército que fue completado con las tropas turcas que habían sido destinadas a Bulgaria, Macedonia y Galizia. Durante agosto siguieron los preparativos para la gran ofensiva sobre Bagdad. Se desconoce si Kemal y Falkenhayn discutieron sobre el asunto, lo que sí es seguro es que después de una inspección de oficiales alemanes sobre el terreno se concluyó que la ofensiva desde Síria entrañaba muchos peligros y pocas seguridades. Falkenhayn volvió a Berlin y expuso las dificultades. A su vuelta a Istanbul departió con Enver y Cemal exponiendo que era temerario atacar Bagdad sin cubrirse las espaldas con los británicos en el Sinaí. Enver accedió, pero Cemal expuso sus objecciones. Creía -y acertaba- que los ejércitos turcos no podrían llevar a cabo ambas operaciones ya que el plan alemán era despejar el Sinaí para luego girar hacia arriba y tomar Bagdad. Falkenhayn escuchó atentamente los contras de Cemal aunque a los pocos días fue invitado a visitar el Frente occidental en calidad de observador. El plan seguía adelante, pero Kemal estaba en medio. Poco después de llegar a Aleppo para hacerse cargo del 7º Ejército comenzaron los roces con Falkenhayn. Kemal opinaba como Cemal pero no cometería los mismos errores. Consciente de la pésima situación del ejército turco y del previsible destino de los restos del imperio, decidió escribir un memorándum dirigido al Gran Visir. En éste le advertía de la ceguera de Falkenhayn y Enver así como de las oscuras ambiciones alemanas sobre el Imperio. Seguro de sí mismo y sabedor de peso en el ejército presentó su dimisión del mando del 7º Ejército. 

Interludio, Palestina y Mudros 
En octubre de 1917 volvió a Istanbul pero Enver lo quería muy lejos. Enésimo error. Lo envió a Berlin junto al futuro sultán Mehmed VI para un viaje de cortesía que acabaría siendo trascendental para su futuro. Kemal, sin pelos en la lengua, le expuso todos los males y algunas soluciones para el desastre que se avecinaba. Impresionado por la sinceridad y aplomo del militar, una vez en el trono (julio de 1918), Mehmed VI no dudó en contar con Kemal para la defensa de lo quedaba del imperio. De vuelta de Viena y de Karlsbad, tras un tratamiento médico, Kemal fue destinado a Nablus (7º ejército) el 1 de setiembre de 1918 para comprobar que la guerra estaba perdida. Los británicos arrollaron los restos del ejército turco y las tribus árabes les dieron la puntilla. El 21 de setiembre y ya como aide-de-camp de Mehmed VI intentó evitar el desastre creando un frente defensivo en la línea de Aleppo. Demasiado tarde, Aleppo cayó el 26 de octubre. La retirada podía convertirse en desbandada, pero la figura de Kemal ya exhalaba divinidad. Baba Kemal (papa Kemal) como lo llamaban sus tropas en Gallipoli caminaba hacia el futuro Atatürk (padre de los turcos). Su nombre y fama ya tenían algo de reverencial pero la retirada siguió hacia el norte, hasta que el 30 de octubre se firmó el Armisticio en el puerto de Mudros (Lemnos). 

Epílogo 
Mustafa Kemal es de esas figuras que transitan entre el mito y la leyenda: de concienzudo y meticuloso militar al estadista que ve a su pueblo como a sus propios hijos. La hagiografía, sin embargo, tiende a ensalzar algunas virtudes y encubrir defectos. En el caso del hombre político existen algunas, en el militar, pocas o ninguna. Kemal fue siempre consciente de sus pros y contras. Hombre testarudo, audaz y franco, no siempre generó entre sus pares grandes simpatías. No le importaba, contaba con un gran activo, una impresionante confianza en si mismo y sus dotes de liderazgo. Su indisimulado desprecio hacia lo establecido le frenó más de una puerta, pero le abrió otras. Con los años supo cerrar la boca cuando debía y abrir su mente con según quién. Kemal supo imprimir en los suyos muchas de sus capacidad, pero las más importantes -y las que sellarían su futuro al de su país- fueron la dignidad y la defensa de lo propio como baluarte. 

Fuentes

Gawrich, George W. The Young Atatürk: From Ottoman Soldier to Statesman of Turkey. London : Tauris, 2013.
Mango, Andrew. Atatürk. London : Murray, 1999.

martes, 27 de agosto de 2013

El perfeccionista turco: Mustafa Kemal en la Gran Guerra (I)


Cuenta la leyenda que un profesor de matemáticas lo 'rebautizó' como Kemal (perfeccionista) por sus dotes con el cálculo, pero especialmente por su carácter. Nacido en Salonik (Thessalonica) el 1881, la temprana muerte de su padre y la ausencia de una figura paternal lo decidieron por el mundo castrense siendo muy joven. La instrucción militar de Mustafa - su verdadero nombre - se inició en Tessalonica en 1894, prosiguió en Bitola (Monastir) durante 1896-1899 y terminó con la graduación en la Escuela de oficiales en 1905, previo paso por la Academia militar de Istanbul (1899-1902). Durante los años siguientes (1905-1911) alternó variopintos destinos (Damasco, Albania, Francia o Bulgaria) con una tímida adhesión política al lado de los Jóvenes Turcos. Mustafa Kemal, sin embargo, no era un intrigante de salón. Militar ambicioso y de gran visión, sus experiencias como observador militar en Francia (1910), junto a valiosas lecturas, le proporcionaron un enfoque más amplio de la táctica y una asombrosa capacidad para la motivación y conducción de tropas. Fruto de esa minuciosidad y observación publicó dos obras destinadas a oficiales de infantería entre 1910 y 1911 donde exploraba conceptos tácticos, nociones de mando y psicología de tropa que aplicaría posteriormente en las campañas de Gallipoli o Anatolia. 

Líbia
Kemal, sin embargo, era un hombre de acción. No dudó en enrolarse como voluntario cuando el gobierno pidió oficiales para ir a combatir a los italianos en Líbia. En noviembre de 1911 fue nombrado jefe de logística del general Endhem Paşa. Un mes más tarde fue ascendido a comandante y se le asignó el mando de una compañía regular y un contigente de casi 8.000 nativos con los que en octubre de 1912 lograría rechazar una ofensiva italiana en la zona de Derne. La guerra ítalo-líbia fue un campo de pruebas. 
Su experiencia líbia le proporcionó tres grandes lecciones. Cómo enfrentarse con un puñado de tropas a un ejército superior y mejor pertrechado aliándose con el terreno. La importancia de la coordinación, confianza y empatía con sus oficiales. A pesar de dirigir personalmente las operaciones, Kemal decidió otorgar a la oficialidad un margen de maniobra que les confiriese una mayor confianza y determinación en sus decisiones tácticas. Y por último cómo mantener una disciplina firme en la tropa evitando la ociosidad y la posible dejadez de la cotidianidad, a pesar de crear un clima de entendimiento y familiaridad con los oficiales. Comprobó que la disciplina y el orden favorecían el esprit de corps otorgando al oficial al mando un papel de verdadero líder. Kemal volvió a Istanbul en octubre de 1912 sin apenas una mención de reconocimiento. Causas? Posibles maniobras (y envídias) de Enver Paşa. 

Guerras balcánicas
En octubre de 1912 mudó de conflictó. Sin tiempo para sacudirse el polvo del desierto le estalló la Primera Guerra Balcánica. Montenegro invadió el norte de Albania el 8 de octubre. Grecia, Bulgaria y Serbia también querían parte del pastel otomano y la Puerta Sublime tenía demasiados enemigos: era vital cerrar frentes. El 15 de octubre cedía Líbia a Italia a través del Tratado de Ouchy. Centrados en el frente europeo, el ejército turco pudo defenderse a duras penas. En las primeras semanas perdió Macedonia y el sur de Albania. Acosado y en franca retirada, el gobierno turco decidió negociar. En balde. Grecia pedía Yanya. El 9 cayó Tessalonica y el ejército turco ya solo defendía Istanbul. Kemal fue destinado el 25 de noviembre a Gallipoli como director de operaciones del Cuerpo de ejército Bolayir al mando del general Fahri Paşa. 
Los hechos del 13 de enero de 1913 cambiaron totalmente la perspectiva. Un golpe militar conducido por el sector más reformista del Comité para la Unión y el Progreso (los Jóvenes Turcos) depuso al Ministro de la guerra e instaló de facto la dictadura de los tres paşas: Mehmet Talat (Ministro del Interior), Ismail Enver 'Enver Paşa' (Ministro de la Guerra) y Ahmed Djemal (Ministro de la Armada). Enver Paşa, alma mater del nuevo gobierno, decidió reanudar la guerra sin complejos. Primera medida: levantar el cerco sobre Edirne (Adrianópolis) y liberar a los ocupantes. Para la toma de Adrianópolis se contó con el Cuerpo de ejército de Bolayir y parte de las reservas del Xº Cuerpo. La ofensiva se preparó como una operación anfibia que situaria a parte de las tropas turcas tras las líneas búlgaras para intentar un ataque envolvente. El plan fue un fracaso. El 8 de febrero el grueso del Bolayir se enfrentó a la vanguardia del ejército búlgaro en campo abierto sin la ayuda del Xº Cuerpo (hubo un retraso de 12 horas) provocándole un gran número de bajas. La reconquista de Edirne se había planteado como una cuestión de orgullo nacional pero la realidad militar se impuso a la política. La fallida ofensiva afloró las rencillas entre los militares y los advenedizos como Enver al mando del desembarco fallido. 
El Xº Cuerpo fue enviado a Gallipoli a cubrir las bajas del Cuerpo de Ejército Bolayir. El general Hurchid se hizo cargo de los dos grupos pero situó a Enver Paşa como Jefe de Estado Mayor, hecho que enfureció a Fahri y, por descontado, a Kemal que presentaron sendas dimisiones. Descartadas por Ahmed Izzet, jefe supremo del ejército turco, decidió situar a Mustafa Kemal como jefe del estado mayor del Bolayir mientras, por consejo de Fahri y del mismo Kemal, el Xº Cuerpo era devuelto al frente europeo. Adrianópolis cayó finalmente del lado serbio-bulgaro y el 16 de abril se llegó a una tregua. El Tratado de Londres se firmó a finales de mayo pero la sombra de la guerra sería alargada. Los antiguos aliados de la Primera Guerra Balcánica se enfrentaron por el botín, siendo la más malparada Bulgaria. Unido a Montenegro y Rumanía, el imperio lograría que Bulgaria se retirase de la Tracia oriental y de Adrianópolis. Kemal también participó en la Segunda Guerra Balcánica y preveyendo el desenlace partió con una brigada pero fue Enver Paşa quién llegó, venció y reclamó como suyo el triunfo. Enver se proclamó el 'libertador de Adrianópolis' ante la opinión pública turca y Kemal comenzaba a entender el factor propaganda. 
A principios de 1914, el ascenso meteórico de Enver Paşa culminó con su autodesignación como Jefe Supremo del ejército turco. Ante los vientos de cambio y dadas sus malas relaciones, Kemal decidió acompañar al nuevo embajador de Bulgaria como agregado militar. Kemal y la historiografía apologética tienden a describir el breve periplo de retiro voluntario para el estudio. Otras fuentes menos indulgentes consideran que fue más bien un autoexilio. La posterior purga en el ejército otomano dio la razón a Kemal. Enver depuró a todo aquel que le pudiese hacer sombra: más de 1.000 oficiales entre los que se contaban 2 mariscales, 30 generales de división y casi 100 generales de brigada. Por su parte, Kemal aprovechó su estancia de medio año en Sofía para pulir su vertiente política y serenar los ánimos con Enver. 

