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viernes, 20 de abril de 2012

Los pantalones de Lucien Bersot

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Poco me imaginaba que una película con un título tan anodino escondería una historia tan absurda y cruel.
Le Pantalon, telefilm del realizador francés Yves Boisset y adaptación de la novela homónima de Alain Scoff, narra el espeluznante caso del soldado Lucien Bersot.
La historia, aunque increible, fue desgraciadamente cierta. Lucien Bersot, 33 años y padre de una hija de 5, fue llamado a filas como millones de franceses durante el convulso agosto de 1914. El suyo sería el 60º regimiento de infantería. A resultas de la falta de uniformes reglamentarios, Bersot fue pertrechado con la guerrera de paño azul, pero recibió unos pantalones blancos en vez de los de lana roja reglamentarios. Los meses pasaron y en enero de 1915 el blanco pulcro se había tornado color barro.
Era el 11 de febrero de 1915, en el gélido frente del Aisne, cuando Bersot, hastiado de su penosa vestimenta y muerto de frio, informó a su furriel. Al poco, le trajo unos pantalones de lana rojos. La prenda, aunque entera, estaba visiblemente manchada de sangre, lo que provocó la negativa de Bersot a vestirla.
Lo que en un primer instante parecía una broma, fue tornándose en estúpida tragedia.
Ante la total indignación de Bersot por vestir unos pantalones manchados de sangre, probablemente de un muerto, el caso trascendió al teniente André.
André, que acababa de hacerse cargo de la compañía de Bersot, era de ese tipo de oficiales que buscaban medrar dentro del escalafón militar a cualquier precio. El jefe del regimiento, el teniente-coronel Auroux, veterano africanista y sabedor del zelo de André por el cumplimiento de la disciplina militar, le ordenó llegar hasta el 'fondo' del asunto. Viendo en la indisciplina de Bersot una oportunidad de ascenso, André le volvió a ordenar que se vistiese con los pantalones de la discordia. En caso contrario, se atendría a las posibles consecuencias. Bersot, ingenuamente, se negó en rotundo. Ante la reiterada negativa de Bersot, el teniente André decidió arrestar a Bersot y someter el caso al dictamen del teniente-coronel.
Auroux, en un acto de absoluta arbitrariedad, aunque respaldado por un código militar arcaico, decidió someter al soldado Bersot a un consejo militar 'especial'. Alea jacta est. Lucien Bersot estaba condenado de antemano.
No fueron pocas las voces que se alzaron para señalar al teniente-coronel Auroux la absurdidad de un consejo de guerra. La guerra estaba consumiendo la flor y nata de la juventud francesa, y actos como este eran innecesarios. Uno de los oficiales del regimiento, el teniente Guérin, se inclinó por imponer una falta leve a Bersot y a dejar correr el asunto. Auroux se tomó la sugerencia de Guérin como una afrenta y le designó abogado defensor de Bersot a modo de represalia, aún sabiendo de las nulas opciones de salir airoso.
Los compañeros de Bersot tampoco se abstuvieron de mostrarse en contra de la decisión del oficial al mando. Consideraban abusivo el trato que recibía Bersot, arrestado en un calabozo. Este gesto inflamó aún más al teniente André y al teniente-coronel Auroux. Los citaron como testigos en el consejo de guerra.
Como paréntesis, hay que decir que todo este proceso duró solo un par de días.
Ante la proximidad del consejo de guerra, y viendo la actitud claramente parcial de Auroux, el teniente Guérin -defensor de Bersot- le recordó la ilegalidad de que fuese el juez de la causa ya que no se encontraban juzgando un acto de cobardía durante la batalla. Auroux, apoyándose en las prerrogativas del mando, describió las circunstancias del caso de 'muy graves y amenazantes en caso de ataque' y le recordó que la situación actual del ejército francés no permitía según que titubeos en la aplicación del código militar. Fue en ese instante cuando Guérin vio la suerte que iba a correr su defendido.
El consejo de guerra se inició la tarde del 12 de febrero. El testimonio del acusado fue sobrecogedor. No entendía cómo una petición tan obvia, vestir un pantalón limpio, podía haber degenerado de esa manera. Ante la desesperación de Guérin, la versión de Bersot fue anulada en todo momento. Sus testigos tampoco corrieron mejor suerte. Fueron acusados de encubrimiento e indisciplina. El consejo de guerra fue una farsa y, la sentencia, firme: Bersot sería fusilado al día siguiente, 13 de febrero. La puntilla: el pelotón de ejecución lo formarían sus propios compañeros.
No hubo indulto. Lucien Bersot fue 'fusilado como ejemplo'. La causa: un pantalón.
Después de la guerra, y ante la alud de denuncias, algunos medios de comunicación y asociaciones de veteranos reclamaron la revisión de algunos casos.
La revista Germinal y el abogado Réné Rucklin lograron que el gobierno francés rehabilitase a Lucien Bersot. Era el 12 de juliol de 1922.