Primera Guerra Mundial
La intervención turca en la guerra europea sorprendió a Kemal en Sofía. A las pocas horas de la declaración de guerra a la Entente (5 de noviembre 1914) pidió su reingreso a filas. El 20 de enero de 1915 se le dio el mando de la recién creada 19ª División (57º, 72º y 78º regimiento). Pasada revista el 5 de febrero, Kemal informó a sus superiores que los regimientos 72º y 77º estaban formados exclusivamente por soldados árabes con apenas experiencia y entre los que se contaban numerosos miembros de las minoria yazidí, contrarios a la guerra. El mando insistió en el destino y lo conminó a intensificar la instrucción del contingente en Gallipoli. Kemal apenas tuvo 15 días para entrenar e instruir a la nueva unidad. El 25 de febrero, y ante la inminencia de un desembarco anfibio de la Entente en Gallipoli, se le ordenó tener preparadas a sus fuerzas en la orilla asiática (Çannakale) del estrecho de los Dardanelos. 

Gallipoli
Ideada como solución a la parálisis del frente occidental, el plan original aliado era tomar Istanbul forzando los Dardanelos con una flotilla francobritánica. Tras controlar el Mar Negro, Rusia sería abastecida por la Entente (Alemania había cerrado el Mar Báltico) y el cerco terrestre sobre las Potenciales centrales se estrecharía accelerando así el final de la guerra. Obtenido el visto bueno por los gobiernos aliados, a mediados de febrero de 1915 el contingente naval se reunió en la isla de Imbros. La operación comenzó el 19 de febrero con el bombardeo sistemático de las defensas turcas situadas en el litoral oriental de la península. A pesar del duro castigo, los supervivientes turcos de las baterias - junto a las redes de minas - lograron contener el golpe y volver a sus puestos. Al mando de las tropas turcas se encontraba el general Liman von Sanders que hacía menos de una semana que había sido destinado a Gallipoli con el 5º Ejército turco incluidos Kemal y su 19ª División de reserva. El mal tiempo frenó los ataques navales que no se reanudaron hasta el 25 de febrero. A pesar de las astutas recomendaciones de Liman von Sanders para cambiar el emplazamiento de las baterías, los aliados lograron destruir gran parte. Igualmente, y a pesar de la limpieza, el peligro de minas seguía latente por lo que el paso de los navíos entrañaba un gran riesgo. El Almirantazgo presionaba, pero el Almirante Sackville Carden pedía cautela anunciando que Istanbul caería en dos semanas. Tras el empleo de dragaminas civiles, el grueso del ataque naval se reanudó el 18 de marzo. El ataque tuvo un éxito parcial. La práctica totalidad de las baterías fueron eliminadas pero el factor fortuna jugó del lado turco. Un campo de minas secreto hundió al acorazado francés Bouvet, al HMS Irresistible y HMS Ocean de la Armada británica y otros tantos sufrieron graves daños como los franceses Gaulois y Suffren y el británico HMS Inflexible. Los éxitos terrestres no consiguieron tranquilizar al Almirantazgo que ordenó el repliegue y el abandono de la operación naval. Los turcos estaban al límite de sus fuerzas, pero las pérdidas en buques decantaron la balanza. Churchill pasó al plan B: desembarco anfibio y operación terrestre en Gallipoli. 
La inteligencia alemana sabía de los planes francobritánicos pero desconocía el emplazamiento del desembarco principal. Por ello, el Alto Mando turco había enviado una fuerza suplementaria a Gallipoli de 84.000 efectivos (5º Ejército) al mando de Liman von Sanders. El general alemán, promotor de una defensa móvil, decidió situar en los puntos costeros a pequeños destacamentos y disponer el grueso de las tropas en el interior. Advirtió, sin embargo, de la importancia en las comunicaciones entre unidades. Kemal, contrario a las ideas de Liman von Sanders, consideró que era necesario tomar ventaja a los invasores disponiendo del grueso de las tropas en las playas. El alemán, sospechando que el desembarco principal sería en el norte dispuso el grueso de sus tropas (5ª División y la brigada de caballeria) en el istmo de Bolayir (Bulair). El resto de la península quedaría en manos de Echad Paşa que comandaba el III Cuerpo (7ª y 9ª División). La 7ª se situó al sur de Bulair, cerca también del istmo. La 9ª cubririá la parte meridional de la península y la 19º de Kemal se mantendría en reserva en el interior. En el lado asiático de los Dardanelos estaba el XVº Cuerpo al mando del general alemán Weber. 

Chunuk Bair (25 de abril): adagietto con moto
El 25 de abril de 1915 comenzó la campaña terrestre de Gallipoli. El general británico Sir Ian Hamilton al mando de la Mediterranean Expeditionary Force (MEF) contó para el ataque con 75.000 soldados. Su plan consistió en un triple desembarco y un señuelo. La 29ª División británica desembarcó en el extremo más meridional de la península, el cabo Helles; la 1ª División francesa en el lado asiático de los Dardanelos (Kumkale) y las dos divisiones ANZAC en la costa egea entre Ariburnu Cove y Gaba Tepe. Según lo planeado y después de asegurar las cabezas de puente, el grueso de las tropas australes tomaría la posición elevada de Mal Tepe y cortaría las comunicaciones entre la parte norte y sur de la península que quedaría aislada del continente. Junto a los movimientos planeados, una pequeña flotilla en el golfo de Saros simularía una operación anfibia confirmando los temores de Liman von Sanders y distrayendo su atención del ataque meridional, que realmente se consiguió. Liman von Sanders y Echad Paşa permanecieron todo el día 25 en el istmo de Bolayir (Bulair) mientras los ataques eran en el sur. 
Los británicos y los ANZAC desembarcaron en territorio defendido por la 9ª División turca. La 1ª Division australiana desembarcó en Ari Burnu (Anzac Cove) sobre las cuatro de la madrugada con la misión de penetrar y tomar las tres colinas en dirección a Chunuk Bair. A las cinco y media el coronel Sami (9ª División turca) fue informado de los desembarcos en Anzac Cove y el Cabo Helles (Cape Helles). Siguiendo lo establecido, Sami envió a Anzac Cove dos batallones y una compañía de ametralladoras del 27º regimiento y avisó a la 19ª División en reserva. A las nueve de la mañana y tras 3 horas de marcha, el 27º regimiento (Mehmed Chefik) llegó al sector donde las ANZAC ya habían ocupado dos de las colinas, logrando repeler los ataques en la toma de la tercera (Gun Ridge). Poco antes, sobre las 8.30 h. fue informado de que Kemal venía en su auxilio con el 57º regimiento y una batería de montaña. Antes de partir y durante dos horas, Kemal intentó contactar en vano con Liman von Sanders o Esad Paşa en el cuartel general en Gelibolu (Gallipoli). Desconocía la situación en la costa egea, pero optó por situarse en las alturas de Conk bayiri (Chunuk bair) y desde ahí resistir a los ataques enemigos que -como bien preveía- querrían cortar las líneas de norte a sur de la península. 
La apuesta era muy arriesgada, pero la ausencia de mandos y su intuición fueron determinantes. Mustafa Kemal llegó al sector a media mañana. Los Aussies (las tropas de las ANZAC) seguían dueños de las dos colinas a pie de costa, pero la tercera seguía en manos del coronel Sami. Pasado mediodía Esad Paşa fue informado del ataque anfibio y decidió que el 27º regimiento también pasase a manos de Kemal que poco pudo hacer antes que anocheciese, salvo recuperar dos pequeños promontorios. Hamilton había logrado desembarcar a 8.000 soldados en Anzac Cove, pero el caos, la inexperiencia de algunos mandos y el hostigamiento desde las alturas de las tropas de Kemal confinaron su cabeza de puente a poco más que una playa y sin apenas cobertura bajo el fuego enemigo. Permanecerían así durante meses. Kemal se licenció en Chunuk Bair. Con apenas 34 años y con tropas aún bisoñas en combate supo exprimir lo mejor de ellas. Suplió su inexperiencia con una fe ciega en su mando y ante la ausencia de proclamas invocó el orgullo patrio y la memoria de ridículos pretéritos. Kemal traspuaba determinación, arrojo, valentía y una fe inquebrantable en la victoria. Sus experiencias líbias y balcánicas, así como sus múltiples lecturas, habían forjado en él una virtud inusual para el mando. Sus tropas lo idolatraban y es por ello que su legendaria frase 'no os ordeno que ataquéis, os ordeno que muráis' cobra toda su dimensión y sentido. 

Chunuk Bair (8-10 agosto): larghetto con tempo giusto
La actuación de Kemal impresionó a Liman von Sanders. No obstante, y ante la posibilidad de que hubiese sido un golpe de fortuna, le envió un comandante alemán como jefe de estado mayor que envió de vuelta en mayo. Kemal reconocía -a regañadientes- la autoridad del alemán pero no permitiría que nadie dudase de él o de sus hombres. El mando británico por su parte buscaba romper el cerco. Las moscas, el calor, la sed y sobretodo la disentería estaban diezmando de forma alarmante las fuerzas de la MEF. Hamilton insistió en su idea inicial (capturar Gun Ridge), pero esta vez buscaría una alternativa: desembarcaría unas 20.000 tropas (IX Cuerpo británico) en la bahía de Suvla para distraer la atención hacia el norte y permitir el progreso desde Anzac Cove hacia el interior con un movimiento envolvente norte-sur. 
El desembarco fue la noche del 6 al 7 de agosto. Se tomaron posiciones en el sector, pero otra vez las fuerzas turcas contuvieron a los británicos que tuvieron que parapetarse en las playas. Liman von Sanders reaccionó presto y ante las dudas de un oficial al mando lo sustituyó por Kemal el día 8. Señuelo o no, el ataque desde Anzac Cove hacia Chunuk Bair fue casi un éxito. Tropas angloaustralianas lograron tomarla en la madrugada del 8 de agosto tras duros combates y un certero apoyo de la artillería naval. El ataque parecía triunfar, salvo en Suvla. El mando turco no desesperó. Demostradas sus dotes y magnetismo con las tropas, Liman von Sanders encomendó a Kemal la dirección del nuevo grupo de combate Anafartalar (XVIº Cuerpo, 9º Division y el grupo Willmer). Estabilizado el frente, el día 10 decidió reconquistar Chunuk Bair. Conocedor de la zona y de los puntos débiles defensivos, se puso al frente de seis batallones para el ataque que comenzó a las 4.30 h. de la mañana. Con la bayoneta calada, sin apoyo artillero y en absoluto silencio, la infantería turca cogió por sorpresa a los pocos supervivientes de Chunuk que a las 12.45 abandonaron sus posiciones ante la falta absoluta de refuerzos. 
La reconquista de Chunuk Bair fue el resultado de una meticulosa preparación ejecutada a la perfección. Incluso la Historia oficial británica describió la batalla de 'contraataque turco perfectamente planeado'. El perfeccionista tenía admiradores británicos ! La batalla, sin embargo, no fue gratuita. En cuatro días de combates los turcos perdieron 17.000 soldados, los aliados 25.000. Para setiembre de 1915 Kemal estaba deshecho física y mentalmente. A pesar de sus tensas relaciones, reclamó a Enver que lo reasignase a otro destino ya que parecía que británicos y australes se habían resignado sobre Gallipoli. Liman von Sanders lo frenó. Al describirlo 'de oficial competente y excepcionalmente talentoso' lo condenó tres meses más en Gallipoli. No recibiría su nuevo destino hasta el 5 de diciembre. La fortuna estaba otra vez del lado turco: el War Council británico había decidido abandonar Gallipoli el 4 de noviembre. Instalado en Istanbul, Kemal supo que la MEF se retiró de las playas de Suvla y Anzac el 19-20 de diciembre y de Cabo Helles el 8-9 de enero de 1916 sin apenas bajas, produciéndole un enorme enfado y estupefacción. La campaña de Gallipoli le proporcionó prestigio en los círculos militares, aunque la prensa -controlada por Enver- desconociese su fama de líder militar en ascenso. Hans Kannegiesser, coronel bajo el mando de Kemal durante la batalla de Anafartalar, definió perfectamente la campaña de Gallipoli y el peso de Kemal en su resultado afirmando que 'lo psicológico ha triunfado sobre lo físico, y lo espiritual sobre lo material'.

Continua en: El perfeccionista turco: Mustafa Kemal en la Gran Guerra (II)

martes, 11 de mayo de 2010

La muerte de Oswald Boelcke


La muerte de Oswald Boelcke supuso un duro golpe para la aviación alemana y para las aspiraciones de Alemania de mantener el dominio de los cielos bajo su bandera.
El 28 de octubre de 1916, a Boelcke en su última salida - la sexta del día - le acompañaron como de costumbre dos de sus mejores pilotos y pupilos, Manfred von Richthofen - futuro Barón rojo - y Erwin Böhme. Juntamente con ellos iban otros tres pilotos.
Durante la patrulla se encontraron un De Havilland. 2 (DH.2) de la escuadrón n. 24 de la Royal Flying Corps pilotado por el capitán Arthur Knight. Dió comienzo la caza, pero ajenos el uno del otro, Boelcke y Böhme se precipitaron sobre la misma presa. Por su parte, von Richthofen se lanzó en picado a la persecución de otro avión enemigo. Se trataba de otro DH.2 pilotado por el teniente A.E. McKay. Durante la maniobra, el británico se interpuso en la trayectoria de Boelcke, lo que obligó a este a virar bruscamente. En ese momento sobrevino la tragedia. El giro repentino de Boelcke y la extrema cercanía entre los dos aviones provocaron que una de las ruedas del avión de Böhme rozara la ala superior del Albatros D.II de Boelcke.
El golpe hizo que la tela del ala de Boelcke se rasgase y se fuese desprendiendo. Finalmente, Boelcke perdió el control absoluto del avión.
Los testigos del suceso narran que lo siguiente que vieron fue el avión de Boelcke entre nubes y que al salir de una de ellas le faltaba el ala. A pesar del estado del avión, Boelcke logró controlar mínimamente el avión evitando que el impacto contra el suelo fuese excesivamente violento. Pero el golpe fue mortal, ja que era proverbial la costumbre de Boelcke de no ponerse jamás ni casco ni asirse con la correa de seguridad mientras pilotaba.
Boelcke murió a los 25 años con 40 derribos. en su haber.
Alemania perdió un héroe, la aviación a un caballero del aire.

Este es el relato de la muerte de Boelcke, según las memorias de M. von Richthofen:

"Aquel día, como siempre, volábamos guiados por Boelcke. Nos daba una gran seguridad volar con él. Después de todo él era el único, el más grande. Hacía un día ventoso y nublado. Sólo estábamos nosotros. De repente, en la lejanía avistamos a dos ingleses impertinentes que parecían disfrutar del mal tiempo. Nosotros éramos seis, ellos dos. Si hubiesen sido veinte y Boelcke nos hubiese dado la orden de atacar no nos hubiese sorprendido. La lucha comenzó como siempre. Boelcke le entró a uno y yo a otro. Lo dejé ir porque uno de los nuestros se interpuso en mi camino. Luego miré a mi alrededor y ví a Boelcke tras su víctima a unos ciento cincuentra metros de mi. Boelcke iba a derribarlo y no quería perdérmelo. Cerca de Boelcke volaba un buen amigo suyo. Fue una lucha interesante. Ambos pilotos disparaban. El inglés iba a caer en cualquier momento. Pero de repente me percaté de un movimiento inesperado entre ambos. Pensé en una colisión. Pero no había visto ninguna colisión en el aire!! Debía haber sido algo distinto. En realidad, no hubo colisión. Sólo se rozaron. Si dos aviones se rozan en el aire, el efecto es tremendo!! Boelcke dejó a su víctima, y picó haciendo grandes giros. No parecía que estuviese cayendo libremente. Sin embargo, cuando lo ví descendiendo, me percaté de que una parte de su avión había desaparecido. No pude ver bien lo que le ocurría, pero justo después de salir de entre las nubes había perdido un ala. Su avión era ingobernable. Cuando llegamos a la base leímos en el informe que Boelcke había muerto. Apenas podíamos creerlo. El más afectado de todos era el compañero envuelto en el accidente [Böhme]"

Aún más interesante es el relato que hizo Böhme a su prometida de la muerte de Boelcke:

"Boelcke ya no está entre nosotros. Nada nos podía golpear con tanta dureza. El sábado por la tarde estábamos juntos en la base del aeródromo. Acababa de comenzar una partida de ajedrez con Boelcke cuando poco después de las cuatro de la tarde nos avisaron de que había un ataque y que debíamos salir. Como siempre, Boelcke lideró el grupo. Al poco ya sobrevolábamos Flers. Unos instantes después inicíamos un ataque sobre varios aviones ingleses, monoplazas rápidos. Al inicio de la lucha disparamos algunas ráfagas cortas. Intentamos con éxito hacerlos descender cortándoles la trayectoria. Boelcke y yo compartíamos la misma presa cuando un monoplaza inglés perseguido por von Richthofen nos cortó el paso. De repente, Boelcke y yo hicimos una maniobra evasiva al unísono. Nuestras alas me obstruyeron la visión por un instante, fue en ese momento cuando ocurrió.
Me es imposible describir el cúmulo de sentimientos, al ver por un instante que Boelcke emergía a mi derecha, pero que su avión volvía a cabecear. Me aferré a los mandos, pero aún estábamos enganchados y caíamos libremente!! Fue un leve contacto, pero a estas velocidades significaba un impacto enorme. El destino es tan aleatorio!! Por mi parte sólo tenía enganchado una de mis ruedas, pero él, la parte más extrema de su ala superior. Después de unos cientos de metros, logré controlar mi avión. No seguí a Boelcke, al cual puede ver como descendía con un movimiento suave hacia nuestras líneas. Pero al salir de una nube, parece que una ráfaga le desestabilizó y su aparato descendió bruscamente. Después ví que Boelcke no pudo enderezar lo suficiente y comprobé que había impactado cerca de una batería. Al poco la gente corrió a auxiliarle. Quise aterrizar cerca de Boelcke, pero el estado del terreno me lo impidió. Los cráteres de obuses y las trincheras estaban por doquier. Conseguí volver a la base. Tenía esperanzas. Pero llegó un coche, y trajeron su cuerpo. Había muerto en el acto. Boelcke nunca llevaba casco, ni tampoco se ataba con la correa de seguridad. Si lo hubiese hecho, estaría vivo a pesar del impacto [...]"

miércoles, 24 de febrero de 2010

Los Gueules cassées: los leprosos de la Gran Guerra


Adrien Fournier en el teatro, La Chambre des officiers

Nunca antes de la Gran Guerra, un conflicto bélico había causado tanto daño físico como psicológico en los contendientes. La guerra se brutalizó. Tamaña destrucción del ser humano -causada generalmente por la artillería- supuso un terrible cambio en la mentalidad de los profesionales de la sanidad (doctores, enfermeras, cirujanos,...) y obviamente en la de los militares. Médicos y enfermos se vieron, en los inicios del conflicto, superados por la magnitud de la tragedia. No sólo el número de heridos era infinitamente superior, sino que el grado de las heridas sufridas era terrible.
Para muestra, el testimonio del Dr. Vassal de su retorno en un barco hospital de los Dardanelos:

"Todas las miserias humanas se concentraban en aquel grupo de soldados que se hacinaban en el puente del barco. Cuanto más podía germir, aquella pobre cosa cuyo cráneo una bala había destrozado? Cuando le levantaban la cabeza, la sangre y la masa encefálica eran todo uno. Sólo entonces gemía. Aquel otro de allí, el más pálido de todos, nos rogaba que no le moviésemos. Tenía un fragmento de proyectil alojado en el pecho. Más para allá, un senegalés tenía ambas piernas amputadas. A su camarada, otro senegalés de Dakar o St. Louis le faltaba media cara. Un pedazo de metralla le había arrancado la barbilla. El pobre emitía sonidos ininteligibles, a través de un profundo y sangriento agujero, mientras nos salpicaba con su saliva sangrienta."

Este senegalés anónimo fue uno de los miles de heridos que sufrieron terribles heridas en el rostro. Quién sabe si sobrevivió. Si lo hizo, la guerra le dejó una marca indeleble, y su vida no volvió a ser jamás misma. Se convirtió en un gueule cassée, un baveaux -baboso- como los llamaban cruelmente por haber perdido -la mayoría- los labios y no poder contener la saliva dentro de la boca. Incluso el argot se cebó en ellos.
La despectiva expresión gueule cassée, literalmente cara partida o rota, designó a aquellos supervivientes de la Primera Guerra Mundial que habían sufrido enormes e irreversibles heridas en el rostro. A banda del trauma físico, gran parte de los gueules cassées presentaron graves secuelas psicológicas que los acompañaron el resto de sus vidas. Lo irreversible de sus heridas no requerían solamente cirujía estética sino de recuperación. El contínuo y doloroso viacrucis al que eran sometidos los heridos los sumían, muy a menudo, en profundas depresiones que, en algunos casos, conducían al paciente al suicidio como último recursos.
En el caso francés, del total de heridos de la guerra, un 14% lo fueron en el rostro. Y de éstos, un 10-15% fueron considerados "gueules cassées".
Sophie Delaporte, autora del libro "Les gueules cassées: les blessés de la face de la Grande Guerre" estima que el número aproximado de este tipo de heridos en Francia después de la Gran Guerra fue de unos 15.000 aproximadamente.