** Desconozco si a su mujer y a su hija les detallaron el motivo por el que su marido fue vilmente asesinado.

sábado, 22 de noviembre de 2008

Charles Chaplin en la Gran Guerra


Por fin. Finalmente encontré esos treinta y tantos minutos para echarle una ojeada rápida a esta película - Shoulder arms (Armas al hombro, 1918) - sobre la que tanto me habían hablado. Precisamente ése ha sido el problema, que me la habían encumbrado demasiado, y al final, no ha sido para tanto.
La cinta posee momentos increíblemente hilarantes - de veras -, como por ejemplo las escenas del queso maloliente, la piscina-refugio en la que malviven los soldados norteamericanos o el camuflaje arbóreo,... Aún así, flota ese poso de documento propagandístico en el que el Kaiser es un imbécil y necio bigotudo, el príncipe heredero es un aprendiz de borracho y la oficialidad alemana es corta de miras -y de estatura-, con el añadido tópico de petulante.
Porque al fin y al cabo, en eso consiste la película, en un desfile de tópicos sobre el ser y el estar alemán: arrogancia, presunción, amor por la violencia, estupidez y trogloditismo.
Puede parecer una crítica excesivamente ácida, pero es que es lo permacece después de las largas risotadas y sonrisas: la burla y caricatura contínua de todo lo alemán.
Una lástima, aunque sea presentista.
Quizás mi juicio debería poseer un punto más de benevolencia y menos dosis de presentismo, pero no hay que olvidar que, sin duda, esta pieza servía a unos intereses claramente políticos.
En el aspecto formal, la película destila pocas máculas : la caricatura ácida sobre la vida en la trinchera es insuperable, las reacciones del protagonista ante lo nuevo, los momentos íntimos en la trinchera, la fina ironía, etc. Son productos genuinos "made in Chaplin". Éste, se casaba con pocos, hay estopa para todos -incluso para el que quiera leer más.
Shoulder arms no es un ejercicio intelectual.
Estudiando el resto de obras del menudo genio inglés, esta obra bien podría considerarse de divertimento. Divertimento que soporta la crítica plástica, pero no la ponderada. En resumen, es un producto imprescindible para ultrafieles y atrincherados de la IGM y también para los amantes del cine de Chaplin.
Para el resto un pasatiempo obviable.

lunes, 28 de julio de 2008

King and country (1964)