El aumento en el gran número de heridos faciales durante la Gran Guerra, y sobretodo la magnitud de sus heridas se debió a diversos factores, propios de la Primera Guerra Mundial.
La aparición de la artillería pesada y sus funestas consecuencias fueron la causa principal, pero no puede despreciarse el factor el nuevo paisaje bélico. La guerra estática y su plasmación en un sistema atrincherado de defensas hizo que los soldados tuviesen que convivir noche y día con el hostigamiento contínuo de la artillería. La posición del soldado - mayormente - en vertical, dejaba como parte más vulnerable de su cuerpo el tronco y la cabeza. Así, por mucha protección que se buscase, cualquier esquirla, balin o pedazo de metralla que llegase de forma rebotada podía inferir graves heridas y destrozos en el rostro o en la cabeza.
La magnitud de la tragedia y la brutalización de la guerra cogieron desprevenidos a los servicios médicos de las distintas naciones contendientes. Así, el pronóstico para este tipo de heridas en los inicios del conflicto fue a menudo demasiado pesimista.
En un primer momento, el Service medique de l'Armée habilitó un centro "especializado" para este tipo de heridos en la ciudad de Amiens. Y fue, en este lugar, donde se llevaron a cabo los mayores avances en el campo de la cirujía reparadora. La práctica totalidad de estos heridos tardaban horas, incluso días en ser evacuados a hospitales con medios. Y a menudo, pasaba alguna semana hasta que no eran atendidos con todos los medios. Con este panorama no era de extrañar que las posibilidad de sobrevivir fuesen pocas, o eso creían los especialistas. Pero el cuerpo humano, y sobretodo, el instinto de supervivencia de estos hombres se encargaron de demostrar lo contrario.
Aún a pesar de las terribles heridas y destrozos, fueron miles de soldados los que consiguieron soportar el inhumano sufrimiento. La guerra evolucionó y la ciencia médica con ella. Apareció una nueva especialidad: la cirujía plástica reconstructiva. Esta cirujía incorporaba nuevos procedimientos experimentales sobre el injerto de tejidos y materiales óseos. Gracias a estos métodos pioneros, miles de heridos sufrientes y casos irrecuperables sobrevivieron. La nueva medicina, sin embargo, era terriblemente dolorosa. Muchos de estos desfigurados decidieron no exponer más su cuerpo a los horrores del dolor, decidieron acabar con sus sufrimientos y enterrarse en vida en sus casas o en asilos. La no-muerte física les llevó inexorablemente a una muerte social.
La nueva vida civil no fue mucho mejor que la guerra. Les esperaba el rechazo social y la pesadilla de ser contemplados como monstruos por el resto de sus compatriotas. Los desfigurados sentían verguenza al salir a la calle y mostrarse. Vagaban, no tenían trabajo y lo peor: sus países no sabían que hacer con ellos. Personificaban el horror y el dolor de una guerra que todos querían olvidar y enterrar. A su propia alienación como seres humanos, se les sumaban largos periodos de curas y recuperaciones entre operación y operación.
Curiosamente, el Estado francés no consideraba las graves heridas en el rostro como una enfermedad o invalidez. No recibieron pensión alguna hasta pasado un tiempo, al menos en Francia.
Los gueules cassées franceses decidieron asociarse poco después de la Gran Guerra y en 1921 fundaron la Union des blessés de face. Se trataba de encontrar un portavoz y garante de los derechos de aquellos hombres que habían defendido la patria y que estaban pagando un precio demasiado alto por ello. Su defensa de lo patrio no sólo no encontró consuelo y piedad en su desgracia, sino que topó que lo más inhumano de la sociedad: su desprecio. Fundada por cuarenta y tres mutilados faciales, la Union muy pronto entrevió sus objetivos: reclamar atención hacia su desgracia y reclamar un apoyo moral e institucional del Estado y la sociedad. Su lema no pudo ser más gráfico: "Sonreir al menos".
En 2001, el realizador francés François Dupeyron llevó a la gran pantalla el drama de un gueule cassée de la Gran Guerra, La Chambre des officiers.
La película narra la historia de Adrien Fournier, un joven teniente que se enrola, de forma entusiasta, el agosto de 1914. Al poco de comenzar la guerra, en un misión recocimiento, Adrien es herido de forma horrible en el rostro, quedando terriblemente desfigurado. A partir de este momento, la narración del film transcurre en el pabellón de oficiales del hospital Val-de-Grâce para heridos faciales.
Los primeros momentos en que es herido Adrien, el penoso traslado, la sed, su angustia, el dolor, las interminables y contínuas intervenciones quirúrgicas, su reencuentro con él mismo, su identidad, las tentaciones suicidas y su retorno a la sociedad como gueule cassée son descritas de forma exquisita. Basada en la novela homónima de Marcel Dugain, Pabellón de oficiales es un tributo al ser humano en lo más desnudo de su ser, es un canto a la vida en toda su expresión.
Tratados como apestados, los gueules cassées fueron en su tiempo los leprosos de la Gran Guerra, los rechazados por la sociedad. Lo fueron, incluso, por sus propias famílias que recurrieron, la mayoría de las veces, a su internamiento de por vida, como si su existencia fuese una lacra para ellos y para la sociedad que repudiaba lo peor de la guerra.
Afortunadamente, el peso de las asociaciones, los memoriales y el rescate por parte de algunos estudiosos han devuelto del injusto y ensombrecedor olvido a estos héroes anónimos, no tanto de la guerra como si de la vida a la que fueron sometidos llegados del frente.
Uno de ellos escribió:

«J'appartiens pour toujours à un groupe d'hommes stigmatisés, à la face ravagée et qui n'a plus rien d'humain. Nous sommes une chose sans nom. Un amas monstrueux de chairs déchiquetées, de pansements, de pus, de fièvres empaquetées, le tout teinté par l'ombre des canons.»
Trad.: Pertenezco para siempre a ese grupo de hombres estigmatizados, con la cara desfigurada y que ya no tiene nada de humano. Somos una cosa sin nombre. Una monstruosa masa de carnes despedazadas, de gasas y vendas, de pus, de fiebres delirantes, todo teñido por la sombra de los cañones."
Los gueules cassées permanecen en la memoria de la historia como uno de los símbolos más inhumanos y cruentos de la Gran Guerra.

Fuentes:

- Association des Gueules Cassées http://www.gueules-cassees.asso.fr/
- Delaporte, Sophie. Gueules cassées de la Grande Guerre. Paris: Noêsis, 1996.
- Dugain, Marc. La Chambre des officiers, 1999.
- Duhamel, Georges. Vida de los martires : 1914-1916. Madrid : Calleja, 1921.
- "Gueules cassées: exposition". Bibliothèque Interuniversitaire Médécine Paris. http://www.bium.univ-paris5.fr/1418/gener2.swf
- La Chambre des officiers (dir. François Dupeyron). 2001.
- Monetier, Martin. Les gueules cassées. Les médecins de l'impossible 1914-1918. Le Cherche Midi, 2009.
- Vassal, Joseph. Dardanelles, Serbie, Salonique : impressions et souvenirs de guerre (avril 1915-fevrier 1916). Paris : Plon, 1916.

martes, 18 de agosto de 2009

Galliéni, el hombre del Ourcq (y del Marne)


Joseph S. Galliéni (1849-1916)
General francés.

De familia militar, al finalizar sus primeros estudios militares en la Flèche fue acceptado en la prestigiosa academia militar de Saint Cyr en 1868. Eligió formar parte de la infantería de marina, de la cual fue nombrado subteniente en julio de 1870. En la guerra franco-prusiana se luchó con su unidad, el 3e Régiment d'Infanterie de Marine, en algunos episodios célebres como el de Bazèilles donde terminó siendo herido y finalmente capturado. Prisionero de los alemanes en septiembre de 1870, no volverá Francia hasta marzo de 1871. Dos años después será propuesto para el rango de teniente en el marco del 2e Régiment d'Infanterie de Marine.

A partir de este momento, su carrera tomó un giro colonial y ese mismo año fue destinado a la isla de Réunion. Permaneció allí hasta finales de 1876. Ávido de aventuras, se incorporó al cuerpo de los Tiralleurs senegalais en el Senegal donde formó parte de algunas de expediciones militares y de exploración geográfica. En 1878 fue ascendido a capitán. Su estrella siguió al alza. Se le confiaron tareas de representación diplomática, como la de 1880 en Mali donde logró establecer un protectorado francés, o la que realizó en Níger en 1881 para asegurar las relaciones comerciales con el Alto-Níger en lo que se ha denominado el Tratado de Nango. En 1886 ascendió a teniente coronel y se le nombró gobernador del Haut-Fleuve (Senegal). No fue un período fácil, Galliéni se vio obligado a negociar varios tratados y a reprimir insurrecciones indígenas. De vuelta a la metrópoli fue ascendido a coronel y nombrado jefe de estado mayor del cuerpo d'infantería de marina. Pero su estancia en Francia duró poco ya que en 1892 fue enviado a Tonkin (Indochina) al mando de una división con objeto de luchar contra la piratería y reforzar la presencia francesa en la zona hasta 1896.

Su buen hacer en asuntos coloniales le proporcionó ser nombrado gobernador general de Madagascar y al poco ascendido a general de brigada. Su periodo malgache se recordará por su firmeza ante las resistencias a la ocupación gala, pero también a su eficaz administración y por haber modernizado la isla durante sus ochos años de proconsulado. La recompensa a su buen hacer fue el generalato de división en 1899. En 1905 retornó definitivamente a Francia. A su llegada desempeñó diferentes cargos: gobernador militar de la región lionesa, comandante en jefe del 14º cuerpo de ejército y presidente del Comité consultatif de défense des colonies. En 1911 su culminación: se le propuso como futuro comandante en jefe de l'Armée, pero aduciendo razones personales declinó la oferta. Joseph Joffre ocupó ese lugar.

En abril de 1914 pasó a la reserva, pero el estallido de la guerra le volvió a situar otra vez en escena, y el 26 de agosto fue nombrado gobernador de la región militar de París. Su experiencia y templanza ante la adversidad del momento -el inexorable avance alemán y la marcha del gobierno a Burdeos entre otros- le permitieron organizar la defensa de la capital, así como tener un papel clave en la posterior batalla del Marne en septiembre de 1914. No en vano fue gracias a su visión y rapidez en el mando lo que permitió una pronta respuesta aliada a los errores tácticos alemanes. El éxito en la batalla del Ourcq, la antesala del Marne, fue completamente mérito suyo. Quizás el éxito de Joffre en el Marne fue seguir al pie de la letra lo que dictaba el sentido común, sin apenas cambiar una coma del guión prestablecido. En este punto y ante el papel preeminente que protagonizó Galliéni, Joffre decidió marginarlo para situarse él mismo como único y gran responsable del éxito aliado en el Marne.

A pesar de estas innecesarias -aunque comprensibles- maniobras, la historia fue honesta con él y lo acabó situando como lo que fue: el hombre del Marne. Galliéni pasó de puntillas por el altar de la gloria, incluso en el despacho de 1º de octubre de 1915 se empequeñeció su aportación al Marne, pero ese mismo mes, Briand decidió nombrarlo Ministro de la guerra. Galliéni no rechazó la responsabilidad, pero en los primeros combates de la recia batalla que se libraría durante toda la guerra entre la cúpula militar y circo político lo llevaron a desistir en marzo de 1916. Su enfermedad y su sobretodo el convencimiento de haber hecho todo lo humanamente posible por Francia le convencieron. Joseph Galliéni falleció en mayo de 1916 después de unas complicaciones post-operatorias. En 1921 y a título póstumo fue nombrado Mariscal de Francia.

Fuentes:

- Blanchon, G. Le genéral Galliéni. Paris : Bloud, 1915.
- Cladel, Judith. Le général Galliéni. Paris : Berger-Levrault, 1916.
- Galliéni, Joseph. Mémoires du Maréchal [...]. Paris : Payot, 1928.
- Gheusi, P.B. Galliéni. Paris : Société anonyme des imprimeries réunies, 1922.

martes, 28 de julio de 2009

Churchill y la intervención norteamericana en la Gran Guerra


Afirmar que Sir Winston Churchill fue todo un animal político es tanto como decir que la rueda gira o que el agua moja. Cuando se habla de Churchill nadie queda indiferente. Este político británico vivió siempre aposentado en el ojo del huracán histórico, y tanto en los anales de la política como de la diplomacia permanecen sus citas como recurrente fuente de inspiración para los políticos y politólogos de hoy día y de generaciones futuras. Para bien y para mal, claro. Uno de los episodios menos conocidos sobre su pensamiento respecto al final de la Gran Guerra tuvo que ver la participación de los Estados Unidos a finales de la misma. Tan controvertidas fueron sus declaraciones a un diario norteamericano, The New York Enquirer, que el editor jefe Griffin y el mismo Churchill se enzarzaron en una agrio pleito para dirimir si sus declaraciones se habían o no producido. Después de diferentes fases en el proceso, en 1942 - seis años después de las supuestas declaraciones - Churchill reconoció haberlas efectuado.
El contenido de las declaraciones de Churchill eran sumamente incendiarias ya que culpaban de la situación política europea de aquel entonces (nazismo, fascismo, comunismo) a la intervención norteamericana en la Primera Guerra Mundial.Las declaraciones que realizó Sir Winston Churchill en agosto de 1936 al New York Enquirer fueron las siguientes:

"America should have minded her own business and stayed out of the World War. If you hadn't entered the war the Allies would have made peace with Germany in the Spring of 1917. Had we made peace then there would have been no collapse in Russia followed by Communism, no breakdown in Italy followed by Fascism, and Germany would not have signed the Versailles Treaty, which has enthroned Nazism in Germany. If America had stayed out of the war, all these 'isms' wouldn't today be sweeping the continent of Europe and breaking down parliamentary government - and if England had made peace early in 1917, it would have saved over one million British, French, American, and other lives."

Traducción:

"América debería haberse metido en sus propios asuntos y permanecer fuera de la I Guerra Mundial. Si no hubierais entrado en la guerra los aliados podríamos haber llegado a una paz con Alemania en la primavera de 1917. Habríamos alcanzado la paz sin que hubiera llegado a producirse la Revolución Comunista en Rusia ni el fascismo en Italia. Alemania no habría firmado el Tratado de Versalles, que alentó el nazismo en Alemania. Si América hubiera permanecido fuera de la guerra, todos estos 'ismos' no habrían triunfado en el continente europeo acabando con el gobierno parlamentario, e Inglaterra habría logrado la paz en primavera de 1917, salvando a más de un millón de ingleses, franceses, americanos y muchos otros."

Churchill, a mi juicio, pecó en sus declaraciones. No por sinceridad sino por los tempos. Cierto que la intervención norteamericana en la Gran Guerra fue episódica a nivel militar, pero su papel como suministradora de capitales y de materiales la hicieron indispensable a todas luces para decantar la balanza ganadora del lado aliado. Los mandos franceses y algunos británicos esperaban la llegada de los americanos como agua de mayo, no sólo para ganar la guerra a nivel material, sino a nivel moral. No es posible entender los movimientos u ofensivas militares de mediados de 1917 hasta el final de la guerra sin el horizonte de la llegada de efectivos norteamericanos. Las operaciones que abarcan de la 3a batalla de Ypres (Passchendaele), verano de 1917, hasta las triunfantes ofensivas alemanas de 1918 tienen como motivo la futura intervención norteamericana. Los británicos denuedan esfuerzos para conseguir doblegar a los alemanes antes de que los americanos lleguen y marquen los tempos de la paz, y los alemanes preveyendo el desembarco más que masivo de material humano y de armamento se la quieren jugar a la última carta. Ambas opciones fracasaron, y llegó la paz y después de ésta un tratado.
Quizás no fue la paz que Churchill deseaba, pero cuál quería él??
Hubiese evitado la vorágine política posterior?
Como el resto de ucronías vivirá en el reino de los Ýsies.

viernes, 10 de julio de 2009

Ludendorff de Correlli Barnett (The Swordbearers)


Barnett, Correlli. "Ludendorff" en The Swordbearers. London : Cassell, 2000. pp. 269-362.

Comencé el capítulo de Ludendorff del libro de C. Barnett The Swordbearers con la ilusión de aquel que poco o nada conoce sobre el biografiado excepto aquellos tópicos manidos y lanzados desde las trincheras de la historiografía oficial aliada. A estas alturas ya no me sorprende comprobar que los viejos tópicos, como los rockeros, nunca mueren. Tras un decepcionante comienzo, al acercarse a 1918 la cosa comenzó a ponerse interesante. Llegaron la desastrosa guerra submarina total, las luchas entre el canciller Bethmann-Hollweg y los militares, las supuestas peticiones de paz, y al poco se instauró la indisimulada dictadura militar que impusieron Ludendorff y la cara respetable del regimen, Hindenburg.
Una vez situados a finales de 1917 y examinando la grave situación interna alemana, agravada por el horizonte de masivas llegadas de tropas norteamericanas, Ludendorff y los think tanks del Oberste Heeresleitung (OHL) decidieron jugar su última carta. En este punto de la narración Barnett se crece, saca lo mejor de un texto histórico impecable, sin mácula. En las siguientes páginas se fraguan la ofensivas alemanas de la primavera de 1918, o lo que la historiografía ha dado en llamar la Kaiserschlacht o la batalla del Kaiser.
La disección que realiza Barnett de la Kaiserschlachtraya la perfección.
En primer lugar, el lector se encuentra de frente con unos argumentos desde la parte alemana inapelables, inevitables, de tragedia griega. Barnett lo define de varias maneras: última jugada, último cartucho... Ludendorff se juega el todo por el todo, sabe que después de esto no hay nada. Si fracasa la Operation Michael (así se llamó en términos militares) y sus vástagos (Mars, Valkirie, Georgette) todo se acabó. Lo extraordinario en el caso alemán es entender como un pueblo como éste puede llegar a ese punto que raya la extenuación y en el que los soldados apostados en las trincheras esperan con ardoroso deseo la mañana del 21 de marzo.
Durante el proceso de planificación de la ofensiva, Ludendorff está en su mundo. Su habitat natural: la sala de mapas entre cartas y partes meteorológicos. Ludendorff no lo hará solo. Tuvo cómplices. Lo acompañan en sendas reuniones de finales de 1917 los jefes de estados mayor Kuhl y Wetzell. Éstos abogan por la misma idea: la ofensiva total y final, pero difieren de Ludendorff en el dónde.
Barnett expone de forma soberbia el porqué de ambas opciones. Kuhl aboga por la zona de Verdun y St. Mihiel por el desgaste francés aparte de por la presencia de los bisoños norteamericanos. Wetzell se decanta claramente por la zona de Flandes, Ludendorff también se inclina por este sector. Sin embargo, sabe que se trata de una zona en la que el terreno juega de parte de los británicos. El barro y el tiempo lo asustan, lo previenen. Y al final se acaba decantando por asestar el gran golpe, el definitivo entre el 3r y 5º ejércitos británicos, en la zona del Somme situando el eje en Peronne. El 18º ejército comandado por von Hutier (el héroe de Riga) estará en el flanco derecho del ataque germano junto con el7º en reserva, el 17º al mando del principe Ruprecht atacará por la izquierda. El 2º ejército en el centro.
Barnett razona el porqué de estas decisiones. Incluso analiza y anticipa las razones del posterior fracaso. Analiza también los errores de concepción de unos y de otros, y los contrapone. Los británicos en las ofensivas caniculares de 1917 (Passchendaele) erraron en la estrategia y en la táctica aunque tenían perfectamente claros los objetivos de su ofensiva. Los alemanes, por el contrario, en la primavera de 1918 tienen el control absoluto de la táctica pero yerran clamorosamente en sus objetivos, no en los primeros pero sí en los definitivos que son los que cuentan. Resumiendo, Barnett explica perfectamente que los británicos en 1917 sabían lo qué querían pero no sabían como hacerlo. Tropezaron casi de forma idéntica en los errores de 1914, 1915, y 1916: falta de elasticidad en el mando, ataques frontales estáticos, bombardeo artillero exagerado que machacaba el terreno y eliminaba el factor sorpresa, etc. Lo único prácticamente novedoso era la aparición del tanque. Por contra, los alemanes - en parte por culpa de Ludendorff según Barnett - están cegados por el término. Creen en el golpe definitivo. Ludendorff sólo piensa en la separación entre los frentes británico y francés. Después del gran golpe ya se verá, pensó Ludendorff. Y ciertamente por el desarrollo posterior de la ofensiva así se desprende.
La ofensiva alemana del 21 de marzo es apabullante. Las líneas británicas son superadas y las tropas huyen casi en desbandada. El caos es prácticamente total. El 22 el ritmo será parecido, von Hutier sabe lo que se hace y su ejército continua la progresión hacia el sudoeste. El 5º ejército británico de Gough es una sombra, ya no existe. Haig acude suplicante a Pétain. Le pide que sitúe 20 divisiones francesas en el sector de Amiens. Pétain, fiel a su estilo, no se niega pero sólo le envia seis para reforzar la derecha británica. Pétain teme un golpe similar en la zona de la Champagne. Comienzan las primeras fisuras en el barco aliado. Como dice Barnett, el egoismo es el primer hijo de la crisis. A todo esto, Ludendorff exultante. El Kaiser se pasea, incluso, por Avesnes. El clima es de euforia. Nada hace predecir lo que era predecible: el cansancio de las tropas alemanas, graves problemas de transporte y la falta de alimentos y munición frenarán la ofensiva. La logística alemana no pudo seguir el ritmo de sus tropas. Y así fue, la ofensiva día a día se fue marchitando y por el 28 las tropas alemanas fueron frenadas. El avance había sido espectacular, pero sólo había sido eso: un gran avance, nada más. Barnett disecciona en este punto los errores del mando. Acusa a Ludendorff de improvisar los objetivos ulteriores como si estos fuesen a aparecer de la nada. Lo tilda de inconstante por no proseguir o otorgar más poder a von Hutier y su gran golpe de mano. El autor llega a sugerir que de haber puesto todas las reservas en el ejército 18º de von Hutier el resultado quizás hubiese otro. Pero en cambio Ludendorff desperdigó y malgastó las reservas en cubrir más extensión de terreno. Él mismo debilitó el ataque. Afirma que si el día 23 hubiese puesto todas las reservas en un punto, el resultado de la ofensiva hubiese sido otro. Por la parte psicológica, Barnett carga contra Ludendorff acusándolo de inestable e incoherente. No sólo por sus errores de índole militar, sino por su actitud ulterior ante el fracaso. Cita numerosos testimonios de proximidad como Lossberg, Hindenburg, etc. para describir a un hombre deshecho ante el fracaso. Incapaz de reaccionar ante la derrota que acaece a partir del 18 de julio cuando comienza a haber claros signos de descomposición en las filas alemanas.
Barnett compara en más de una ocasión a Ludendorff con la figura Hitler. Lo hace sobretodo para subrayar la testarudez en la defensa de posiciones indefendibles e inútiles de sostener como Stalingrado. En este caso, recurre al testimonio del general Lossberg - especialista en sistemas defensivos - para acusar a Ludendorff de ceguera ante el necesario repliegue alemán. Repliegue que retardó a la espera de una reacción que jamás llegó. Y que de haberse llevado a cabo en el momento que se lo sugirió Lossberg la resistencia alemana hubiese sido otra, más eficaz.
Barnett no descansa, fustiga a Ludendorff hasta el final. Narra sus discusiones con Hindenburg, la pérdida de confianza del Kaiser Wilhelm II, las jugarretas que le juega al príncipe Max de Baden con las negociaciones de paz, etc. Para el mismo Ludendorff, lo expresa en sus memorias, el principio del fin es el 18 de julio con la contraofensiva francesa de Villers-Cotterets a manos de Mangin. Elucubrará otros golpes de mano, pero más como gesto que como solución a un fin irreversible.
Sólo para concluir, dos últimas menciones.
La una dedicada a la exquisita redacción de los hechos históricos. Existe un perfecto equilibrio en el discurso histórico entre dato y testimonio. La redacción de Barnett deja poco margen a la duda respecto a la personalidad del personaje que si bien no es dogma de fe, bien puede sentar las bases para posterior estudio. Otras referencias pueden ser quizás más discutibles, como las que hace al derrotismo final de Pétain o a la mejora táctica de Haig hacia el final de la guerra. Pero este no es el lugar para discutirlas. La postrera consideración es de tipo personal y absolutamente subjetiva como el resto de la reseña pero sin la misma intencionalidad: recomiendo vehemente la lectura de este capítulo así como el resto del libro.
Muy bueno, rayando la excelencia.