Viernes noche tuve la oportunidad de ver la película King and country. Hacía ya tiempo que iba precisamente en busca de eso, de tiempo para verla. Algunas personas ya me habían advertido de su valor más como drama que de documento histórico, pero el hecho de que algunos críticos la comparasen con Paths of glory me llamó la atención. Incluso la llegaron a identificar como la "Senderos de gloria británica".
A la temática de la película se le sumaba el interés de disfrutar de la participación en ella de actores como Tom Courtenay (Strelnikov en Dr. Zhivago); Dick Bogarde (Gustav von Aschenbach en Morte a Venezia) o incluso a Leo McKern (el Cardenal Leone en Las Sandalias del pescador).
El argumento de la película gira entorno al tribunal de guerra al que es sometido un soldado acusado de deserción. El soldado Hamp (Tom Courtenay) fue detenido en Cambrai después de comprobar que había abandonado a su unidad en el frente. El capitán Hargreaves (Dirk Bogarde) es el encargado de llevar la defensa del acusado. Tras un primer contacto con su defendido, Hargreaves constata de forma clara que el soldado Hamp padece stress de guerra. El soldado Hamp al conocer algunos detalles de su vida familiar y después de soportar casi cuatro años de guerra colapsa y en un intento de abstraerse abandona de forma casi inconsciente su puesto. Hamp declara que quería "huir del ruido de los cañones". Así, Hargreaves, ante la claridad del diagnóstico médico de Hamp, basa su defensa en el trauma de guerra. Ya en pleno proceso y ante la evidencia de algunos de los testigos de la defensa que constatan la delicada situación mental del acusado, el tribunal intenta subestimar alguno de los testimonios de la defensa. Especialmente interesante es el duelo que mantienen el abogado defensor y el médico del regimiento, el capitán O'Sullivan (Leo McKern). Éste, en contra de lo parece una evidencia, acusa al soldado Hamp de ser un miedoso. A lo que replica Hargreaves acusándole de que es muy extraño de que una persona con miedo pueda ser tratada con un purgante, tal y como hizo O'Sullivan. El proceso es más un simple trámite que una verdadera corte.
La película filmada sólo en estudios crea, sin embargo, un buen ambiente, donde la lluvia es omnipresente y el barro es el compañero inseparable del soldado, así como las ratas y la inmundicia. El tiempo histórico del film puede datarse poco después de la batalla de Passchendaele, sobre el verano-otoño de 1917.
La película mantiene un ritmo certero y nada soporífero. En momentos, la puesta en escena es absolutamente teatral, y la reacción de los dramatis personae absolutamente británica.
Uno de los aspectos que no me ha agradado demasiado del film ha sido la sobreactuación mística de Courtenay encarnando al soldado Hamp. Éste en momentos parece revestido de una aureóla mística que parece que lo eleve, como si fuese en cordero de Dios. En momentos, me recuerda a la Jeanne d'Arc de Carl T. Dreyer.
Los momentos más significativos de King and country (Rey y patria) son diversos. Por ejemplo, el duelo dialéctico entre abogado de la defensa y el oficial médico. Esta secuencia plasma la intencionalidad de Losey: la dicotomía entre la barbarie absurda del sacrificio versus el sentido humano de la redención y el perdón. Otra secuencia que justifica ver la película es la escena en la que el capitán Hargreaves pide explicaciones al superior del tribunal y éste le responde que el veredicto final forma parte de los métodos del alto mando para mantener alta la moral. La reacción de Bogarde ante las explicaciones es muy comedida y de gran intensidad.
El colofón es lo mejor de la película.
Aunque no al nivel de Paths of glory, la obra de Losey es un claro alegato en contra de la estupidez humana y una muy buena reflexión sobre lo vano de la vida.
Recomendable 100%.

domingo, 13 de abril de 2008

Blessures d'Adrien (La Chambre des officiers, 2001)





Adrien recibe las curas diarias de su herida en la cara. La ternura y sensibilidad del momento se funden de forma armoniosa en un clímax casi catártico. Adrien, debido a la gravedad de sus heridas, ha perdido la capacidad del habla. Sin embargo, la voz en off que se oye en toda la escena es todo espíritu revivido. La vuelta a un mundo que conoce, la belleza de la enfermera, la dulzura al ser curado y sobretodo la música de fondo llegan al fondo para el espectador detallista que capta el momento cumbre. Dupeyron es detallista, detallista hasta la perfección y la escena es sinfonía. La música de Arvo Pärt, exquisita y dulce, es la guinda a esta película, donde los ecos de la guerra son lejanos, pero no sus efectos. Un canto a la vida en toda su expresión. Una sencilla y humilde obra maestra.