lunes, 29 de diciembre de 2008

Oswald Boelcke (1891-1916)


Oswald Boelcke (1891 Giebichenstein, Alemania - 1916 Cerca de Cambrai, Francia)

As y pionero de la aviación alemana durante la Primera Guerra Mundial.

A pesar de no pertenecer a una familia con un glorioso pasado militar, la influencia de su padre - maestro y director de escuela luterana - con unos profundos ideales patrióticos y militares le llevó a solicitar el ingreso en la escuela de cadetes con apenas contando trece años, y eso a pesar de haber padecido una aguda tos ferina infantil que le acarrearía un asma crónico a lo largo de toda su vida. Finalizados sus estudios se destinado al 3º batallón de telegrafistas en Koblenz (Coblenza) como oficial de cadetes (Fahnenjunker). Poco antes de estallar la guerra, mediados de 1914, fue transferido a las Fliegertruppe. De mayo a agosto de 1914 realizó sus cursos de vuelo en la Halberstädter Fliegerschule. Al finalizarlos entró directamente al servicio activo como piloto.
Gracias a la intercesión de su hermano mayor, Wilhelm, el primer destino de Oswald Boelcke fue la Fliegerabteilung 13, FFA 13. Su compenetración y fortuna en las diferentes misiones provocó el recelo de sus compañeros, y que Wilhelm Boelcke fuese destinado a otra sección. Aún así Oswald Boelcke fue condecorado con la Cruz de Hierro de 2a clase por realizar más de cincuenta misiones como piloto.

1915

En abril de 1915, después de una pequeña recaida en su asma crónico, Boelcke logró - via diplomacia de pasillo - un destino en la Fliegerabteilung 62 con base en Douai. La FFA 62 era una unidad de aviones biplaza que realizaba misiones de reconocimiento aéreo para la artillería. En junio, Boelcke, Witgens y Immelmann fueron los primeros pilotos alemanes en pilotar el nuevo modelo de monoplano Fokker E.I. equipado con ametralladoras Spandau/Parabellum.
El 4 de julio de 1915, al mando de un Albatros C.I, el ya teniente Boelcke y su observador el teniente Heinz-Hellmuth von Wühlisch avistaron a un Morane biplaza. Después de un largo combate, von Wühlisch derribó al avión enemigo. La confirmación la realizó el mismo Boelcke. Aterrizó cerca del avión estrellado y comprobó que los ocupantes habían muerto. Este derribo proporcionó a von Würlisch la Cruz de Hierro de 1a clase y a Boelcke la promesa de que pilotaría el próximo modelo de Fokker.
La primera victoria en solitario de Boelcke fue el 19 de agosto de 1915. Antes de acabar el año derribaría cuatro aviones más, lo que acrecentó la macabra competición que mantenían él y Immelmann, el otro as del momento, por ver quién era el mejor piloto alemán.
Immelmann había conseguido ser el primer piloto alemán en derribar un avión enemigo con el nuevo modelo Eindecker de Fokker, el 1 de agosto, en una jornada desafortunada para Boelcke, que tuvo que volver a la base después de comprobar que su ametralladora estaba encallada.
A mediados de septiembre de 1915, Boelcke fue trasladado con su FFA 62 de Douai al sud de metz, al Brieftauben-Abteilung-Metz. El FFA 62 formaba parte del contingente que reforzaría al III Cuerpo de ejército alemán que se enfrentaba a una ofensiva francesa a lo largo del frente de la Champagne. El día 25 de septiembre tuvo que volar con un aparato prestado, ya que su avión aún no había llegado. Sin embargo, no fue obstáculo para consiguiese su cuarta victoria. Su fama comenzaba a traspasar fronteras, y las notícias de sus hazañas llenaban los periódicos alemanes. A Boelcke, de naturaleza poco vanidosa, le desagradaba sobremanera la literatura laudatoria de los medios alemanes, y en más de una ocasión sugirió a sus familiares que se aislasen de la prensa y sus consecuencias.
Al mes siguiente, el 27 de octubre, Boelcke aumentó su casillero con otro derribo, se trataba de un Voisin francés. Su cuenta sumaba un total de 5 derribos. Immelmann tampoco se quedaba atrás, cuatro días antes había derribado a un Vickers FB 5, Gunbus, sobre Cambrai. El duelo continuaba.
En noviembre de 1915, Erich von Falkenhayn, jefe supremo del Alto Estado mayor alemán le notificaba la concesión de la Gran Cruz con espadas de la Casa Hohenzollern. Boelcke se convertía en el primer piloto alemán en recibir tal honor. Immelmann la recibió seis días después.
A mediados de noviembre de 1915, Boelcke fue invitado a visitar la fábrica de Fokker en Schwerin. El nuevo Fokker E IV, con 160 caballos de potencia y dos ametralladoras, estaba listo para entrar en combate y quién mejor que el as de ases para ser testigo de su nacimiento. No obstante y a pesar de las grandes expectativas, el Fokker E IV no entraría plenamente en funcionamiento hasta abril-mayo de 1916. A mediados de diciembre de 1915, Boelcke volvió a Douai con su FFA 62, la ofensiva francesa se había rechazado con éxito.
A finales de 1915, el casillero de los dos ases estaba casi parejo. Immelmann contaba con siete victorias por seis de Boelcke.

1916

El nuevo año comenzó como acabó el anterior, con una dura competición entre los dos ases alemanes. El 5 de enero, Boelcke salió temprano y la Diosa Fortuna le sonrió: se encontró con una formación británica de observación. Después de un breve combate con un BE, consiguió herir a ambos ocupantes. A pesar de la lucha, el biplaza consiguió aterrizar. Boelcke hizo lo mismo, no muy lejos. Después de una larga charla con el piloto, el subteniente Somervill, Boelcke descubrió que su fama como piloto había cruzado el Canal de la Mancha.
Una semana después, el 12 de enero, Boelcke e Immelmann conseguían su octava victoria. Estaban empatados. Esa misma noche recibieron la noticia de que habían sido condecorados con la máxima condecoración militar alemana, la Pour le Mérite o comunmente conocida como Blue Max. Immelmann y Boelcke fueron los primeros pilotos alemanes en recibirla.


Continúa en: Oswald Boelcke (1891-1916) (II)

domingo, 16 de noviembre de 2008

Sir Horace Smith-Dorrien y la Gran Guerra (III)


A finales de diciembre de 1914, el IIº Cuerpo de Smith-Dorrien se convirtió en IIº Ejército dadas las dimensiones. Smith-Dorrien conservó, de momento, el mando. El IIº de Smith-Dorrien participó de forma auxiliar en la batalla de Neuve Chapelle que tuvo lugar en marzo de 1915. Concretamente, se le asignó el objetivo de tomar la llamada colina 60, pero la falta de cobertura artillera hizo fracasar por completo la operación.
Como no, Sir John French estaba ahí para acusar a Smith-Dorrien de falta de decisión y contundencia. El mismo que lo había acusado abiertamente de desobediencia por plantar cara a los alemanes en Le Cateau le echaba en cara falta de coraje en la operación de Flandes. Estaba claro que de la relación entre French y Smith-Dorrien no iba a salir nada positivo, bien al contrario.
Ypres 1915: Smith-Dorrien en abril de 1915, ante el ataque con gas alemán y la sangría que significaba mantener a las tropas británicas en pésimas condiciones tanto estratégicas como sobre el terreno en el llamado Saliente de Ypres, propuso una retirada táctica hacia posiciones menos expuestas. Esa fue la chispa y la excusa. Sir John French lo acusó de derrotismo, de pesimismo y de cobardía al exponer una retirada estratégica. A partir de este momento, las informaciones dependiendo de las fuentes varían. Algunas hablan de que el 27 de abril, French ordenó a Smith-Dorrien ceder el mando a Plumer, y que una semana aproximadamente más tarde, sobre el 6, Smith-Dorrien parte hacia Inglaterra. Otras que las contínuas cartas y misivas a Lord Kitchener tuvieron su premio y Smith-Dorrien fue invitado por Sir William Robertson a volver a Inglaterra en mayo de 1915.
Sobre esto, los diarios de Haig contienen algunos pasajes en los que French le confiesa su hastío hacia la persona de Smith-Dorrien. Las quejas de French transcritas en los diarios de Haig, que lo aborrecía profundamente, son una clara mezcla entre resentimiento y desprecio hacia el militar de Haresfoot. French ganó, pero no venció, al poco también fue invitado a dejar el mando tras el estrepitoso fracaso de Loos. Haig también había hecho un buen trabajo de zapa. Esta vez su paño de lágrimas era el mismísimo monarca George V.
A la retirada estratégica de Smith-Dorrien, el mando del IIº Ejército de la BEF lo tomó Sir Herbert Plumer, protegido de French, y primera opción de éste para substituir al fallecido Grierson en 1914. La fortuna le reservaba una ironía a French, ya que una de las primeras decisiones que tomó Plumer fue una retirada estratégica de las tropas británicas en el Saliente de Ypres hacia posiciones más resguardadas y fuera del alcance de la mortífera artillería alemana. Curiosamente French accedió.
La guerra continuaba y después de un breve periodo en Gran Bretaña, Smith-Dorrien fue enviado al África oriental alemana, aunque su periplo africano fue corto, enfermó al poco de pneumonia y volvió a Inglaterra. Su participación como militar en la Gran Guerra prácticamente había acabado.
Los ataques de French a Smith-Dorrien no terminaron con la guerra. Sir John French escribió 1914, un libro en el que describía los primeros compases de la Gran Guerra y en el que tuvo una mención especial para Smith-Dorrien acusándolo de desobediente y otros calificativos que éste no pudo rebatir al estar todavía en el servicio activo.


Fuentes:
- Cassar, George. The Tragedy of Sir John French. NJ, University of Delaware, 1985.
- Memories of 48 years of service ... (Smith-Dorrien)

martes, 11 de noviembre de 2008

Sir Horace Smith-Dorrien y la Gran Guerra (II)


Viene de: Sir Horace Smith-Dorrien y la Gran Guerra (I)

La precipitada retirada británica fue seguida por una persecución alemana sin descanso. El repliegue inglés fue muy penoso, largas marchas en condiciones de extremo cansancio, falta de avituallamiento, perdida o abandono de material bélico, etc. La situación para los alemanes no fue mejor. La inicial retirada de Mons provocó que las comunicaciones entre el Cuartel general de French y los dos cuerpos de Haig y Smith-Dorrien se resintiesen. Aún así, se decidió que las tropas se retirarían a una zona más segura donde poder estabilizar un frente con los franceses, que a su vez se iban retirando sin apenas comunicarse con sus aliados. Finalmente y después de algunas peripecias, el IIº Cuerpo de Smith-Dorrien llegó a Le Cateau el 25 de agosto a les tres y media de la tarde, es decir un día después de haber iniciado la retirada. Pero lo peor era que el Ir Cuerpo de Haig había continuado la retirada, el cuartel general estaba muy alejado, y encima, French le conminaba a ser la retirada hacia una zona más segura, hacia el sector de Guise.
La situación de sus tropas era muy penosa. El IIº Cuerpo había soportado el grueso de la lucha en Mons, tanto en bajas como en esfuerzo y los hombres estaban derrotados física y moralmente. Smith-Dorrien consideró la situación y determinó que proseguir la retirada era la peor de las soluciones para sus tropas y para la BEF. Smith-Dorrien decidió junto con su Estado mayor que la única opción viable y plausible era intentar aguantar la posición, dar un respiro a sus hombres y sobretodo frenar la avalancha alemana que les seguía a un ritmo infernal. Frenar el avance significaría dar la oportunidad al resto de la BEF de salvarse del movimiento envolvente alemán, entre el Ir y IIº Ejército de Von Kluck y Von Bülow.
Smith-Dorrien imaginaba que su decisión de stand and fight (de aguantar y luchar) provocaría alguna polémica, pero desconocía que llenaría páginas y página de tinta además de acrecentar hasta límites desconocidos su controversia con Sir John French. Así las cosas, habiendo decidido permanecer y luchar, la caballería de Allenby, terriblemente castigada, llegó a Le Cateau poniéndose al instante bajo el mando de Smith-Dorrien. Al IIº Cuerpo también se le sumó la recién creada 4ª división al mando del general Snow.
La batalla de Le Cateau significó la ruptura final entre Sir John French y Sir Horace Smith-Dorrien. El comandante en jefe de la BEF acusó abiertamente a Smith-Dorrien de haber desobedecido una orden directa, de poner en peligro el IIº Cuerpo de la BEF, así como de la totalidad de las tropas británicas establecidas en el continente.
Sin embargo, la historia ha hecho otra lectura de la batalla de Le Cateau y de la arriesgada decisión de Smith-Dorrien.
Vistos los resultados la batalla de Le Cateau, frenó el avance de las tropas alemanas, lo que posibilitó el reagrupamiento de las tropas de la BEF, evitando así su envolvimiento y posible desaparición. Cierto es que las pérdidas británicas en Le Cateau fueron cuantiosas, casi 8.000 bajas entre muertos y prisioneros, pero examinados los factores, Le Cateau fue una acción valiente y arriesgada que permitió dar un respiro al resto de tropas británicas para encarar con mejores perspectivas el resto del conflicto. Igualmente cierto es que la decisión de Smith-Dorrien puede considerarse de desobediencia, pero tomar decisiones en momentos críticos como en el de Le Cateau, de permanecer y resistir, exige la determinación propia de un militar experimentado y responsable, así como valiente. La polémica y controversia hicieron el resto: French no perdonó jamás a Smith-Dorrien su desaire y desobediencia en Le Cateau, aún pesar de los resultados. La crítica trascendió el medio militar y saltó a la palestra pública y fue en esa arena donde algunos medios acusaron a French de actuar movido por los celos y el rencor.
Pero el resultado y la historia están ahí, la BEF consiguió sobrevivir a Mons, a Le Cateau, a la Gran retirada y sobretodo a la apisonadora alemana.
Las andaduras de Smith-Dorrien en la Guerra Guerra no terminaron en Le Cateau.


Continúa en: Sir Horace Smith-Dorrien y la Gran Guerra (III)

viernes, 7 de noviembre de 2008

Sir Horace Smith-Dorrien y la Gran Guerra (I)


Al estallar la guerra, a Sir Horace Smith-Dorrien le fue asignado el mando de la Home Defence Army. Sin embargo, la inoportuna muerte de Sir James Grierson durante el viaje de la BEF al continente, le ofreció la oportunidad de hacerse cargo del IIº Cuerpo de ejército, que consistía en la 3a y 5a divisiones. La designación de Smith-Dorrien como comandante de esta unidad el 21 de septiembre no estuvo exenta de polémica. Fue Lord Kitchener quien respaldó firmemente su elección muy a pesar de los deseos de Sir John French, quien mantenía una tensa y difícil relación con Smith-Dorrien por cuestiones pretéritas. Así, y al mando del IIº Cuerpo, Smith-Dorrien se dirigió hacia Mons para situarse al igual que el resto de la BEF en el flanco izquierdo de la linea que tenia que hacer frente al avance alemán. El 5º ejército francés al mando del general Lanzerac se situaría a la derecha. Pero desde un mal inicio la coordinación entre las tropas francobritánicas fue nula o inexistente, ya que las tropas francesas se habían retirado al sudeste de la línea, dejando a las tropas británicas sin cobertura por los flancos, y lo peor, a solas ante el impresionante avance germano.
A la retirada francesa, se añadió un grave error de apreciación del Estado mayor británico al creer que la BEF se hallaba solamente ante dos cuerpos de infantería y una división de caballería alemanes, cuando en realidad estaban frente un completo cuerpo de ejército al mando del general Von Kluck. La batalla o refriega de Mons abrió los ojos británicos ante la cruda realidad. A pesar de resistir el embite alemán muy dignamente, los británicos salieron derrotados y tuvieron que retirarse en toda la línea. Después de Mons, el primer choque de la Gran Guerra entre fuerzas alemanas y británicas, se inició lo que la historiografía militar a dado en llamar "The Great retreat" o la retirada de Mons. Sin apenas cobertura de flancos, la Fuerza Expedicionaria Británica (BEF) inició un repliegue que duraría más de una semana hasta llegar a posiciones cercanas a París.
Por su parte, el IIº Cuerpo de Smith-Dorrien recibió órdenes, a primeras horas de la tarde del 24 de agosto -en plena batalla de Mons- de retirarse ordenamente. Aunque orden no era precisamente lo que reinaba en las filas británicas esa tarde en Mons. La falta de comunicación y las noticias sesgadas acabaron de complicar la cuestión. El fragor de la batalla provocó que determinadas unidades perdiesen la comunicación con el puesto de mando, lo que significó que la retirada a posiciones más seguras provocase escenas caóticas. Aún así el repliegue pudo realizarse de forma más o menos segura. La situación de las unidades de Smith-Dorrien era más que delicada ya que estaban siendo superados por los flancos y las bajas no cesaban de aumentar debido a un mortífero fuego de artillería alemán que provenía del este de la zona de St. Symphorien. El episodio de Mons se cerraba y se abría el de la Gran retirada.
La precipitada retirada británica fue seguida por una persecución alemana sin descanso. El repliegue inglés fue muy penoso, largas marchas en condiciones de extremo cansancio, falta de avituallamiento, pérdida o abandono de material bélico, etc. La situación para los alemanes no fue mejor.
La inicial retirada de Mons provocó que las comunicaciones entre el Cuartel general de French y los dos cuerpos de Haig y Smith-Dorrien se resintiesen. Aún así, se decidió que las tropas se retirarían a una zona más segura donde poder estabilizar un frente con los franceses, que a su vez se iban retirando sin apenas comunicarse con sus aliados. Finalmente y después de algunas peripecias, el IIº Cuerpo de Smith-Dorrien llegó a Le Cateau el 25 de agosto a les tres y media de la tarde, es decir un día después de haber iniciado la retirada.


lunes, 27 de octubre de 2008

Moltke el joven y el espiritismo


"Helmuth Johan von Moltke no fue el típico oficial prusiano. Se trataba de un hombre sumamente cultivado, que llegó a desarrollar un serio y profundo interés por la historia, los estudios orientales y la teología. Sus actividades mostraban un carácter inquieto y abierto ya que podía organizar tanto maniobras militares, como visitar monasterios medievales o hacer demostraciones de fotografía estereoscópica. Sin embargo, Moltke como Conrad von Hötzendorf, poseía un lado oscuro y fatalista.
Su mujer, Eliza, lo imbuyó de una profunda veneración por el espiritismo y lo oculto. Organizó, incluso, sesiones espiritistas con el fin de establecer contacto con personajes de histórica relevancia del más allá. Moltke mostró y experimentó un apasionado interés por todo aquello relacionado con el más allá o la existencia después de la muerte terrenal - lo que le llevó a establecer contacto con Rudolph Steiner y la Teosofía. Moltke se autoconstruyó una filosofía en la que el conocimiento intuitivo y el entendimiento de fenómenos ocultos alimentaban las fuerzas que movían los hilos de la historia mundial. A través de su mujer y Steiner, Moltke llegó al Libro de las revelaciones, que predicaba el segundo advenimiento de Cristo en medio del caos y el terror de proporciones épicas. Contacto que determinaría en cierto manera su actitud durante la Primera Guerra Mundial. La casi total destrucción de los papeles personales de Moltke por su mujer - resultado de la presión asfixiante de los miembros más conservadores del ala prusiana - dejaron un vacio sobre este tema en sus mutiladas memorias. Aún así, las memorias establecen un hilo directo entre las decisiones de julio de 1914 y la posterior guerra, y el estado anímico y mental de Moltke el joven."

Adaptación libre que hace H. Herwig de Helmuth Johan von Moltke, llamado también Moltke, el joven en su obra The First World War: Germany and Austria-Hungary, 1914-18.

Bibliografía complementaria:
- Helmuth von Moltke, Light for the new millennium: Rudolf Steiner's association with Helmuth and Eliza von Moltke: letters, documents and after-death communications. Thomas Meyer (ed.) .1997. ISBN 1-85584051-0

Fotografía cortesía de Wikipedia.

sábado, 2 de agosto de 2008

August von Mackensen (1869-1945)(II): la Gran Guerra


Al inicio de la Primera Guerra Mundial y al mando del XVIIº cuerpo como parte integrante del VIIIº ejército comandado por el general von Prittwitz y luego por el general von Hindenburg estuvo en las batallas de Gumbinnen y Tannenberg en el frente oriental. Von Mackensen estableció su cuartel general el 7 de agosto en Deutsch-Eylau y más tarde lo trasladó a Darkehnem. El 19 de agosto tuvo una entrevista con von Prittwitz. Éste le informó que las tropas rusas comandadas por Rennenkampf se aproximaban por el nordeste. Al día siguiente, se ordenó el ataque. El día 20 de agosto, von François y von Below, situados en los flancos, lograron batir a los rusos. Pero von Mackensen, en el centro, se encontró con una fiera resistencia que no pudo superar. En Gumbinnen, la insuficiente preparación artillera dejó intactas las defensas rusas lo que permitió que los alemanes tuviesen graves pérdidas bajo el fuego de fusilería rusa. Las pérdidas fueron de aproximadamente 200 oficiales, 9.000 soldados y unos 1.000 prisioneros. Aún así, una acción temeraria de la artillería permitió que la retirada de la infantería fuese menos sangrienta. La artillería rusa por su parte dio cuenta de las posiciones del estado mayor del XVIIº lo que obligó a evacuarlo a todo prisa, von Mackensen incluido. Al final de la jornada el balance era muy negativo. Las tropas de von Mackensen habían tenido más de un tercio de bajas entre heridos y prisioneros. Gumbinnen fue desastre para Alemania y para von Mackensen. Pero éste no se dejó amedrentar y pronunció esta pequeña arenga:
"Con ardoroso y valiente empeño habéis llevado a luchar al XVIIº. El heroico ataque de las tropas y especialmente de la infantería se ha visto frenado por las imponentes y bien defendidas posiciones rusas. No obstante, todo soldado que fue a la lucha llevó consigo el orgullo del deber y de luchar hasta el final. Daré cuenta de esto a su Majestad el Emperador. Agradezco infinitamente a todos los oficiales y tropas el haber mostrado lo mejor de la mentalidad prusiana. Los numerosos compañeros muertos en el campo de batalla como héroes por el Rey y por la Patria nos sobrevivirán como modelos de la mentalidad militar prusiana. Por lo que nos depare el futuro, por su Majestad el Emperador y Rey. Hurra !"
Aparte de este contratiempo, llegaron al Cuartel general del VIIIº ejército notícias de los movimientos de las tropas rusas mandadas por Samsonov. Éstas estaban girando hacia el norte por detrás de las tropas alemanas que estaban frente a las de Rennenkampf, por lo que von Prittwitz temió un movimiento de tenaza entre ambos ejércitos. Ante esta situación, von Prittwitz decidió informar al OHL de su decisión de retirarse detrás del Vístula dejando atrás Dantzig. Los rusos, y especialmente el Gran Duque Nicolai, a petición de los franceses habían acelerado al máximo su mobilización, concentración de tropas e inicio de las operaciones bélicas. Las notícias de la derrota provocaron preocupación en el Alto mando y presagiaron cambios en la dirección de la guerra en el frente oriental. El día 23 de agosto llegaban a la Prusia oriental Hindenburg y Ludendorff para reemplazar a von Prittwitz y al general Groener, su jefe de estado mayor. Después del relevo de mandos, el 22 de agosto por la tarde el coronel Hoffmann presentó las maniobras que aprobaron los nuevos jefes y que acabó en la impresionante victoria de Tannenberg con el posterior hundimiento y destrucción del ejército de Samsonov y la retirada del ejército de Rennenkampf más allá de tierras prusianas. Las tropas de von Mackensen jugaron un papel decisivo en la batalla de Tannenberg.
A pesar de la contundente derrota, los rusos se recuperaron y atrincheraron en las posiciones de repliegue, lo que dió inicio a la guerra de trincheras en el frente oriental. Para romper el frente ruso, el Alto mando creó el IXº ejército que se asignó a von Mackensen. Von Mackensen decidió empujar en dirección a Varsovia, y durante los meses de octubre y noviembre de 1914 estuvo luchando en la denominada batalla de Varsovia. Por su papel en la defensa de la ciudad de Lodz le fue concedida la Pour le Mérite el 27 de noviembre de 1914. Después de las Batallas de los Lagos Mazurianos el noveno ejército de von Mackensen fue transferido al frente de Galitzia, al sector de Dunajec.
1915 sería el año de la consagración militar del general prusiano. En abril y al mando del XIº ejército y del grupo de ejércitos de Kiev (Heeresgruppe Kiew), las fuerzas de Mackensen iniciaron la ofensiva Gorlice-Tarnow contra Rusia bombardeando la posiciones rusas en Tarnow. Su ataque abrió un importante brecha en el frente ruso, lo que provocó que von Mackensen ordenase el avance, pero la dificultad del terreno junto con el repliegue combativo del ejército ruso frenaron mucho el avance. Las tropas de von Mackesen alcanzaron Przemysl a primeros de junio de 1915 y ayudaron a los austríacos a recapturar Lemberg a finales del mismo mes. El 3 de junio recibió las hojas de roble para la condecoración Pour le Mérite. Después de la captura de Lemberg, el 22 de junio de 1915, von Mackensen recibió una misiva del propio Wilhelm II: "para mostrarle mi especial gratitud y mi reconocimiento a usted y a las tropas que tiene bajo su mando, le nombro Generalfeldmarschall (mariscal de campo). Que Dios, rector de todas las batallas nos conduzca por el sendero de la victoria." La campaña de Lemberg también le proporcionaría ser premiado con la mayor condecoración caballeresca prusiana, die Orden vom Schwarzen Adler.
En verano de 1915 avanzó hacia el norte por el rio Bug como parte de la triple ofensiva donde logró capturar las posiciones rusas de Brest-Litovsk el 26 de agosto. Esta victoria significaría el inicio de la retirada general de las tropas del Zar y la caída en desgracia del Gran Duque Nicolai. Sus éxitos en las campañas de 1915 le proporcionaron una excelente reputación como estratega. En septiembre, le fue asignado el mando del grupo de ejércitos austro-húngaros - que contenían 9 divisiones alemanas - que con la ayuda de tropas búlgaras tomarían parte en la campaña para conquistar Serbia. Para este cometido, von Mackensen tuvo la suerte de poder contar con el general-major von Seeckt como jefe de su estado mayor.
En octubre de 1915, el recién formado grupo de ejércitos Mackensen (Heeresgruppe Mackensen), formado por el XIº ejército alemán, el IIIº austro-húngaro y el Iº búlgaro, iniciaron la campaña contra Serbia. Su misión fue prácticamente un paseo, sin embargo "fracasó" al no poder destruir completamente el ejército serbio que pudo retirarse hacia los puertos que tenía la Entente en Albania. Estas tropas serían embarcadas hacia la isla de Corfú, para ser recuperadas y rearmadas por el ejército francés y reenviadas al frente macedónico en 1916.
El nombre de von Mackensen también se asocia con los proyectos de ataque a los campos de entrenamiento que tenían los Aliados en Salonika así como algunas acciones de tipo político para convencer al rey de Grecia de entrar en la guerra por la causa de la Triple alianza.
Cuando en agosto de 1916 Rumanía declaró la guerra al imperio Austro-húngaro, los alemanes temerosos del posible hundimiento de su aliado austríaco, decidieron enviar tropas. Von Mackensen fue destinado a Bulgaria a organizar el que se denominaría como ejército del Danubio compuesto por tropas búlgaras, turcas, alemanas y austríacas. Este ejército - bajo el mando supremo del defenestrado von Falkenhayn - entró en acción el 1 de septiembre. Invadió Dobruja y alcanzó la desembocadura del Danubio donde batió también a los rusos que intentaban frenar su avance. Vadeó el Danubio y cortó la retirada a las tropas rumanas que huían a las montañas. El frente quedó estabilizado en el Danubio en enero de 1917. Ese mismo enero fue condecorado con la Gran Cruz de la cruz de hierro, un gran honor ya que sólo la recibieron cinco militares durante la Gran Guerra. Desde ese mismo mes hasta el final de la guerra, von Mackensen ejerció de gobernador militar de Rumania. Durante ese periodo intentó gestionar los recursos naturales que ofrecía Rumanía para la causa de la Potencias centrales e intentó en vano destruir los restos del ejército rumano que había sido reorganizado después de la ofensiva Kerensky. Rumanía terminó firmando la paz de Bucarest en mayo de 1918.
Al finalizar la guerra, fue capturado por el general francés Franchet d'Esperey y retenido como prisionero de guerra hasta noviembre de 1919.

Continua en: August von Mackensen (1869-1945)(III): el ocaso